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Peronismo y liberación nacional
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Libro electrónico376 páginas5 horas

Peronismo y liberación nacional

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Cuando este libro concluye [enero de 1973], todavía no se habían realizado las elecciones que llevarían a Cámpora, por un tiempo fugaz y trágico, a la presidencia nacional. La fuerza de Peronismo y liberación nacional está tanto en el lenguaje que lo sostiene como en el lenguaje que, en su ausencia, prefigura. Es un libro actual porque si no vemos la actualidad como un pequeño estilete de dolor que nos clava el pasado, no seríamos capaces de asumir el compromiso que nos propone este gran profesor de filosofía.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 jun 2017
ISBN9789873615955
Peronismo y liberación nacional
Autor

Conrado Eggers Lan

Conrado Eggers Lan (Buenos Aires, 1927-1996) fue un filósofo comprometido con la sociedad y con la política que la condicionaba. Egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires (medalla de oro 1945), profesor de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (1950), se doctoró en la UBA (1976) poco después de que la última dictadura lo declaró prescindible de su cátedra. Especialista en filosofía griega, fundó el Instituto de Filosofía Antigua de la UBA, fue miembro vitalicio de la Sociedad de Promoción de Estudios Helénicos de Londres, formó parte del comité directivo de la Sociedad Internacional de Platonistas, fue distinguido en 1994 con el premio de la UBA a la producción científica y tecnológica. Formó investigadores en la UBA, en el CONICET y en otras universidades (nacionales y extranjeras). Tras su exilio en México fundó y editó con su equipo de la facultad, Méthexis (participación), Revista Argentina de Filosofía Antigua que actualmente sigue editándose en el extranjero.

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    Peronismo y liberación nacional - Conrado Eggers Lan

    citada

    Prólogo: Pasado y presente

    Horacio González¹

    No debe retirar su extrañeza el lector que consulte las páginas de este libro, que se dio a la imprenta en febrero de 1973. Es que una verdadera dificultad de la lectura es hacerse cargo de su enraizamiento en la historia. Cuando este libro concluye, todavía no se habían realizado las elecciones que llevarían a Cámpora, por un tiempo fugaz y trágico, a la presidencia nacional. Ni había vuelto definitivamente Perón, ni habían ocurrido toda la serie de acontecimientos de los que ya estamos al corriente, y que le han puesto su conocido sello de angustia a la historia argentina contemporánea. ¿Cómo leerlo entonces? ¿Cómo una pieza que en su pureza viene de un pasado donde lo peor aún no ha ocurrido? ¿Cómo un testimonio o un diario inteligente que lleva una persona atenta a las peripecias de un momento temporalmente encapsulado? ¿Cómo una crónica aguda a la que comprensiblemente le falta la porción de conclusiones que por fuerza él no podría conocer? ¿Cómo un ensayo nostálgico al que le otorgamos solo su vigencia por los hechos que ha visto, siendo indulgentes con el tramo más candente que no ha podido ver y nosotros ahora sí sabemos? Ningún lector le atribuye a un libro la responsabilidad de no haber incluido sucesos posteriores a su publicación. Un libro es un objeto de plena pero rara historicidad. Facundo es de 1845 pero al no haber visto la caída de Rosas, no suele importarnos tanto esa ausencia como la fuerza que contiene apuntando a ese hecho ausente en sus páginas pero al final, consumado en la historia. El lector retrospectivo, siente entonces el hecho como que ya hubiese estado insinuado, bosquejado entre las sombras invisibles de las páginas visibles.

    Conrado Eggers Lan no vio Ezeiza y los episodios controvertidos y obscuros que dieron por resultado la caída del tercer gobierno peronista. Pero se hace evidente que el libro adquiere su potencia testimonial, también y precisamente, por lo que ha quedado fuera del tintero. Usamos aquí esta gráfica expresión antigua, que de alguna manera significa que siempre hay un cierre, que todo lo que hacemos tendrá inevitablemente una posteridad que acontecerá como si dijéramos, fuera de horario. Después, es imposible para nuestro alcance. La fuerza de Peronismo y liberación nacional está tanto en el lenguaje que lo sostiene como en el lenguaje que, en su ausencia, prefigura. Leerlo por primera vez ahora, es como leerlo dos veces. Como sin haberlo leído entonces, lo supiéramos, lo palpáramos.

    Conocedor eximio de los escritos de Platón, especialista en el mundo griego, Eggers se lanzaba a reconstruir los acontecimientos argentinos ocurridos tan lejanamente a aquellos milenos que especialmente le interesaban, como si examinara las doctrinas de la caverna platónica, advirtiendo que estaba ante sombras que proyectaban su forma contra la pared aunque fuesen, no sin un tilde enigmático, perfectamente escrutables en el sentimiento histórico. Percibimos que era un agudo pensador de la mínima moralia de la historia, dando a las cosas el nombre de época sin el cual serían irreconocibles entonces, aunque hoy muchos de esos nombres se nos pierden en la penumbra de la memoria. Vastísima crónica de época, con semillas ingentes esparcidas de filosofía moral con un tenue complemento teológico, Eggers ve al cruce del río Matanza, el lluvioso día del primer regreso de Perón, como una anunciación o un peregrinaje.

    Nunca se imponen estas caricias alusivas a lo religioso, pero están. A la manera de Eggers. Como alusiones mínimas pero necesarias, para que el hecho histórico no se desfigure, pero también para que libere en algo su secreto encanto colectivo. Recuerdo a Eggers, en el patio de Independencia 3065, en un suave discurso, luego de una marcha estudiantil. Ante cientos de estudiantes sentados en el suelo o acuclillados, él decía… y esta enorme oración laica. Suave, alusivo, con la tenue religiosidad que presta el abrigo de sus metáforas, Eggers proponía la evocación sacramental de los actos colectivos sin estridencias ni catequesis.

    Era un verdadero hombre cristiano y un filósofo libre. Su repaso específico de los hechos lo hace a la luz del prisma de la época: el retorno de Perón. Obviamente, le tiene gran simpatía a esa figura, pero Conrado habla con la fuerza de su autonomía intelectual. Y con una autoridad que no era fácil poseer, ni antes ni ahora, desmenuza las diferentes versiones del socialismo, y nos trae los textos que leíamos y que no es ahora sin un roce de fuerte nostalgia –una fuerza evocativa que la da al presente el nervio de la melancolía–, que revemos el cortejo estremecedor de páginas escritas por Roberto Carri o por el entonces sacerdote del tercer mundo Rolando Concatti –entre tanto otros–, lo que finalmente va desembocando en reflexiones para nada usuales sobre los comportamientos de Perón y los signos de la época. Estos, para Eggers Lan, tienen la condición de la esperanza; severa esperanza, como voz menos proclamada que como hilo interno de todo el acontecer cotidiano.

    No se equivoca al valorar los rápidos traslados de las conciencias de izquierda hacia los dominios nacional-populares. Son estrictos sus razonamientos sobre algunos grupos estudiantiles, que en esos amplios callejones de la historia, superan las necesarias cautelas, quiebran la sophrosyne helénica, y de una ortodoxia pasan bruscamente a la opuesta. Pero todo ocurre enlazado por una reflexión que pone los hechos en perspectiva, no rehuye tomar posición y avanza hacia los núcleos esenciales de la época –él, que había sido antiperonista, y luego profesor del Colegio Militar, según cuenta en los pocos rasgos autobiográficos que pudorosamente se dicen como al pasar–, lo que lo lleva a escribir páginas muy precisas sobre el mito Perón y sobre todo el ciclo que comienza en 1945. El de Eggers es un pensamiento que va al centro de las cosas, nunca centrista, como se escuchaba decir en aquellos momentos.

    Vamos a decir que su pensamiento sobre la Universidad –la crítica al cientificismo, y su vástago conflictivo, la sociología, crítica amparada en los célebres trabajos de Oscar Varsavsky de la época–, tiene especial actualidad. Pero insistimos en aquella actualidad específica que posee este libro. Es actual no porque no haya palabras que no cambiaron de sentido, en el gran mar de aquellas que dejaron de pronunciarse. Es actual porque si no vemos la actualidad como un pequeño estilete de dolor que nos clava el pasado, esto es, como el propio pasado rampante cuyas espinas llegan quedamente a nosotros, no seríamos capaces de asumir el compromiso que nos propone este gran profesor de filosofía. Experimentar en nosotros mismos el peso de la angustia que puede haber sepultado muchas palabras o haberlas cambiado por otras. Leer un verdadero libro o leer de verdad, supone alguno de estos sentimientos.

    Buenos Aires, noviembre de 2013

    ¹ Sociólogo, Doctor en Ciencias Sociales (Universidad de San Pablo, Brasil), docente universitario desde 1968 (época en que integró las Cátedras Nacionales), titular en Sociología de UBA, y catedrático en las universidades nacionales de Rosario y de La Plata, entre otras. Desde 2005 se desempeña como director de la Biblioteca Nacional. Entre sus obras mencionaremos La ética picaresca (1992), El filósofo cesante (1995), Arlt: política y locura (1996), La nación subrepticia: lo monstruoso y lo maldito en la cultura argentina (con Eduardo Rinesi y Facundo Martínez, 1998), Restos pampeanos. Ciencia, ensayo y política en la cultura argentina del siglo XX (1999), Retórica y locura. Para una teoría de la cultura argentina (2003), Kirchnerismo, una controversia cultural (2011), Genealogías. Violencia y trabajo en la historia argentina (2011), Lengua del ultraje. De la generación del 37 a David Viñas (2012).

    Estudio preliminar

    Luciano Barreras²

    I

    Para muchos lectores jóvenes (que imaginamos provenientes del campo de la filosofía y de los estudios clásicos) Peronismo y liberación nacional resultará una sorpresa: el nombre de su autor se mantuvo fuertemente asociado, en la circulación académica de las últimas décadas, a la filosofía antigua, particularmente a Platón³. Incluso sorprende, a nuestro lector imaginado, que el autor haya dictado clases de Antropología Filosófica y Filosofía de la Historia, también en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, durante la primera mitad de la década del ‘60. Pero la sorpresa funciona también en otro sentido: los grandes temas de la agenda teórico-política del período son tratados con gran solvencia en sus páginas: desde asuntos de corte más bien teórico como el marxismo humanista, el concepto de clase y lucha de clase o la sociología del conocimiento, hasta cuestiones que corresponden a un registro más histórico, articuladas a partir de las ideas de imperialismo y dependencia: el financiamiento del golpe del ‘55, el ingreso de capitales extranjeros, la cuestión petrolera, el papel de los sindicatos y de los factores de poder en el período que sigue al derrocamiento de Perón.

    En este sentido podemos decir que Eggers Lan encarna una figura intelectual que al mentado lector de hoy se le aparece como una rareza: un profesor que escapa al ámbito de su experticia (como se empezó a decir en la universidad que surge luego del ‘55), para ocuparse de los problemas seculares, para comprometerse (otro término caro al período). Para los lectores de la primera edición de este libro, sin embargo, no había nada sorprendente: Eggers ya había publicado dos ensayos políticos en la editorial Jorge Álvarez: Cristianismo, marxismo y revolución social, en

    1964 y Cristianismo y nueva ideología en 1968, textos antecedidos por una conocida polémica con León Rozitchner, que circuló por dos números de Pasado y Presente entre 1963 y 1964. Otros títulos importantes fueron los publicados por la editorial Búsqueda: Violencia y estructuras (incluido en esta colección junto con Cristianismo y nueva ideología) de 1971, Izquierda, peronismo y socialismo nacional, de 1972 y el aquí en cuestión, Peronismo y liberación nacional, que ve la luz a principios de 1973 y presenta cuestiones elaboradas en la última década (incluso más si tomamos en cuenta artículos publicados en el diario tucumano La Gaceta entre 1958 y 1962⁴) pero que a la vez está marcado por las circunstancias políticas inmediatas: la presidencia de Lanusse, el GAN, el retorno de Perón, la inminencia de las elecciones que terminarían por coronar a Cámpora como presidente.

    Una de las marcas distintivas del texto es la fuerte continuidad entre el trabajo de su autor como experto en el mundo griego antiguo y su compromiso político expresado en los ensayos arriba enumerados, no sólo porque la metodología y el análisis conceptual utilizado en ambos casos es similar, sino sobre todo por la actitud vital comprometida que atraviesa todo su trabajo:

    en realidad, en todos mis libros tomo partido, partido apasionado. Ni cuando escribo sobre Platón dejo de asumir un compromiso, porque si no, estaría traicionando al mismo Platón, que fue un filósofo comprometido y apasionado en su compromiso.

    El plan de la obra, que en parte adelantamos y que Eggers explicita al comienzo del último capítulo, consta de tres partes: los primeros cuatro apartados conforman el basamento teórico del volumen; los siguientes tres son una descripción e interpretación histórica del período que va desde 1943 hasta 1972, año del primer retorno de Perón; los cuatro siguientes se internan en la descripción y análisis de los actores (como el movimiento obrero, la Iglesia, la Universidad y los intelectuales, las Fuerzas Armadas y los empresarios) que pueden desempeñar roles decisivos en el proceso político argentino.

    II

    Tanto en el registro histórico como en el teórico aparece con mucha insistencia un diálogo con el marxismo y con la izquierda en general: con la obra de Marx en el capítulo 3 (en donde se rescatan las concepciones humanistas presentes en los manuscritos de 1844, así como también lo plasmado en los Grundrisse⁵), con Trotsky y Mao Tse-Tung a propósito de la cuestión nacional, en ese mismo capítulo y el siguiente. La lista además incluye a importantes intelectuales de la nueva izquierda⁶ argentina: Juan Carlos Portantiero, con quien discute a propósito de las consideraciones de Marx y Engels acerca de la acción de Inglaterra y Estados Unidos en el luego denominado Tercer Mundo; Ismael Viñas, a quien le objeta la caracterización del peronismo como nacionalismo burgués; por último (para cerrar una lista que podríamos extender) el trotskista Milcíades Peña, con quien discute a propósito de su caracterización del vínculo de Perón con Inglaterra durante su gobierno, el cual, según Peña, habría sentado las bases de 20 años de estancamiento argentino.

    El comienzo de este diálogo con la nueva izquierda (y a veces izquierda a secas) marxista coincide con el período de la isla democrática, esto es, de la universidad que surge luego del derrocamiento de Perón, que desde un comienzo presenta como marcas distintivas la desperonización de la institución y la modernización de sus actividades. Si lo primero suponía, al menos para los que llevaron a cabo estas tareas, la eliminación de grupos clericales y nacionalistas, lo segundo era inescindible de una ideología del desarrollismo que otorgaba a la ciencia un papel esencial en el desarrollo de la economía. La traducción de esta concepción al plano de las humanidades coronó a las ciencias sociales como disciplinas centrales. La carrera de sociología, creada hacia 1957, conformaría uno de los símbolos más acabados de esta modernización con su marcada tendencia hacia la investigación empírica y una influencia fundamental del funcionalismo norteamericano (y habría que agregar que los fondos para financiar investigaciones tuvieron en más de una oportunidad un origen también norteamericano).

    Durante la primera mitad de la década del ‘60 comienza a crecer la crítica a estas concepciones desde diferentes registros. El propio Eggers publica en 1969 un ensayo al respecto en el volumen colectivo Desarrollo y desarrollismo⁷. El capítulo 10 de Peronismo y liberación nacional continúa con esta crítica a una de las manifestaciones más notorias de la universidad posperonista: el cientificismo, cuya neutralidad ideológica es leída desde una clave antiimperialista que vincula algunas de las investigaciones realizadas con intereses político-militares concretos de los Estados Unidos. En líneas generales, durante el período en general y para las discusiones que están en juego en este contexto particular, podríamos decir que si la defensa del cientificismo se ejerce desde una tónica desarrollista, su crítica se facilita desde las claves que proporciona la teoría de la dependencia.

    Como es sabido, la suerte de la isla democrática se cierra en julio de 1966, en la Noche de los bastones largos, violento episodio seguido por renuncias masivas y cesantías que permiten el acceso de nuevos actores a la universidad, entre ellos sectores nacionalistas y antiimperialistas que fundarán poco tiempo después las cátedras nacionales, cuyos primeros impulsores fueron el cura tercermundista Justino O’Farrell y el historiador revisionista Gonzalo Cárdenas, ambos provenientes de la Universidad Católica Argentina. La descripción de la experiencia de las cátedras nacionales como un encuentro entre peronismo, marxismo y catolicismo parece ser refrendada incluso por alguien lejano a ellas, como Torcuato Di Tella:

    Producida la intervención a la Universidad de Buenos Aires, en 1966 se sucedió un período de interregno, y luego, en 1967, el padre Justino O’Farrell se hizo cargo de la intervención en la carrera de Sociología. Su condición de católico hizo pensar a las nuevas autoridades que sería confiable; de hecho, sin embargo, se produjo en él y en un grupo de colaboradores una radicalización hacia el nacionalismo, el peronismo y en muchos casos hacia una simbiosis con el marxismo.

    Esta descripción general alcanza para explicar la proximidad de Eggers con las cátedras nacionales y sus publicaciones cercanas, como Envido y Antropología 3er Mundo, donde publica una nota⁹. El sistema de citas del libro evidencia también este vínculo: se refieren trabajos de Fernando Álvarez y Juan Pablo Franco (a quienes también pone a dialogar con los marxistas Juan Carlos Esteban e Ismael Viñas), así como un libro de Roberto Carri, Sindicatos y poder en la Argentina; además, el reconocimiento se explicita en el capítulo 10, dedicado a las cuestiones universitaria, científica y cultural, en donde se recuperan elementos de su experiencia y se refiere la autocrítica por ellas efectuada. Unos meses después de publicado este libro, luego del triunfo de Cámpora en las elecciones nacionales y bajo el decanato de O’Farrell, Eggers será nombrado director de la carrera de Filosofía, en Sociología asumirá Juan Pablo Franco (miembro de las cátedras nacionales), en Historia Rodolfo Ortega Peña, abogado de causas sindicales y políticas, historiador revisionista y peronista revolucionario y en Letras Francisco Urondo, ligado a Montoneros. Una recorrida por los programas dictados muestra las marcas de las preocupaciones de la coyuntura: El problema de libertad y la violencia desde Sócrates hasta Cicerón fue el encabezado del programa de Antigua presentado por Eggers en el primer cuatrimestre del ‘72 (es decir, inmediatamente antes de la publicación del libro). En él podemos reconocer tópicos que reaparecen, trasmutados, en Peronismo y liberación nacional y que pertenecen a las discusiones que por entonces se libraban: "violencia y liberación en la alegoría de la caverna (Rep. VII. 514ª- 521b), liberación individual y liberación colectiva; liberación aquí y liberación en el más allá (Rep. VII 519c, 521c, 539e-540c […] Fedón, 64d-68b, 80a-83e, 107c-114d), o política científica y ciencia politizada: ciencia y libertad en Alejandría", son algunos de los puntos recorridos.

    La hegemonía peronista lograda en 1973 al interior de la por entonces rebautizada Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires viene a coronar el proceso de peronización de las clases medias, acelerado a partir de 1966 cuando el fin de la isla democrática y el destino compartido de represión incrementan la sensación de solidaridad entre los estudiantes y el peronismo. Alcira Argumedo, otra de las protagonistas de las cátedras nacionales, relata que:

    En 1966 con la intervención de la universidad, muchos de nosotros habíamos empezado a tener contactos con el peronismo a través de una militancia barrial. […] Yo recuerdo que fue una ayuda muy grande para la politización estudiantil, ya que al estar proscrito vos igual que los sectores trabajadores, esto te sacaba el privilegio respecto de los obreros. Esto facilitó, sacó el privilegio de la no proscripción, por que acá cuando se rompe la famosa campana de cristal de los estudiantes universitarios que vos tenías y que te permitía que, cuando entrabas a la universidad la policía no te podía tocar. Había un cierto privilegio que se pierde en 1966 y empezamos a ligarla todos. Esto también facilitó el acercamiento a las luchas de los trabajadores. ¹⁰

    Eggers da cuenta de este acercamiento de los estudiantes de clase media al peronismo en el capítulo 10, en el que menciona el crecimiento de organizaciones estudiantiles cercanas al peronismo, como la Unión Nacional de Estudiantes y el Frente Estudiantil Nacional. Asimismo señala que en 1969, entre mayo (cuando se produce el Cordobazo) y agosto, tras las revueltas universitarias, el llamado al diálogo por parte del gobierno militar cae en saco roto porque eran muchos los universitarios que entre tanto habían tomado contacto con el pueblo peronista, a través de los sindicatos, a través de la lucha callejera, y advirtieron que la batalla no se libraba –como habían creído hasta 1966– en la Universidad ni entre universitarios. Tal vez la marca más notable de este proceso (estrechamente vinculado con otros diagnósticos, como el que señala el tradicional posicionamiento de los intelectuales argentinos, de espaldas al pueblo) al interior del libro sea la imagen del cruce del maloliente río Matanza, el 17 de noviembre de 1972, día de la vuelta de Perón: entre los miles que lo atravesaron, relata Eggers, había muchos universitarios, docentes y alumnos de filosofía, algo que hubiera sido inconcebible una década atrás. Si bien auspiciosa, esta aparente sutura entre intelectuales y pueblo es presentada con mesura por el autor, quien cierra la Advertencia preliminar con la siguiente pregunta:

    ¿Habrá que leer libros como éste o sobre los temas que dejo pendientes, para entender esta ‘irracionalidad’, o tendrá cada intelectual que cruzar su río Matanza?

    III

    Inmiscuido entre los registros teórico, histórico y ensayístico (en el que se analiza e interpreta el rol de los factores de poder en el proceso político argentino) se encuentra el capítulo 9, que no encaja con precisión en ninguno de ellos y a la vez presenta la nota diferencial del libro. Lo que se propone aquí Eggers es examinar las relaciones del peronismo con el cristianismo a partir de una recopilación de citas de la Biblia cuyo análisis no pretende ser, advierte, un examen teológico¹¹. Queda claro desde el principio que cuando habla de cristianismo no tiene en mente a las jerarquías eclesiásticas (con quien Perón, nos recuerda sobre el final de este capítulo, había pactado en 1945), por el contrario, la vía de entrada para pensar este vínculo consiste en un rastreo de la noción de pueblo presente en la Biblia (usualmente asociado con otros términos: pueblo de Dios, pueblo elegido, mi pueblo). ¿Cuál es la idea que de él presenta?:

    "el ‘pueblo’ que en el Éxodo apiada a Moisés primero y a Dios después –según la cronología literal de los episodios narrados allí- habría de estar constituido por gente marginada, muy posiblemente proveniente en buena parte de zonas limítrofes o vecinas, como la Palestina y el Sinaí, algo así como la formada por los braceros bolivianos en el norte argentino."

    Como lo evidencia la última frase, el trabajo con las fuentes bíblicas supone una traducción en términos de los conflictos seculares argentinos y latinoamericanos. Este procedimiento caracteriza a este capítulo y a la lectura de la Biblia allí implicada¹²: a continuación de la cita arriba referida, Eggers agrega que en este contexto (en el Éxodo) se trata de un pueblo que todavía no se ha convertido en nación, y la promesa es justamente llegar a ser una nación santa: lo que liga al pueblo es la solidaridad en la lucha por la liberación, en la que lo guía Moisés. De modo que pueblo de Dios, traduce Eggers, alude a "pueblo como conjunto solidario y comprometido en su liberación. Más adelante asocia mesianismo e imperialismo y enumera las conductas que pierden a Israel: el mercantilismo y el afán de enriquecimiento (fácilmente homologables a conductas burguesas) lo conducen a la ruina. Luego explaya un conjunto de citas que buscan mostrar la actitud pregonada por Jesús frente al poder basado en el dinero y en las armas, mucho más cerca de un socialismo humanista que de cualquier otra posición ideológica".

    Este humanismo se define de modo más claro sobre el final del capítulo, cuando trae a colación un documento de los Sacerdotes para el Tercer Mundo, en donde el teólogo Lucio Gera define al sacerdocio como un servicio a Dios y al Hombre (antes que al obispo o a la institución). Este sacerdocio está asociado a una idea de compromiso con la que Eggers, en tanto peronista y católico, parece identificarse: la solidaridad con la suerte del oprimido que, lejos de ser sólo testimonial, supone el enfrentamiento con el opresor, esto es, supone asumir una situación antagónica que es la de todo oprimido y, por lo tanto, asumir la posibilidad de ser reprimido y violentado. Es esta es la idea de compromiso que permite reencontrar el sentido de la expresión bíblica pueblo de Dios, cuya base crece, nos dice Eggers, en los pueblos del Tercer Mundo.

    Buenos Aires, noviembre de 2013

    ² Doctorando en filosofía (UBA), docente de la cátedra de Pensamiento argentino y latinoamericano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

    ³ Entre otras, sus traducciones de Fedón, Critón y Apología de Sócrates (acompañadas de introducción y notas) continúan circulando, pero conforman sólo una parte de su trabajo en este campo. En la bibliografía incluida al final el lector encontrará una recopilación que intenta ser exhaustiva.

    ⁴ Referido en Eggers Lan, C. (1964): Respuesta a la derecha marxista. En revista Pasado y Presente, Nº 4, enero-marzo de 1964. Córdoba; pág. 322.

    ⁵ El trabajo con la obra de Marx data de un período, cuanto menos, relativamente temprano en la trayectoria intelectual de Eggers: en la bibliografía del programa de Filosofía de la historia, dictado el segundo cuatrimestre de 1964, propone la lectura de fragmentos de La ideología alemana, los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, y la Dialéctica de la naturaleza, de Engels. El programa denota además algo que ya había aparecido en la discusión con Rozitchner: el manejo de los textos de Marx en idioma original.

    ⁶ Compuesta por intelectuales jóvenes y que designa, como dice Oscar Terán, a aquella que o bien rompía o bien nacía desde el vamos separada del tronco de la izquierda tradicional conformado básicamente por los partidos Comunista y Socialista. Terán, O. (1993): Nuestros años sesenta. Buenos Aires, El cielo por asalto; pág. 95.

    ⁷ Eggers Lan, C. (1969): El problema de la metodología del desarrollo. En Desarrollo y desarrollismo. Buenos Aires, Galerna.

    ⁸ Di Tella, T. (1980): La sociología argentina en una perspectiva de veinte años. En Desarrollo económico, Vol. 20, Nº 79, citado en Faigón, Miguel (2007): Representaciones de la sociología universitaria argentina en los ’60: de la ‘sociología científica’ al ‘pensamiento nacional y popular’. En Rubinich, Lucas (ed.), 50 Aniversario de la Carrera. VII Jornadas de Sociología. Pasado, presente y futuro 1957-2007, (publicado en CD). Los programas de las cátedras nacionales dan cuenta de una biblioteca que incluye desde la teoría de la dependencia de los brasileros Cardoso, Faleto y Theotonio dos Santos, hasta el nacionalismo antiilustrado de Jauretche, pasando por el revolucionario anticolonialista Frantz Fanon, historiadores revisionistas argentinos (Scalabrini Ortiz, José María Rosa), peronistas de izquierda como John William Cooke y los representantes de la llamada izquierda nacional (Abelardo Ramos, Hernández Arregui, Puiggrós); así como también textos clásicos de Marx, Engels, Mao y Lenin, a los que se agregan textos del Che Guevara y Juan Domingo Perón. Otros integrantes de la experiencia de las cátedras nacionales fueron: Alcira Argumedo, Horacio González, Juan Pablo Franco, Fernando Álvarez, Gunnar Olsson, Ernesto Villanueva, Roberto Carri, Guillermo Gutiérrez, Jorge Carpio, Néstor Momeño, Norberto Wilner, Enrique Pecoraro, Sasa Altaraz, Marta Neuman, Lelio Mármora, Alejandro Peyrou, entre otros. Sobre este tema ver el artículo citado de Faigón y el de Aritz e Iciar Recalde (2007): Universidad y liberación nacional. Buenos Aires, Tiempos Nuevos.

    ⁹ Eggers Lan, C. (1969): Ideología, ciencia y estrategia. En Antropología 3er Mundo, Nº 2, mayo de 1969.

    ¹⁰ Testimonio reproducido en Recalde (2007): Universidad y liberación nacional; pág. 144.

    ¹¹ En el período hay presentes otras manifestaciones de acercamiento entre católicos y peronistas de izquierda. La publicación más significativa en este sentido fue Cristianismo y Revolución, que publica 30 números entre 1966 y 1971. De postura radicalizada, era cercana a los Sacerdotes del Tercer Mundo (con quienes Eggers dialoga en este capítulo 9), a las ya mencionadas cátedras nacionales (cuyos integrantes firman un documento en el Nº 22) y a Raimundo Ongaro, líder de la CGT de los Argentinos (CGTA), en cuyas comisiones de estudio colabora Eggers hasta 1969, y de las que se retira por estar en desacuerdo con la estrategia sindical (que daba poco valor a las reivindicaciones gremiales inmediatas).

    ¹² Para ser más precisos, el procedimiento está diseminado a lo largo de todo el texto, cada vez que se trabaja con fuentes bíblicas, por ejemplo en el capítulo 3, en el que presenta una suerte de retroversión de este trabajo de traducción: allí el autor afirma que la lectura de los textos juveniles de Marx lo ayudó a releer la Biblia en general, y el Nuevo Testamento en particular, en una clave humanista que rechaza la cosificación humana y ensalza la dignidad personal. A continuación, Eggers caracteriza este procedimiento de traducción como una integración, un amalgamiento de los valores en juego, en la medida en que esto sea posible.

    Bibliografía

    1. Del autor

    1.1 Artículos y capítulos de libro

    (1958): Fuego y Logos en Heráclito. En Humanitas, Nº 10. Tucumán.

    (1960): Die hodos polyphemos der parmenideischen Wahrheit. En Hermes, Nº 88. Wiesbaden.

    (1962): Cristianismo y marxismo. En Correo de Cefyl, Nº 2. Buenos Aires, octubre de 1962.

    (1963): Los dos caminos de investigación que podía concebir Parménides. En Philosophia, Nº 27.

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