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Espíritu y poder: Fundamentos de la experiencia pentecostal
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Libro electrónico369 páginas5 horas

Espíritu y poder: Fundamentos de la experiencia pentecostal

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Desde el terreno fértil de la calle Azuza un siglo atrás, el pentecostalismo ha esparcido el fuego del Espíritu Santo a trabes del planeta. Hoy, la oposición de los primeros años ha dado lugar a un reciproco y beneficioso dialogo entre los pentecostales y los evangélicos. Espíritu y poder es una nueva, erudita y definitiva mirada a aquello que los pentecostales creen y por que. Ya sea si usted es pentecostal o no-pentecostal, este libro le ayudara a tener un acabado entendimiento de las perspectivas pentecostales y los fundamentos escritúrales. William Menzies y su hijo Robert no son solo los más destacados eruditos pentecostales, su vida y ministerios los hacen piadosos ejemplos para todos nosotros. Lo que han escrito en espíritu y poder alentar y desafiar a cada creyente. Stanley M. Horton, Th. D. Distinguido profesor emerito de la Biblia y Teología del Seminario Teológico.

IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento17 mar 2020
ISBN9780829735765
Espíritu y poder: Fundamentos de la experiencia pentecostal
Autor

William W. Menzies

William W. Menzies (Ph.D., University of Iowa) is an Assemblies of God educator and missions consultant. He taught at Central Bible College, Evangel University, and Assemblies of God Theolgocial Seminary. He has been a consulting editor for Christianity Today.

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    Un excelente libro que critica de manera amigable la teología pentecostal desde adentro.
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    A very well written academic affirmation of key pentecostal doctrines. The author's interact with academic papers for much of the book and so it is not a light read but it is highly recommended for those who want a thorough academic elucidation of a pentecostal worldview.

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Espíritu y poder - William W. Menzies

Introducción

El advenimiento del movimiento pentecostal moderno es sin duda alguna uno de los sucesos más importantes del siglo veinte. De ser un pequeño y cerrado grupo en los comienzos del 1900, el movimiento ha crecido hasta convertirse en una importante fuerza en la cristiandad. En el camino los pentecostales impactaron al cristianismo tradicional y a su vez fueron influenciados por este. Aun hoy, más allá de su vitalidad y crecimiento, el futuro del movimiento es incierto. Esto se debe al hecho de que la teología da dirección a nuestras experiencias y prácticas, y el lado teológico del pentecostalismo es ambiguo. Los pentecostales fueron conocidos por su vitalidad, no por sus destrezas teológicas o por su rigor intelectual. Pero la historia nos dice que sin una base teológica firme los movimientos entusiastas se disipan o evolucionan en otras direcciones, por consiguiente, el futuro del movimiento pentecostal permanece incierto. Mientras este movimiento entra al siglo veintiuno enfrenta un nuevo desafío. ¿Podrán los pentecostales dejar a la próxima generación una razón sólida para sus creencias y prácticas?

Paradójicamente, así como el movimiento pentecostal enfrenta esta importante oportunidad teológica, él mismo se encuentra con una incomparable oportunidad para una nueva reflexión teológica. El contexto actual está demostrando ser un suelo fértil para el crecimiento de una verdadera teología pentecostal. Los autores también esperan que este libro pueda contribuir a la explosión de la teología pentecostal que está comenzando alrededor del mundo.

Aunque este libro ha sido escrito pensando en las necesidades de las escuelas bíblicas pentecostales, seminarios y pastores, los autores creen que no obstante servirá para aquellos que deseen comprender mejor a los pentecostales y sus creencias. Mientras que el libro representa un acercamiento contemporáneo, con el contexto del lenguaje teológico actual del movimiento pentecostal, los autores creen que permanece fiel a los valores tradicionales que le han dado dinamismo al movimiento. Como tal ofrece una visión interior de las perspectivas pentecostales, pero busca lograr esto en una forma coherente y precisa.

Este libro es esencialmente una teología de Pentecostés. El don pentecostal del Espíritu registrado en Hechos 2 le ha dado definición al movimiento. La experiencia dinámica que le ha dado cohesión al movimiento —una experiencia que los pentecostales describen como «bautismo en el Espíritu»— tiene su raíz en la promesa de poder asociada con el don pentecostal (Hechos 1:8). A pesar de su importancia, la naturaleza de este don y su relación con un amplio rango de experiencias y conceptos teológicos no han sido claramente explicadas. En las páginas siguientes, los autores esperan lograr hacerlo. Estamos en deuda con otros, frecuentemente no pentecostales, que nos han precedido. Sin embargo, algunas de las preguntas en discusión han recibido escasa atención en la literatura erudita hasta la fecha. Esperamos que esta obra, además de ser útil para las necesidades de estudiantes y pastores, pueda estimular un nuevo trabajo en estas áreas.

La mayoría de los capítulos están interrelacionados y erigidos sobre el material presentado en porciones anteriores del libro. No obstante, cada capítulo está diseñado como una unidad independiente. De este modo el lector interesado en un tópico específico puede volver inmediatamente al capítulo de su interés y aprovechar mejor la lectura. Hemos tratado de minimizar la duplicación de material, y a la vez hemos escrito cada capítulo de manera que pueda ser leído y entendido en forma independiente.

Espíritu y Poder se divide en dos partes. La primera parte despliega los fundamentos teológicos de nuestra empresa. Comenzamos con un resumen de los orígenes del movimiento pentecostal moderno (capítulo 1), lo que da un contexto apropiado para comprender los capítulos siguientes.¹ Los capítulos del 2 al 4 tratan diversos temas hermenéuticos; ayudan al lector a entender el contexto contemporáneo y la mayoría de los problemas que necesitan enfrentar en la actualidad. Los capítulos 5 y 6 responden a las preguntas exegéticas levantadas por dos prominentes eruditos bíblicos evangélicos. Jame Dunn, como veremos, comienza el diálogo evangélico-pentecostal² en 1970 con la publicación de Baptism in the Holy Spirit [El bautismo en el Espíritu Santo].³ Y en términos de la pneumatología del Nuevo Testamento, Max Turner ha surgido como el erudito más prolífico de la década pasada. En muchos aspectos él puede ser visto como el heredero de James Dunn, el campeón de una actualizada apreciación evangélica del movimiento pentecostal y su teología. Los capítulos 5 y 6, entonces, tratan estas dos cuestiones respectivamente. Historia, hermenéutica y exégesis, de esta manera están dadas las bases.

La segunda parte está edificada con este fundamento y busca resolver un amplio rango de preguntas relacionadas con la experiencia pentecostal. El capítulo 7 trata el corazón del tema, en el cual los autores buscan definir más específicamente el carácter del don pentecostal. ¿Qué significa estar bautizado en el Espíritu en el sentido de Lucas (Hechos 2)? ¿Puede esta experiencia equipararse con la conversión? El capítulo 8 continúa con una pregunta relacionada a esto. Los pentecostales han sostenido que el don de hablar en lenguas es una evidencia de que alguien ha sido bautizado en el Espíritu. ¿Cómo deberíamos evaluar esta doctrina y sus reclamos? El capítulo 9 también se refiere al controvertido tema de las lenguas. ¿Está el don de lenguas disponible para cada creyente? ¿Qué nos sugiere la evidencia escrita de la mano de Pablo?

El capítulo 10 busca dialogar con la teología de la «Tercera Ola» y presenta la perspectiva pentecostal del poder evangelístico. El capítulo 11 continúa tratando la controversial pregunta relacionada con si la sanidad debe o no ubicarse en la expiación. El capítulo 12 trata un tema muchas veces negado en los círculos pentecostales con relación a las consideraciones teológicas sobre el sufrimiento. Los capítulos 13 y 14 tratan varios aspectos de los dones del Espíritu. El capítulo 13 se enfoca en principios fundacionales, mientras que el capítulo 14 discute la naturaleza de la relación entre el bautismo en el Espíritu y los dones espirituales. Finalmente, el capítulo 15 discute un tópico que ha sido largamente malentendido y ha causado indudable división en la iglesia: ¿Cuál es la naturaleza de la relación entre el bautismo en el Espíritu y el fruto del Espíritu?

Un capítulo final que mira al futuro buscando estimular nuevos pensamientos y sirve a manera de conclusión para todo el libro.

PRIMERA PARTE

Fundamentos teológicos

Capítulo uno

Historia: Comprensión del nuevo contexto

Al haber transcurrido el tiempo suficiente como para que el siglo veinte sea revisado en perspectiva, el sorprendente crecimiento mundial del movimiento pentecostal moderno seguramente será incluido en la lista de los más importantes fenómenos religiosos del siglo. En el 1900, el movimiento pentecostal aún no existía. Al final del siglo, si uno incluye a los carismáticos juntamente con los pentecostales, el movimiento en su conjunto abraza un número más grande de personas que todo el cuerpo de la Reforma junto y es solo sobrepasado por la iglesia católica romana en magnitud sobre la familia de iglesias de la cristiandad.¹ En algunas partes del mundo, las misiones y ministerios pentecostales cuentan con una importante proporción de todos los nuevos convertidos de la cristiandad. Mientras muchas de las denominaciones clásicas del cristianismo han disminuido su fortaleza, los pentecostales han crecido rápidamente. Aunque la influencia del pentecostalismo no se iguala con su crecimiento numérico, no obstante, el perfil de la cristiandad ha sido influido grandemente por los valores pentecostales. Se debería notar al comenzar, sin embargo, que el surgimiento dramático del pentecostalismo no está libre de riesgos y desafíos, pero también trae grandes oportunidades. En este momento de reflexión es apropiado considerar la mayordomía que la oportunidad requiere. Los pentecostales deberían evitar caer víctima de los riesgos del triunfalismo.

En este capítulo nos esforzaremos para delinear brevemente los orígenes y desarrollos del movimiento pentecostal moderno. A la vez, examinaremos el surgimiento de la hermana del movimiento de avivamiento, la Renovación Carismática. Identificaremos algunos de los desafíos y oportunidades que actualmente enfrentan los pentecostales, ocasionados en parte por el rápido crecimiento del interés por la obra del Espíritu Santo alrededor del mundo. Este capítulo nos da el fundamento histórico del contexto para los capítulos siguientes. La intención es proveer una perspectiva para visualizar el desarrollo de la teología pentecostal y proyectar los desafíos que enfrentan los pentecostales.

1.El surgimiento del avivamiento pentecostal moderno

El 1 de enero de 1901 en Topeka, Kansas, Agnes Ozman experimentó el bautismo en el Espíritu Santo, acompañado con el hablar en lenguas. No era la primera en hablar en lenguas. Episodios aislados del derramamiento del Espíritu han sido registrados desde 1850 no solo en los Estados Unidos, sino también en otras partes del mundo. Lo particular de la experiencia de la señorita Ozman, una estudiante de la Escuela Bíblica Bethel, de Charles F. Parham, era que esta ocurrió con un conocimiento teológico consciente de que el bautismo en el Espíritu era un revestimiento de poder del Espíritu para el ministerio, una experiencia que seguía al nuevo nacimiento y que estaba marcada por la señal de hablar en otras lenguas. La Escuela Bíblica Parham propició el ambiente para que se desarrollara un entendimiento teológico que apreciara la importancia de la experiencia espiritual. Este es el comienzo de una historia concatenada del movimiento pentecostal moderno.

Los estudiantes de cursos cortos de la Escuela Bíblica Parham habían estudiado la Biblia intentando aprender lo que esta enseñaba sobre la evidencia de que alguien hubiera ya sido bautizado en el Espíritu Santo. Estos estudiantes concluyeron que el libro de los Hechos enseña que el bautismo en el Espíritu es acompañado por el hablar en lenguas. Ellos comprendieron que esta experiencia tenía como propósito facultar a los receptores para ser testigos efectivos para Cristo. Es importante notar que este avivamiento comenzó en el contexto de un estudio bíblico y que su identidad teológica tomó forma aquí. Se sabe con certeza de personas que hablaban en lenguas en diferentes lugares al comienzo del siglo diecinueve, y muchos evangélicos utilizaron el término bautismo en el Espíritu antes de 1901. Pero fue en Topeka, bajo la dirección de Charles F. Parham, donde se estableció la conexión entre el bautismo en el Espíritu como un revestimiento de poder, así como la señal que lo acompaña de hablar en lenguas.

En 1905, siguiendo a una serie de campañas locales de avivamiento en el Midwest, Charles Parkam abrió en Houston, Texas, una Escuela Bíblica Pentecostal de cursos cortos. Por un tiempo ese lugar se convirtió en la central del ministerio de Parham. Un predicador negro de la santidad, William J. Seymour, durante los años 1905-1906 de la escuela en Houston, se convirtió en un creyente de la experiencia pentecostal. En la primavera de 1906, en respuesta a una invitación de una mujer negra de la santidad en Los Ángeles, Seymour fue a este lugar a realizar unas reuniones. En la misión de la santidad, su proclamación de la experiencia pentecostal fue rechazada por los líderes locales, pidiéndole a Seymour que buscara un nuevo lugar para su ministerio. Seymour y sus seguidores se mudaron a un lugar muy humilde en Bonnie Brae Street, donde continuó la proclamación del mensaje pentecostal. El poder de Dios cayó sobre estos sinceros creyentes. Pronto ese hogar en Bonnie Brae Street no podía recibir las multitudes que llegaron. Seymour y su grupo se mudaron a una estructura de dos pisos en un área industrial de Los Ángeles. Esta estructura que una vez fuera una iglesia Metodista se había convertido en una caballeriza. Este primitivo edificio en Azusa Street se convirtió en la rampa de lanzamiento para proyectar el avivamiento del pentecostalismo moderno alrededor del mundo.

Entre 1906 y 1909 se realizaban continuamente reuniones en el edificio de Azusa Street. Las reuniones interraciales que allí se celebraron golpearon duramente en la historia social de los Estados Unidos durante la era de Jim Crow. Blancos y negros adorando juntos, unidos por el poder del Espíritu Santo. Por la ubicación estratégica de Los Ángeles para los viajeros internacionales y por la publicación en los periódicos locales acerca de los sensacionales acontecimientos en Azusa Street, visitantes de diferentes países se dirigieron hacia allá. Algunos de ellos eran misioneros vinculados a diferentes ministerios. Muchos de estos curiosos recibieron la experiencia pentecostal. Encendidos para Dios, estos nuevos pentecostales, muchas veces aislados de sus congregaciones, se esparcieron para predicar el evangelio, a veces sin credenciales y sin ningún tipo de sostén. Tenían poco, excepto el gozo del Señor y un gran sentido del cuidado providencial de Dios. Estos eran los pioneros pentecostales.

No es justo decir que Parham trató de liderar el avivamiento en Azusa Street. Él fue rechazado en Los Ángeles, y su participación en la formación del Movimiento pentecostal moderno disminuyó de allí en adelante. En realidad, el avivamiento pentecostal americano no puede reclamar un solo padre. Más allá de las costas americanas aparecen, como conexiones más débiles, los avivamientos pentecostales que surgían en diversas partes de Europa, Asia y América Latina al mismo tiempo. Muchas líneas de comunicación apuntan a la influencia de Azusa Street, pero uno se ve apremiado más a certificar el rol del avivamiento de Azusa Street como catalizador del derramamiento que ocurrió en algún otro lugar. En definitiva ese fue un tiempo de plenitud alrededor del mundo en el que las personas con hambre de Dios reconocieron que la experiencia pentecostal llenó sus expectativas.

2.Antecedentes del avivamiento pentecostal moderno

2.1.Raíces de santidad

A fines del siglo diecinueve, los creyentes en las naciones alrededor del mundo estaban buscando una más profunda o elevada vida en Dios. Este anhelo se expresaba en dos contextos bien diferentes. El primero fue un renacimiento del interés entre los wesleyanos por recuperar el mensaje del siglo dieciocho de Juan Wesley y sus seguidores. La iglesia metodista había tenido éxito en los Estados Unidos, pero en el proceso de ascender en la escala de la respetabilidad, mucho del fervor espiritual de los primeros metodistas se había perdido. Por la década de 1860, como reacción a esta declinación del metodismo, un nuevo grupo de cuerpos de cristianos con orientación wesleyana había nacido, muchos de los cuales eran una expresión del deseo de experimentar la santificación promulgada por los primeros líderes metodistas. Estas constelaciones de iglesias forman el más importante campo de cultivo para el movimiento pentecostal moderno.

Donald Dayton describió el énfasis común en estos círculos, énfasis que fácilmente se pasó a la vida el movimiento pentecostal. Este incluía la creencia en una segunda bendición, la expectativa de una experiencia de revestimiento de poder, una creencia en la validez de la sanidad divina, y una afirmación de la escatología premilenial.² Muchos de estos creyentes estaban comprometidos a una soteriología de dos etapas, pensando que los creyentes debían buscar una crisis en la experiencia subsecuente a la salvación que era comúnmente llamada «santificación total». Cuando el avivamiento pentecostal asomaba, los creyentes de la santidad tendieron a adoptar una visión de tres etapas, donde la «santificación total» era comprendida como la «limpieza», un preludio necesario para la tercera etapa o «llenura», entendida como el bautismo pentecostal en el Espíritu.

Otro tipo de anhelo diferente al de la santidad del siglo diecinueve apareció en un formato no wesleyano. Muchos presbiterianos, bautistas, anglicanos y otros creyentes que venían más o en menos de la tradición de la Reforma estaban buscando a Dios para una vida más «profunda» o «elevada». Para mediados de 1870, las conferencias Keswick en el mundo anglo-parlante llegaron a ser un importante punto de unión para la enseñanza de esta vida. Las enseñanzas Keswick, a diferencia de la enseñanza wesleyana, enfatizaban a la vida cristiana como un proceso antes que una crisis de «santificación total». Defensores de la teología Keswick, que adoptaron la teología pentecostal en los comienzos del siglo veinte, desechaban la noción de una crisis en la experiencia de santificación como precursora necesaria para el bautismo en el Espíritu, estando a favor en cambio de la santificación como un proceso continuo en la vida cristiana antes y después del bautismo en el Espíritu. Desde 1867, las reuniones en carpas de la santidad eran lugares importantes para desarrollar la solidaridad entre los acólitos y para inspirar a los creyentes en su búsqueda de santidad. Luego, los pentecostales adoptaron las reuniones en carpas como un recurso útil para proveer inspiración, compañerismo y enseñanza entre su gente.

La enseñanza de Charles G. Finney y su colega, Asa Mahan de Oberlin, Ohio, es importante para comprender cómo la terminología del bautismo en el Espíritu se volvió de uso tan corriente entre los pentecostales. Para 1875, Finney y Mahan habían popularizado el término. Hacia el final del siglo la mayoría de la cristiandad evangélica incluía libremente la expresión en sus predicaciones y escritos. Los seguidores de la santidad usaban la expresión para describir la santificación total. Los escritos de Keswick tendían a definir el bautismo en el Espíritu como una investidura de poder para el servicio. El libro de A. J. Gordon, The Ministry of the Holy Spirit [El ministerio del Espíritu Santo] comprendía virtualmente todos los valores con los que los pentecostales llegaron a hacerse conocer excepto en lo referente a la relación entre las lenguas y el bautismo en el Espíritu.³

2.2.Fundamentalismo

La segunda mayor influencia que recibieron los valores de los primeros pentecostales fue el fundamentalismo. El fundamentalismo surgió en el último tercio del siglo diecinueve como una reacción consciente al alarmante avance sobre las instituciones cristianas americanas por parte de ministros y estudiantes que adoptaron la teología liberal. El liberalismo de ese período, conocido como modernismo, estaba marcado por el escepticismo con respecto a los milagros bíblicos, incluyendo el rechazo del nacimiento virginal de Cristo, su resurrección en el cuerpo, y su segunda venida. El modernismo resaltaba una visión optimista de la humanidad y la perfectibilidad del mundo. La norma de la escatología del modernismo encajaba de esta manera bien con el postmilenialismo. A través de la educación y de la acción social, los modernistas estaban convencidos de que podían convertir al mundo en un paraíso terrenal.

Los modernistas rechazaban la exactitud histórica de la Biblia y en su mayor parte limitaban su interés en las enseñanzas bíblicas a los principios éticos para organizar una conducta humana constructiva. Las enseñanzas de Schleiermacher, Hegel, Kant, Ritschl y Harnack, estudiantes universitarios alemanes del siglo diecinueve, tuvieron un profundo impacto en la formación del liberalismo americano de finales del siglo diecinueve. La gran lucha por dirigir las instituciones religiosas americanas comenzó en la generación inmediata anterior a la del nacimiento del avivamiento pentecostal. Esa generación fue el crisol en el cual el fundamentalismo fue forjado. Este fue el comienzo de la era que llegó a ser conocida en la religión americana como la controversia del fundamentalismo modernismo.

El fundamentalismo, como el movimiento de la santidad, tenía dos corrientes. Una de las corrientes era de los protestantes ortodoxos. Esta corriente del protestantismo escolástico, centrada en el Seminario de Princeton, llegó a ser conocida como «La Escuela Princeton». Aquí se produjo la mayor cantidad de recursos intelectuales para el fundamentalismo, la teología sistemática de Hodges y los trabajos apologético de Warfield, Green, y más tarde, Machen. Princeton, sola entre la influencia de los seminarios americanos, sobrevivió la embestida del modernismo a través de este período, sucumbiendo a la seducción del liberalismo a finales de los años veinte.

La otra corriente del fundamentalismo era el avivamiento evangélico. Desde los tiempos de Jonathan Edwards en la América colonial, una serie de profundos avivamientos o despertares refrescó el país. En el siglo diecinueve, liderado por el ministerio de Charles G. Finney, se desarrolló un patrón para la conducción de reuniones de avivamientos, elaborándose una completa cultura de avivamientos. Esto incluía una modificación de la clásica severidad calvinista de la que muchos de estos avivamientos surgieron, abriendo la puerta a «cualquiera que quisiera», en vez de fijar la atención en la soberanía de Dios. D. L. Moody, R. A. Torrey, A. B. Simpson, y un ejército de otros llevaron adelante grandes reuniones públicas, frecuentemente más allá de los límites denominacionales, llamando a la gente al arrepentimiento y al evangelio antiguo.

El evangelismo renovador, al reconocer que se encontraba en una gran batalla con el modernismo por el alma de la nación, creó nuevas instituciones para movilizar los recursos en esta guerra santa. En 1870, D. L. Moody y A. B. Simpson lanzaron programas intensivos para entrenar a los obreros en el evangelismo y las misiones. Con el advenimiento del Instituto Bíblico Moody en Chicago y el Instituto de Entrenamiento Misionero de Simpson, en Nyack, Nueva York, la era de los institutos bíblicos se había iniciado. Cuando el avivamiento pentecostal llegó, el mecanismo de los institutos bíblicos fue prontamente adoptado como un instrumento útil para proveer entrenamiento a los líderes para el avivamiento. Los fundamentalistas también emplearon una variedad de publicaciones para distribuir su mensaje.

Entre los distintos aspectos del fundamentalismo americano, al final del siglo diecinueve, estaban las conferencias bíblicas. En ese ambiente, el componente fundamentalista de Princeton se unió con el componente del avivamiento evangélico. Los escolásticos no estaban cómodos con las reuniones de avivamiento, pero compartían profundamente con estos su acercamiento al estudio de la Biblia. Si los del avivamiento eran el «corazón» del fundamentalismo, se podía decir que los de Princeton eran el «cerebro» del movimiento, proveyendo recursos exegéticos y apologético muy apreciados.

Es particularmente muy importante que el método de estudio de la Biblia más fácilmente adoptado en las conferencias y como base para los antecedentes en los institutos bíblicos era el dispensacionalismo de Scofield. El dispensacionalismo fundamentalista abogaba por una visión hacia el orden mundial presente muy diferente a la del modernismo. El dispensacionalismo pintaba a la iglesia como teniendo una misión, no de reformar a la sociedad, sino de rescatar a los individuos de un barco que se hundía. Pesimistas de lo porvenir, la esperanza que los fundamentalistas tenían para el futuro era el catastrófico retorno de Jesucristo para rescatar a los creyentes de la Gran Tribulación. El sistema de Scofield proveía para los laicos una manera fácil de estudiar la Biblia, y de esta forma se lograba que el mensaje de la Biblia estuviera disponible a cualquier persona, un mensaje fácil de compartir con sus vecinos y amigos.

Hoy día está de moda discutir acerca de las características del sistema hermenéutico de Scofield, pero considerando los tiempos, se debe observar que contribuyó como ninguna otra persona al estudio serio de la Biblia en la era de la controversia entre fundamentalismo y modernismo.

De seguro, no todos los fundamentalistas eran dispensacionalistas, pero ciertamente en 1895, el foro de conferencias bíblicas derivó en conferencias de profecías, empleando todas las categorías ofrecidas por Scofield. Para esta época los «fundamentos» estaban claramente establecidos, poniendo usualmente atención a enseñanzas básicas como el nacimiento virginal de Cristo, su sacrificio expiatorio, su muerte y resurrección literal, su corporeidad, su retorno premilenial y la autoridad de la Biblia, definida como «infalible en su autoría».

Debemos también observar que a pesar de que los movimientos de la santidad y el fundamentalismo han sido revisados aquí como grupos separados, había una gran superposición entre ellos. Esto es particularmente cierto en el ala Keswick del movimiento de la santidad, y en el avivamiento evangelista dentro del fundamentalismo. Los oradores en las Convenciones Anuales Keswick y los oradores en las Conferencias Bíblicas Fundamentalistas eran los mismos. En la víspera del avivamiento pentecostal todas estas personas empleaban el lenguaje del bautismo en el Espíritu Santo.

Cuando se produjo el avivamiento pentecostal, los pentecostales incorporaron gran cantidad de las metodologías de la santidad y de los fundamentalistas. Inclusive la organización política de las Asambleas de Dios, la más grande de las denominaciones pentecostales, había sido tomada íntegramente de la Alianza Cristiana y Misionera, la asociación de la santidad dada por A. B. Simpson. De este modo, aun cuando los pentecostales fueron despreciados tanto por los fundamentalistas como por los de la santidad, ellos adoptaron muchas de sus ideas y formas.

En resumen, uno debería pensar que los primeros pentecostales estaban tan abrumados por la obra del Espíritu Santo que hablaban comúnmente de este avivamiento como la largamente esperada lluvia tardía profetizada en las Escrituras. Como había muy pocos precedentes para las manifestaciones del espíritu que ellos experimentaban, a muchos les parecía que todo era nuevo. Muchos sentían que el avivamiento que ellos habían experimentado era el anuncio del inminente retorno del Señor. Aquí surgió un gran sentimiento de urgencia, debido a que sentían que el tiempo era corto. El fuerte espíritu pionero y el sello misionero que marcó a la primera generación de pentecostales están sin duda unidos a esa sensación de que esos tiempos eran verdaderamente «el derramamiento de los postreros días». En retrospectiva, debemos admitir que el avivamiento no vino de hecho como un rayo de luz desde el cielo, porque tenía los antecedentes discutidos anteriormente.

A esta altura debe ser hecha una observación importante. En un sentido, el avivamiento pentecostal moderno es sin lugar a dudas único. Desde la época apostólica los pentecostales, o al menos los carismáticos, protagonizaron probablemente dos docenas de sucesos de renovación que pueden ser identificados.⁵ Además, todos estos movimientos tristemente terminaron disolviéndose en fanatismos o en herejías. Lo notable del avivamiento pentecostal moderno es que se levanta en su propia supervivencia, sobreviviendo lo suficiente para ganarse un lugar donde ser escuchado en el ámbito de la iglesia y para emerger como un componente significante del mundo cristiano.

3.Características de los inicios del pentecostalismo

A medida que el movimiento pentecostal comenzó a delinearse en la primera década del siglo emergió un carácter colectivo, y se hizo posible describir un perfil de las marcas distintivas de los partidarios a este movimiento. Se identifican diversas características comunes en todos los ambientes en que los pentecostales podían ser hallados. Encuentro al menos ocho de estas características.

3.1.Bautismo en el Espíritu

Como era de esperarse, los primeros pentecostales proclamaban vigorosamente lo que ellos creían que habían experimentado en el bautismo en el Espíritu, y lo que creían que la Biblia enseñaba acerca de esta experiencia. Fue esta experiencia la que los distinguió de los otros cristianos. Los pentecostales fueron rechazados virtualmente por todas las dimensiones del mundo cristiano; pagaron un alto precio por este apreciado valor, pero aceptaron de buena gana el oprobio de otros. Para muchos era el cumplimiento de la profecía bíblica, la llegada de la prometida «lluvia tardía». El avivamiento era tan notable que para muchos era algo que nunca había sucedido antes. No fue hasta varias décadas después que la mayoría de los pentecostales estaban dispuestos a entender que hubo antecedentes en años anteriores de donde ellos se habían inspirado y que el avivamiento, notable como era, no era único.

3.2.Compromiso con el evangelismo y las misiones

Desde el comienzo, los pentecostales entendieron que el propósito del bautismo en el Espíritu fue recibir poder para ser testigos. Aun cuando se deleitaban en la gloria de esta experiencia espiritual, muchos organizaron su vida alrededor del principio de alcanzar a los perdidos de este mundo. Desde Azusa Street en adelante, el pentecostalismo fue estampado con una premura por llevar el evangelio de Jesucristo. Este reconocimiento inmediato de la necesidad de llegar más allá de ellos mismos para alcanzar

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