Josie
UROFOBIA Para un niño de letras puras no existe mayor lastre académico y vital que acarrear con las Matemáticas hasta la puerta soñada que las deja atrás, y da paso a la ansiada y vocacional opción humanística. Todo lo que en esa mente infantil conduce a números es se escondía una mujer exigente y muy trabajadora que poseía dos exitosas factorías de Queso Manchego; una denominación de origen que había paseado por ferias internacionales cosechando medallas a la excelencia. «¿Qué tal las notas?, ¿estás contento?». Qué debió ver en mi cara y en mis explicaciones que sin dirigirme la palabra le dijo a mi padre: «Lo que tiene que hacer en verano este niño si suspende es venir a empujar palés de quesos a ver si espabila...». No tuve tan mala suerte y aquello nunca ocurrió, fui aprobando por los pelos hasta zambullirme años después en el paraíso del Latín y el Griego. Lo que también arrastré fue el estigma de esa frase que me llevaba a imaginarme en aquellos pasillos, entre tanques de leche gigantescos y el olor de un producto lácteo que se me atragantó hasta la repugnancia. Del griego , que significa queso, la turofobia es una sensación de escalofrío al contemplar una simple cuña o incluso imaginarla en la variedad que sea de las mil que existen. Durante muchos años yo no pude probar este producto; no por intolerancia física a la lactosa, sino por un rechazo casi espiritual.
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