Recuerdo histórico
El más antiguo de los libros chinos de medicina, el Nei-Ching, escrito hace aproximadamente 4.600 años, explica en uno de sus pasajes que «los pulmones son como los ministros que regulan las acciones de uno» y en otro declaran a estos «asientos del pensar». Tratados chinos posteriores sobre medicina señalan que la respiración profunda puede clarificar el intelecto e incluso tal vez prolongar la vida.
Los antiguos egipcios consideraban los oídos como parte del sistema pulmonar. Un antiguo manuscrito declara –en un anticipado esbozo de lo que será la teoría que divide al cerebro en hemisferios de actividad– que «el aliento de la vida entra por el oído derecho y el aliento de la muerte penetra por el oído izquierdo».
Las antiguas teorías griegas acerca de la respiración aparecen en la obra de Aristóteles, quien escribió «el alma es aire: el aire se mueve y es cognoscente. El aire que respiramos nos da alma, vida y conciencia». Los pneumatistas, inspirados por las nociones de Aristóteles, llegaron a la conclusión de que el aire es el pneuma o espíritu, la fuerza vital, y por lo tanto la fuente de toda salud o de toda enfermedad.
Patanjali, sabio indio y compilador de los temas y disciplinas esenciales del yoga, escribió en el siglo II de nuestra era que el control de los pensamientos y las emociones está estrechamente vinculado al control de la respiración, describiendo seguidamente una diversidad de «pranayamas» o métodos de control del prana, la energia vital.
Suspiros
Un cambio en nuestra forma de respirar puede modificar el funcionamiento de nuestro cerebro y darnos un control consciente