Investigación del Círculo Minerva de la Orden Rosacruz Iniciática, conformado por sorores de la escuela que estudian elementos míticos y simbólicos relacionados con la mujer.

En general, el simbolismo de la Luna está relacionado directamente con el Sol, ya que no posee luz propia sino que refleja la de aquel, representando el principio femenino que recibe.
Por otro lado, la forma visible de la Luna se manifiesta en una constante transformación. Pero dichos cambios son cíclicos, lo que brinda una doble idea de regularidad y de regeneración.
De este modo, la Luna se revela como un símbolo intrínsecamente humano que nos recuerda la impermanencia del ser; y la inanidad de la existencia. Donde toda reflexión acerca de ella se encuentra inevitablemente atravesada por el arquetipo de sus dos caras: una luminosa y visible; y otra oscura e invisible.

La comprensión de los fenómenos celestes referidos a la Luna permitió integrar las leyes que rigen el mundo sublunar y el supralunar.

Lo sub - debajo de - lunar sería el mundo formado por los cuatro elementos (agua, tierra, aire, fuego), donde todo es imperfecto e impermanente; y donde todo cambia y se mueve. Al contrario del mundo supra - encima de, o más allá de - lunar, donde impera el orden, la armonía y la regularidad; y donde los cuerpos celestes poseen un carácter eterno y perfecto que no poseen los cuerpos terrestres, pues se componen de un material sutil llamado éter o quinta esencia (de esto hablaremos más adelante).

El influjo que ejerce la Luna sobre la Tierra se revela a través de su cercana distancia, y donde su fuerza de gravedad se encuentra en equilibrio con la de nuestro planeta.
Las manifestaciones más notables y estudiadas son las mareas. Por ejemplo, en el Perigeo, el poder de la Luna es mayor porque la distancia a la Tierra es mínima. Al contrario de lo que sucede en el Apogeo, que es cuando la tenemos más lejos y la vemos más pequeña.