MISILES GUIADOS POR CALOR
LAS PRUEBAS DE SUPERCOCHES siempre son memorables, pero algunos instantes se graban a fuego en tu memoria. Voy descapotado detrás del McLaren y está cayendo el sol. Después de una larga recta ascendente, el 720S frena y veo cómo su alerón-aerofreno se despliega como un abanico samurái. Reduce una velocidad y por un momento su sonido se sobrepone al del Ferrari, que sigue rodando en una marcha superior. Freno y reduzco, subiendo el rugido del motor V8 del Ferrari por encima del de McLaren. Nos apresuramos hacia un giro. A la salida damos rienda suelta a los 720 CV y los Michelin del Ferrari calientan la superficie granulada mientras que los Pirelli P-Zero del McLaren están envueltos en humo. Hay un ruido estridente, una fuerte aceleración y el olor a goma quemada que se precipita hacia la cabina de “mi” Ferrari. Pocos momentos de conducción han cautivado mis sentidos de manera tan completa. Y si esta prueba es inolvidable, estoy tratando de recordar haber comparado dos biplazas tan parecidos.
Ambos son superdeportivos de motor central con techo rígido plegable que se abre en poco más de 10 segundos. Ambos se disparan desde parado a 200 km/h en alrededor de ocho segundos, cortesía de motores V8 biturbo con cigüeñales planos (para subir más rápido de vueltas) y cajas de cambios de doble embrague. Y ambos navegan por encima de los 300.000 euros incluso antes de entrar en las lujosas opciones, que disparan fácilmente su precio cerca de los 400.000 euros. Los 720 CV, el par máximo de 770 Nm, la aceleración de 0 a 100 en 2,9 segundos y las velocidades máximas de 340
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