Lhe a a piña simboliza la vida, mientras que la calavera que está debajo representa la muerte, que no es sino otro aspecto de la vida. Reorg es una organización benéfica que apoya el bienestar de sus beneficiarios a través de las artes marciales y las clases de fitness funcional. Sin embargo, con sus baldas repletas de uniformes con piñas y calaveras, la sede de Reorg, situada en el suroeste de Londres, bien podría pasar por una tienda de moda urbana, de no ser por los tatamis y todos los equipos de entrenamiento que dominan el espacio.
El grupo de Reorg rompe con la rutina diaria ‘rodando’, lo que en el jiu-jitsu brasileño equivaldría a combatir, que es lo que le otorga ese gran e interesante papel en lo que a una dinámica organizativa se refiere. “Es muy divertido”, afirma Trent Scanlen, actual presidente de Reorg y fortachón exjugador de rugby australiano implicado en la gestión de distintas operaciones, entre ellas, su gimnasio aledaño, Elevate Martial Arts & Strength. Bromea diciendo que él es el “quinto Beatle” de Reorg (¿o acaso debería mejor ser Ringo?), puesto que la gente siente mucha más curiosidad por Sam Sheriff, fundador y líder de Reorg, exmiembro de la Royal Navy, y quien está también hoy aquí para saludarme, o por los otros dos administradores, fácilmente reconocibles, y no solo por su ausencia durante mi visita.
Uno de ellos, Mark Ormrod, es también exmarine y fue el primer triple amputado que sobrevivió en el campo de batalla. Volvió a casa con once medallas conseguidas en los Invictus Games, recaudó más de 600.000 libras para Reorg corriendo una 5K sobre sus piernas protésicas, pedaleó 99,9 millas (en honor al número de los servicios de emergencia, 999) con una bici de mano y nadó 1 km con un solo brazo. Autor galardonado, miembro de la Orden del Imperio Británico y, por si fuera poco, cinturón morado en jiu-jitsu. Esto último es lo que, a ojos de un cinturón blanco como yo, lo convierte en todo un ninja. El otro, Tom Hardy, es una superestrella de Hollywood y cinturón azul (un grado por debajo del morado y otro por encima del blanco), que fue noticia el pasado mes de agosto por ganar dos medallas de oro en el campeonato Reorg Open de 2022 celebrado en Wolverhampton. En el póster que anunciaba una de las campañas de recaudación de fondos de 24 horas para Reorg, Rollathons, aparecían los cuatro fantásticos de la organización, uno detrás de otro, como estrangulándose y formando una especie de torre humana.
Sheriff está convencido de que, en gran parte, el motivo por el que el jiu-jitsu fomenta la creación de fuertes vínculos es porque la persona ha de confiar en que su compañero de entreno la dejará ir una vez que ceda, puesto que no va a intentar hacerle daño. Hablar de jiu-jitsu es hacer referencia a un sistema de lucha cuerpo a cuerpo en el suelo, en el que la clave está en el control, tanto de tu oponente como de ti mismo. Aunque a simple vista podría parecer contradictorio para un ejercicio de formación de equipo (por ejemplo, para un veterano con un trastorno de estrés postraumático da igual que el entorno sea amable), hay que decir que el jiu-jitsu es algo así como un poderoso amuleto para el bienestar. Si bien el deporte en sí mismo es combativo, el proceso de aprendizaje hay que clasificarlo como colaborativo: se trabaja en parejas para dominar las técnicas como compañeros, no como oponentes. Como forma de meditación activa –pues, cuando tu contrincante trata de estrangularte, tu mente no puede estar en ningún otro sitio–, el jiu-jitsu consigue hacer circular todos los fluidos de tu cuerpo: sangre, sudor y endorfinas. Te ves rodeado por personas de la misma mentalidad que tú con quienes compartes una pasión, el aprecio por los nuevos gis (los kimonos) y
