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Promesas Rotas: Un Misterio de Matt Davis: Matt Davis Series
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Promesas Rotas: Un Misterio de Matt Davis: Matt Davis Series
Libro electrónico333 páginas4 horas

Promesas Rotas: Un Misterio de Matt Davis: Matt Davis Series

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Descripcion del Libro

 Cuando el cadáver de Maggie Mc Farland una viuda de 86 años fue encontrado entre los escombros del otrora famoso Hotel Artemis consumido por el fuego hace casi setenta años los residentes de Roscoe estaban sorprendidos, sin embargo,  no es el lugar donde se encuentra a Maggie si no la forma en que muere lo que ha intrigado a todos, porque no fue un ataque al corazón lo que la causo, no ha sido por un derrame cerebral o tuvo una caída fatal desde una altura, su vida no termino sin incidentes, Maggie fue asesinada por una bala en el corazón , disparada con una pistola a corta distancia; “¿Quién querría matar a esta amable y gentil mujer?”, conocida en todo el área como una de las mejores pescadora de truchas en cien millas  a la redonda del famoso rio Beaverkill.

Ese es el misterio que tiene que resolver Matt Davis en Promesas Rotas (broken Promises), uno de los casos más desconcertantes de su carrera.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ago 2018
ISBN9781547535408
Promesas Rotas: Un Misterio de Matt Davis: Matt Davis Series

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    Promesas Rotas - Joe Perrone Jr

    PROMESAS ROTAS:

    UN MISTERIO DE MATT DAVIS

    By 

    JOE PERRONE

    ––––––––

    Biografía del Autor.

    Joe Perrone Jr. es un periodista deportivo y antiguo guía de pesca con mosca, ha escrito otros cuatro misterios de Matt Davis: Ramita doblada (twig is Bent), Día de Apertura (Opening Day), Doble mordida (Twice bitten) y Rescate mortal (deadly Ransom). Tanto Día de Apertura como Promesas Rotas (Broken Promisses) son ganadoras del Indi BRAG Medallion; otros títulos de la literatura de Joe incluyen: Escaping Innocense (Inocencia Perdida) una historia del despertar, de iniciación ambientada en los años 60,una guía del hombre real para el divorcio (primero se inclina y....) y Gone fishing with Kids trata de cómo llevar a su niño a pescar y seguir siendo amigos en coautoría con Manny Luftglass.

    Joe vive en el Oeste de Carolina del Norte con su esposa Becky y sus dos gatos Calicos cassie y Callie. Le gusta la pesca con mosca, cocinar  ¡y comer! , música y ver películas.

    Los lectores pueden comunicarse con Joe por correo electrónico a: joetheauthor@joeperronejr.com, su blog se puede encontrar en www.joetheauthor.wordpress.com.

    Descripción del Libro

    Cuando el cadáver de Maggie Mc Farland una viuda de 86 años fue encontrado entre los escombros del otrora famoso Hotel Artemis consumido por el fuego hace casi setenta años los residentes de Roscoe estaban sorprendidos, sin embargo,  no es el lugar donde se encuentra a Maggie si no la forma en que muere lo que ha intrigado a todos, porque no fue un ataque al corazón lo que la causo, no ha sido por un derrame cerebral o tuvo una caída fatal desde una altura, su vida no termino sin incidentes, Maggie fue asesinada por una bala en el corazón , disparada con una pistola a corta distancia; ¿Quién querría matar a esta amable y gentil mujer?, conocida en todo el área como una de las mejores pescadora de truchas en cien millas  a la redonda del famoso rio Beaverkill.

    Ese es el misterio que tiene que resolver Matt Davis en Promesas Rotas (broken Promises), uno de los casos más desconcertantes de su carrera.

    Dedicatoria

    Este libro está dedicado con amor a la memoria de la difunta Mary Louise Hannigan, que falleció en el 2011, a la edad de 84 años. Era una querida amiga, cuya critica honesta y palabras de aliento a menudo sirvieron de inspiración para mi trabajo. Te extrañaremos enormemente; su ingenio y amistad será recordado por siempre.

    CAPITULO 1

    Roscoe, NY-actualidad.

    Maggie McFarland tiene 86 años de edad, pero cuando se mira en el antiguo espejo con marco de caoba que cuelga sobre su tocador, la cara que le devuelve  la mirada es la de una mujer mucho más joven; para ser preciso, una niña de solo diecisiete años. .

    Utilizando un cepillo de cerdas naturales con mango de plata que le regaló su bisabuela, Maggie acaricia cuidadosamente su largo cabello castaño, de modo que pueda capturar cada hebra detrás de su cabeza con un broche de marfil, otro regalo preciado. Un toque de colorete en cada mejilla, una pizca de polvo facial en la frente, el cuello y los lados de la cara, y todo lo que queda por hacer es aplicar una pizca de lápiz labial. Teniendo cuidado de no exagerar, traza el contorno de sus labios, y luego los junta como su madre le enseñó hace muchos años. Sus ojos color avellana brillan salvajemente bajo cejas arqueadas que habían sido arrancadas cuidadosamente como un desafío sin sentido contrario a las órdenes estrictas de su madre

    El vestido que usa Maggie es uno que se ajusta a su figura perfecta de reloj de arena  de hace setenta años para una ocasión muy especial. Es de algodón lavanda texturado con botones de perlas en la parte delantera y un cuello alto recortado en blanco encaje que acentúa la longitud de su esbelto cuello y enmarca su rostro anguloso y los pómulos altos. Tiene una cintura ajustada, con una parte inferior que es recta y plisada, cayendo justo por encima de los zapatos de tacón con acabado satinado, y cordones apilados, todos teñidos en lavanda haciendo  juego.

    Ella toma su bolso. Sus contenidos son escasos: su tarjeta de seguro social, un espejo pequeño con bordes plateados, una pluma estilográfica y dos billetes de un dólar. Ella no llegará tarde esta vez; después de todo, ella se lo  ha prometido a él. Su perfecta educación escocesa irlandesa exige que la puntualidad sea algo a lo que hay que apegarse. Además, piensa, ¿por qué querría llegar tarde a una ocasión tan especial?

    El reloj de pie de caoba que vigila en la esquina de su dormitorio muestra la hora en números romanos: 9:45 p.m. El la espera a las once igual que antes. Será mejor que se apresure. Con una última mirada en el espejo, satisfecha de que cada cabello esté en su lugar, Maggie se dirige hacia la puerta de la habitación. Luego, con la misma rapidez, se vuelve hacia el espejo y apenas puede creer en sus ojos. ¿Quién diablos es élla? El reflejo que ella ve es el de una anciana; el rostro arrugado y desgastado, el cabello y las cejas blancos; los labios estirados y delgados. ¿Esa soy yo? Ella niega con la cabeza.  Eso es una tontería, sin embargo, tiene que admitir que la cara le parece vagamente familiar. ¡En Absoluto, no tiene sentido!

    Con un encogimiento de hombros, Maggie se dirige a la puerta de la habitación, tuerce la perilla de vidrio transparente y se desliza por el pasillo hasta el rellano en lo alto de la escalera. Si camina de puntillas lo suficiente, puede ir de un viaje y salir por la puerta sin que su madre se dé cuenta de que se ha ido. Respirando profundamente, comienza a bajar la escalera. Cuando pasa por el salón, echa un vistazo rápidamente para ver si su madre está cerca, pero afortunadamente no hay nadie a la vista, respira aliviadamente, abre la puerta de entrada y sale corriendo hacia la noche, sus pies vuelan sobre la hierba húmeda del jardín frontal, impulsándola sin esfuerzo hacia el elegante Hotel Artemis, el mejor lugar de reunión en todo Roscoe, con la casa retrocediendo en la distancia, gradualmente disminuye su ritmo y avanza por el camino de tierra que conduce a su objetivo-, y su cita con el destino.

    La caminata hasta el hotel le toma a Maggie menos de diez minutos, o eso cree, pero cuando llega frente al majestuoso edificio, se da cuenta de lo  cansado que están sus huesos, su corazón late rápidamente dentro de su pecho como si hubiera estado caminando por mucho tiempo, mas,  mira el delicado reloj atado a su muñeca y se sorprende al descubrir que en realidad ha estado viajando durante casi una hora. ¿Llegue tarde? piensa, Ha sucedido de nuevo. ¿Por qué no puedo llegar a tiempo?

    El Hotel Artemis se encuentra en lo alto de una pequeña colina, rodeado por altos árboles de roble y arce, es una estructura de madera de dos pisos, pintada de blanco diseñada al estilo federalista, sencillo pero elegante tan popular entre los arquitectos del siglo XIX, con un pórtico generoso protegiendo la entrada principal, compuesto de puertas dobles de gran tamaño de roble pulido con incrustaciones de cristales brillantes, normalmente, el vidrio cortado refleja la luz de los candelabros de cristal brillante que adornan el vestíbulo, pero esta noche no hay reflejos; En lugar del bullicio de los huéspedes que entran y salen, el hotel está oscuro y sin vida. Maggie está desconcertada; sube las escaleras de hormigón al recibidor y casi cae cuando tropieza con un gran pedazo de madera quemada; su respiración es irregular y la transpiración le marca la frente;  está muy confundida.

    Mientras está allí parada, tratando desesperadamente de recuperar su aliento, la imagen del hotel cambia ante sus ojos. Las paredes se deterioran y desaparecen por completo, dejando al descubierto un cascarón hueco de tablillas quemadas que rodea las pilas de escombros descoloridos, los vidrios rotos y la madera carbonizada están en todas partes; Maggie camina cuidadosamente sobre los escombros, irremediablemente confundida y desorientada. ¿Qué le ha pasado al hotel?

    De repente, una sombra en movimiento llama su atención. ¿Es él? Su corazón late más rápido, y un rubor llega a sus mejillas. Ella mira a través de la oscuridad y percibe la imagen de un joven de espaldas a ella. Aparentemente, él está buscando algo, o alguien. Pero, ¿para qué o para quién?

    ¡Estoy aquí!, Grita al fin, una amplia sonrisa se extiende por su rostro. -Lo siento mucho, soy la-

    El hombre se da vuelta y comienza a caminar hacia ella, pero Maggie no lo reconoce. A medida que avanza, se tropieza, y de repente hay un destello de luz y un fuerte crujido como el de un árbol al ser alcanzado por un rayo. Maggie siente un golpe sordo, luego un dolor ardiente en el centro de su pecho; y en solo segundos, nada.  Nunca escucho las palabras que el hombre grito, su voz llena de angustia. ¡Oh Dios mío! ¿Qué he hecho? El hombre guarda la pistola humeante en el bolsillo de su abrigo y se precipita hacia ella, tropezando con los montones de escombros, pero ya es demasiado tarde.

    Inclinándose sobre el cuerpo inmóvil de la anciana, el hombre levanta su huesuda muñeca y busca el pulso, algún signo de vida. Pero no hay ninguno. Él cae al suelo junto a ella, sollozando incontrolablemente, sus hombros estrechos sacudiéndose, mientras acaricia sin pensar el fino cabello blanco sobre su delicada cabeza. Finalmente, él recupera su compostura, se seca las lágrimas de los ojos con un pañuelo y luego se levanta; su corazón está lleno de remordimiento, pero en este momento no tiene tiempo para llorar; Él está empeñado en desaparecer tan rápido como pueda, piensa brevemente en llamar a la policía, pero, si llama -incluso desde un teléfono de pre pago- solo terminaría en pasar el resto de su vida tras las rejas y seguramente no salvaría a la mujer. En última instancia, él decide no hacerlo, mira  su alrededor para asegurarse de que nadie lo ha visto, se mueve cuidadosamente fuera de las ruinas del hotel, baja deliberadamente por las escaleras de hormigón rotas y desaparece en la noche, dejando su misión abandonada y olvidada.

    CAPITULO 2

    Yo observaba atentamente cómo la diminuta mosca de olivo de alas azules tamaño 18, flotaba lentamente río abajo con la corriente, amarrada a una delicada punta de 6X, parte de un sedal de nylon de doce pies; fue a principios de junio, y yo estaba pescando truchas en Wagon Tracks, una área muy surcada en la parte superior No Kill del famoso río Beaverkill en las montañas Catskill de Nueva York; el cielo encapotado de la madrugada lo hacía perfecto para la escotilla de attenuata que había estado ocurriendo de manera constante durante los últimos cuarenta y cinco minutos; con un poco de suerte, la acción podría continuar en la tarde; sonreí por lo familiar que me había vuelto con todos los nombres en latín para los insectos que ahora intentaba imitar. Demonios, hace apenas quince años que raramente sabía lo que era una caña de mosca.

    Soy Matt Davis, jefe de la policía de Roscoe Nueva York, un pequeño pueblo al norte del estado, conocido principalmente por las pendientes corrientes de truchas que fluyen cerca; de hecho, el título de Trout Town USA, un nombre por el que se lo conoce desde hace décadas, recientemente fue nombrado El Ultimo Pueblo de Pescadores en una encuesta realizada por una empresa nacional de aparejos de pesca.

    Debido a que era un día laboral, la manada de pescadores de fin de semana de moscas del área metropolitana de Nueva York, aún no había llegado, así que tenía el agua para mí; río arriba en Cairns Pool, había algunos pescadores, pero por ahora el agua en Wagon Tracks era solo mía, me encontraba pescando donde nace el rio, justo debajo del cruce donde las dos estrechas arterias del río se encuentran después de fluir alrededor de la pequeña isla que se encuentra encima, "perfecto", era miércoles y tenía toda la mañana libre, a menos, por supuesto, que hubiera una emergencia. Pero afortunadamente, esas ocurrencias fueron pocas y distantes, sin embargo, para estar seguro, hice que mi teléfono celular recién requisado, cambiara a modo vibrador en lugar  de guardarlo en un bolsillo superior de mi chaleco salvavidas. Antes de entrar al agua muy temprano en la mañana, había revisado para ver si había mensajes de voz o de texto. Nop. Nada ahí. Estaba pescando con la conciencia tranquila.

    Por ahora, la mosca había llegado al final de su curva, y el arrastre se había establecido. Con mi mano libre, tiré suavemente de la línea para sumergir la mosca, y luego la levanté del agua con un tirón lento y constante de la varilla, antes de detenerla abruptamente en la posición de las dos en punto de un reloj imaginario. Esperé hasta que la línea de vuelo se enderezó detrás de mí, luego comencé a lanzar falsamente rápidamente para secar la mosca, mientras miraba el agua en busca de otra subida. No tuve que esperar mucho.

    El hoyuelo revelador apareció en la superficie del agua cerca de un metro más allá de donde había visto el último. Hice un yeso falso más y luego tendí la línea justa para alcanzar mi objetivo, el sedal largo desplegándose de tal manera que aterrizó en una serie de curvas suaves que se parecían a la letra s. La aceituna de alas azules flotaba alrededor  de dos pies y luego desapareció. Levanté ligeramente la punta de la caña mientras simultáneamente tiraba de la línea de la mosca con la mano izquierda y puse el anzuelo en lo que parecía ser un buen pez.

    Diez minutos más tarde, después de una batalla prolongada -debido a la delicada naturaleza de la esclavina-, deslice una sólida trucha marrón de dieciocho pulgadas sobre el agua y busqué detrás de mí la canasta de pesca. Justo cuando me inclinaba para acorralar al pez, sin embargo, fui sorprendido por una vibración contra mi pecho desde el teléfono celular en el bolsillo de mi chaleco. ¡Mierda! grité, mientras me sacudía involuntariamente en respuesta y simultáneamente solté el pescado. ¡Hijo de puta!

    Con la trucha perdida volví mi atención hacia el teléfono ofensivo, que ya había extraído del bolsillo de mi chaleco. Bajé la vista hacia la pequeña pantalla y vi que era una llamada de la oficina. Abriendo el teléfono, lo presioné en mi oído. ¿Que pasa?

    ¿Matt? Era la voz de Nancy Cooper, mi secretaria.

    Ese soy yo, suspiré.

    ¿Te atrapé en un mal momento?

    ¿Qué pasa?

    Lo siento, Matt, dijo Nancy. Sé que estás pescando, y odio molestarte pero-

    "Pero lo hiciste de todos modos. Entonces, supongo que es importante, ¿verdad?

    Bueno, se trata de Maggie McFarland.

    "¿Qué hay con ella? ¿Dejó caer esas moscas truchas que ordené?

    Maggie era una mujer octogenaria y aun ataba algunas de las mejores moscas en los Catskills (aparte de Mary Dette Clark, que era la reconocida campeona local). Hace poco hice un pedido de algunos hilanderos oxidados, pero debido a la avanzada demencia de Maggie, fue incluso el dinero en cuanto a si los recibiría o no. Últimamente, sin embargo, su nieta, Nellie McFarland, había asumido el mando, por lo que tal vez todavía había una posibilidad de obtener las moscas.

    Ojalá fuera eso, dijo Nancy. "La nieta de Maggie llamó a primera hora de la mañana para informar que había desaparecido. Dice que debió de haberse alejado en algún momento entre las nueve de la noche anterior y las siete de esta mañana. Ella nunca llegó a casa.

    Miré la hora que se muestra en el frente del teléfono celular: 9:47 a.m. Debería haber sabido que era demasiado bueno para ser verdad: una mañana para mí en el río sin interrupciones. Esta no es la primera vez que la vieja chica  se ha desaparecido, le dije. "¿Ha consultado con los vecinos? Tal vez está en la calle tomando café con Miriam Stone en la oficina de bienes raíces.

    "Me temo que no, Matt. Nellie llamó y busco en todas partes. El único lugar donde no ha buscado es en el antiguo Hotel Artemis, donde la encontraron la última vez que se perdió.

    Bueno, te sugiero que vaya a dar una vuelta allí.

    Es por eso que llamó, dijo Nancy. El auto de Nellie está en la tienda, y no tiene forma de llegar allí, se preguntaba si podríamos verificar por ella .

    Suspiré y pensé en ello por un momento. "Técnicamente, no podemos presentar un informe de persona desaparecida durante veinticuatro horas, pero supongo que no hay nada que nos impida hacer un favor. Has que Bobcat vaya y me diga cómo le fue.

    Está bien, dijo Nancy. Eso es lo que pensé hacer, pero no quería enviarlo allí sin antes hablar contigo.

    No hay problema, dije.

    Ah, y no te olvides de...

    "Lo sé. Deje mi teléfono celular, ¿verdad?

    Bien, dijo Nancy. (Casi podía escuchar su risa petulante a través del teléfono.) Y, gracias, Matt. Si no te llamo dentro de  un momento, simplemente sigue pescando y te veremos alrededor del mediodía.

    Cambié el teléfono de la vibración a tono y lo devolví al bolsillo de mi chaleco. Realmente me gusta Maggie. Y, especialmente me gustaron sus moscas. Pero ahora me arrepiento de habérselo pedido a ella en primer lugar. Demonios, probablemente ya los tendría si las hubiera obtenido de Frank Kuttner. Inmediatamente, lamenté la idea y silenciosamente me regañé a mí mismo por pensar eso. Realmente esperaba que ella estuviera bien.

    Veinte minutos más tarde, el silencio pacífico de la mañana se hizo añicos otra vez, solo que esta vez estaba preparado para eso. Mierda, pensé, abriendo rápidamente el teléfono y poniéndolo en mi oreja, esperemos que ella simplemente deambulo por ahí y se perdió.

    La noticia fue mucho peor de lo que podría haber imaginado.

    CAPITULO 3

    Maggie McFarland estaba muerta. Tuve que dejar que las noticias sonaran dentro de mi cabeza por un tiempo antes de poder digerirlas por completo. Simplemente no podía ser cierto. Tenía que ser un error. Pero, una vez más, ella tenía más de 80 años, así que no debería haberme sorprendido tanto. Aun así, fue un poco impactante.

    ¿Estás absolutamente seguro? Dije en el teléfono, mi voz apenas era un susurro.

    ¿Qué dijiste, Matt? Dijo Bobcat.

    Me aclaré la garganta. Dije, ¿estás seguro?

    Ojalá no fuera así. Pero no hay dudas al respecto. Creo que ha estado muerta por un tiempo.

    ¿Cómo pasó? ¿Ella se cayó? ¿Ataque al corazón? ¿Accidente vascular?

    recibió un disparo

    ¡¿Disparo?!

    Bueno, al menos eso es lo que parece, justo en el pecho.

    "¿Alguien le disparó a Maggie McFarland?"

    Estoy seguro, Matt.

    No tiene ningún sentido. ¿Quién mataría a Maggie?

    ¿Matt?

    ¿Sí?

    ¿Vienes?

    Sí... sí, susurré. Estoy... estoy en Wagon Tracks. Llegaré tan rápido como pueda.

    Bueno. Te veré luego.

    Cerré la tapa del teléfono y lo puse en el bolsillo de mi chaleco. Lentamente me tambaleé en la línea del sedal, corté la mosca y la coloqué en una caja de moscas seca. Todavía estaba en estado de shock. ¿Por qué alguien querría dispararle a Maggie McFarland? Tuvo que haber sido algún tipo de accidente.

    Mientras avanzaba hacia la orilla, otras posibilidades pasaron por mi mente. ¿Qué pasa si no fue un accidente? Podría haber sido un robo? Nah, eso no tiene ningún sentido. Maggie era una anciana sin dinero; y, además, ¿qué harían, seguirla todo el camino desde la ciudad y luego asaltarla? Eso tiene aún menos sentido. Tal vez, era alguien cazando mapaches? Eso era posible, pero ¿por qué no pidieron ayuda? Los accidentes suceden. Se explicaría. Pensé en el vicepresidente Cheney. Nop. La temporada de mapache estuvo cerrada hasta octubre, por lo que tampoco pudo ser. No. Tenía que ser un asesinato, pero ¿por qué?

    Diez minutos más tarde, arremetí mi Jeep detrás del Pathfinder de Bobcat en el otro extremo de la vieja Ruta 17, que corría junto al río Beaverkill, justo debajo de la propiedad que contenía los restos del otrora señorial hotel. Enfrente se encontraba un área de estacionamiento de la nueva construcción para pescadores con mosca que desean acceder a Ferdon's Pool y Barnhart's Flat. Desde su construcción, lo había visto como un perjuicio para la pesca, en lugar de la mejora que sus creadores habían previsto. En los viejos tiempos, solo los más comprometidos estaban dispuestos a hacer la caminata por el bosque para alcanzar esas aguas sagradas. Ahora, pensé, cualquier idiota puede mojar una línea. Recientemente, sin embargo, volví a evaluar mi apresurado juicio. Seré viejo algún día, pensé, y tal vez para entonces agradecería la conveniencia que brinda el acceso. Pero ahora mismo era irrelevante; la única pesca en mi futuro inmediato sería para el asesino de Maggie.

    Mientras subía apresuradamente la ladera hacia las viejas y quemadas ruinas de Artemis, me imaginé cómo debería haber sido en su apogeo, cuando abrió sus puertas por primera vez en 1887. Había visto fotografías del lugar; y fue maravilloso. La arquitectura federalista había sido popular en ese momento, y el hotel era un ejemplo clásico de ese estilo sobrio, representado en revestimientos de tablillas pintados de blanco con veintiuna habitaciones, un gran comedor, una sala de lectura y una hermosa entrada que siempre estaba ocupada por visitantes sentados a la sombra, bebiendo limonada o té helado.

    Antes de que su rival, el Antrim Lodge, se construyera en 1890, el Artemis era el principal establecimiento de este tipo en el corredor entre Monticello y Binghamton. Los deportistas ricos solían viajar en tren desde la ciudad de Nueva York para quedarse allí y pescar en las aguas llenas de truchas de Beaverkill y Willowemoc, sus esposas se contentaban con socializar en el opulento comedor o sentarse tranquilamente en la sala de lectura, absortas en novelas picantes. Se ubicaba en lo alto de la colina que daba al bosque frente al río. Los clientes masculinos, vestidos con trajes de lana, podían caminar por la calle en la tarde para pescar, y luego regresar al hotel esa noche para que un chef entrenado les preparara la pesca.

    Una vez que el Antrim abrió sus puertas, sin embargo, el Artemis paso a segundo lugar hasta que un incendio lo quemó casi hasta los  cimientos en 1944, en

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