El delicado arte de la sumisión
Dave, a quien conozco desde hace sólo unos minutos, está hincado entre mis muslos mientras yo me encuentro recostado con la espalda en el suelo. Sus manos están en mis caderas. Esta postura podría parecer algo comprometedora, pero en el jiu-jitsu es simplemente “la guardia”: una posición de defensa que además ofrece varias opciones de ataque. También es –como ha demostrado mi primera sesión en este gimnasio de artes marciales en Londres– una gran forma de romper el hielo.
A partir de aquí, puedo tomar una de las manos de Dave y tirar de su gi mientras lo llevo al frente con mis caderas, de manera que su peso atrape su brazo contra mi pecho. Entonces, puedo estirarme para sujetarlo de la espalda, mientras tomo su pantalón también. Desde esta posición, puedo levantar mi pierna y usarla como palanca para “barrerlo”, de manera que yo me encuentre encima. Posteriormente, sujeto la parte frontal de su gi y, juntando las manos como un par de tijeras, puedo cortar su suministro de aire. Eso, por supuesto, si soy capaz de recordar la secuencia de movimientos que nos demostraron hace unos momentos. Ejecutarla es el siguiente reto.
“Es como el ajedrez”, dice Dave, un programador de 26 años que es más bajo y ligero que yo, pero que puede barrerme con mucha facilidad. No estamos haciendo sparring, sólo estamos practicando movimientos. Me alienta a ahorcarlo con más fuerza, empujando mi muñeca hacia su garganta. Para parafrasear a Tyler Durden, incluso si es tu primer día en Fightzone, debes pelear. Mientras
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