I
uienquiera que haya pasado por el cruce de Calzada de Tlalpan y Mi guel Ángel de Quevedo a bordo del Metro, a pie o en automóvil, habrá visto una llamativa escultura que se levanta casi en el centro del distribuidor vehicular que intenta desahogar el denso tránsito de esas dos vías y de Calzada Taxqueña. Es casi imposible no advertir su presencia. Es una escultura de poco más de 29 metros de altura que seme ja una espiga de trigo. Su autor, el arquitecto Fernando González Gortázar, por desgracia falleció hace unos cuantos días, en víspe ras de cumplir 80 años (nació el 19 de octu bre de 1942), y esa escultura, que él concibió fundamentalmente como un emblema de vida,