Cannabis: abuso policiaco y prohibicionismo
Debajo de uno de esos gigantescos bloques de concreto de Tlatelolco, Elías, de 20 años, fuma medio porro de mariguana. “Microdosis”, dice como un científico que se automedica. Dos caladas y aguanta el aire para que el humo no se escape. Mientras tose discretamente, devuelve la bacha al fuego vivo dentro de un tubito hermético. “La falta de oxígeno lo apaga inmediatamente”, asegura como un experto furtivo.
Es una tarde de nubes borrascosas y lluvia ligera. Casi no hay gente alrededor de la Plaza de las Tres Culturas. Elías se arrepiente y vuelve a prender. Le da una, dos, tres caladas, contiene el humo, lo exhala inundando uno de los pasillos. “Tal vez fumo para ver el mundo de otra manera”, dice Elías, atento a que no aparezca nadie.
Sentado entre los arbustos, trata de formar volutas que lo obligan a hacer bizco, pero no lo logra. “En mi caso, es buena para externalizar todo, pero en exceso hace lo contrario, y eso es lo difícil, es una adicción y un problema para la salud pública”, asegura.
“Hay mucha desinformación y confusión. Lo ‘natural’ no es tan inocuo como pensamos. No sabemos si estamos fumando pesticidas o estiércol. No sabemos quién hace
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos