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La razón de educar: Pedagogía y formación humana
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Libro electrónico85 páginas59 minutos

La razón de educar: Pedagogía y formación humana

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Por ello, La Razón de educar no puede sino terminar declarando tres condiciones ineludibles del acto pedagógico: intencionalidad, la pedagogía como acto voluntario; asimetría en la relación educativa; e incerteza, en el modo de desarrollo de la relación pedagógica. Estas condiciones que Nervi propone a su consideración constituyen, a fin de cuentas, la síntesis testimonial de su propio desarrollo intelectual y docente y que hoy culmina en estas meditaciones pedagógicas que, en definitiva, se formulan como la declaración de principios de una educadora cuya trayectoria se ha caracterizado por su "arraigada autonomía intelectual y moral".
José Salomón Gebhard
IdiomaEspañol
EditorialMAGO Editores
Fecha de lanzamiento2 dic 2024
ISBN9789563177848
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    La razón de educar - María Loreto Nervi

    Introducción

    Las razones de este ensayo.

    Dar inicio a este ensayo es exponer meditaciones sobre un tema que nos ocupa, examinar los criterios de que disponemos, explorar un territorio de interés, probar fortuna ante el juicio de los posibles lectores, tantear, poner a prueba y desafiar con la mayor intencionalidad a quien tenga este texto entre sus manos.

    Se trata de hablar a través de la escritura sobre algunas ideas que escasamente logran tener tribuna, a no ser por el esfuerzo personal de quien desea exponer sobre un algo que, creemos necesita ser pensado, leído y comentado.

    Ante una constante necesidad de interrogación sobre los asuntos que nos competen abordamos la faena no fácil de proyectar este libro y, hablando con toda serenidad, sabemos que mostramos nuestras inquietudes e insuficiencias conscientes del juego interminable de escribir, reconociendo la insuficiencia de cada jugada.¹

    Por ello, adelantamos un algo que no es más que una tentativa de poner en evidencia una vez más, innumerables afanes de llamados de atención y de invitación a renovar las reflexiones² que han quedado olvidadas por la desintegración intelectual y moral que ha instalado el tecnocratismo en la educación durante el siglo XX y comienzos del siglo XXI. Palabras duras ante un hecho indesmentible de la causa que ha enmudecido al humanismo contemporáneo y ha invalidado la mayor y mejor parte de lo que la historia de la educación ha dejado como herencia.

    No por nada estamos frente a un espectáculo de insatisfacción, un radical y legítimo descontento ante la ofensa de una mala educación y la decadencia y el desconcierto moral que subyace a los movimientos sociales que claman por calidad y equidad educativas.

    Atenazados por el exitismo, ilusión vana del individualismo campante, nos hemos comportado como individuos embrujados por el facilismo en el pensar y por la desidia en el actuar. Urge salir del siglo XX, decía Edgar Morín y porque ya lo conocemos, debemos ir ajustando nuestros conceptos a los problemas ampliados, profundizados y complejizados propios del tiempo que corre.

    Estamos, por primera vez en la historia conocida frente al hombre planetario que Ortega previó como, realmente, el hombre mundializado. Éste que hoy vive amenazado por la violencia creciente, las angustias por el cambio climático y los desastres ambientales y, las incertidumbres y numerosos dilemas éticos y culturales; léanse los posibles efectos enigmáticos de los desarrollos de la genética, de la inteligencia artificial y de las comunicaciones en el mundo digital.

    El diagnóstico de UNESCO, Reimaginar juntos nuestros futuros. Un nuevo contrato social para nuestra Educación,³ es imperioso en señalar el momento crítico planetario que nos afecta y que se caracteriza por la presión insostenible que se ha efectuado sobre el medio ambiente, poniendo en peligro nuestra propia existencia, por las profundas desigualdades sociales, económicas y culturales incrustadas en las diferentes realidades humanas, por el debilitamiento de las democracias y por las tantas invenciones tecnológicas no orientadas a la equidad, a la inclusión ni a la participación democrática.

    Ello obliga a poner las cosas en un nuevo lugar, en un nuevo escenario, donde una breve radiografía acerca de lo que ocurre, y de ello soy testigo y parte, me detiene por el afán de distinguir todas y cada una de las secciones de lo que me propongo adelantar como argumentación de trabajo.

    No sin molestia intento, una vez más, dejar en evidencia las insuficiencias del tecnocratismo instalado en la educación en gran parte del mundo occidental, su soberbia eficientista y el negacionismo obtuso con que opera. Una pobre y mala consciencia que desconoce el valor maravilloso de la rica narrativa humanista de la historia de la educación que fue capaz de construir las imágenes sobre las cuales definimos, una vez, ideas de hombre y de mundo, cierto que en tiempos tal vez, más cordiales y, ciertamente, de menor complejidad aparente.

    Una arraigada autonomía intelectual y moral me induce a observar con serenidad, y no sin temor, las radicales incertezas sobre las cuales damos inicio y desarrollo a este trabajo. Cuidadosa frente a la audacia, si bien insisto respecto de trabajos anteriores, vuelvo a abrir renovados espacios de reflexión consciente de que estamos frente a un objeto no definitivo, ni pleno ni acabado.

    Siempre vamos a hablar y a escribir desde una parcela del pensamiento y desde una acotación del tiempo y de la historia. Por ello convocamos algunas voces, planteamientos teóricos que son coincidencias enriquecedoras y reflexiones cercanas que nos ayudan a contar con un grado mayor de seguridad en nuestras fundamentaciones.

    Y al traer a la mesa de trabajo el pensamiento reflexivo de algunos teóricos que nos precedieron y nos acompañan en esta faena, tal vez logremos, críticamente, reestablecer nuestra amistad con el mundo pedagógico, despojándonos de mitos y de engaños que ocultan las verdades de la insuficiente e inequitativa educación actual que priva de pensamiento y de realización humana.

    Pensar otra vez sobre las razones de la pedagogía, su existencia irrenunciable, su sentido histórico y actual

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