El consumo actual de cultura plantea una encrucijada que se viene señalando desde hace años: gracias a las plataformas digitales, la posibilidad de ver películas, escuchar canciones o leer libros es más simple que nunca, pero la amplitud de la oferta no siempre garantiza buenos resultados. Algunos apuntan a la lógica de los algoritmos, que suelen sugerir caminos fáciles, ya transitados; otros se dan por vencidos, sin saber qué elegir y qué descartar.
La lectura requiere de tiempo y dedicación, es una actividad que no se lleva bien con los estímulos permanentes de esta era hiperconectada. Tal vez eso explique el éxito de los clubes