EL FIN DEL EJERCICIO
A finales del verano pasado, las torres grises del Salk Institute de San Diego estaban cubiertas de brisa marina. El patio estaba desierto; al igual que los jardines. Pero desde las ventilas que se asoman por el concreto podía percibirse un ligero aroma a amoniaco, proveniente de las aproximadamente 2,000 jaulas con roedores que se encuentran abajo. En una oficina con vista al mar, el biólogo Ronald Evans me presentó dos especímenes: ratón flojo y ratón Lance Armstrong.
El primero había sido criado para representar al hombre promedio. Su actividad física diaria estaba limitada a una ocasional caminata hacia un pequeño tazón con alimento diseñado para replicar la “dieta occidental”, la cual consiste en azúcares y grasas, y sabe a galletas. El ratón se veía letárgico y tenía pequeños rollos de grasa visibles entre su pelaje.
El ratón Lance Armstrong había sido criado bajo las mismas condiciones, sin embargo, su cuerpo era magro y fuerte, su mente alerta. El secreto de su energía juvenil, según explica Evans, era una dosis diaria de GW501516 (o 516 para ahorrar tiempo). Se trata de una droga que confiere los beneficios del entrenamiento sin que el sujeto tenga que mover un músculo.
A los ratones les encanta correr, me dice Evans. Cuando pone una rueda en su jaula, típicamente corren varios kilómetros a lo largo de la noche. Para los roedores, estos ejercicios nocturnos no son simplemente una manera de lidiar con el estrés de la vida en el laboratorio. Cando los científicos dejaron una rueda en un
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