Dietrich Bonhoeffer: Un teólogo a contratiempo
Por Eduardo Delás
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En el año 2006, celebramos el centenario del nacimiento de uno de los hombres cuyo pensamiento más ha fecundado el quehacer teológico de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, cualquier acercamiento a la comprensión de Bonhoeffer pasa por integrar vida y pensamiento, puesto que la suya fue siempre una «teología de rodillas» interpretada y encarnada desde el seguimiento de Jesús y la militancia en la iglesia. Esa y no otra, es la clave hermenéutica que nos permite situarnos en el lugar de observación correcto para acoger su visión del cristianismo. Su discurso docente y su vida inspirada en una insobornable piedad cristiana, merecen ser desenterrados y puesto al servicio del pueblo de Dios en el momento actual.
Understanding the Church from Christ
In the year 2006, we celebrated the centenary birth of one of the men whose thinking has most fertilized the theological thinking of the second half of the twentieth century. However, any approach to the understanding of Bonhoeffer lies in integrating life and thought, because his was always a “theology of knees” interpreted and incarnated from following Jesus and militancy in the church. That and no other, is the hermeneutical key that enables us to be at the correct point of observation to accept his vision of Christianity. His style as a teacher and his life inspired by Christian piety deserve to be unburied and placed at the service of the people of God in the present day.
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Comentarios para Dietrich Bonhoeffer
3 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Genial, uno de los pensamientos más centrados en la persona de Cristo y un escrito muy saludable de la verdad cristológica.
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Dietrich Bonhoeffer - Eduardo Delás
PRESUPUESTOS HISTÓRICO-TEOLÓGICOS
1. Teología contemporánea en el pensamiento protestante europeo
La teología protestante actual presenta las características del espíritu que alentó la Reforma. En ella ocupa un puesto relevante la Sagrada Escritura y, por consiguiente, los temas bíblico-exegéticos llenan gran parte de los libros de teología. Ha sido una preocupación constante de los teólogos protestantes repensar el mensaje bíblico en diálogo con la situación cultural circundante. Este hecho explica la evolución paralela de su teología con la del resto de las ciencias del espíritu, especialmente de la filosofía.
La filosofía decimonónica, con su carga de racionalismo e historicismo, y el existencialismo de entreguerras han acuñado la forma concreta como hoy se tematiza y formula la teología protestante. Por esquematizar de alguna manera, se pueden distinguir tres grandes períodos en nuestro siglo: El primero coincide con el primer cuatro de siglo. En él perdura la herencia teológica del siglo XIX. El segundo abarca el período de entreguerras e inmediata posguerra. Tiempo de crisis y transición. En él, una gran generación de pensadores ensaya un viraje radical contra la teología decimonónica y crean en conexión con la filosofía existencial, el original fenómeno de la Teología dialéctica y la Teología de la existencia. El tercer período se identifica con nuestro momento actual que, aún sobrepasando el contexto esencial de este trabajo, se distingue por ser un tiempo de asimilación y enfrentamiento de los problemas y soluciones ensayadas hasta aquí[1].
1.1. LA HERENCIA DEL SIGLO XIX
En la teología protestante del siglo XIX se deja sentir poderosamente el influjo del racionalismo, para el que las narraciones bíblicas y los fenómenos religiosos se reducen a una experiencia subjetiva de orden natural. La aplicación de la crítica histórica al análisis del texto sagrado puso al descubierto la heterogeneidad de las fuentes empleadas en él, y su interdependencia de las literaturas contemporáneas. Esta cuestión se agudizó, sobre todo, cuando llegó el momento de utilizar la crítica histórica en la reconstrucción de la existencia humano-divina de Cristo. Algunas de las grandes preguntas que plantea la fe cristiana a todas las generaciones fueron contestadas por la teología del momento con unos argumentos excesivamente deudores de otras ciencias.
Ya bien entrado el siglo XIX, el criticismo determina gran parte de las conclusiones a las que llega David Federico Strauss (1808-1874) en su célebre Vida de Jesús
(1835). Su presupuesto fundamental consistió en admitir la coexistencia de elementos históricos y de elementos no históricos en la Escritura. Como buen alumno de Hegel, también utilizó la tríada tesis-antítesis-síntesis al sistematizar sus ideas. Según este esquema se contrapone la fe supranaturalista protestante, tradicional en las narraciones bíblicas (tesis), al racionalismo decimonónico (antítesis), que interpreta los acontecimientos milagrosos de la vida de Jesús como sucesos naturales en conformidad con las leyes físicas. La superación de ambas posiciones (síntesis) cree encontrarla Strauss en la existencia de mitos en el evangelio.
En armonía con estos planteamientos, pero en otro ámbito de las ciencias, aparece la figura de Adolfo Harnack (18541-1930), profesor de historia de la Iglesia en Marburgo y Berlín. En la obra de este historiador se dejó traslucir el espíritu del historicismo que privaba en los estudios teológicos durante la segunda mitad del siglo XIX. El problema que preocupó a Harnack al trazar el desarrollo histórico del dogma cristiano es la cuestión del núcleo de éste y su ropaje científico. Parte del supuesto de que el helenismo ha falseado la verdad evangélica. La helenización del dogma cristiano habría deformado al cristianismo en su esencia al prevalecer en la formulación del dogma el factor ciencia sobre el factor fe. Esta sobrevaloración del influjo de la cultura helénica en la formación del dogma cristiano constituye el presupuesto fundamental de la concepción harnackiana del desarrollo e historia de los dogmas.
La escuela liberal ha recibido numerosas críticas desde muchas direcciones. Sin embargo, su primera intuición sigue siendo válida, a saber, que la persona histórica de Jesús es el fundamento del cristianismo y que no puede haber acceso alguno a Jesús, desde el punto de vista hermenéutico y apologético, más que a través de la historia. El error de la escuela liberal estuvo en cambiar la tutela dogmática por la tutela de la filosofía y en reducir a Cristo al hombre Jesús, tipo perfecto de hombre religioso, hecho a imagen del ideal que ella misma se había forjado[2].
1.2. LA TEOLOGÍA DIALÉCTICA Y LA TEOLOGÍA DE LA EXISTENCIA
Contra el racionalismo naturalista de la teología liberal, contra su reducción del cristianismo a un fenómeno de la religiosidad subjetivo-natural del hombre, reacciona la gran generación de teólogos protestantes del período entreguerras presididos por Karl Barth (1886-1968) profesor de dogmática en Basilea. La orientación teológica seguida por el grupo es conocida con el nombre de teología dialéctica.
Con su enérgica afirmación de la revelación transhistórica de Dios en el Cristo histórico, Barth se esfuerza por borrar los últimos residuos del naturalismo de la teología decimonónica. Común a todos los representantes de la Teología Dialéctica, además de la global repulsa de la teología liberal, es la íntima conexión con la filosofía existencial y el retorno a los grandes maestros de la Reforma: Lutero, Calvino, Melanchthon, etc., tan olvidados anteriormente. A través de los reformadores, redescubre de nuevo la Biblia[3].
En 1919 Barth publica su comentario de La Epístola a los Romanos
. El método histórico-crítico, se decía en el preámbulo al comentario, no tiene más función que preparar el camino a la comprensión del asunto del que se trata en la Biblia; lo importante es penetrar, a través del elemento histórico, en el espíritu de la Biblia. En suma, se trataba de hacer una lectura no erudita, aunque sí actualizadora del texto paulino. En 1922 apareció la segunda edición del comentario, que era una completa reelaboración de la obra primera, de la que, como afirma Barth en el prólogo, no ha quedado piedra sobre piedra
.
El Dios que plantea nuestro autor en este revisado comentario de la epístola a las Romanos, es el Deus absconditus
, el totalmente Otro, concepto que toma de Rudolf Otto, insertándolo en un contexto no fenomenológico sino teológico. Ningún camino conduce del hombre a Dios: Ni la vía de la experiencia religiosa (Schleiermacher), ni la vía de la historia (Troelsch), ni siquiera una vía metafísica. El único camino practicable va de Dios al hombre y se llama Jesucristo.
La historia del hombre, que es una historia de pecado y muerte, está bajo el juicio de Dios, bajo el no; pero se trata de un no dialéctico, que es superado en el si que Dios pronuncia en Jesucristo. Por tanto, el evangelio que el apóstol Pablo proclama en la epístola a los Romanos no es un mensaje religioso que informe sobre la divinidad, sino la alegre noticia de Dios cuya acogida es la fe. Pero la fe no tiene nada que ver con la experiencia religiosa, es un milagro, un salto en el vacío por la gracia de Dios. La justificación viene únicamente a través de la fe, pero aquí el concepto fe se describe en términos de fidelidad/lealtad a Dios.
Los rasgos más significativos de la Teología Dialéctica