Hace treinta años, el mercado de monoturbohélices estaba restringido, básicamente, a dos modelos, el entonces recién lanzado Socata TBM 700 y el utilitario Cessna Caravan, que había realizado su primer vuelo hacía diez años. En tanto, la suiza Pilatus trabajaba en el programa PC-12, ya en fase avanzada de desarrollo, con certificación prevista en 1994. Aun así, la empresa ofrecía desde hacía treinta años el PC-6, un avantajado monoturbohélice utilidad con capacidad de aterrizajes y despegues cortos (STOL, por su sigla en inglés) dirigido a un nicho muy específico de mercado.
Los aviones de negocios turbohélices seguían liderados por los bimotores, destacando el King Air, que reinaba absoluto, honrando su nombre. Pasadas tres décadas, la realidad cambió considerablemente, con los monoturbohélices ganando cada vez más espacio en el mercado, incluso rivalizando en diversos casos con los turbohélices bimotores. En el balance de mercado publicado por la entidad que agrupa a los principales fabricantes de aviación general, la GAMA (General Aviation Manufaturers Association), los números de 2022 confirman esta tendencia. Fueron entregados 505 monoturbohélices en el año pasado (incluyendo ala alta y ala baja), siendo 18% solamente en América Latina, ventas empujadas por el agronegocio brasileño. Para hacerse una idea, del total de casi 3.600 aeronaves entregadas en 2022, además de los monoturbohélices, hubo la llegada al mercado de poco más de 1.524 de modelos a pistón, cerca de 712 jets, 77 biturbohélices y 876 helicópteros.
DENALI EN DESARROLLO
Frente a las tendencias, la propia Textron, que controla Beechcraft, trabaja en el desarrollo de un modelo que tiene como objetivo precisamente posicionar el portfolio en una