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Antes era muy fácil comer. Elegías algo relativamente sano, comías una cantidad razonable y repetías ese patrón una y otra vez hasta el final de tu vida. Pero a mediados de la década de los 2000 todo el mundo empezó a hablar de los “superalimentos”, que se diferenciaban del resto por su densidad nutricional. De repente, ante la presencia de estos alimentos extraordinarios, la fruta y la verdura de toda la vida empezaron a parecer poca cosa, como de menor calidad. Actualmente las cosas han vuelto a cambiar. ¿Y si los alimentos que considerábamos extraordinarios fueran simplemente “bastante buenos”? ¿Y si la humanidad fuera capaz de crear alimentos mejores y más eficaces? ¿Y si estos alimentos pudieran concentrar la mente y reducir el estrés o proporcionar en una sola ración los nutrientes necesarios para todo un día? ¿No sería estupendo? Esta es la situación actual. Basta mirar en internet o visitar cualquier tienda de dietética para encontrar cantidad de botellas, barritas y sobres que prometen hacer cosas milagrosas en nuestro organismo. Hay snacks cetogénicos (ricos en grasas saludables, moderados en proteínas y bajos en carbohidratos) y zumos antienvejecimiento, brownies enriquecidos con colágeno y refrescos nootrópicos (prometen mejorar la actividad mental). Podemos prevenir enfermedades o perder peso disolviendo a diario una cucharada de polvos en algún líquido. Suena bien, pero ¿es verdad? Para averiguarlo decidí probar, durante 21 días, todos los productos que pude. Y los resultados fueron, en fin, podríamos decir, sorprendentes…
DÍA 1BASE DE LA PIRÁMIDE
Francamente, la prueba no podía empezar en mejor momento. Me desperté a una hora tardía y necesitaba toda la energía posible.
Empecé visitando el gimnasio para ver en qué