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Conócete a ti mismo: Vuelve a tu corazón. Antropología del amor
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Conócete a ti mismo: Vuelve a tu corazón. Antropología del amor
Libro electrónico370 páginas4 horas

Conócete a ti mismo: Vuelve a tu corazón. Antropología del amor

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"Al terminar de recorrer el libro, el lector se dará cuenta de que lo que se nos ofrece es, ni más ni menos, el mejor e indispensable fundamento de una auténtica espiritualidad cristiana para nuestros días".
De esa espiritualidad, el corazón es el encuentro con Jesús. La realidad humana del encuentro pide la relación, que se afirma en la experiencia del encuentro, que lleva a la comunión y desde ese nuevo horizonte de la vida brota y se cultiva el amor y así se llega al servicio y a la apasionante experiencia mística.

"¿Para quién escribe?
En primer lugar, para los creyentes. En segundo lugar, para los monjes. Son evocados con frecuencia en el texto y tanto los de antes como los de ahora. Los varones y las mujeres. No dudo de que ha habido alguna mujer que le ha estado susurrando a Bernardo intuiciones y reflexiones que no es fácil de que salgan de la pluma de un varón y de un monje. Está muy bien integrada en el libro la visión femenina de la vida. En tercer lugar, para los interesados por la antropología; en estas páginas aprendemos mucho y nos trae grandes novedades. Es una maravilla cómo esta antropología relacional se abre hacia la transcendencia y qué bien y qué consistentemente se encuentran interrelacionadas la fe y la cultura, la razón y la afectividad y la voluntad, el espíritu y el alma y el cuerpo" (Del Prólogo, por José María Arnaiz, SM).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 ago 2020
ISBN9789874614582
Conócete a ti mismo: Vuelve a tu corazón. Antropología del amor

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    Vista previa del libro

    Conócete a ti mismo - Bernardo Olivera

    Conclusión

    Prólogo

    Gracias, Bernardo, por haberme pedido este estupendo servicio de hacer la presentación de tu libro Conócete a ti mismo. Vuelve a tu corazón. Antropología del Amor. Después de terminar su lectura, ahí van unas cuantas impresiones.

    Es libro texto para el que quiere aprender y enseñar antropología hoy; es libro guía para quien se propone adquirir un perfil significativo de persona humana en este momento de nuestra realidad sociocultural; es libro inspiracional para quienes desean ofrecer una alternativa de realización humana plena en este comienzo de siglo XXI; es libro lleno de experiencias de vida oportunas para centrar nuestra existencia en el amor; en fin, es libro religioso para quienes están convencidos, como el autor, de que el evangelio está hecho a la medida de lo más auténticamente humano.

    Fueron varios los años que dediqué al estudio y especialización en antropología, y ello cuando este saber estaba pasando de ser psicología racional a ciencia humana y como tal cambiando de método, de contenidos y de destinatarios. Sin embargo, es mucho lo que he aprendido al recorrer estas páginas y es mucho lo que aprenderá el que haga este mismo recorrido.

    Cómo el título nos sugiere, es un texto en el que el lector aprende a conocerse a sí mismo, a salir de sí mismo, a admirar el misterio del ser humano, a apasionarse por encarnar la propuesta de una antropología del amor y a animarse a dedicar lo mejor de sus energías para asumir las consecuencias prácticas de una buena teoría sobre el ser humano. En él hay mucha sabiduría; sus palabras y pensamientos han pasado por el corazón antes de convertirse en texto. Por eso ilustran bien la mente, caldean el corazón, hacen pensar y sentir y llevan a actuar. El autor confiesa que con este libro ha pretendido dejar pensando y para nada durmiendo. Lo consigue. Inquieta e interpela; da algunas respuestas y muchas preguntas y pone en pista para encontrar otras.

    Hace mucho tiempo que conozco a Bernardo; durante este tiempo he podido escucharle, leerle, trabajar con él en nuestros años en Roma, compartir inquietudes. Hasta que recibí la primera edición de este libro, no sabía que estaba tan preocupado por la real revolución antropológica de las últimas décadas, tan afectado por las interpeladoras e influyentes antropologías reductivas, tan en la búsqueda de una nueva propuesta antropológica y tan adelantado en la formulación de los elementos de una antropología relacional, confesional, abierta, original, profunda y hecha a partir del mejor fundamento y horizonte: el amor. Siempre le había situado como un gran maestro espiritual y de espiritualidad. Puedo entender que en algún momento de su caminar reflexivo y religioso haya tomado conciencia de que la vida en el espíritu hay que construirla sobre roca; es decir, sobre un sustrato humano sano y sabio.

    Al terminar de recorrer el libro, el lector se dará cuenta de que lo que se nos ofrece es, ni más ni menos, el mejor e indispensable fundamento de una auténtica espiritualidad cristiana para nuestros días. De esa espiritualidad, el corazón es el encuentro con Jesús. La realidad humana del encuentro pide la relación, que se afirma en la experiencia del encuentro, que lleva a la comunión y desde ese nuevo horizonte de la vida brota y se cultiva el amor y así se llega al servicio y a la apasionante experiencia mística.

    Original la forma literaria que Bernardo utiliza; original y muy antigua; viene del mundo monacal y de la Edad Media. El libro está hecho de numerosos espejos de…. Con ellos se pretende que crezcamos en conocimiento de nosotros mismos y en virtud. Estos espejos miran hacia el cielo y nos reflejan lo divino que se encarna en lo humano y en todo se evoca una estupenda y desafiante meta: el llegar a juntar naturaleza y gracia. Un hilo conductor de la obra es el intento de traducir lo divino en lo humano y de presentar el ser humano como un espíritu encarnado.

    ¿Con quién ha estado en diálogo y en contacto Bernardo Olivera al escribir este libro? Por mi parte, cuando escribo me gusta mirar el rostro de los lectores. Creo que para responder a esta pregunta primero hay que atinar en la identificación del autor. Hay que dar con su perfil que en parte, él mismo nos describe en la conclusión. Bernardo es varón, argentino, latinoamericano, del cono sur, cristiano, monje, cisterciense, oxigenado por la milenaria cultura occidental que el percibe que está muy viva, anciano y añejo ya que ha pasado los 75 años, maestro en vida y teología espiritual, formador. Se advierte fácilmente que ha sufrido la influencia de varias historias y de varias geografías y de distintas culturas. No podría ser de otra manera ya que pasó un buen número de años al frente de la orden trapense en todo el mundo y eso le aportó una significativa globalidad a su pensar, a su sentir y a su decir. Es bueno destacar que en todo su planteamiento ha preferido privilegiar el deseo, el afecto, la voluntad y el amor sobre la razón. Estamos ante alguien que ha clarificado el sentido de su vida y puede clarificar el de las demás a partir de su propia experiencia. Estas cualidades están implícitas y a veces explícitas y el lector las va encontrar al recorrer la lectura de los trece capítulos del libro.

    Pasemos a la pregunta inicial. ¿Para quién escribe? Los interlocutores del autor han sido varios. En primer lugar, los creyentes. Sin ser tal hay varias páginas de este libro que pueden resultar lejanas y entre ellas el primer capítulo ya que se parte con la antropología que se aprende al contemplar y vivir el misterio de la Trinidad. En segundo lugar, los monjes. Son evocados con frecuencia en el texto y tanto los de antes como los de ahora. Los varones y las mujeres. No dudo de que ha habido alguna mujer que le ha estado susurrando a Bernardo intuiciones y reflexiones que no es fácil que salgan de la pluma de un varón y de un monje. Está muy bien integrada en el libro la visión femenina de la vida. Hay afirmaciones fuertes en esta línea: La mujer, en efecto existe y se evidencia más hondamente conectada y comunicada que el varón. Si ellas son más conjuntivas, nosotros somos más disyuntivos… Podemos afirmar que lo femenino es símbolo de todo lo humano. Los interesados por la antropología; en estas páginas aprendemos mucho y nos trae grandes novedades. Es una maravilla cómo esta antropología relacional se abre hacia la transcendencia y qué bien y qué consistentemente se encuentran interrelacionadas la fe y la cultura, la razón y la afectividad y la voluntad, el espíritu y el alma y el cuerpo.

    Uno querría ver este libro en manos de jóvenes, y sobre todo, de jóvenes religiosos. En él encontrarán un pensamiento sano; una bien motivada revalorización del cuerpo. No falta lo nuevo y unas acertadas referencias nada más y nada menos que a la neurociencia. Tampoco falta la alusión al misterio que es el ser humano y que pone una cierta magia en nuestra realidad. En él se analiza el gran aporte de la inteligencia afectiva, emocional. ¡Qué bien se nos acerca al tema de la esperanza y qué fuerte es la explicación del signo gráfico que la expresa en lengua china o japonesa! Muy completo el análisis relativamente largo que se hace de la sexualidad humana; larga y atinada la lista de afirmaciones ambiguas en relación con ella que se nos ofrece en el libro. Muy acertado su análisis del pudor y muy profundo el del celibato. Maravillosa la presentación que hace el autor de las convicciones personales que como monje tiene para optar por el celibato y que el sintetiza en el capítulo nueve. La lectura de estos párrafos puede enriquecer mucho la motivación de quienes van a hacer o han hecho la opción de amar célibemente. No puedo dejar de señalar lo atinado y original, al menos para mí, de sus análisis de la modernidad y de la postmodernidad que hace en el capítulo once. ¡Qué bien da los saltos hacia lo trascendente!

    Vayamos a algo más secundario. Es un libro que se lee fácilmente. No hay repeticiones. El lenguaje y la expresión son muy precisos y claros. Determinados análisis, incluso lingüísticos y etimológicos, son originales. No tiene bibliografía y muy escasas citas. No hay duda de que es un libro denso, lleno de experiencia de vida, de sabiduría y de profecía. Ha nacido en la paz y soledad de un monasterio, el de Nuestra Señora de los Ángeles, (Azul, provincia de Buenos Aires) y de mucho diálogo previo. Nos sitúa en un presente que tiene futuro ya que está centrado en el amor. Más de uno, lo tomará como el libro de la etapa final de Bernardo. Yo confío en que este valioso subsidio para ser todavía más profunda y atinadamente humano tenga continuidad. Basta con que Bernardo se anime a comentar alguna de las muchas listas de sentencias que en él se nos ofrecen. De eso estamos necesitados. Lo esperamos.

    José María Arnaiz, SM

    Santiago de Chile, junio 2020

    Introducción

    Un hombre de ciudad viajaba por el interior del país. Cierto día, se entretuvo charlando con un paisano de tierra adentro. Intercambios sencillos sobre el clima y la naturaleza fueron llevándolos hacia la ciencia, –la del ciudadano, claro está– hasta que en un momento, el enculturado en la gran urbe, sentenció inquisidoramente: ¿pero usted no sabe todavía que el hombre desciende del mono? El hombre de campo, con aplomo, respondió: no me van a quedar dudas el día que me lo diga un mono.

    Cada uno de nosotros respondemos, de alguna manera, a la pregunta ¿quién soy?, ¿qué es el hombre?. Todos tenemos una antropología implícita o medianamente consciente y poco importa si está algo o muy conceptualizada. Sea como sea, esta antropología siempre ejercerá una influencia en nuestras vidas pues reaccionamos según lo que creemos que somos.

    ¡Tan cierto es lo recién afirmado, que todo lo que sigue a continuación en vez de subtitularse Antropología del amor, podría muy bien llamarse: "Mi antropología del amor"!

    Revolución antropológica

    El Mundo occidental fue escenario, en los últimos quinientos años, de cuatro o cinco revoluciones fundamentales que provocaron profundos cambios en la sociedad y en la cultura: la Reforma protestante, la Revolución francesa, la Revolución soviética y la Revolución cultural de los años ’60 con su epicentro en el ’68 francés. Este último hecho fue y sigue siendo el más radical pues conmovió no solo a la sociedad y a la cultura sino también a la persona humana en su totalidad: espíritu, alma y cuerpo.

    Podemos completar el cuadro agregando estos otros datos: el boom económico occidental –iniciado con la revolución industrial y que parece ya tocar fondo–, la secularización de las conductas éticas y religiosas que terminan modificando las creencias, la ideología feminista radical, la divulgación barata del psicoanálisis, algunas formas de hacer teología que se asemejan más bien al quehacer sociológico o de otras ciencias y los nuevos medios de comunicación virtual en tiempo real.

    Por estos motivos, podemos afirmar que se ha alterado hondamente la verdad integral sobre la persona humana, la concepción que los seres humanos tienen sobre sí mismos. Y proliferan, en consecuencia, concepciones antropológicas de todo tipo y género. Desde las más sublimes (el ser humano es un ser trascendente y místico) hasta las más aterrizadas (el ser humano es sexo placentero y fecundidad manipulada).

    Antropologías reductivas

    Veamos desde el inicio, algunas antropologías actuales y presentes en el mundo que son respiradas por el simple hecho de flotar en el aire, aunque muchas veces no lo advirtamos.

    ~ Antropología determinista: el ser humano no es dueño de sí mismo sino víctima de fuerzas ocultas que escapan a su control. No hay otra salida que colaborar con estas fuerzas mediante horóscopos o brujerías o someterse a ellas.

    ~ Antropología psicologista: la persona humana se reduce a su psique. Ella es víctima del instinto erótico-sexual o es un mecanismo de estímulo respuesta. La libertad es una simple noción filosófica carente de densidad existencial.

    ~ Antropología consumista: el ser humano es un engranaje más en la maquinaria productiva y es, al mismo tiempo, un potencial consumidor cuyos deseos han de ser incentivados.

    ~ Antropología hedonista: el ser humano es, desde siempre y en lo más íntimo, un ser placentero y complaciente. Se identifica con lo que le place y en esta identificación encuentra sentido y finalidad a su existencia.

    ~ Antropología nihilista: los humanos carecemos de consistencia y de sentido. No sabemos de dónde venimos ni hacia dónde vamos. Nuestra nada existencial es fiel reflejo de toda la realidad.

    ~ Antropología globalista: cada uno es un individuo, pero como todo el mundo, englobado en la masa humana dependiente de la gestión del globo terráqueo y de la manipulación liberal o totalitaria, pragmática, utilitarista y colectiva, acreedor de derechos legales y razonables.

    ~ Antropología cientificista: la persona humana es aquello que dicen sobre ella las ciencias y puede ser demostrado. En consecuencia, todo lo que es científicamente posible es humano y, por eso, bueno.

    ~ Antropología orientalista: producto de mentes occidentales que importan de oriente diferentes elementos antropológicos antiguos y modernos. Y son, a su vez, recibidos según la forma mentis del receptor occidental, sin mucho discernimiento de su sentido y valor original.

    ~ Antropología de género: reduce la diferencia corporal sexuada a un mero dato de construcción socio-cultural. En sus extremos, niega la naturaleza humana, aunque manipula aquello mismo que niega. Este tema lo he tratado ampliamente en: Perspectiva e Ideología de género, Buenos Aires: Talita Kum Ediciones, 2019.

    Si bien estas concepciones antropológicas prácticamente no existen en estado puro, sus diferentes elementos, muchas veces entrecruzados unos con otros, forman y configuran las difusas o explícitas antropologías de muchos contemporáneos. Todas estas concepciones padecen el mismo defecto: falsifican reductivamente la verdad total, absolutizando un aspecto verdadero.

    Propuesta antropológica

    Fuentes

    El respeto o tolerancia por quienes piensan diferente no ha de impedir vivir ni pensar lo vivido, ni compartir lo pensado a fin de abrir un diálogo constructivo. Es así como nacieron y se han ido criando los fragmentos de este libro, que desde el mismo inicio se ubican en el surco fecundo de la revelación judeo-cristiana plasmada en la Biblia, y en las dos veces milenaria tradición siempre renovada y por lo mismo actual, que la enriqueció y prolongó hasta nuestros días.

    Y, más particularmente, intento hundir también sus raíces –y prolongar las ramas– en la antropología medieval elaborada por los grandes autores espirituales del Císter. En efecto, varios monjes cistercienses medievales elaboraron una sólida doctrina humana sobre la cual fundamentaron una rica doctrina mística. Numerosos tratados De Anima provenientes de los claustros medievales de Císter confirman esta afirmación. Estos autores sabían bien que la vida interior o espiritual consistía en una doble realidad: conocerse a sí mismos y conocer a Dios.

    El aporte secular de la filosofía racional no puede dejarse de lado. Hay intuiciones y conceptualizaciones de fondo que han sido elaboradas inteligentemente a lo largo de los siglos sobre la base de lo observable y se imponen por su propio peso y densidad. Como bien dijo alguien, a las sentencias y opiniones de los ancianos hay que darles el mismo valor que le concedemos a las demostraciones, pues ellos ven experiencialmente los principios.

    La filosofía de corte personalista, existencial y fenomenológica está íntimamente emparentada, a pesar de los siglos que la separan de la tradición cisterciense. Ella contiene valiosos aportes que no debemos dejar de acoger.

    Señalo también que he recurrido a las ciencias empíricas que tratan acerca del ser humano, sobre todo a la psicología y a la sociología. Sería ignorancia supina ignorar y no apreciar todo lo que los humanos vamos aprendiendo sobre nosotros mismos.

    La historia no ha de estar ausente. Tanto la vida humana personal como la vida de la humanidad en cuanto tal son temporales y sucesivas: vivir es madurar. Lo original-nativo (principio) y lo cumplido-definitivo (fin) son normativos y claves de interpretación del presente. Si no somos hijos/hijas del pasado difícilmente seremos madres/padres del futuro.

    Por último, sabiendo que quien se tiene por maestro a sí mismo se hace discípulo de un tonto, recurro con frecuencia al Magisterio de la Iglesia. Dos mil años de experiencia no pueden ser ignorados, ni, mucho menos, risueñamente contradichos.

    Las fuentes, en definitiva, se refieren a varias disciplinas del saber. De la antropología nos elevamos a la teología y descendemos a la biología, con diferentes estaciones o paraderos, tanto en el camino de subida cuanto en el de bajada.

    Siendo la tradición una realidad viva, comunicada por vivientes, es una realidad siempre enriquecida. La auténtica fidelidad a la tradición va de la mano con la fecundidad creativa. De este modo, la tradición es cuna de neonatos y no sepulcro de vivientes.

    Queda ahora un amplio espacio para la consideratio, en el sentido más medieval y bernardiano del término; es decir: la reflexión intensa sobre la experiencia existencial concreta de sí mismo y de otros en relación, comenzando por la relación con Dios y concluyendo con ella. Y esta reflexión es asimismo una experiencia, pues se trata de un tipo de conocimiento integral que esclarece afectando y transformando nuestra persona.

    Muchas veces, la consideratio lleva a una cierta sabiduría o conocimiento de los efectos en sus propias causas, antes de que se manifiesten y sin necesidad de haberlos experimentado personalmente; algo semejante sucede con la experiencia empática que permite comulgar con la experiencia de quien está experienciando.

    Identidad

    De todo lo enunciado se desprende que la antropología que intento exponer es confesional y abierta. Confesional, pues presupone fe en el Dios Trinitario y confianza en el ser humano, varón y mujer, creados a Su imagen; la fe no se opone a la razón, la complementa, cuando es necesario, y se oculta cuando esta se basta por sí misma. Abierta, dado que se alimenta de diferentes fuentes, antiguas y modernas, sin pretender sistematizarlas ni decir una palabra conclusiva ni poner un punto final a la búsqueda de nuestro propio misterio.

    Si tratamos de identificar y darle un nombre más preciso a la visión del ser humano que intento comunicar, habrá que decir que es una antropología relacional, que puede además ser identificada de este modo:

    ~ En contexto teologal: antropología trinitaria.

    ~ En contexto eclesial: antropología comunional.

    ~ En contexto monástico: antropología cenobítica.

    ~ En contexto espiritual: antropología esponsal.

    ~ En contexto existencial: antropología personal.

    ~ En los cinco contextos conjuntamente: antropología del amor.

    Esta antropología relacional –trinitaria, comunional, cenobítica, esponsal y personal– nunca pierde de vista las siguientes verdades existenciales:

    ~ El ser humano existe como varón-mujer y no solo como varón; y esto no por emancipación femenina sino para recuperar la integralidad de la humanidad.

    ~ El espíritu humano solo se concibe y percibe en los confines de la materialidad, no somos espíritu y cuerpo sino espíritus encarnados y cuerpos espiritualizados.

    ~ Lo humano únicamente se descubre tal como existe en las coordenadas históricas de tiempos, lugares y culturas.

    ~ Al hablar del ser humano es importante lo esencial, simple y definido, pero más aún lo existencial, complejo e

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