DIOS ES LA CON CIENCIA GLOBAL
Uno de los dogmas más extendidos en el ámbito científico –y escribo lo de dogma con toda intención– es que la conciencia se encuentra localizada en el cerebro, a pesar de que son legión las evidencias y experimentos de laboratorio que indican el error de este supuesto. Porque dichos hallazgos científicos apuntan a un escenario bien diferente: que la conciencia es no local, es decir, que no se encuentra contenida en el cerebro ni en ningún lugar concreto. Esto quiere decir que no es un producto del cerebro –aunque de algún modo está en contacto con este órgano rector, quizás a través del ADN como creen Pim van Lommel y otros científicos–, pero tampoco está ubicada en ningún otro sitio de nuestro cuerpo, sino que es externa al mismo y no ocupa propiamente un espacio.
Como la conciencia no se encuentra dentro de nuestro físico, sino que es externa e inmaterial desde un punto de vista cuántico, esto significa que puede sobrevivir una vez que nuestra carcasa física se apague definitivamente. Esta es la razón por la cual a los neurobiólogos materialistas les cuesta tanto aceptar dicha evidencia a pesar de las innumerables pruebas a su favor, porque deberían admitir la posibilidad de la existencia de vida después de la vida.
Lo cierto es que, al igual que la conciencia, la materia también es no local. En 1927, un físico llamado Werner Heisenberg (1901- 1976) enunció su famoso principio de incertidumbre, según el cual nunca podremos predecir dónde se encuentra una determinada partícula subatómica o cuál es su velocidad. Únicamente podremos calcular la probabilidad de que la partícula
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