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La moda en el franquismo: Tul ilusión y arriba España
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Libro electrónico320 páginas3 horas

La moda en el franquismo: Tul ilusión y arriba España

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La moda durante el franquismo, periodo aciago marcado por la represión, la escasez y el atraso, coincidió, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, con el surgimiento de una nueva sociedad. La cultura pop modificó gustos y actitudes, bajo el liderazgo estadounidense. La alta costura dio paso a la ropa lista para llevar y a los grandes almacenes. La España de la mantilla y las camisas viejas quedó atrás: la minifalda, los vaqueros y el bikini hicieron su aparición. Novedades que también encarnaron las rebeldes chicas topolino, con sus “zapatos de coja” y su llamativo estilo. E incluso muchachas menos extravagantes, más acordes a la Sección Femenina de Falange, que, peinadas con el recogido arriba España, soñaban con casarse con un velo de tul ilusión. Este libro habla de los sueños y las realidades que modelaron y reflejaron las modas en la sociedad española a lo largo de casi cuatro décadas. De Mariquita Pérez, muñeca fascista pero moderna, que acompañó y marcó el vestir de las niñas hasta que tomaban las “galas de mujer”. De las creaciones de diseñadores españoles como Ana de Pombo, Flora Villarreal o Balenciaga. También de la Guardia Civil y las incautaciones de tejidos del mercado negro, en el que las medias eran tan preciadas como los cigarrillos y las drogas. Del Sindicato Nacional del Textil; de los salones de belleza, los desfiles de modelos y de la tienda Loewe en el Castellana Hilton, donde compraba Ava Gardner.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2024
ISBN9788413529974
La moda en el franquismo: Tul ilusión y arriba España
Autor

Ana Velasco Molpeceres

Es licenciada en Periodismo, graduada en Historia del Arte y en Geografía e Historia. Doctora en Español, está especializada en estudios sobre moda, cambio social, historia contemporánea y medios de comunicación. Ha publicado Moda y prensa femenina en la España del siglo XIX, Eugenia de Montijo. Ni frívola, ni altiva. Emperatriz con voz propia y, en Catarata, Historia de la moda en España. De la mantilla al bikini (2021). Es profesora en la Universidad Complutense de Madrid.

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    La moda en el franquismo - Ana Velasco Molpeceres

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    Índice

    INTRODUCCIÓN

    CAPÍTULO 1. UN MUNDO DE TUL ILUSIÓN: A LA LIMA Y AL LIMÓN

    CAPÍTULO 2. ARRIBA ESPAÑA: LA CAMISA VIEJA, LAS MEDIAS DE CRISTAL

    CAPÍTULO 3. MARIQUITA PÉREZ: PARA LA NIÑA FASCISTA, GALAS DE MUJER

    CAPÍTULO 4. DIECISIETE AÑOS: LA PUESTA DE LARGO, LA JOVEN CASADERA

    CAPÍTULO 5. LAS CHICAS TOPOLINOS: ZAPATO DE COJA CON SWING

    CAPÍTULO 6. LAS REVISTAS DE MODA: DE PARÍS AL QUIOSCO

    BIBLIOGRAFÍA

    NOTAS

    Ana Velasco Molpeceres

    Es licenciada en Periodismo, graduada en Historia del Arte y en Geografía e Historia. Doctora en Español, está especializada en estudios sobre moda, cambio social, historia contemporánea y medios de comunicación. Ha publicado Moda y prensa femenina en la España del siglo XIX, Eugenia de Montijo. Ni frívola, ni altiva. Emperatriz con voz propia y, en Catarata, Historia de la moda en España. De la mantilla al bikini (2021) y Ropa vieja. Historia de las prendas que vestimos (2023). Es profesora en la Universidad Complutense de Madrid.

    Ana Velasco Molpeceres

    La moda en el franquismo

    Tul ilusión y arriba España

    Diseño de cubierta: Pablo Nanclares

    Ilustracion de cubierta: Beauty with pink veil, Alphonsine de Challié, s. f.

    Ilustraciones: David Ring para Europeana Fashion Project

    © Ana Velasco Molpeceres, 2024

    © Los libros de la Catarata, 2024

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 20 77

    www.catarata.org

    La moda en el franquismo.

    Tul ilusión y arriba España

    isbne: 978-84-1352-997-4

    ISBN: 978-84-1067-025-9

    DEPÓSITO LEGAL: M-11.775-2024

    thema: AGA/3MPQ-ES-A

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

                                                                                                                                                                                                                                        A Alberto Herrera, a quien quiero y admiro.

    Y a mi familia: Ana, Félix, Pilar, Félix, Laura y Rodrigo.

    INTRODUCCIÓN

    Era el Madrid de la postguerra civil. Había necesidad de muchas cosas, entre ellas, de casas de costura.

    Ana de Pombo,

    Mi última condena, 1971

    Este libro trata sobre la moda en España en el franquismo. Un periodo aciago que, desde la Guerra Civil, se extendió hasta los años setenta. Fueron años miserables, de represión, escasez y atraso. A nivel internacional, el fin de la Segunda Guerra Mundial causó el surgimiento de una nueva sociedad y, sobre todo, con el liderazgo estadounidense, la moda tuvo un papel fundamental. La marca más importante de la posguerra, como antes, fue una francesa: Christian Dior, que se inspiraba en Balenciaga. Pero las industrias del textil y la belleza dependían de Estados Unidos, que marcaba las tendencias con sus revistas y, el ritmo de los tiempos, con su esplendor económico. Por ello, aunque fue un momento breve, las décadas de los cincuenta y los sesenta determinaron la edad de oro de la alta costura. También en España.

    Sin embargo, estas décadas de esplendor llegaron a su fin pronto: en 1968, las protestas estallaron a los dos lados del Atlántico y el mayo del prohibido prohibir coincidió también el cierre de Balenciaga. La alta costura dio paso a la moda lista para llevar, prêt-à-porter o ready to wear, y lo que se compraba era confección en los grandes almacenes. La cultura pop, adolescente, modificaba los gustos y las actitudes: ahora las chicas bailaban en minifalda, se ponían bikini para ir a la playa, llevaban vaqueros cuando montaban en moto y agitaban la melena. Había que decir adiós a la España de la mantilla y las camisas, viejas y nuevas.

    Pero ¿qué pasó antes? ¿Por qué nadie habla de las rebeldes niñas topolinos? Las que usaban zapatos de coja, gafas de sol, se peinaban como estrellas de cine y llevaban rebecas de an­­gorina, como en la famosa película de Hitchcock. Resultaban irresistibles, incluso para los soldados de la División Azul, que soñaban con una madrina de guerra con la que pudieran cartearse mientras —qué remedio— combatían el comunismo en Rusia. También había buenas chicas, menos extravagantes y más apropiadas para la nueva España de la Sección Femenina de Falange. Muchas se peinaban con el estilo arriba España, un recogido que todo el mundo llamaba así (extraoficialmente), y soñaban con pasar por el altar con un velo de tul ilusión. Todas iban a la moda, aunque cada una a su manera: ir desarreglada era intolerable. Y resultaban tan elegantes como las actrices de las películas.

    ¿Dónde se informaban de las modas estas muchachas que tenían que hacer cola para poder llevar pan a su casa? En las revistas (Semana, ¡Hola!, La Moda en España, Teresa, Telva), en el cine, en la radio y en la televisión o mirando escaparates… ¿Dónde conseguían las novedades? Ahorrando y cosiendo en sus máquinas Sigma o Alfa, en la modista, en las casas de modas de renombre, en boutiques o en los grandes almacenes, como Galerías Preciados y El Corte Inglés… o en el mercado negro, aprovechando el estraperlo. Porque no solo eran las mujeres humildes las que necesitaban astucia en un momento de cartillas de racionamiento y ausencia total de lo indispensable para estar presentable. Los anuncios de la época decían: Mujer sin medias, pájaro sin plumas. Pero ¿cómo encontrar medias de seda o de nylon, que además eran carísimas? Antes de la guerra se vendían por 1 peseta; después, eran objeto de contrabando, junto con los cigarrillos, el café y las drogas. Las ricas también tenían sus picardías y no querían, o no podían, pagar lo que costaban los modelos de la alta costura. Las casas de moda como Dior y Balenciaga luchaban contra la piratería como podían, con poco éxito.

    En estas páginas se habla de sueños y realidades. De Mariquita Pérez, muñeca fascista pero moderna, que enseñó a las niñas a ir a la moda, acompañándolas hasta que tomaban las galas de mujer, como se decía con cursilería de las jovencitas que se presentaban en sociedad y aspiraban al matrimonio. De los vestidos de firma española que hicieron soñar a todas: los de Evita, Ana de Pombo; el de novia de la duquesa de Alba, el más lujoso y hermoso del mundo, firmado por Flora Villarreal, o el de Fabiola de Bélgica, que lo creó Balenciaga. También se habla de la Guardia Civil y de las incautaciones de tejidos; del Sindicato Nacional del Textil; del salón de belleza de Rosa Zabala, que peinaba a las Franco; de los desfiles de modelos y de las marcas y mujeres más famosas: como Loewe, Gran Vía y Castellana Hilton, donde iba Ava Gardner a hacer sus compras.

    Capítulo 1

    Un mundo de tul ilusión: a la lima y al limón

    La ciudad de Tulle, en el centro de Francia, fue conocida desde el siglo XVII por sus encajes. Se cree que aquí se sitúa el origen de la tela de tul, el punto de tul, una malla fina muy utilizada en los trajes de novia. La villa también fue un centro muy importante para la industria armamentística, quizá por eso de que en el amor y en la guerra todo vale. En España, a partir de la Guerra Civil, y por motivos difíciles de precisar, el tul y, en concreto, la variedad llamada ilusión, de red muy pequeña, se convirtió en sinónimo de elegancia para las novias. Y, tanto en los vestidos como, sobre todo, en los velos, se volvió muy popular, convirtiéndose en un testimonio de la sociedad del franquismo y sus cambios.

    No era una novedad. Era conocido desde, como poco, el si­­glo XIX. En una de las primeras publicaciones femeninas, el Correo de las Damas (09/10/1833: 5), cuando se detallan las novedades en los géneros de moda se señala que "uno de los mas brillantes caprichos que pueden citarse es el tul ilusion negro para vestidos, bordados de vivísimos colores, á listas y á guirnaldas". Y en el Diario de Avisos de Madrid, unos años más tarde, se anuncia que es un tejido que se encuentra a disposición de las madrileñas. A pesar de su elevado precio, pudo adquirirse rebajado durante cuatro días: En la calle de la Concepción, número 34, esquina a la de Toledo hay pañuelos de gasa los de 36 a 16; cuellos de tul griego, los de 20 a 8; más inferiores a 4; estolas de raso a 16; faldas de percal a 30; una íd[em de] tul ilusión de 120 r[eale]s en 70; un viso azul en 30; chambritas de niña a 8; gorros griegos a 4; pañuelos. Además se informa de que, en los sombreros para señora, si bien los más caros son los de raso y los de encajes, también los hay de tul a 16, aparte de tener velos de sombrero. Como puede observarse, el material más caro era el tul ilusión: aunque aquí se usaba para confección, en otros casos se empleaba para los sombreros que, poco a poco, iban sustituyendo a las mantillas, para desgracia de muchos defensores de lo nacional. En el folletín de modas de El Heraldo (15/12/1844: 1) se cuenta que cada vez se ven más tocados y que "las casadas, aunque apenas cuenten veinte años, se revisten con las insignias de su estado, y llevan preciosas gorras de tul ilusión, ó de gasa polka. También se refiere que, a pesar de que en este punto de tocados reina la mas completa anarquía; solo hay un punto resuelto y es que las jóvenes solteras han de llevar flores; y gorras las que no lo son".

    A partir de la segunda mitad del siglo XIX es muy habitual que se añada a las faldas, sobre todo por la tendencia romántica e historicista. Y desciende mucho su precio, lo que quizá sea una señal de su popularidad y, hasta cierto punto, de su ubicuidad. En el Diario Oficial de Avisos de Madrid (07/01/1850: 3), la Villa de París de Monet y Armstrong, situada en el número 18 de calle Ancha de los Peligros, en el cuarto entresuelo, anuncia que tiene el honor de participar á las señoras, que acaban de recibir de París un nuevo surtido muy escogido de trajes de baile de la última moda y del mejor gusto y que en sus almacenes tienen también crespones blancos y de colores á precios muy arreglados, desde 8 r[eale]s la vara, de calidad fina. Tartanes muy anchos, desde 8 r[eale]s. Tul ilusion, desde 12 r[eale]s. Aplicaciones de Bruselas y encajes de todas clases para volantes, echarpas, mantillas, bertas, etc., etc. y que, con motivo de los bailes que se verifican en la estación del invierno, han traído de París un surtido muy esmerado de flores artificiales de los mejores fabricante desde 80 r[eale]s el adorno de cabeza con el ramo del pecho. Es decir, que el tul ilusión no costaba tanto y era, incluso con el reclamo de su origen francés, relativamente económico. El artículo de lujo, como se destacaba, eran las flores artificiales, que se habían puesto de moda para decorar los vestidos. Ese mismo día, la sastrería española de la calle de Carretas, número 39, anunciaba que se hallan de venta un abundante surtido de géneros propios de la presente estación, á los equitativos precios siguientes: paletós de paño, varios colores de moda, á 125, 130, 132 y 174. Dichos mas finos, con forros de sarga de lana, á 215, 230, 237 y 270; id[em] de castor y pilot, con rica seda, 340, 360, 400 y 440 r[eale]s. Aunque fueran prendas confeccionadas, sirven como referencia para comparar su precio con el de la vara de tul ilusión.

    Los velos de tul ilusión son ubicuos en la década de 1850. En La Ilustración (27/11/1852: 8) se mencionan , al igual que en el periódico Las Cortes (14/03/1855: 3), por lo que se puede deducir que eran muy habituales, aunque ya no se consideran de tan buen tono, quizás debido a su popularidad, lamentando que las mujeres, en vez de rezar en la iglesia con el rosario en la mano y el rostro cubierto por el transparente velo, critiquen a la conocida o la amiga porque llevan el pelo a la Fuoco, el velo de tu ilusión o el vestido sin volantes. Y, aunque hay alguna mención más, parece evidente que pasan de moda, pues las referencias son escasas en la década de 1860, casi inexistentes la siguiente y solo en 1880 se vuelve a recuperar para el público lo que es el tul ilusión, como si el tiempo no hubiera pasado. En el Día de Moda (18/10/1880: 13) se explica que las flores artificiales no constituyen por sí solas el tocado de las mu­­jeres; son su más gracioso, su más poético adorno, y no otra cosa. El colocarlas sobre el sombrero es todo un arte. Y se señala que los velos se dividen naturalmente en dos grandes categorías: los que están destinados á ocultar el rostro y los que tienen por objeto aumentar su encanto. De los primeros no se dirá nada porque solo los llevan mujeres decrépitas, tuertas, ó atacadas de alguna repugnante enfermedad de la piel. Pero los segundos son el complemento necesario del peinado de toda mujer joven y hermosa. Y "los más elegantes, los más irresistibles, cuando los lleva una bella morena de ojos negros, son los grandes velos de tul blanco, de mallas claras, llamados tul ilusion. No conozco nada más seductor que tales velos. Envuelven el sombrero y todo el rostro, se anudan bajo la barba por un doble nudo, y el encanto que prestan á las facciones más ordinarias es enteramente ideal".

    En los últimos años del siglo XIX, el tul ilusión sirve para la confección de vestidos, adorna sombreros y, sobre todo, y más importante, está presente en los velos de las novias. En la afamada revista La Última Moda se refleja esa tendencia en muchos modelos desde 1890. Y se describe minuciosamente, para que se pueda replicar, el traje de novia al gusto de la época (figura 1):

    Figura 1

    Velo de tul ilusión para novia

    Fuente: La Última Moda (19/01/1890: 6).

    Falda recta de royale blanco, semicubierta por un delantero de seda bordado al realce y guarnecido con un ancho fleco de pasamanería de seda. Larga cola de seda brochada. Cuerpo, mitad de royal y mitad de seda bordada. Una drapería de royal cruza el cuerpo por delante y se prende en la parte baja del talle con un grupo de flores de azahar. Esta drapería baja hasta el borde de la falda en forma de quilla plegada. Mangas abullonadas de royal, segundas mangas de seda brochada que terminan en lazos de cinta. Grupos de flores de azahar adornan los hombros. Largo velo de tul ilusión, prendido en el cabello, con un grupito de flores de azahar. Guantes blancos de piel de Suecia (19/01/1890: 6).

    De manera que, aunque cambien los diseños, lo que va a permanecer va a ser el largo velo de tul ilusión y las flores de azahar (La Última Moda, 16/02/1890: 3). Incluso las niñas que hacían la primera comunión, aunque llevaran el velo de la misma tela que el vestido, también podían vestir como una especie de novias en miniatura y usar velo de tul ilusión (La Última Moda, 18/05/1890: 4). Se vuelve tan omnipresente que algunos cronistas intentan sustituirlo, sin éxito, al haber estado de moda después de tiempo que los velos novedad son de encaje de Bruselas ó tul moteado, rodeado de encajes y con flores de azahar (La Última Moda, 17/08/1890: 3). No hay que olvidar que estos tules resultaban baratos, en extremo graciosos y más al alcance de todas las fortunas, a diferencia de los clásicos de encaje punto de Venecia ó de Inglaterra (La Última Moda, 31/03/1895: 4) y su transparencia los hacía más favorecedores, llegando incluso a ser usado por las reinas. La soberana Guillermina de los Países Bajos se casó con un lujoso traje de falda lisa con gran cola, de tisú de plata, en la parte baja bordada de plata […] cuerpo en punta, guarnecido con tres pliegues y aplicaciones del mismo bordado de plata. Escote en forma de corazón y recuadrado con un drapeado de seda de tisú de plata. Ramo de flores de azahar y diadema de perlas y brillantes, que sostenía el velo de tul ilusión, además de un collar de perlas grises y brillantes (La Moda Elegante, 14/03/1901: 4).

    Figura 2

    Traje de boda, con velo de tul ilusión, de la reina Guillermina

    Fuente: La Moda Elegante (14/03/1901: 4).

    En la primera y la segunda década del siglo XX, las novias siguieron llevando velos de tul ilusión, aunque algunas, como en España, los usaban de encaje a modo de mantilla. Sin embargo, su moda fue decayendo durante los años veinte, y así, de usarse en la confección y adorno de prendas exteriores como faldas, blusas, chaquetas y vestidos, así como en la ropa interior femenina, pasó a convertirse en un elemento sensual, desapareciendo del armario de las novias, que debían ser virginales, y de la prensa, aunque siguiese usándose (ABC Madrid, 03/05/1925: 20). De este modo lo entendieron las revistas de mejor tono, como La Última Moda (05/01/1920: 5), que decía que se podía usar para decorar los escotes de los vestidos y cubrir un poco la desnudez, en un momento en que la crisis del carbón viene á perjudicar algún tanto á la moda de las blusas de seda ligera que nos habíamos acostumbrado á usar en invierno lo mismo que en verano y, salvo las parisienses, otras muchas tienen que renunciar á los escotes y á las mangas cortas porque no ofrecen abrigo suficiente en una casa con escasa calefacción ó sin ninguna. Pero también su presencia puede encontrarse en las cabeceras eróticas, como en los textos de Álvaro Retana, el afamado escritor vinculado al género de la sicalipsis y el cuplé, que publicó muchos escritos alabando las bondades del tul ilusión para cubrir, revelándola, la desnudez. Y, de hecho, el tul se convirtió en una metáfora en la prensa de la época para describir sus obras, marcadas por un ansia indomable de sobrepasar los límites de los escritores eróticos que por suerte para él aparecen velados por ese tul-ilusión que le caracteriza (La Unión Ilustrada, 20/05/1923: 11).

    Tras los felices años veinte, y con el crack económico del 29, se retomará como un tejido, que vuelve a estar vinculado a las novias, como antaño. El diario El Sol arroja más luz sobre la desaparición del que en el siglo XIX había sido un elemento clave en la moda femenina. Carmen de Icaza, que firmaba como CIL, explicaba que las novias habían adoptado nuevos usos nupciales y que lo que hacía años era considerado como una verdadera extravagancia, ahora era realidad e incluso muchas se casaban de crespón satén negro, tocadas con gracioso fieltro ‘ad-hoc’, sin ser viudas. El motivo era que les resultaba ¡cursilería casarse de blanco! y creían que era "más elegante

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