La genealogía del Sacro Imperio Romano Germánico se remonta a un acuerdo de Carlomagno y el papa León III, uno de los más sagaces representantes del trono de san Pedro. Acusado de perjuro y adúltero, León III había sido atacado en el año 799 por una muchedumbre instigada por sus adversarios que estuvo a punto de cortarle la lengua y arrancarle los ojos. Necesitado de la protección del rey franco, León III cabalgó 18 kilómetros desde Roma para acudir a su encuentro. En la fecha elegida para escenificar la coronación imperial de Carlomagno, el domingo de Navidad del año 800, se consideraba que se cumplían siete mil años del día de la creación.
Con el trono de Bizancio prácticamente vacante desde que, en el año 796, el emperador Constantino VI fue depuesto y cegado por su madre Irene, la continuación del Imperio romano fue transferida por León III a Carlomagno y sus sucesores. Según la concepción bíblica de la historia, basada en la interpretación del profeta Daniel del sueño de Nabucodonosor, existirían cuatro imperios –Babilonia, Persia, Macedonia y Roma– antes del advenimiento de Jesucristo como salvador. En consecuencia, el Imperio romano debía continuar mediante su traslación al Sacro Imperio, dado que la aparición de un quinto imperio invalidaría la profecía de Daniel y contradeciría el plan divino.
El domingo de Navidad del año 800, se consideraba que se cumplían siete mil años del día de la creación
El Imperio era sacro, romano y germánico. Sagrado por la misión divina del emperador como guardián del papa y garante de la supervivencia de la Iglesia cristiana frente a herejes e infieles. Romano por proseguir la trayectoria protectora de la Roma imperial, obviando la etapa pagana de los primeros césares. Y germánico porque, tras