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Monstrua. Antología de diez escritoras mexicanas
Monstrua. Antología de diez escritoras mexicanas
Monstrua. Antología de diez escritoras mexicanas
Libro electrónico209 páginas2 horas

Monstrua. Antología de diez escritoras mexicanas

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"A lo largo de la historia, la idea de lo monstruoso se relaciona con lo ajeno, lo extraño. Desde los monstruos pintados en las cuevas prehistóricas, los imaginados por los navegantes medievales en los mares inexplorados, hasta la representación actual de los extraterrestres: los monstruos le ponen cuerpo a lo desconocido. Y es de esta forma también que los libros pueden volverse monstruos: ejemplos transformadores, inquietantes, que nos invitan a repensar la normalidad." Estas palabras nos introducen a la presente antología de textos en torno al cuerpo, volumen que hilvana una red de escrituras en la cual diez autoras jóvenes mexicanas de diversos orígenes, lenguas y perspectivas construyen un territorio de libertad para la experimentación literaria. Las escritoras Brenda Lozano y Gabriela Jáuregui coordinan la creación de esta monstrua desde un laboratorio de conversaciones, complicidades e intercambios para generar un espacio en el que lxs jóvenes de la comunidad universitaria y todxs lxs lectorxs a los que llegue esta propuesta conocerán nuevas narrativas y experiencias de lectura, nuevas miradas, estructuras y lenguajes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 mar 2023
ISBN9786073065856
Monstrua. Antología de diez escritoras mexicanas

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    Monstrua. Antología de diez escritoras mexicanas - UNAM, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

    Lozano_Monstrua_Forro.jpg

    Contenido

    Monstrua

    CÓSMICA

    Évolet Aceves

    Labios violáceos

    Cósmica

    Rastro diamantado

    Esmalte de lágrimas

    Biología de mi atavío

    Magnolia

    Lágrimas de nácar

    Bezos de astrolabios

    MI ESCATOLOGICISMO ES BÉLICO

    Lucía Calderas

    Mi escatologicismo es bélico

    SUEÑO

    Silvia Castelán

    Sueño

    Bioluminiscencia

    MITLA ESQUINA CON PETÉN

    Andrea Chapela

    Mitla esquina con Petén

    La persona que busca no está disponible

    Viviendo de noche

    UN MAR SE REPLICA

    María Cristina Hall

    Coco

    Escribo en lenguas que perpetran epistemicidios

    Amalgama2

    Abanico en la costa muerta

    Entre pétalos putrefactos

    Mito extracapital

    TAXLOKGAT

    Cruz Alejandra Lucas Juárez

    Xatapalan

    Alebrijes

    ii

    Xtachixkuwitat kilhtamakú

    Parir al tiempo

    Taxlokgkan

    Ecdisis

    Laa kumu litampachi’

    Serpentina

    Akxni laa masipanikan chatum puskat

    Cuando se lastima a una mujer

    POSTALES DE AMOR PARA EL ÚLTIMO DÍA DE NUESTRAS VIDAS

    Paola Llamas Dinero

    Postales de amor para el último día de nuestras vidas

    Ataque depresivo en una fiesta

    DIAMANTE PENROSE

    Nancy NiñoFeo

    No love lost

    Casi sin dolor

    KUE’E TACHI

    Nadia Ñuu Savi

    kue’e tachi

    viento malo

    yiki kuñu xixi Tenchi

    el cuerpo de tía Tenchi

    yiki kuñu iin

    cuerpo uno

    sangre

    ñá’an

    mujer

    savi

    lluvia

    TAJKIT IKA XIKTI

    Araceli Vázquez González

    Tajkit ika xikti

    Trenza de hilo para un ombligo

    Miltsin uan pilnemílis

    La milpa y el nacimiento

    Nemilis uan mikilis

    Vida y muerte

    Semblanzas

    Aviso legal

    Monstrua

    Los monstruos existen desde que existen las historias. La humanidad siempre ha intentado encontrarles sentido: quiénes son, qué hacen, dónde están. O encontrarse y contarse a través de ellos. La etimología de monstruo viene del latín monere, advertencia o portento: los monstruos existen para mostrar o demostrar algo a la sociedad. Buenos o malos, resultado de un error o prodigiosos, hermosos o espeluznantes, siempre complejos, los monstruos dan forma a nuestros miedos y también a nuestros deseos y, por lo mismo, nunca están alejados de temas que competen al género, raza y clase. Los monstruos encarnan la posibilidad de reivindicar la diferencia y la disidencia, como dice Donna Haraway en su Manifiesto Cyborg: Todas nosotras hemos sido profundamente heridas. Necesitamos regeneración, no resurrección, y las posibilidades que tenemos para nuestra reconstitución incluyen el sueño utópico de un mundo monstruoso [...]

    A lo largo de la historia, la idea de lo monstruoso se relaciona con lo ajeno, lo extraño. Desde los monstruos pintados en las cuevas prehistóricas, los imaginados por los navegantes medievales en los mares inexplorados, hasta la representación actual de los extraterrestres: los monstruos le ponen cuerpo a lo desconocido. Y es de esta forma también que los libros pueden volverse monstruos: ejemplos transformadores, inquietantes, que nos invitan a repensar la normalidad.

    Uno de los monstruos más famosos de la historia de la literatura es Frankenstein de Mary Shelley hija de Mary Wollstonecraft, una de las feministas de la llamada primera ola. Al igual que su madre, Mary Shelley fue una escritora en un mundo de hombres y creó uno de los grandes personajes de todos los tiempos, inaugurando un género literario en sí, a la temprana edad de veinte años. Frankenstein, el monstruo creado por el Dr. Frankenstein, vive temeroso y expuesto a la mirada de los demás, hasta que advierte: Ten cuidado; pues ya no conozco el miedo y soy, por tanto, poderoso. Frankenstein habla de la monstruosa potencia y el potencial monstruoso de quien pierde el miedo. ¿Para las mujeres qué podría significar esta metáfora hoy? Perder el miedo a levantar la voz, perder el miedo a tener cuerpos autónomos y libres nos hace monstruosas en una sociedad como la nuestra. Así, desde sus diversas comunidades, las jóvenes autoras de esta Monstrua buscan y encuentran la potencia de su voz: sin miedo.

    Tomamos el título para esta antología de Rosario Castellanos quien declara: … pero soy monstrua. El cambio del masculino al femenino la coloca a sí misma como extranjera de la normalidad. La saca de su contexto también dominado por hombres, como el de Mary Shelley, y la expone, monstruosa, fuera de la normalidad. Pero qué es la normalidad, sino esa norma que nos exige jugar ciertos roles como mujeres: que nos exige estar contentas, ser felices y agradables, guapas, bien portadas, calladitas, blancas, flacas, entre tantas cosas más. ¿Y qué es la literatura escrita por mujeres? Quizás sea, sobre todo, una monstrua que se sale de lo establecido, de lo esperado, como lo hacen estas jóvenes y talentosas escritoras.

    La obra que compone esta antología se rebela ante un mundo que privilegia el canon masculinista y a los artistas consagrados. Las autoras son jóvenes mujeres de distintas partes del país, de distintos contextos, comunidades y lenguas, que escriben en distintos géneros. En la amplitud de su diversidad hay un tema en común que recorre todos sus textos: el cuerpo. Y si una antología es como un cuerpo articulado por distintos miembros, todas las antologías son entonces una especie de monstruo. Una monstrua antología, en este caso. Una monstrua conformada por otros cuerpos. ¿Pero cuáles cuerpos? Cuerpos enfermos, heridos, extraños, propios, cuerpos impropios, cuerpos sociales y comunitarios, cuerpos indóciles, cuerpos racializados, cuerpos rebeldes, cuerpos en resistencia. Tantas formas de ver el cuerpo, incluso la corporalidad misma del lenguaje y las posibilidades del cuerpo del texto.

    Cada texto de manera individual tiene vida propia, sin embargo en conjunto adquieren una nueva vida. La monstrua tiene nuevos poderes y habilidades. Como el Frankenstein de Mary Shelley, este cuerpo hecho de otros cuerpos cobra fuerza. Y ya en tus manos, esta monstrua, cobra vida.

    GABRIELA JAUREGUI Y BRENDA LOZANO

    Labios violáceos

    19:02

    sombras verdes

    Siempre que me maquillo, comienzo por aplicar primero la base. Creo que una de las sensaciones más relajantes es sentir la brocha acariciando suavemente los poros de mis mejillas. En seguida me dirijo directo a los párpados, aplicando sólo la sombra necesaria, para que no caiga el polvo sobre mis pestañas después. El color de sombras es el que más tiempo me lleva elegir. Hoy será verde. El verde pistache, en particular, me gusta en los párpados, lo considero un pigmento vivo, me gusta resaltar mis ojos, dado el contraste de colores.

    delineador negro

    Debo admitir que el delineador me resulta trabajoso, sobre todo por mi pulso tan inestable. Se me dificulta hacerlo bien, me queda con frecuencia lejos de la perfección. A veces uso el delineador negro, trazando el clásico ojo de gato, aunque a veces he optado por no usarlo para expandir mis sombras y no limitarlas, dando la impresión de que son infinitas, justo como hoy. Por debajo del ojo no uso delineador, aunque me han recomendado usar el blanco, pues dada la forma de mis ojos —tan finamente alargados como asiáticos—, pudiera crear la ilusión de tener ojos más grandes. Algún día lo intentaré.

    cejas

    Pinto mis cejas con color café oscuro. El negro las hace notar extrañas y poco realistas, mientras el café las hace parecer negras, oscuras. No tengo inconveniente si las dejo como son, pues son gruesas y así me gustan. Las hago más oscuras y despeinadas, creo que las cejas resaltan el carácter de las personas.

    pestañas

    De por sí mis pestañas son largas y chinas, aunque en mi infancia lo eran aún más. Recuerdo que las señoras guardaban un peculiar gusto por mis pestañas. Tías, amigas de mi madre y mis docentes adulaban mis largas pestañas. Una vez, en mi adolescencia, me las quemé con el calentador viejo de la casa de mis padres. En otra ocasión, mientras encendía un cigarrillo, las quemé por accidente por segunda vez. Después de ambas tragedias, creo que mis pestañas no han vuelto a ser las mismas. Por esta razón, suelo darles un ligero realce con los dedos de vez en cuando. No con cuchara, me parece muy vulgar. Me fascina escuchar comentarios alusivos a mis largas y naturales pestañas. El rímel lo uso de vez en cuando porque se impregna mucho y cuesta trabajo quitarlo, sólo para ocasiones especiales en las que de verdad lo amerita. Cuando llego a usar rímel, me resultan unas pestañas de ensueño, larguísimas y muy finas. Únicas.

    rubor rojizo

    Me aplico rubor con mi brocha dorada, un tono entre rosado y anaranjado. Siempre tengo cuidado con el rubor, pues existe una línea muy delgada entre la elegancia y la vulgaridad ruborizante. Aplico sólo un poco resaltando mis pómulos, dando una imagen sobria y, al mismo tiempo, un atisbo de inocencia con mis mejillas ruborizadas.

    A últimas fechas me aplico el rubor de forma horizontal, simulando un bronceado ligero, un beso de sol, sumamente erotizante y naíf.

    labial violeta

    Los pigmentos oscuros en los labios me parecen místicos, majestuosos y seductores. Detesto los claros, son nefastos, pueriles y ramplones.

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