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La odisea del libro: la transición digital: Guía para autores, editores, libreros y bibliotecarios
La odisea del libro: la transición digital: Guía para autores, editores, libreros y bibliotecarios
La odisea del libro: la transición digital: Guía para autores, editores, libreros y bibliotecarios
Libro electrónico168 páginas2 horas

La odisea del libro: la transición digital: Guía para autores, editores, libreros y bibliotecarios

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Información de este libro electrónico

"La odisea del libro" es una reflexión sobre el futuro del sector editorial y una guía de consulta para los profesionales que trabajan en él. En apenas 180 páginas de ágil lectura, propone a autores, editores, libreros y bibliotecarios toda una serie de estrategias prácticas para adaptarse al reto digital. Así, aúna análisis teóricos con consejos útiles y concretos. Incluye fichas descargables y ejercicios para ayudar al autor a encontrar nuevos lectores, al editor a relanzar sus sellos, al librero a reinventar su espacio y al bibliotecario a conectar con las nuevas necesidades de sus usuarios. ¡Es el kit básico para los profesionales del libro que quieren actualizarse!

Más allá del éxito o fracaso del ebook, la mutación desencadenada por la digitalización de los contenidos y por las redes sociales ha significado un cambio de paradigma cultural ineludible, que hace ineludible una refundación de la industria editorial, y sobre ello se pregunta el autor, Antonio Pérez-Adsuar. ¿Cómo podemos sobrevivir en un contexto en el que cada vez menos personas quieren pagar por el contenido?, ¿es posible reiniciarnos como profesionales para seguir conectando con el neo-lector del siglo XXI? Esta obra te ayudará a cambiar de perspectiva y a conocer las últimas tendencias puestas en práctica por los actores más dinámicos del sector en todo el mundo. ¡Una lectura imprescindible!
IdiomaEspañol
EditorialDiëresis
Fecha de lanzamiento23 nov 2016
ISBN9788494628900
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    La odisea del libro - Antonio Pérez-Adsuar Belso

    Premisas iniciales: actitud proactiva y futuros del libro

    «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo», decía el filósofo madrileño José Ortega y Gasset. ¿Cuál es la circunstancia, amigos, del sector del libro a día de hoy? ¿Queremos realmente entenderla y, gracias a esta comprensión, salvarla?

    Creo firmemente que podemos aseverar que la situación actual, el momento presente en el que se encuentra la industria editorial, se ve marcado completamente por la revolución digital.

    Y el ciber-cambio, en contra de lo que muchos piensan, no pasa únicamente en el cosmos libresco por el libro electrónico. Estamos ante una mutación estructural, ante un cambio de paradigma cultural ineludible. El mayor o menor éxito del ebook no hará variar este destino ineluctable que afecta a todos los órdenes de la cultura, la sociedad, la educación, el comercio y el consumo.

    Muchos editores y agentes del sector editorial en general se consideran guardianes del libro. Del «Libro» en mayúsculas, entendido como sinónimo de cultura. Ven en todo lo digital la huella horrenda de la barbarie. No puedo estar más en desacuerdo con esta forma de ver las cosas, por eso he escrito el texto que ahora leéis.

    Desde mi punto de vista el sector editorial debe llevar a cabo una profunda «transición digital» (Manuel Gil y Martín Gómez¹). Nos enfrentamos, sobre todo como industria, a una dicotomía radical. O nos refugiamos en nuestro búnker exquisito defendiendo con pesimismo un modelo cada vez más obsoleto y lamentándonos a cada instante por el marasmo de incultura que nos hunde, o cambiamos para dar a luz un mundo nuevo y diferente, donde la lectura y los libros sigan acompañando a una humanidad que avanza.

    Si optáis por la segunda opción, os pido que me acompañéis. Lo primero que trataremos de hacer es comprender el contexto social e informacional en el que nosotros y nuestros lectores vivimos inmersos.

    La industria del libro debe cambiar, la mutación digital provoca transformaciones ineludibles

    ¿En qué era vivimos?: cosmos-red y sociedad líquida

    ¿Cómo es hoy ese mundo del siglo XXI al que lanzamos textos? La sociedad-red que describió Manuel Castells² ha llegado, vivimos plenamente inmersos en ella. La maraña virtual que nos interconecta nos acompaña, ubicua, a cada paso. Nuestra realidad se construye cada vez más en algún no-lugar intermedio, en un punto en el que confluyen nuestras vidas offline y online. Pensad, por ejemplo, en el cosmos vivido por cualquiera de nosotros cuando andamos por la calle mirando nuestros smartphones.

    Siempre fue el hombre un ser de representaciones, una criatura que vivió lo real a través del signo. Aquella antigua idea que equiparaba lo virtual con lo irreal ha quedado totalmente obsoleta. Los seres humanos cada vez nos relacionamos más a través de máquinas y menos directamente (Sherry Turkle³) y esta tendencia no hará sino aumentar, teniendo este hecho consecuencias desconocidas aún. También son los robots y algoritmos los que, de manera ya cotidiana, nos presentan los libros que buscamos.

    Es nuestro universo además, como bien dijo Zygmunt Bauman⁴, líquido. Todo cambia a cada instante, todo es precario, gaseoso, mutable, incierto. Las instituciones políticas nacionales y globales, los medios de comunicación, las estructuras de acogida de las religiones… todo está en cuestión. Vivimos en un mundo de todos y de nadie (Daniel Innerarity⁵), en el que cada cual se refugia en su tribu de pares más segura.

    Moramos así mismo en colectividades hiperconsumistas, con una oferta abrumadora de productos y servicios, que también afecta a la esfera de las industrias culturales. Los ritmos de la compra-venta dan sentido a todo lo social. El espectáculo y el entretenimiento se engarzan con el comercio hasta volverse un todo (Lipovetsky y Serroy⁶).

    Un mundo lleno: avalancha de contenido, desplazamiento del valor e incidencias en materia educativa

    Pues bien, autores, editores, libreros o bibliotecarios, como profesionales del mundo del libro en general, tenemos que hacer un esfuerzo para saber interpretar el momento social en que desarrollamos nuestra labor. Si comprendemos este contexto antes descrito y acertamos a intuir los cambios que provoca en nuestro particular universo del libro podremos adaptarnos y seguir conectando con aquellos que sostienen y dan sentido a nuestro trabajo.

    Nuestra civilización-red ha alumbrado Internet, esa torre de Babel que nos enlaza a todos. Gracias a las nuevas tecnologías todos los ciudadanos hoy pueden publicar, la humanidad entera pasa a poder convertirse fácilmente en emisora de mensajes. Las barreras de acceso desparecen casi del todo aunque no estamos ante una desintermediación como algunos piensan sino ante unas nuevas intermediaciones.

    ¿Cuál es el resultado que más nos atañe a las gentes del libro, a aquellos que emitimos textos en general?: sin duda la avalancha de contenidos, que podemos evocar acudiendo a la expresión metafórica de content shock.

    De pronto pasamos de la escasez a la abundancia, a un mundo lleno, inundado por ofertas infinitas que nos abruman. El ruido, ciertamente, se multiplica y es muy difícil diferenciarlo de la señal, de la propuesta con sentido y significado para nosotros.

    En este nuevo safari de contenido al lector le asaltan nuevas preguntas: ¿dónde está el valor real, el valor para mí?, ¿cómo encuentro aquello que es verdaderamente válido e interesante?, ¿cómo accedo a ello y a través de qué agentes? No olvidemos además una cuestión en absoluto menor: muchas propuesta de calidad que encontramos en la red son gratuitas. Por lo tanto, emerge otra cuestión en la mente del saturado lector del siglo XXI: ¿vale la pena pagar por este contenido? ¿Cómo sé, antes de retribuir al creador, que lo que estoy adquiriendo es de calidad y se ajusta a mis necesidades únicas y personales?

    En mi opinión, el valor en este universo repleto se desplaza de la información, del contenido, al contacto humano, al calor de la conversación y, a su vez, a la solidez, prestancia y rotundidad sensorial del objeto físico. Y es lógico, amigos… Ante tanta inmaterialidad-flujo y tanta impersonalidad algorítmica y comunicación vacía, el lector/usuario/consumidor/ciudadano buscará aquello que no encuentra en las redes. Como veremos más adelante, ésta es, creo, una de las principales oportunidades de un sector editorial que debe comprender el nuevo rol que ha de jugar.

    Considero importante dejar claro que en gran parte estoy proponiendo un enfoque que vaya llevando a la industria del libro hacia una mayor oferta de servicios. Hay que abrirse a concebir nuestras propuestas de valor de otra forma, considerando por ejemplo el libro como un servicio (book as a service). De esto hablaremos más en el siguiente capítulo en el que nos preguntamos: ¿qué es un libro en el siglo XXI?

    Un par de apuntes más para terminar este subapartado: si el alud de contenido es tan monstruoso, lo que pasa a ser realmente escaso es el tiempo. Estamos inmersos en la denominada economía de la atención.

    Las audiencias, además, se hiperfragmentan. Es cada vez más difícil hacer marketing de masas en este mundo inundado y puntillista. El desorden digital (Anaclet Pons⁷) ha trastocado todo y aparecen nuevos espacios de prescripción como blogs, redes sociales o webs especializadas.

    ¿Está la familia del libro preparada para embarcarse en esta travesía, para esta odisea? A mi modo de ver vivimos una contradicción radical, que nos contrapone estructuralmente al mundo-red. Tendemos a ser defensores de lo inmutable, del orden clásico, del canon. Queremos seguir siendo fieles a Parménides en una cultura-mundo atravesada por los flujos, por lo inestable, por las querencias de Heráclito en definitiva.

    Desde mucho antes de Gutenberg, y a este respecto sería muy interesante hacer una reflexión histórica y profunda de la historia del libro milenios antes de la imprenta⁸, nuestro oficio se ha caracterizado por la voluntad de encerrar los textos dentro de una estructura, dotarlos de orden y marcadores fijos de sentido. Hoy, con el advenimiento de la red, todo se vuelve fluido, rompiendo así el más puro núcleo de nuestra propuesta.

    Este aspecto tiene una especial incidencia en el ámbito educativo, ya que el libro ha sido y continúa siendo en gran medida la forma de trasmisión de conocimiento más privilegiada.

    La deriva que tome la industria editorial marcará el porvenir de la lectura y de la educación. Si los materiales digitales se acaban imponiendo en el ámbito educativo, es muy posible que los contenidos que usaremos en nuestras aulas sean generados por empresas tecnológicas como Microsoft y Google.

    Si por el contrario la industria editorial sabe mantener su posición actual, la educación se seguirá basando en mayor grado en la utilización de textos más o menos fijos, que aunque puedan ser leídos en pantalla, mantengan una concepción del saber más estable.

    Por tanto, ¿hemos de ajustarnos a los nuevos tiempos y abrir el libro dejando que nos lo subvierta lo digital y aprovechando las posibilidades de las nuevas tecnologías? ¿Hemos de reafirmarnos en nuestra esencia y apostar por el libro como «artefacto inmutable»? (Craig Mod⁹). Abordaremos un intento de respuesta en el capítulo siguiente.

    Pero finalicemos antes este apartado introductorio sobre nuestro contexto social e informacional yendo un poco más allá y analizando la figura central, en mi opinión, que nos permitirá cambiar nuestra mentalidad y realizar con éxito la transición digital: el lector.

    El neolector: empoderamiento, infidelidad y eclecticismo

    En el panorama civilizatorio descrito más arriba, nuevos lectores, diferentes a los anteriores, van surgiendo. La industria editorial, poco acostumbrada a tratar al que en último término la sustenta, ha olvidado siempre al lector. Insisto en lo que dije justo más arriba: los leedores deben ser el centro de nuestra propuesta como autores, editores, libreros y bibliotecarios; hemos de tenerlos en cuenta en todo momento ya desde el inicio del proceso creativo y hasta la comercialización postrera en que les entregamos el libro.

    La industria editorial ha sido tradicionalmente contenido-céntrica (Santos Palazzi¹⁰). Hoy nos encontramos ante un lector que caracterizaría con el acrónimo LUC: es Lector pero también Usuario, Consumidor y Ciudadano.

    ¿Cómo son los entes leyentes hoy?:

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