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Es difícil hacer cosas fáciles
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Es difícil hacer cosas fáciles
Libro electrónico331 páginas4 horas

Es difícil hacer cosas fáciles

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Difícil Hacer Cosas Fáciles: los diez años que cambiaron la música en Chile, cuenta la apasionante historia de la industria musical chilena entre los años 1995 y el 2005. Narra el desembarco masivo de las multinacionales del disco invirtiendo de forma decidida en talento local para, apenas un lustro después, casi desaparecer del mercado chileno. Al mismo tiempo —y ajena a todo este dinero y competencia por los grupos y solistas más conocidos— se iba forjando una industria independiente que no aspiraba a esa masividad pero que, irónicamente, daría al cabo de los años algunos de los nombres más descollantes de la actual música chilena como Gepe o Javiera Mena. En formato de historia oral, los protagonistas de esos años, nos relatan a veces asintiendo, a veces contradiciéndose, a veces con memoria iluminadora y otras con recuerdos borrosos, los vertiginosos años que cambiaron la música en Chile.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 jul 1905
ISBN9789569648205
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    Es difícil hacer cosas fáciles - Javiera Tapia

    PRIMERA EDICIÓN: Los libros de la Mujer Rota, diciembre de 2017

    © DANIEL HERNÁNDEZ Y JAVIERA TAPIA

    © LOS LIBROS DE LA MUJER ROTA

    EDICIÓN: Claudia Apablaza y Jorge Núñez Riquelme

    MAQUETACIÓN Y DISEÑO:Victoria Gallardo

    DIAGRAMACIÓN DIGITAL: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    ISBN EDICIÓN IMPRESA:978–956–9648–2–5

    ISBN EDICIÓN DIGITAL:978-956-9648-27-4

    REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL: 285.448

    www.loslibrosdelamujerrota.com

    Quirihue 49, Ñuñoa, Santiago, Chile

    MAIL:info@loslibrosdelamujerrota.com

    TELÉFONO: +56 9 63509424

        Los Libros De La Mujer Rota

      @LLdelamujerrota

      @loslibrosdelamujerrota

    Este libro puede ser fotocopiado parcial o totalmente, reproducido

    por medios como escáner, fotografías, audios, visuales u otros, para uso personal o colectivo, pero sin fines comerciales, sino que para fines educativos, formativos, lectura cotidiana, recreativos u otro similar.

    Los Libros de la Mujer Rota busca que todos tengamos acceso a la lectura.

    ×

    Prefacio × Prólogo

    I

    Chile no está lejos × Videos de mierda y revistas recortadas × Radioactivity × Santiago era una fiesta × Uno, dos ultraviolento × Radio para jóvenes (como tú) × All the young (people of today) × Low (Por Huidobro) × Una entrevista por streaming en 1997 × Un subterráneo, un Pro Tools y un plan B

    II

    Discomanía × Clics Modernos  × La maqueta era mejor × Monos con navajas × El gran timo del Rock and Roll × Big Mac y zapatillas caras × Mentalidad televisiva × Una geisha perdida en el supermercado

    III

    Raros peinados nuevos × Hacer por hacer × Un fanzine, un viaje a Europa y una polera de Bauhaus × Gente en sitios × Esta banda podría ser tu vida × Tú y yo, a la fiesta × Miss Modular × Esa visión está, yo la veo venir

    Epílogo × Agradecimientos

    A Catlin Jana y Estela del Carmen,

    que nos acompañaron todo el tiempo.

    PREFACIO

    Cuando planteábamos a los entrevistados que nuestra idea era cubrir (con ciertas libertades) el periodo en la música chilena que comprendía entre los años 1995 hasta el 2005, muchos de ellos nos preguntaban por la elección de unas fechas tan determinadas. Como algún lector puede estar preguntándose lo mismo, trataremos de explicar que no son fechas arbitrarias o al azar.

    Lo primero, como en cualquier investigación, es establecer el sujeto de estudio. Cuando aquí se hable de música chilena, como es lógico, no podemos referirnos a toda la música chilena. Nos referimos al pop y al rock, con matices, porque esa es la música que suena en las radios, aparece en los medios, y es por la que suelen apostar las productoras. Sabemos que hay escenas del metal, del rap, de música folclórica o de cumbia, electrónica o, más recientemente, reggaetón que pueden ser, y en muchos casos son, incluso más exitosas que las que se van a tratar en este libro. Pero es que esas otras músicas se quedan fuera del objeto del mismo porque no pertenecen a la misma narrativa (si exceptuamos ejemplos que no dejan de ser eso mismo, excepciones, como Tiro de Gracia o Fiskales Ad-Hok).

    Vayamos al principio. En 1995 emi, de la mano de Carlos Fonseca como cabeza visible, lanza un mediático plan llamado Proyecto de Nuevo Rock Nacional. En él pretende agrupar a una serie de bandas de pop y rock que se estaban moviendo en circuitos más o menos alternativos, universitarios o de salas, y lanzarlos con el poder de una multinacional del disco. La música chilena asociada al pop languidecía desde finales de los ochenta, sin grupos que hubieran reactivado el interés del público local en su música y esta idea era empaquetar, poner un lazo y mostrar como un todo el movimiento. La prensa lo abrazó con fervor ante el panorama de la creación de una industria musical real que afectaría a todos los estratos (esa misma prensa incluida) aunque, como en todo, hay matices.

    Durante los primeros cinco años de esa década hay un caldo de cultivo, un precario circuito de salas, prensa alternativa, intercambio de información entre melómanos y grupos que van adquiriendo notoriedad, aún lejos de los ojos de la masividad. También hay grupos que ya han publicado con cierto éxito (fundamentalmente La Ley y, en menor medida, Los Tres). Hay un sello, el veterano y mítico Alerce que, ajeno a modas y siguiendo su propia línea, ha seguido publicando música chilena, y en los noventa post-dictadura, se abre a estilos menos asociados con el folclore. Ahí habían aparecido los primeros trabajos de bandas como Los Tres o Fiskales Ad-Hok. Incluso, en el año 1994, bmg ya había lanzado su propio proyecto de editar bandas chilenas de pop y rock a través de un subsello denominado Culebra, la misma etiqueta que la multinacional ya usaba en México, para lanzar proyectos bajo su alero, pero sin la denominación de prioritarios.

    Pero emi lo envuelve en una mística y una ambición diferente, y queda instalada la idea de que es una especie de año cero para la música local. Poco después, con euforia, el resto de grandes corporaciones multinacionales imita el modelo y nadie quiere quedarse fuera, apostando por producto joven y local. La misma bmg, Sony, Polygram o Warner ven la posibilidad de negocio y se invierten cantidades realmente importantes de dinero en bandas que comenzaban a sonar fuera del radar radial, pero conocidas por el público más inquieto, o en otras totalmente desconocidas para casi todos. Todo esto se consigue no desde la colaboración sino desde la competencia. Nombres que son hoy sobradamente populares como Lucybell, Solar, Chancho en Piedra, Gondwana, Los Tetas y muchos otros.

    Fue tan importante mediáticamente que, para el inconsciente colectivo y para mucha prensa, ese pasa a ser el canon de la música chilena popular que se suma a anteriores islas de creación como Los Prisioneros sobre lo que es el pop o el rock chileno. No hay más que hacer una lista de las canciones más recordadas (y aún radiadas) para confirmar esto. Además de una generación talentosa, para conseguirlo se necesitó dinero, mucho, y una cierta connivencia con los medios. O sea, la creación de una verdadera industria.

    A pesar de la ambición y de la inversión, los resultados para las matrices no son los esperados, y en apenas cinco años retiran esas inversiones agresivas pasando a un escenario mucho más conservador. Limpian sus catálogos, rompen contratos vigentes y, poco a poco, entrando el nuevo siglo, incluso abandonan de facto Chile, dejando simplemente oficinas de promoción y gestores de los contratos vigentes, más el cuidado de los derechos que generan los catálogos más antiguos. Nada de inversión en nuevos talentos. Desaparece la figura central del a&r (Artistas y Repertorio, los cazatalentos, para entendernos), indispensable para encontrar nuevos valores. También renuncian o despiden a las cabezas visibles de la apuesta anterior y, básicamente, se esfuma el dinero y la inversión para el pop-rock chileno, que lo sume en una crisis y desconcierto que duró más de una década.

    A finales de los noventa, y con mucha más fuerza a partir del año 2000, en paralelo pero sin cruzarse con este proyecto, comienza a conformarse una escena independiente al margen de todo esto. Bandas con una querencia anglófila mucho más marcada, cuyos modelos y tradiciones no son locales, y que se mueven en un subterráneo, fuera del radar de la prensa tradicional y del negocio musical existente, casi como oposición y cuya voluntad no es la de llegar a la tele o reventar un Caupolicán, sino la de establecer un discurso artístico coherente y (más o menos) personal.

    También con la llegada del nuevo siglo van apareciendo nuevos sellos como Algo, Cápsula o un poco antes, el crucial Quemasucabeza, pero cuya actividad se acelera en esta nueva etapa. Formas de actuación radicalmente diferentes: ocupar otros espacios, nuevos medios de comunicación aupados por las nuevas tecnologías. Una escena musical mucho más concreta y colaborativa que la anterior, que nada tiene que ver con la locura multinacional, ya casi finiquitada en ese tiempo.

    Sobre el año 2005 esta nueva escena cristaliza con una serie de hitos importantes como son la aparición de un disco que certifica esta generación —Panorama Neutral—, la salida del debut de GEPE, una de las figuras más descollantes de este grupo, y unos meses después, el primer disco de Javiera Mena, quizá la personalidad musical más atractiva y definitiva de la música chilena del nuevo siglo, que se había ido forjando durante el lustro anterior.

    Pero todo esto ocurre muy fuera del faro mediático que tan solo se fijará en esta nueva generación a partir de 2010, cuando coinciden una serie de hitos de la música local como son Audiovisión de GEPE, Mena de Javiera Mena, Música, Gramática, Gimnasia de Dënver, Odisea del proyecto de Alex Anwandter del mismo nombre, Nortinas War de Protistas, Tire y Empuje de Miss Garrison, La Orquesta Oculta de Prehistöricos, Plateado de DeJaneiros, Telar Deslizante de Maifersoni, Salvador de (Me Llamo) Sebastián, y el descubrimiento de discos publicados un poco antes como la ópera prima de Astro.

    La concentración de discos debut y de consolidación de bandas que, hasta ese momento, no eran más que conocidas por unos cuantos, más la explosión de reconocimiento internacional y la visión generacional del fenómeno, marca un punto de quiebre en la industria independiente chilena. Aquí se enmarcaría la vergonzosa repetición desde los medios locales del artículo de El País en el que calificaba a Chile del Nuevo Paraíso del Pop, etiqueta repetida hasta la saciedad de manera pueblerina y de mirada corta.

    Desde ese momento, primero tímidamente y en la actualidad de manera definitiva, esos nombres (y otros que se le suman) se convierten en el nuevo paradigma de lo que es el pop chileno, un poco (y con los matices de la fragmentación del mercado que trajo la tecnología) a la manera de esas bandas de los años noventa. Varios de ellos, desde un trabajo independiente han conseguido llegar al mismo sitio (en muchos casos mucho más allá) que sus contrapartidas noventeras (Festival de Viña, Caupolicanes, ser la banda sonora de teleseries y rostros publicitarios) y con el matiz de una internacionalización que, en su mayoría, nunca llegó a bandas apoyadas por el dinero de la industria.

    A veces es tentador buscar un patrón de repetición en los números aunque no sea exacto. Mirando en perspectiva, hay ese patrón en el pop-rock chileno que se ha ido repitiendo de manera sistemática desde el año noventa: es el de los cambios por lustros. Cada cinco años (más o menos) han ido ocurriendo hitos relevantes en esa narración. Si en el año noventa, el año uno post-dictadura, comienza a conformarse todo lo que cristaliza en el advenimiento multinacional del año ‘95, en el año 2000 se puede cifrar el colapso de este modelo y la aparición de forma visible de la nueva escena indie.

    Sobre el 2005, esta escena cristaliza a su vez con sus primeros objetivos de alcance, que en 2010 explota de manera definitiva. Y, para finalizar, en 2015, emerge una nueva generación de bandas que vienen de otros lugares, referencias y que ven a los anteriores como eso, precedentes a los que no pertenecen. Nos referimos al movimiento de bandas como Niños del Cerro, Planeta No, Patio Solar, Medio Hermano, Amarga Marga y muchos otros, que, aproximadamente sobre esa fecha, son reconocidos por la prensa como el recambio de los que fueron el recambio. Que lo sean de manera efectiva o no, sólo el tiempo lo dirá.

    Lo que nos queda claro al terminar de entrevistar a docenas de personas que fueron sujetos relevantes en toda esta historia es que, como decía el título de un disco de Guiso, Es Difícil Hacer Cosas Fáciles.

    PRÓLOGO

    Las canciones de Armónica o las de los Leson

    Conceptos, Dënver (Totoral, 2006)

    Gladys Marín como candidata a presidenta en 1999. Claudia Di Girólamo en La Fiera, con la melena roja y a caballo por Chiloé como un nuevo arquetipo de mujer protagonista de una teleserie. Plaza Italia en el Canal 2, la señal que todos dijeron ver, pero que arrastraba números mínimos en audiencia. Luego, despertar en las mañanas para ir al colegio y escuchar en el furgón escolar los gritos de Jorge Lira en La Grúa de la Rock & Pop. Comer pan con palta y té con leche, junto a tu abuela, viendo Rojo Fama Contrafama. Pensar que eran graciosas las versiones de las Raras Tocatas Pencas. Piratear el casete que lanzaron y cantar con tus amigos no había ná de hielo….

    El final de la década de los noventa y el inicio de los dosmiles es nebuloso para algunos que recién estaban comenzando a escuchar música chilena por sí mismos, los que todavía no tenían edad para salir solos. Ellos son los que actualmente repletan los —aún insuficientes— lugares para ver música.

    Para aquel mareo existe un telón de fondo. Por una parte, la crisis de la industria discográfica en Chile se acentuó y entró en colapso. Las matrices internacionales decidieron retirar sus filiales dejando sólo oficinas de promoción para el producto internacional y para gestionar el catálogo local ya existente, pero no para fichar y desarrollar a nadie más. Al mismo tiempo, apareció una escena independiente que no aspiraba ni le importaba grabar con emi o con Warner. Eran jóvenes que usaban el intercambio de archivos para bajar discos y descubrían música nueva a una velocidad muy superior a los de las generaciones anteriores. Que recuperaron la ética punk de la autogestión, de lo colectivo, del fanzine (y poco más tarde el ezine) como una nueva forma de comunicación. De las tocatas en cualquier lugar, aunque no estuviera acondicionado. Por el puro placer y la necesidad de crear, no para hacer de ello una forma de vida.

    Una gran masa de aquellos fanáticos de la música pasaron de escuchar los discos que aparecieron en esos años dorados de finales de los noventa (Lucybell, Peces (1995); Los Tres, La Espada y la Pared (1995); Los Ex, Caída Libre (1996), Tiro de Gracia, Ser Humano (1997) o Solar, Play (1997)) a Gepinto de GEPE (2005), Esquemas Juveniles de Javiera Mena (2006) o Solenöide de Dënver (2006). Poco se habla de lo que hubo en medio.

    Es, precisamente, en ese periodo que se levantaron muchos sellos (Algo Records, Quemasucabeza, Jacobino Discos, por solo nombrar algunos) y también cooperativas de artistas como Gatomo y Femfest, entre otros. Aparecieron medios que ya no están y otros que siguen hasta el día de hoy. También cambiaron los términos y algunos símbolos: se pasó de hablar de rock chileno a música independiente y luego, pop independiente.

    Sobre esa transición va este libro. Sobre las personas, organizaciones, festivales, medios y herramientas que sirvieron de colchón y ensayo y error para el desarrollo de la música chilena que estás escuchando ahora. Esperamos que no hayas cerrado tu cuenta de Fotolog.

    I

    ALEJANDRO GÓMEZ (Solar), MARCELO ALDUNATE (director de Rock Pop entre 1992 y 2004), Hugo Chávez (disquería Background), GABRIEL VIGLIENSONI (Lucybell entre 1991 y 1999, productor), FERNANDO MUJICA (revista Extravaganza!), ÁLVARO ESPAÑA (Fiskales Ad-Hok), SERGIO LAGOS (periodista y músico), DAVID PONCE (periodista), ALFONSO CARBONE (ceo de Warner entre 1995 y 2005), ARTURO FIGUEROA (Super 45, Chile Rock, Termita), BORIS ORELLANA (Super 45), CARLA ARIAS (Quemasucabeza), MARISOL GARCÍA (periodista), WALTER ROBLERO (Congelador, Quemasucabeza), JAIME BAEZA (Perdidos en el Espacio), CAROLINA TRES ESTRELLAS (Pánico), EDI PISTOLAS (Pánico), ROBERTO DENEGRI (periodista y productor de conciertos), RODRIGO SANTIS (Congelador, Quemasucabeza), GASPAR DOMÍNGUEZ (a&r de emi entre 1996 y 2001 y a&r de Warner entre 2002 y 2005).

    CHILE NO ESTÁ LEJOS

    ALEJANDRO GÓMEZ: La música siempre estuvo desde chico, sólo que no provengo de una familia donde mis padres me hayan empujado a hacer música. Al contrario, mi madre es profesora, mi padre periodista, y más inclinado hacia el lado de las letras que la música. Quizás tengo antecedentes por el lado de mi madre. Mi tío músico. Mi abuelo también. Siempre estuvo, antes nunca me lo tomé en serio. En mi adolescencia fui atleta. Llegué a competir en una final de atletismo. Llegué a la final de los 800 metros planos cuando tenía diecisiete. Y ante la frustración de no haber ganado esa competencia… llegué quinto, pero bien peleado por el tercer lugar, encontré refugio en la música. Empecé a involucrarme más, a encerrarme en la pieza con la guitarra. Tenía varios compañeros que tocaban mejor que yo. Lo mío no era tocar Ojalá de Silvio Rodríguez, como hacían varios.

    MARCELO ALDUNATE: Yo tuve una operación a la vista a los ocho meses. Después tuve la misma operación a los dos años. Y me cuenta mi familia que, a esa edad, la única forma de tenerme tranquilo, porque estaba con los ojos vendados, era con música. Me ponían canciones, estaban todo el rato con una radio supongo, y me tenían entretenido de esa forma. Tengo una relación de siempre con la música, tengo vagos recuerdos de esos momentos, pero tengo que creerle a mi familia que era así.

    Por el mismo tema de la vista, no salía mucho a jugar a la calle cuando era chico, entonces, me acuerdo que algo que marca un momento es cuando me regalan un tocadiscos y singles. Mi vida transcurría en eso. Escuchaba treinta, cuarenta veces la misma canción, ese era mi pasatiempo a partir de los cinco años. Escuchaba radio todo el tiempo, era la compañía que tenía. Pasaba horas mirando las carátulas, miraba lo que decían, me los aprendía. Tenía una relación un poco obsesiva con los discos.

    HUGO CHÁVEZ: El primer recuerdo musical que tengo será como a los tres años. Era una canción, que decía, (canturreando…) El Viejito Simón, zapatero remendón, le voy a contar lo que les pasó, zapateando un zapato de charol… La segunda canción es Mujer Hilandera, de una película que se llama O’Cangaceiro, que es una película maravillosa. Yo tendría unos seis años, y vi la película y me produjo algo increíble. Y la tercera fue Rock Around the Clock. Eso me capturó y ya la música me tenía poseído.

    GABRIEL VIGLIENSONI: Muy chico —no sé por qué— llegué a un escenario, en Viña del Mar, alguna representación de Jesucristo Superstar que se hizo en Viña, no en Valparaíso. Recuerdo que era tan chico que me subieron arriba y me quedé dormido. Y luego, el otro recuerdo que tengo es la primera vez que escuché Strawberry Fields Forever, de los Beatles, que me llamó la atención, porque era diferente a cualquier cosa que yo había escuchado. Y hasta el día de hoy es la canción que más me gusta.

    Tengo varios como chispazos de encuentros con la música. Esa canción de los Beatles. Era bastante chico y me hice fanático, escuché todo lo que podía de ellos. Pero, realmente lo más importante que me pasó en términos musicales, fue un amigo mío, cuando yo tenía quince años, llegó de haber vivido en España y se trajo una colección de vinilos bastante grande de allá y fue la primera exposición que tuve a otra música diferente, que en ese momento correspondía a Joy Division, New Order, The Cure, Depeche Mode… Es ese período de los quince, dieciséis años en el cual uno está muy abierto a buscar cosas y eso fue como un giro importante en mi apertura musical. Porque antes de eso lo que había en la radio o en los medios en Chile era, bueno, ok, Los Prisioneros estaban bien, me gustaban, era como el ‘86.

    Escuchaba también Electrodomésticos, Viena, La Banda del Pequeño Vicio. Pero esto era como discos aislados, no sé, cinco, poco más que me gustaban. Pero esto era un océano de música. Y ellos venían con estas revistas Rockdelux y esas cosas. Eran mucha gente escribiendo sobre música, unas reviews de post-punk. Al mismo tiempo mi mamá y mi hermana vivían en Inglaterra y me mandaban música, así que al encontrar estos amigos, con esta música, hizo que yo le pidiera a mi mamá que me mandase ciertas cosas que iba descubriendo y profundizar. Lo que sigo haciendo hasta hoy en día, porque ahora estoy suscrito a la Wire y todos los meses van apareciendo cosas. Hay música que no está reflejada en esas revistas, pero por lo menos trato de encontrar cosas en un amplio espectro, o lo más amplio que pueda.

    FERNANDO MUJICA: A la música me acerqué netamente por hobby, siempre fue por hobby, siempre fui fanático de la música desde los ocho, diez años, rayando con bandas setenteras: Kiss, Led Zeppelin, lo que veía en la tele, Pink Floyd. Y como tenía una mentalidad bastante enciclopédica en términos generales, me era bastante fácil quedarme con nombres, empecé a —teóricamente— hacer como que sabía más de música que mis amigos porque me quedaba con los nombres, me memorizaba las cosas. Si escuchaba el Dark Side Of The Moon me quedaba pegado, quería saber quién es este gallo, y por qué, y me cuestionaba todo.

    ÁLVARO ESPAÑA: Mi relación más fuerte con la música fue en mi juventud, bien púber, cuando me empezó a gustar el new wave por la cosa estética, como el ‘84. Antes de salir del colegio, como a los quince, íbamos a la playa en familia y yo era el típico hueón oveja negra que no se ponía traje de baño y se iba a caminar solo para otro lado mientras todos iban a la playa. Además era súper acomplejado porque era súper flaco, entonces me daba vergüenza. Fui hijo único, pero compartía vacaciones con mis primos y me acuerdo perfecto de haber estado pegado escuchando el último disco de los Smiths y los primeros de Depeche Mode. Sus primeros tres discos son parte de mi discografía esencial. Siempre estaba solo y escuchaba esa música todo el rato.

    SERGIO LAGOS: Mi vieja a finales de los setenta llevaba bandas a Concepción. Vivíamos al toque de queda, la simple reunión estaba prohibida. A las nueve de la noche la gente tenía que estar en su casa o sino te tenías que quedar hasta el día siguiente, de lo contrario te llevaban detenido. Entonces, había caminos oficiales de la música, la Myriam Hernández, Lucho Jara, en fin, que hasta el día de hoy aún están, ese mundo de la pantalla oficial, de las radios, que sólo transmitían música en inglés. Chile era un país en el que la música en español simplemente no se escuchaba, por una cosa que fue permeando todos los espacios de un país durante diecisiete años. Como que todos los móviles culturales eran imitados. Recuerdo que mi vieja llevaba bandas, las bandas dormían en nuestra casa. En este contexto en el cual no hablabas con nadie, en el cual no podías confiar en una persona porque podía delatarte si tenías ideas en contra, la música se transformó en una suerte de salvoconducto. Yo recuerdo que la gente que entraba en mi casa, o entraba con vinilos o no entraba. Primero había un proceso laaaargo… estoy hablando de cuando yo tenía entre seis y nueve años. Un proceso largo en el cual la gente hablaba de música primero mucho rato y después se empezaba a hablar de otras cosas, después se empezaba a hacer amigo del otro. En capas.

    DAVID PONCE: El acceso no era mucho, era Chile, era la dictadura, era un país aislado culturalmente, horrible por lo demás, así que las fuentes culturales eran Sábado Gigante, Viña. Pero sabía que había una dictadura en Chile, que había exiliados, censura, tortura y todas esas cosas.

    ALEJANDRO GÓMEZ: Yo me fui de Chile a los cinco años. Y volví a los quince. Entonces, cuando llegué a Chile vine a conectarme con lo que pasaba acá.

    DAVID PONCE: Estaba consciente de cierta música que había existido antes de todo eso. Inti Illimani siempre me gustó, escuché discos de ellos. Los Jaivas, más tardío, súper importante influencia en esa época. Y el rock que escuchaba que salía por la radio y la televisión, antes de la new wave, como soy un poco mayor que eso, alcancé a cachar grupos como Pink Floyd, discos que fueron los primeros casetes que me compré, The Dark Side of the Moon, porque leí en una revista que era el disco que había permanecido durante más semanas en la lista y quise contribuir a esa lista. Y esos son como los referentes de la música que podía escuchar en ese tiempo, una música más de rock progresivo e incluso de rock pesado que nunca me gustó mucho y que escuchaba en la radio, Led Zeppelin, Black Sabbath, War Pigs, cosas así. Y después Duran Duran, más tarde The Clash. Eran como distintos subcontinentes: una cosa más ligada a la música chilena de pre Unidad Popular, que era importante para mí, Los Jaivas, por otra parte, estas influencias como gringas, por la radio o por la tele y desde el ochenta en adelante u ‘85, el rock chileno de esa época: básicamente Los Prisioneros, y todas las otras generaciones, bandas buenas y malas. Y ya después de la universidad también me abrí mucho. Entré en el ‘87. Una especie de mosaico, con todo lo horroroso que pudo haber sido Chile en esa época, si tenías algún nivel de inquietud, podrías encontrar una música que fuera interesante a tu línea.

    SERGIO LAGOS: En este contexto en el que no existía nada, aparecen Los Prisioneros. Y ahí esa hueá fue sumamente impresionante, porque de esta cosa oficial que era muy poderosa, en el sur de Chile nosotros teníamos un canal de televisión. Tú veías toda esa programación completa. Los Prisioneros se transformaron en un viento fresco como nunca antes yo sentí y fuimos varios los que aprendimos todo de ahí.

    ALFONSO CARBONE: Vi a Los Prisioneros, me acuerdo que vi a Alberto Plaza, o sea una mezcla que, en ese momento, no era muy impactante porque en todos los países de la región había bandas de rock y Los Prisioneros recién empezaban, uno no sabía para dónde iban a ir. Igual me gustaron, al punto de que yo fui el primero que saqué a Los Prisioneros de Chile. Yo los llevé en el ‘86 al festival más grande que se hizo hasta, por muchos años más, a nivel de rock latino, que fue el Montevideo Rock. Ese también fue el último show de Sumo, estaban todos los grandes y fue la primera vez que ellos salieron de Chile.

    GABRIEL VIGLIENSONI: De chico me parecían interesantes Los Prisioneros más que nada por una mezcla entre un fenómeno cultural-político-musical. Si lo veo ahora, musicalmente no sé cuán interesante sea, pero había una actitud. Pero eso me gustaban de más pequeño. Fui creciendo y me fueron gustando cosas que tenían algo más distinto.

    HUGO CHÁVEZ: Esa escasez para encontrar música existió siempre y cambia un poco cuando se abre una tienda que se llama Circus que estaba en la galería Francisco de Aguirre, como en el año 1978, porque empezaron a bajar los aranceles y llegó música. Más tarde otras, como Fusión, donde trabajaron Los Prisioneros atendiendo.

    Yo los conocía porque era cliente. Y me dijeron que si los podía ir a ver, porque hablando les contaba que yo había tenido mucha suerte, porque había visto a Los Jaivas la primera vez que tocaron en Santiago en el Parque Bustamante, había ido a todas las tocatas que hubo en el Marconi. Había visto a Aguaturbia, Los Blops, Música de Jardín. Y por eso me dijeron que si los podía ir a ver a un concierto en Gran Avenida. Pero justo viajaba. Y estando en Inglaterra, llega como al año siguiente o dos años, un amigo con un regalo, un casete, y me dice: estos la están rompiendo en Chile. Y eran Los Prisioneros.

    ARTURO FIGUEROA: Mi abuela era ciega y tocaba guitarra, era raro verla tocar. De repente sin saber nada iba y le agarraba las cuerdas. Pero más conscientemente, cuando fue el boom del rock latino se me generó una inquietud, igual era un pendejo, no cachaba nada de nada y escuchaba a Los Prisioneros, Soda Stereo, Virus, pero también escuchaba Cinema. Claro, con el tiempo, uno va limpiando un poco esas cosas. De hecho hace poco redescubrí un disco. El primero de Aparato Raro. Lo encontré increíblemente bueno y en esa época para mí era un disco más, pero ahora leo la profundidad que tenía y en esa época no era capaz de entenderlo. Me estaba hablando de lo que

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