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El socialismo de lo pequeño en Hondarribia
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El socialismo de lo pequeño en Hondarribia
Libro electrónico292 páginas4 horas

El socialismo de lo pequeño en Hondarribia

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Este es el relato de las gentes de las localidades de Irún y Hondarribia cercanas al mundo cultural socialista a través de la metodología de la historia oral. Todos y todas tienen algo que decirnos. Proceden de todos los perfiles profesionales y desde diferentes lugares de toda la geografía española. Y no solo son meros militantes socialistas, sino hombres y mujeres a los que les mueve el compromiso social y progresista por colaborar en los tejidos culturales del pueblo. Existe un alma social latente en todos los protagonistas del libro. Lo hacen no solo por mejorar la vida diaria de sus convecinos, sino por un afán de reivindicar esa intrahistoria de todos aquellos que intentaron mejorar y transformar este entorno fronterizo que ha sido clave en muchos de los procesos históricos, no solo de España y Francia, como territorio estratégico del sur de Europa.
El trabajo cuenta con tres capítulos que intentan situar a nivel cronológico las entrevistas realizadas, de las que se han extraído los aspectos más llamativos e interesantes desde una perspectiva histórica. Precisamente son esos pequeños detalles y relatos los que han permitido pasar de un análisis de óptica local a una visión más global de corte nacional.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 abr 2023
ISBN9788413527130
El socialismo de lo pequeño en Hondarribia
Autor

Ángel Comonte Santamaría

Licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Deusto y doctorando en la Universidad del País Vasco. Es autor de los libros Juan de los Toyos González. Biografía de un pequeño gran hombre (Fundación Juan de los Toyos, 2010), Alcaldes y alcaldesas socialistas del País Vasco (1979-2018). La lucha por la democracia, la libertad y la convivencia (Los Libros de la Catarata, 2019) y coautor, junto con Carmen González Guerra, de La experiencia de la resiliencia socialista en Errenteria (Los Libros de la Catarata, 2019) y junto con Sara García Hidalgo de Orellán de Resistencia socialista en femenino. Violencia de ETA y mujeres del PSE desde la Transición hasta 2011 (Los Libros de la Catarata, 2020). Durante varios años ha formado parte el consejo de redacción de los libros de historia local de Portugalete, en la colección El Mareómetro-Fundación El Abra. Es un colaborador habitual de los programas televisivos Temas de Actualidad y Objetivo Bizkaia de la cadena baracaldesa Tele 7. Ha formado parte del documental para la EITB: Tras la huella obrera de Pasionaria (2020). Junto con la productora Luanma Films ha colaborado en los guiones: El tiempo que nos tocó vivir y Ramón Rubial, un vasco universal. Desde agosto de 2022 junto con la también historiadora y coordinadora de la Asociación Cultural Globalkultura, Jaio de la Puerta Rueda, está trabajando en la reorganización del Museo de la Industria-Rialia de Portugalete.

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    El socialismo de lo pequeño en Hondarribia - Ángel Comonte Santamaría

    Prefacio

    El viajero se hospedó en el parador y anduvo un rato curioseando las lanzas, alabardas y espadas antiguas que decoraran estancias y corredores. De anochecida, salió a la terraza para contemplar la puesta de sol sobre la bahía de Txingudi, con el puerto a sus pies, allá donde el Bidasoa rinde sus aguas al mar. Le pareció que lo saludaban los barquitos multicolores mecidos por la mar brava. En Hondarribia hay más presencias históricas que aposentos.

    Juan Eslava Galán,

    1000 sitios que ver en España

    al menos una vez en la vida

    Cuando me llamó hace unos meses Ana Cano Copa desde la Fundación Ramón Rubial para encargarme este libro que ahora tenéis en vuestras manos, titulado El socialismo de lo pequeño en Hondarribia, pensé en un principio que era algo muy complicado de tratar y analizar desde mi atalaya del barrio de Buenavista en plena Margen Izquierda del Nervión, en Portugalete, al encontrarme a una distancia de más de cien kilómetros de lo que es la comarca del Bajo Bidasoa.

    Es cierto que unos años atrás, mientras me desplazaba hacia estas tierras de Gipuzkoa, de las que tanto estoy aprendiendo junto con la archivera e historiadora Mentxu González Guerra, para preparar lo que luego fue nuestro libro conjunto La experiencia de la resiliencia socialista en Errenteria, me comentaba sus inquietudes por conocer el relato de las gentes de las localidades de Irún y Hondarribia cercanas al mundo cultural socialista a través de la metodología de la historia oral.

    Desde hace más de una década, el Patronato de la Fundación Ramón Rubial ha apostado por crear un Archivo de la Historia del Socialismo en el País Vasco con una sede real y tangible en el municipio de Eibar, con toda la carga de simbolismo que tiene esta ciudad armera donde se proclamase la Segunda República aquella madrugada del 14 de abril de 1931 de la mano de un baracaldés del barrio de Luchana afincado en la provincia limítrofe guipuzcoana. Así fue como en 2010 ya me di cuenta de la importancia que tenía Gipuzkoa en lo que iba a ser el desa­­rro­­llo futuro del Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (PSE-EE), y lo poco atentos que habíamos estado muchos especialistas del movimiento obrero en el País Vasco, centrándonos únicamente en las grandes urbes de la Margen Izquierda y la Zona Minera de Bizkaia. Gracias a la ayuda de Miguel Ángel Asporosa, entonces secretario general de la comarca de UGT-Margen Izquierda, pudimos hacer una primera exploración por un entorno del que poco recordaba desde mi niñez. Por allí, cual Jacques Perrin en Cinema Paradiso, pude ver muchos filmes de forma gratuita en Elgoibar entre 1987 y 1989, al tener cierta amistad familiar con uno de los empleados de mantenimiento que cuidaba y vivía en una casa adjunta al local del cine. Bajando unas escaleras entrábamos directamente en uno de los palcos que daban hacia la gran pantalla.

    Mentxu González Guerra me inoculó sus sensaciones y percepciones sobre estas cuestiones cuando me animó a trabajar junto a ella, mientras también preparaba mi primera obra para la editorial Los Libros de la Catarata, titulada Alcaldes y alcaldesas socialistas del País Vasco (1979-2018).

    He de decir que mientras estoy escribiendo estas líneas, me han llamado desde Hondarribia para comunicarme que ha fallecido uno de los líderes históricos del socialismo vasco, Rodolfo Ares Taboada (1954-2023). Creo que es de justicia dedicarle unas líneas en este prólogo a una de las personas que más apostó por la publicación de estos libros, como los que he mencionado, así como el que ahora estáis a punto de comenzar a leer, como miembro que era de la Junta Directiva de la Fundación Ramón Rubial. En su necrológica periodística han colocado un epitafio que nos invita precisamente a la reflexión: Nada de lo que somos se puede entender sin ti.

    Mientras trataba la cuestión histórica del municipalismo socialista en la comunidad autónoma vasca desde la Transición hasta nuestros días, tuve varios encuentros con él para ir viendo cómo iba gestándose la obra. La verdad es que fue todo un orgullo contar con sus sabios consejos desde aquel día que quedamos en la cafetería Rialto, frente a la sede del PSE-EE, en la alameda Rekalde de Bilbao. Tuve la fortuna de conocerle gracias al médico del botiquín de La Naval de Sestao, Enrique Andreu. Factoría que, por cierto, va a estar presente a lo largo de toda la argumentación de este libro. Porque, aunque no lo parezca, también ha formado parte de los ingredientes principales para poder plasmar todas estas páginas que aquí os estamos presentando. Su sombra va a estar muy vinculada a la historia contemporánea del socialismo guipuzcoano desde los tiempos de la Guerra Civil.

    Siempre le estaré agradecido al que fuera consejero de Interior del Gobierno Vasco en tiempos del lehendakari Patxi López por haberme dejado dedicar el libro de alcaldías socialistas a mi hijo Lucas, que nació en 2011. Precisamente fue el año en el que finalizó la lacra del terrorismo de ETA por aquel mes de octubre. Ro, como así le llamaban muchos de sus compañeros y compañeras socialistas, contaba con una profundidad en su mirada que denotaba el sufrimiento que había padecido toda una generación de resistentes que, de una forma u otra, se propusieron que libros como el que ahora tenéis en vuestras manos sirvan para que las nuevas generaciones no olviden lo que ha pasado en nuestro país. Y que de una forma u otra no se vuelvan a cometer los mismos errores en el futuro, recordando siempre aquella célebre canción de John Lennon, Give peace a chance, donde los valores de la tolerancia, la paz, la convivencia y la democracia sean siempre lemas que se respeten como parte de lo que significa la justicia social.

    Dentro de los programas que se han trabajado en estos últimos años desde la Fundación Ramón Rubial, precisamente destaca el proyecto Tiempo de silencio en Hondarribia, cuya idea central se basó utilizando el título y contenido de la obra literaria de uno de los primeros socialistas de la clandestinidad antifranquista en la posguerra, que murió prematuramente, y que a su vez fue un referente del socialismo no solo guipuzcoano, sino de toda España, llamado Luis Martín-Santos (1924-1964).

    Enrique Múgica nos ofrece unas pequeñas pistas sobre el contenido de este trabajo a través de sus reflexiones en su primer libro de memorias editado a mediados de los años ochenta del pasado siglo XX. Precisamente descubrimos que el abogado donostiarra que tanto contribuyó a la reconstrucción del socialismo vasco fue uno de los fieles consejeros del escritor y psiquiatra de profesión ya mencionado:

    Nosotros no hemos tenido grandes novelistas si nos comparamos con los franceses. Tenemos a Galdós, tenemos La Regenta, a Baroja y a Valle Inclán, y entre los hombres de la generación de la guerra hay gente de gran calidad como Sender, Gonzalo Torrente y Cela. Posteriormente, Benet, Fernández Santos y, sobre todo, Luis Martín-Santos. Mi ejemplar de Tiempo de silencio tiene como dedicatoria: Para Enrique Múgica como reconocimiento de una real copaternidad. Y esto tiene una explicación. Cada vez que Luis terminaba un capítulo de su novela me invitaba a cenar con él en su villa del Alto de Eguía y a comentarlo juntos. Era tal su riqueza intelectual que cada capítulo le salía de una tacada, como un vahído, y entre los tecleados por vez primera en su máquina de escribir, y los que se publicaron en su libro, las diferencias son mínimas.

    La discusión con él era siempre estimulante. Además de mi ejemplar, me regaló el original. Cometí la imprudencia de prestarlo a un amigo antes de ser detenido por tercera vez. Cuando casi dos años después salí del penal de Burgos, el sujeto tuvo el tupé de negármelo. Pero no se trata de hacer aquí y ahora un repertorio bibliográfico. Lo que importa es saber lo que ha significado la lectura para uno, eso tan maravilloso, y la incentivación que tiene para la acción política, para asentar lo político en el conocimiento intelectual (Múgica, 1986: 163).

    Durante el año 2019 y comienzos de 2020, mi compañera de batallas en el mundo de la historia del socialismo contemporáneo, Mentxu, realizó casi una cincuentena de entrevistas, a través de la agrupación socialista de Hondarribia, en los locales de la sociedad cultural Murru, en plena calle Mayor, Kale Nagusia, de este municipio pesquero y turístico. Mientras yo me encontraba escribiendo otro trabajo junto a la también historiadora Sara Hidalgo García de Orellán, titulado Resistencia socialista en femenino. Violencia de ETA y mujeres del PSE desde la Transición hasta 2011, y terminaba de realizar un guion sobre la vi­­da de Ramón Rubial dirigido por Antonio Cristóbal López, de Luanma Films, se presentó este proyecto al público el 9 de junio de 2021. Parafraseando lo acontecido en aquel acto puede entenderse el contenido del que vamos a tratar:

    La Fundación Ramón Rubial apostó hace varios años por evidenciar la posición de rechazo a la asimilación del régimen franquista y desvelar la desafección al mismo. Estas historias de vida han servido para acercarse a la experiencia de una comunidad de memoria compartida y cuyos resultados pasan a formar parte del proyecto Tiempo de silencio en Hondarribia junto con los testimonios recogidos en otros lugares como Hernani, Eibar, Irún, Urretxu, Zumárraga, Margen Izquierda y Zona Minera de Bilbao.

    Precisamente, Tiempo de silencio guarda esa esencia de corte barojiano, cuyo contenido me ha servido para poder adentrarme una vez más, como si de un faro guía se tratase, cual estructura arquitectura decimonónica enclavada en el cabo Higuer.

    Para poder entender la intrahistoria de la comarca del Bajo Bidasoa, hay que sentir y palpar las sensaciones vividas de sus gentes, como las que reflejaba don Miguel de Unamuno desde su exilio en Hendaya y su melancolía de tener que estar fuera de su amado terruño. Mientras la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera campeaba y acrecentaba su ostentación de poder, en localidades como Hondarribia, bajo la alcaldía de Francisco Sagarzazu, el viejo catedrático bilbaíno recibía la visita de uno de sus mejores amigos de infancia, el doctor Enrique Areilza y Arregui, el cual estaba afincado en el palacio de El Salto, en la villa de Portugalete. Todo un triángulo fronterizo junto a Irún, creando un escenario con un patrimonio histórico, artístico y cultural muy apetecible para los historiadores con inquietudes sociales, como es mi caso, que me han hecho reinventar y replantearme muchas de las claves del alma social de un municipio que tiene un algo especial que hechiza al acercarse tanto a su paisaje como a su paisanaje.

    En el propio programa del proyecto Tiempo de silencio en Hondarribia se hablaba precisamente de esta concepción historicista del viejo catedrático bilbaíno que tanto defendió con sus propias contradicciones al socialismo vasco:

    Pretendemos crear una base testimonial y documental que guarde hechos y vivencias que quizá no figuran en los libros de historia de esta etapa de nuestro pasado reciente, pero que son valiosos y resultan imprescindibles para comprenderla.

    Siguiendo al maestro Manuel Tuñón de Lara, así nos definía precisamente esa intrahistoria como uno de los primeros pasos para la estimación del protagonismo popular en el quehacer histórico (Tuñón de Lara, 1977: 141).

    Casualidades del destino, a finales de agosto de 2022, tras unos primeros contactos telefónicos, tuvimos una invitación formal para conocer a varias de las personas que conforman la sociedad cultural Murru. Comento lo de las coincidencias por aquello de que en mi calendario hogareño que nos regala todas las navidades la caja de ahorros, justo aparecía en este mes estival una fotografía de esta ciudad de tarjeta postal que esconde muchas, pero que muchas, anécdotas en todos sus rincones.

    En aquel mismo momento comprendí la importancia que tenía el proyecto a realizar; mientras conversaba con figuras del mundo cultural del entorno de Gipuzkoa, con algunos de los que años atrás había coincidido en el bar Zazpi de Zarautz (antigua sede de EE), como los historiadores Pedro Barruso y Juan Carlos Jiménez de Aberasturi, grandes conocedores y expertos en el mundo contemporáneo de este mismo entorno que tanto han estudiado. Junto a ellos pude también saludar al catedrático Antonio Elorza, quien ha sido uno de los primeros investigadores en dar a conocer la historia del socialismo en aquella obra conjunta con Michel Ralle titulada La formación del PSOE.

    Durante unas horas pude comprender que la cuestión a tratar era algo mucho más serio de lo que en principio podía pensar en el momento que pude conversar con Aitor Puche, que a ciencia cierta es otro de los grandes analistas de la historia local de la comarca del Bajo Bidasoa. Todo ello complementado al poder conocer al bibliotecario municipal de Hondarribia, Kote Guevara.

    Entre fogones, allí descubrí y conocí por primera vez a Iosu Álvarez Yeregui, a Ramón Laborda Larzabal y a María Jesús Garín Esnaola. Pronto entendí, en términos de construcción naval, que allí me encontraba con la eslora, la manga y el puntal de lo que podíamos definir como el futuro buque literario de esta obra de carácter historicista y de divulgación.

    En el propio epílogo podremos entender estos conceptos náuticos de los que tanto pude visualizar a través de la actividad fabril del centenario astillero de la Sociedad Constructora Naval de Sestao, el cual, por las mismas fechas en las que visitaba Hondarribia, iba desapareciendo del paisaje diario de la Margen Izquierda de la ría del Nervión al destruirse las famosas grúas con forma de cigüeña o pico de pato, junto a los largos talleres de chapas y perfiles, así como sus enormes gradas y diques de las que emanó la primera huelga general de 1947 en el País Vasco desde el final de la contienda civil. Un centro industrial clave, repito una vez más para entender una parte de esta intrahistoria, que vamos a poder ver a lo largo de los tres capítulos que conforman este trabajo.

    Lo comento precisamente porque dos de aquellos jóvenes aprendices de aquel astillero vizcaíno cuyos muros hacían frontera con la enorme siderurgia de los Altos Hornos de Vizcaya (AHV) comenzaron a verse y escucharse en el ámbito laboral y a ser vigilados por la policía en los años oscuros de la represión franquista. Nombres como Nicolás Redondo Urbieta (Juan) o Eduardo López Albizu (Lalo) también van a tener un gran protagonismo en esta zona fronteriza con Francia en la propia lucha contra el viejo régimen golpista. Dos piezas fundamentales en la reconstrucción no solo del ideario socialista vasco, sino del designio de toda una proyección nacional del PSOE junto con los hombres y mujeres de Gipuzkoa que apostaron por el compromiso social, y que de una forma u otra también van a ser parte principal de un lugar que ya no existe y que es un punto clave, como fue un hospedaje que pasaba desapercibido en el monte Jaizkibel, en Hondarribia.

    Tras las ruinas de unos arcos en plena corrosión marina, se levantaba, desde el año 1954, el hostal de Jaizkibel como parador de turismo, cuyo autor fue el arquitecto José María Muñoz Baroja, con un total de veinte habitaciones, a once kilómetros del centro del pueblo (Castillo, 1994: 96).

    Tras un final al estilo de crónica de una muerte anunciada, se fue cerrando al público como hotel desde 1995, dejando únicamente abierto el local como bar para los fines de semana. Finalmente fue derruido por la Diputación Foral de Gipuzkoa en 1999 (Castillo, 1994: 96).

    Mientras observo lo poco que queda de lo que fuera una vivienda, que me recuerda más bien a los restos arqueológicos del claustro del monasterio de San Juan de Duero en Soria, pienso que aquel lugar fue más que una mera anécdota que pueda acabar en plan leyenda becqueriana de El monte de las ánimas si dejamos que el nacionalismo cultural adopte su versión romántica habitual sobre el paisaje que nos rodea. En el verano de 1974 tuvo lugar una reunión clandestina en la que asistieron, con el permiso de Ramón Rubial Cavia (Pablo), unos jóvenes socialistas sevillanos que se llamaban Felipe González Márquez (Isidoro), Alfonso Guerra González y Guillermo Galeote Jiménez. Este último en realidad era andaluz de adopción, ya que nació en San Sebastián. Junto a ellos se encontraban Enrique Múgica Herzog (Goizalde), Pablo Castellano Cardalliaguet (Hervás), Nicolás Redondo Urbieta (Juan) y Eduardo López Albizu (Lalo).

    Desde Hondarribia surgiría el Manifiesto de septiembre, que será clave en el desarrollo y evolución del PSOE con la celebración del Congreso de Suresnes en el mes de octubre de ese mismo año, y donde se plantearon muchas de las cuestiones de lo que iba a ser una futura España en democracia, visionando el final del tardofranquismo que se daría un año después (Múgica Herzog, 1986:

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