“Popeye”, el tranquilo fin de un asesino
BOGOTÁ.- Jhon Jairo Velásquez Vásquez, Popeye, nunca pensó que había de morir de cáncer en una cama de hospital a los 57 años. La mayor parte de su vida, quien fuera jefe de sicarios del narcotraficante Pablo Escobar creyó que moriría asesinado a balazos, a puñaladas, estrangulado o envenenado por alguno de los cientos de enemigos que había hecho durante su carrera criminal.
“Yo sé que, si muero así, moriré en mi ley. Como dice el dicho: ‘Quien a hierro mata...’”, dijo a este semanario en una entrevista en 2017.
Durante los 26 años que pasó encarcelado, en tres diferentes etapas, sobrevivió a seis atentados. En su cuerpo tenía las huellas de cinco impactos de bala y de varias cortadas con puñales. Eran “heridas de guerra”, decía.
De sus enemigos, a quien más temía era a Jorge Luis Ochoa Vásquez, el único miembro de la cúpula del Cártel de Medellín que queda vivo.
Popeye lo había acusado ante la justicia de participar en el magnicidio del líder liberal Luis Carlos Galán, ocurrido el 18 de agosto de 1989, y en el atentado explosivo contra un avión de Avianca, en el que murieron 107 personas el 27 de noviembre del mismo año.
Ochoa Vásquez, quien se entregó en 1991 a la era testigo.
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