LA LLAVE DE LA ESCRITURA CUNEIFORME
El 15 de julio de 1835, el oficial británico Henry Creswicke Rawlinson escribía una carta a su hermana mayor, Maria Brooke Smith. En la misma le recordaba cuál había sido su reacción cuando le anunció su intención de descifrar la escritura cuneiforme, a partir del estudio de las inscripciones grabadas alrededor de un relieve del rey persa Darío I. Y es que Maria no había podido evitar tomarse con humor aquellas pretensiones un tanto ingenuas de su hermano. Le parecía imposible que pudiese tener éxito allí donde hasta entonces habían fracasado reputados expertos en el estudio de lenguas y escrituras antiguas. Se equivocaba.
Un rey en el acantilado
El relieve al que hacía referencia Rawlinson era el famoso monumento de Behistún, esculpido en un acantilado, a 90 metros del suelo. El rey aqueménida Darío I había ordenado su creación en el año 520 a. C.
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