Vivir en crisis: el incesto y la literatura
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Esta obra que tiene entre sus manos es producto de una investigación con la que la autora defendió su opción al grado de Máster en Cultura Latinoamericana (ISA, 2008), y ganó el Premio de Ensayo de los V Juegos Florales del Tercer Milenio, Matanzas, Cuba, 2007.
Leidy Vidal García
Leidy Vidal García (Ciego de Ávila, Cuba, 1976). Reside en su ciudad natal. Desde pequeña fue atrapada por la literatura, y por ello ha incursionado en varios de sus géneros, como poesía, narrativa y ensayo. Ha sido acreedora de premios nacionales e internacionales. Ediciones Ávila ha publicado sus poemarios Otra historia interminable (2005), Homo Noctis (2007), Yo soy la Omega (2010) y Cristales rotos. Poemas de amor y vida (2016) y Ediciones Matanzas su libro de ensayos Vida vs crisis. El incesto y la literatura (2008). Aparecen poemas, cuentos y ensayos suyos en antologías y revistas. Es licenciada en Letras (Universidad de La Habana, 2001) y máster en Cultura Latinoamericana (Instituto Superior de Arte, 2008). Profesora universitaria; labora como editora y correctora de estilo en Ediciones Ávila. Siempre le interesó investigar temas transgresores como el incesto, y por ello varios de sus ensayos lo tienen en el punto de mira.
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Vivir en crisis - Leidy Vidal García
Vivir en crisis: el incesto y la literatura
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Derechos reservados © 2018, respecto a la primera edición en español, por:
© Leidy Vidal García
© Editorial Guantanamera
© Imagen de portada: Erich Estremera
ISBN: 9788417283384
ISBN digital: 9788417283254
Producción editorial: Lantia Publishing S.L.
Plaza de la Magdalena, 9, Planta 3, 41001, Sevilla
www.lantia.com
IMPRESO EN ESPAÑA-PRINTED IN SPAIN
A mis padres, Amparo y Armando. A mi hermana Wendoligne y mi sobrina Laura.
A mi familia, en fin.
Lo siniestro es aquello que debiendo permanecer oculto se ha revelado.
Schelling
Premio Ensayo en VI Juegos Florales del Tercer Milenio, Matanzas, 2007
Jurado
Dra. Margarita Mateo Palmer
Marta Lesmes Albis
Osmany Pérez Avilés
Una antesala necesaria
Según el Diccionario de imágenes, símbolos y términos mitológicos de Vladimir N. Toporov, Viacheslav V. Ivanov y Eleazar M. Meletinski, el incesto (lat. in, «no» y castus, «decente, casto») es el matrimonio o relación sexual entre parientes de sangre muy cercanos o –en el sentido amplio– cualquier unión íntima entre personas demasiado cercanas, de acuerdo con la clasificación adoptada, que en la práctica cotidiana transgrede las normas de la exogamia. Se simboliza en la mitología por razonamientos que se distinguen según el carácter de las relaciones de parentesco (entre padres e hijos, entre hermano y hermana, entre parientes por afinidad...) y según la situación representada. En el tiempo mítico aparecen matrimonios entre primeros ancestros que son la única pareja sobre la Tierra, de modo que el origen de los dioses y/o los hombres depende de su unión forzosamente incestuosa: este sería el incesto sagrado, «no delictivo», que corresponde a la supresión de las prohibiciones matrimoniales y de otra índole durante los rituales más importantes, y a ella se vinculan como un precedente, los matrimonios incestuosos en las tradiciones reales (por ejemplo, entre los faraones y entre los soberanos incas). En las mitologías arcaicas también están presentes argumentos en los que se prohíbe el incesto que en los mitos heroicos es una manifestación del elevado erotismo del héroe; pero al mismo tiempo, un quebrantamiento del tabú.¹
Por la cantidad de interpretaciones teóricas, el incesto supera al parecer a todos los demás sistemas mitológicos [...]. El mito se presenta como una experiencia ficticia|colectiva, como un experimento mental que pinta las consecuencias de la transgresión del tabú y, de este modo, demuestra a contrariis la necesidad de respetarlo.²
Puede afirmarse que, generalmente, suele prohibirse la relación sexual entre hermanos, entre padre e hijos, y entre madre e hijos. En Occidente, la legislación moderna define los grados de relación sanguínea entre los cuales quedan vedadas de forma estricta las relaciones sexuales y el matrimonio. Estas leyes tipifican el incesto como delito.
Investigaciones recientes han mostrado que el incesto, aunque muy poco discutido, es una constante de la sociedad moderna. Así, por ejemplo, el acoso sexual dentro de la familia está considerado como una forma de maltrato infantil. El incesto ha estado en el imaginario colectivo de los pueblos desde la prehistoria, hecho del que dan fe las grandes cosmogonías antiguas, las cuales casi siempre lo tienen en la base de su origen. Es curioso que para algunas de estas culturas significara un privilegio y hasta una obligación. Así el caso de la egipcia, donde no solo los dioses eran fruto de uniones entre padres e hijos, hermanos y hermanas, sino que era menester a la dinastía real mantener esa tradición y no casarse más que con miembros de su propia familia, siguiendo a sus inspiradores divinos. Tan arraigada estaba esa costumbre en la cultura del pueblo egipcio que la reina Cleopatra, descendiente del macedonio Tolomeo I, tuvo que casarse con su hermano de doce años, Tolomeo, para acceder al trono.
La mayor parte de los mitos antiguos tiene una diosa madre hermafrodita o cargan con el incesto, el único sexo posible cuando el grupo privilegiado es el único grupo.
Las relaciones incestuosas eran toleradas y hasta bien vistas en varias culturas antiguas, sobre todo entre la clase aristocrática: en África, entre el rey y su hija, o entre la reina y su hijo, aunque en Egipto se aceptaban todas las variedades de incesto dentro de la familia real; el Inca debía casarse con su hermana para perpetuar la familia sagrada; en la antigua Irlanda se podían casar los príncipes (hermano y hermana) y también el rey con su hija; en Hawái, el rey debía tomar como esposa a su hermana y a alguna otra mujer extranjera. El incesto adélfico, o sea, entre hermanos, se toleraba en el Siam antiguo, en Burma, Persia, Islas Sandwich, Madagascar y la Grecia antigua.
Los biólogos modernos no han llegado a un acuerdo sobre los resultados degenerativos de las uniones incestuosas en la prole y, en todas las explicaciones que se le dan al tabú del incesto, se aprecia que este es un producto cultural y religioso, no natural innato.
Sigmund Freud afirma en Tótem y tabú que el dique que se opone al incesto pertenece a las adquisiciones históricas de la humanidad y debe estar fijado por herencia orgánica en muchos individuos, como lo están otros tabúes morales, y añade que la investigación psicoanalítica enseña cuán intensamente lucha todavía el individuo con la tentación incestuosa, y con cuánta frecuencia lo realiza en sus fantasías y aun en la realidad. Coincide con James Frazer en que, lejos de deducirse una aversión natural hacia el incesto de la prohibición legal del mismo, lo que se demuestra es la existencia de un instinto natural que impulsa hacia él, de forma que si la ley lo reprueba, como a tantos otros instintos naturales, es porque los hombres civilizados se han dado cuenta de que su satisfacción podría ser nociva desde el punto de vista social.³ Hace referencia a su teoría de que el origen de la proscripción del incesto tiene que ver con la cultura totémica: los miembros del mismo clan, o sea, que pertenecen al mismo tótem, no deben entrar en relaciones sexuales ni casarse entre ellos. Esta práctica favorecía el intercambio económico entre distintos clanes; pero para llevarla a cabo se necesita el tabú del incesto, que castigaría a los miembros del clan que se resistieran a buscar pareja fuera de él. El hombre que infringe el tabú se hace tabú a su vez, porque posee la facultad peligrosa de incitar a los demás a seguir su ejemplo y, si se dejara impune la violación, el resto advertiría su deseo de hacer lo mismo que el infractor.⁴ De esa forma, el incesto fue proscrito y estigmatizado hasta hacer de él uno de los delitos más odiosos del mundo moderno, sobre todo en países donde se practica