El capital sexual en la Modernidad tardía
Por Eva Ilouz y Dana Kaplan
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El presente libro empieza con una revisión general de la transición histórica que empieza desde las formaciones modernas del sexo y lo erótico hasta las que surgen en la modernidad tardía. Esta exploración histórica y teórica permite desarrollar la noción del capital sexual tardomoderno.
Para las autoras, el foco de atención se centra, sobre todo, en la relación entre la sexualidad y la empleabilidad, pues esta ha surgido como forma distintiva del capital sexual en nuestra actualidad.
A través de la perspectiva analítica del capital sexual y erótico, este ensayo ofrece un análisis sociológico de las sexualidades como una nueva forma de desigualdad bajo el capitalismo neoliberal.
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El capital sexual en la Modernidad tardía - Eva Ilouz
Eva Illouz y Dana Kaplan
El capital sexual en la Modernidad tardía
Traducción de
Vicente Merlo Lillo
Herder
Título original: Sexual capital in late modernity
Traducción: Vicente Merlo Lillo
Diseño de la cubierta: Gabriel Nunes
Edición digital: José Toribio Barba
© 2019, Eva Illouz y Dana Kaplan
© 2020, Herder Editorial, S.L., Barcelona
ISBN digital: 978-84-254-4430-2
1.ª edición digital, 2020
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Herder
www.herdereditorial.com
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
¿QUÉ ES EL CAPITAL SEXUAL?
FORMAS DEL CAPITAL SEXUAL: LAS CUATRO CATEGORÍAS
EL CAPITAL SEXUAL EN LA MODERNIDAD TARDÍA
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
La libertad sexual y el capital sexual
En su obra La sexualidad: una introducción breve, la socióloga Véronique Mottier pregunta: «¿Cómo hemos llegado a creer que el sexo sea tan importante para saber quiénes somos?». ¿Cómo es posible que el sexo y la sexualidad¹ se hayan transformado hasta ser percibidos como un impulso natural o un apetito que debería regularse en aras del bien común,² hasta la idea de que cultivar y practicar el sexo es bueno para uno mismo, para el cuerpo y para las relaciones? La respuesta a estas preguntas, en nuestra opinión, se reduce al hecho de que la sexualidad ha condensado el valor y la práctica de la libertad o, más exactamente, de la libertad personal. La asociación entre autonomía personal y autorrealización, por una parte, y la libertad sexual, por otra, es el resultado de un largo proceso sociohistórico. Ciertamente, la libertad sexual se ha convertido en un principio fundamental de la sociedad occidental moderna, y uno de los legados más sorprendentes de la Ilustración, cuyas consecuencias «todavía se están desplegando».³ El sociólogo Adam Isaiah Green sigue esta línea cuando escribe que
en los dos últimos siglos, el desarrollo de los mercados capitalistas, la urbanización y el cambiante estatus socioeconómico de las mujeres han coincidido con los desarrollos tecnológicos y culturales —incluyendo la llegada del control de la natalidad, la popularidad de internet, el declive de la influencia de la religión y el surgimiento de normas sexuales positivas— para producir un ámbito de la vida sexual cada vez más libre de las instituciones tradicionales de control, como la familia y la Iglesia.⁴
La libertad sexual, por tanto, constituye una serie de ideas, una matriz de valores, un marco cultural y una práctica que tienen un poderoso impacto sobre otras instituciones y relaciones, tanto las íntimas como las económicas. No obstante, nuestro interés principal no es revisar la historia cultural e intelectual de la libertad sexual como tal.⁵ Más bien proponemos comprender cómo la libertad sexual era más que una nueva forma de conocimiento del yo (lo que Foucault denominó una episteme). La libertad sexual se incorporó al campo económico y al campo social y se transformó en un capital sexual, un recurso distribuido de manera desigual que produjo diversos tipos de ventajas bajo diferentes circunstancias sociohistóricas.⁶ Nosotras preguntamos: ¿cuáles son las distintas formas de capital que adopta el ideal moderno de liberalización sexual? Nuestro principal objetivo analítico es diseccionar la noción de «capital sexual y erótico» y distinguir entre varias formas (o categorías), así como los diferentes contextos históricos dentro de los cuales se han configurado las distintas formas de capital.
La sexualidad moderna se caracteriza por un proceso dual: el sexo se racionaliza y objetiva (en cuerpos científicos de conocimiento, reglas, juguetes, industrias) y se convierte en un atributo personal, una identidad, y, por lo tanto, en una propiedad de la persona. En la sociedad burguesa del capitalismo industrial que comenzó a hacer del sexo tanto un objeto de estudio como un lugar de identidad personal, la sexualidad se imaginaba fundamentalmente como no monetizada. El presupuesto normativo era que el sexo y la economía debían estar separados el uno del otro (aunque en realidad nunca fue así).⁷ El sexo «bueno» era doméstico, perteneciente a la esfera de la reproducción, y teorizado como una «superestructura», el ámbito de las ideas y las ideologías. Pero, como defenderemos a continuación, en la Modernidad tardía la relación entre la esfera económica y la esfera sexual no se halla tan claramente delimitada como antes,⁸ y también se ha fortalecido la relación de propiedad y la relación monetizada entre las personas y su sexualidad. Por ejemplo, la socióloga Catherine Hakim define el capital erótico como «un activo personal (marcadamente femenino) que puede utilizarse en el mercado laboral».⁹ Ella explica que el capital erótico combina «belleza, atractivo sexual, vivacidad, talento para vestirse bien, encanto, habilidades sociales y competencia sexual. Es una mezcla de atractivo físico y social», y estas cosas, según ella, pueden capitalizarse para obtener mejores trabajos. Pero este es solo un modo, y bastante limitado, por cierto, de definir el capital sexual y