MADRID.– Se esperan meses de alto voltaje en España con la tramitación, aprobación parlamentaria y aplicación de la ley de amnistía para los acusados por el procés de Cataluña. El gobierno de Pedro Sánchez no lo tendrá fácil, y se espera que el nivel de crispación y violencia verbal en el debate político escale mucho más.
La derecha, desde todos sus estamentos, está revuelta y en pie de lucha contra Sánchez. En septiembre, cuando era un hecho que el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, iba a fracasar en su investidura, el expresidente José María Aznar, con su habitual tono apocalíptico, ya anunciaba la “defunción de España” al abrirse la posibilidad de que Sánchez consiguiera la reelección pactando la amnistía con los independentistas.
Llamó a la “movilización nacional” para oponerse a la amnistía y equiparó esa oposición al “‘¡Basta ya!’ contra la banda terrorista ETA”. El 2 de noviembre, dos semanas antes de la investidura de Pedro Sánchez, Aznar –aún con ascendencia sobre la derecha y la ultraderecha en España– volvió a marcar el paso al acusar al presidente socialista de ser “un peligro para la democracia constitucional española”.
E hizo un llamado a la movilización, porque “la inhibición no tiene hueco”. “El que pueda hacer, que haga, el que pueda aportar, que aporte; el que pueda mover, que mueva”. Desde el gobierno le acusaron de hacer un llamado “golpista”.
Y, coincidencia o no, inició la movilización. La derecha del PP y la ultraderecha de Vox llamaron de todo a Sánchez: “presidente ilegítimo”, su elección fue producto de la “corrupción política”, “anticonstitucional”, “hijo de puta” o “traidor”, “los nuevos amigos de Sánchez, los terroristas de Hamás”; es lo menos que ha recibido. Santiago Abascal, de Vox, con“con la dictadura de los votos han llegado al poder”.