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La casa de Bernarda Alba
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La casa de Bernarda Alba

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La casa de Bernarda Alba (1936) es una de las obras teatrales más conocidas y representadas de Federico García Lorca, y la última que publicó antes de su muerte. No fue hasta 1945 cuando se publicó y estrenó en Buenos Aires, de la mano de la actriz Margarita Xirgu. Escrita en tres actos, y ambientada en una época en la que las mujeres están sujetas a la tradición y opresión, Lorca utiliza esta obra para representar la lucha entre la represión y la libertad.
Tras la muerte de su segundo marido, Bernarda Alba, de carácter fuerte y autoritario, obliga a sus hijas, como luto, a una reclusión de 8 años en su casa. Será ahí donde se desarrollará toda la obra teatral, donde sus cinco hijas lucharán por liberarse de su encierro.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 ene 2024
ISBN9788410011052

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    La casa de Bernarda Alba - Federico García Lorca

    La_casa_de_Bernarda_Alba.jpg

    La casa de

    Bernarda Alba

    Federico García Lorca

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    © Editorial Ardea, s.l.

    ISBN: 978-84-10011-05-2

    info@ardeaeditorial.com

    Índice

    Acto Primero

    Acto segundo

    Acto tercero

    Vocabulario

    Personas

    BERNARDA, 60 años

    MARÍA JOSEFA (madre de BERNARDA), 80 años

    ANGUSTIAS (hija de BERNARDA), 39 años

    MAGDALENA (hija de BERNARDA), 30 años

    AMELIA (hija de BERNARDA), 27 años

    MARTIRIO (hija de BERNARDA), 24 años

    ADELA (hija de BERNARDA), 20 años

    CRIADA, 50 años

    PONCIA (criada), 60 años

    PRUDENCIA, 50 años

    MENDIGA

    MUJERES DE LUTO

    MUJER 1ª

    MUJER 2ª

    MUJER 3ª

    MUJER 4ª

    MUCHACHA

    Acto Primero

    (Habitación blanquísima del interior de la casa de BERNARDA. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute¹ rematadas con madroños² y volantes. Sillas de anea³. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas, o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.)

    (Sale la CRIADA.)

    Criada. Ya tengo el doble de esas campanas metido entre las sienes.

    PoNcia. (Sale comiendo chorizo y pan.) Llevan ya más de dos horas de gori-gori⁴. Han venido curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En el primer responso⁵ se desmayó la Magdalena.

    CRIADA. Esa es la que se queda más sola.

    PONCIA. Era a la única que quería el padre. ¡Ay! Gracias a Dios que estamos solas un poquito. Yo he venido a comer.

    CRIADA. ¡Si te viera Bernarda!

    PONCIA. ¡Quisiera que ahora, como no come ella, que todas nos muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he abierto la orza⁶ de chorizos.

    CRIADA. (Con tristeza, ansiosa.) ¿Por qué no me das para mi niña, Poncia?

    PONCIA. Entra y llévate también un puñado de garbanzos. ¡Hoy no se dará cuenta!

    VOZ. (Dentro.) ¡Bernarda!

    PONCIA. La vieja. ¿Está bien encerrada?

    CRIADA. Con dos vueltas de llave.

    PONCIA. Pero debes poner también la tranca⁷. Tiene unos dedos como cinco ganzúas.

    VOZ. ¡Bernarda!

    PONCIA. (A voces.) ¡Ya viene! (A la CRIADA.) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas me arrancará los pocos pelos que me quedan.

    CRIADA. ¡Qué mujer!

    PONCIA. Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado!

    CRIADA. Sangre en las manos tengo de fregarlo todo.

    PONCIA. Ella, la más aseada, ella, la más decente, ella, la más alta. Buen descanso ganó su pobre marido.

    (Cesan las campanas.)

    CRIADA. ¿Han venido todos sus parientes?

    PONCIA. Los de ella. La gente de él la odia. Vinieron a verlo muerto, y le hicieron la cruz.

    CRIADA. ¿Hay bastantes sillas?

    PONCIA. Sobran. Que se sienten en el suelo. Desde que murió el padre de Bernarda no han vuelto a entrar las gentes bajo estos techos. Ella no quiere que la vean en su dominio. ¡Maldita sea!

    CRIADA. Contigo se portó bien.

    PONCIA. Treinta años lavando sus sábanas, treinta años comiendo sus sobras, noches en vela cuando tose, días enteros mirando por la rendija para espiar a los vecinos y llevarle el cuento; vida sin secretos una con otra, y sin embargo, ¡maldita sea!, ¡mal dolor de clavo le pinche en los ojos!

    CRIADA. ¡Mujer!

    PONCIA. Pero yo soy buena perra: ladro cuando me lo

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