Una célebre frase, infinidad de veces repetida por el experto en la Santa Sede e investigador Eric Frattini, concluye que «en el Vaticano, todo lo que no es sagrado, es secreto». Exagerada o no la cita, lo cierto es que el secreto ha sido parte íntegra del ADN de esta milenaria institución. Tal circunstancia no debe extrañar a nadie. No en vano, estamos ante un poder eclesiástico, que opera como un auténtico Estado planetario en los cinco continentes, pese a que su territorio propio resulta sumamente diminuto: apenas las 44 hectáreas ubicadas en el corazón de Roma y pertenecientes a Ciudad del Vaticano. En consecuencia, el secretismo ha terminado siendo una de las almas de la Sede Apostólica, a la vez que uno de los principales pilares garantes para su supervivencia siglo tras siglo. El hermetismo, el silencio y los asuntos confidenciales han desempeñado un papel determinante en la historia del papado, transfigurándose en las mejores armas de defensa y combate al alcance de la mano de una entidad que, desde 1870, carece de ejército.
Obviamente, si hablamos de Estados y secretos, debemos situar nuestra primera mirada en los servicios de inteligencia. Y el Vaticano cuenta con ellos. Sabemos que en la Santa Sede existen al menos dos instituciones dedicadas a la investigación. Trabajan con discreción y rara vez se habla de sus actividades. La primera es el Sodalitium Pianum (S. P.), conocida como la «Asociación de Píos» y fundada por el Papa Pío X en 1905. Oficialmente se asegura que fue disuelta en 1921, pero se ha constatado que aún sigue en pleno funcionamiento. Su labor consiste en velar por todo lo que sucede dentro del Vaticano y las restantes organizaciones de la Iglesia.
AGENTES SECRETOS CON SOTANA
La segunda institución, conocida como la Santa Alianza, nunca ha sido reconocida oficialmente, pero como en el caso anterior, abundan los testimonios que demuestran su operatividad en el más estricto sigilo. De todos modos, nunca debemos olvidar que el Vaticano cuenta con una red de seguridad única y de máxima eficacia: todos los sacerdotes, monjas, obispos y cardenales distribuidos por el orbe terrestre. Una red planetaria sin parangón, extensa y organizada que, entre otras vías, obtiene información del máximo interés a través del confesionario. Este sacramento, obligatorio para los creyentes y que les induce a vaciar su conciencia más íntima ante su guía espiritual, permite al clero conocer datos de todo tipo. Ciertamente, prevalece el secreto de confesión como garantía
