Raquel (Anotado)
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En Madrid, dirigió la Biblioteca Nacional, pero lo despidieron porque sus enemigos levantaron sospechas sobre él. La publicación de su colección de piezas de teatro del Siglo de Oro Theatro Hespa
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Raquel (Anotado) - Vicente García de la Huerta
Raquel
Vicente García de la Huerta
Advertencia del editor
Hará veinte años que, con motivo del representarse en algunas casas particulares de la Corte ciertas tragedias francesas traducidas al castellano, se renovó la cuestión sobre si los españoles teníamos talento trágico, que antes se había suscitado, con ocasión de asegurar el Colector de Teatro Español, que se publicó en París en 1738, ser este drama desconocido enteramente en España; cuya ligereza y falta de instrucción en nuestra historia literaria demostró sobradamente don Agustín de Montiano y Luyando en los dos discursos que preceden a sus dos tragedias, Virginia y Ataulpho, publicadas en Madrid en 1750, con satisfacción de los buenos españoles y no sin aplauso de los desapasionados extranjeros.
Pero como estas dos composiciones no se libertaron del rigor de la crítica, aunque su autor procuró satisfacer a los reparos y notas que se le pusieron, quedó con todo eso algún escrúpulo a los afectos a la nación, y no poco pretexto a los desafectos, para promover la ruin voz de ser los españoles incapaces de concluir una tragedia con todo el rigor del Arte y según los reformados modelos de las francesas.
Con este motivo se empeñaron nuevamente algunos ingenios, y desde entonces han salido al público la Lucrecia, la Hormesinda, la Johel, los dos Guzmanes, Sancho García, la Numancia, y otras que corren impresas; a las cuales no falta verdaderamente mérito ni recomendación. Otras varias que no han sido impresas, cuales son el Pelayo, las Euménides, otra Numancia, y algunas más que recatan sus autores por no exponerse a la censura libre de los poetastros de que abunda el siglo, han sido también fruto de esta controversia.
Entonces se compuso igualmente la Raquel. Su autor, como por distracción de estudios más severos, emprendió esta composición, con el fin de hacer ver a sus amigos, y algunos apasionados del teatro francés, que ni nuestro ingenio, ni nuestra lengua, ni nuestra Poesía, debía en manera alguna ceder a las de otra nación, aunque más se precie de culta e instruida. Para esto eligió de intento uno de los hechos más vulgarizados en nuestros Anales y Memorias, y repetidas veces puesto en el Teatro por nuestros ingenios.
Los franceses, siguiendo el estilo de los griegos y latinos, dividen en cinco actos sus tragedias, en cuyas cuatro secciones teniendo la libertad de abandonar el Teatro, y presentar en las primeras escenas personajes distintos de los que hablan en las últimas de los actos antecedentes, hallan un arbitrio que facilita maravillosamente la construcción y el enredo; ayudándose al mismo tiempo del intervalo que media entre los actos, en cuyo espacio se suelen suponer acciones que dan facilidad increíble a los poetas.
Pero el autor de la Raquel, privándose espontáneamente de un subsidio tan cómodo, reduce a un solo acto toda su tragedia; pues aunque está dividida en tres jornadas, si se examina con reflexión, se verá que ni se interrumpe la acción, ni cabe tiempo de una otra jornada, ni menos se abandona el teatro en los tránsitos de unas a otras.
Esta ley impuesta voluntariamente por el poeta da un singular mérito a su obra; en la que están además de esto tan religiosamente observadas las decantadas unidades, que dudo haya otra en ninguna lengua en que se guarden tan exactamente.
Por lo demás la nación ha hecho justicia a este poema; pues sobre haberse representado muy repetidas veces en casi todos los teatros del Reino, y no pocas en los de fuera de él, corren más de dos mil copias manuscritas por España, Francia, Italia, Portugal y las Américas; de cuya multiplicidad se han originado las alteraciones que en ellas se notan, y manifiesta la reciente impresión hecha sin noticia del autor en Barcelona, en la cual las solas erratas de imprenta exceden acaso el número de versos que contiene.
El plan de la tragedia es sistema particular del poeta, persuadido a que instruye más, corrige mejor las costumbres y aun deleita más el corazón humano el castigo del vicio y el premio de la virtud, que la compasión nacida de la representación de la opresión de ésta, aun cuando fuese capaz de mover tantas lágrimas cuantas bastasen a formar mil Guadalquivires.
Loa para la tragedia de Raquel
(Orán, 1772)
Ilustre Mauritania cesariense,
de heroicos hechos bélico teatro,
donde ha representado la fortuna
al mundo los sucesos más extraños,
y más ilustre ya desde que goza
por Numen Tutelar al grande Carlos,
aquel cuyos cruzados estandartes
asombro son del bárbaro Africano;
(cuántas aclamaciones este día,
por ser vuestro natal, oh, Rey amado,
os previniera, si de vuestro elogio
pudiese contemplar digno mi labio
mas tiempo llegará que convertido
en sonante Epopeya el triste canto
el Mundo os reverencie por mis versos
y por vuestra virtud, de Héroes dechado).
Hermosas Damas, Auditorio noble,
y vos, generosísimo Alvarado,
si digno Nieto, imitador heroico
de tanto Campeón Americano;
pues si aquellos con ánimo invencible
en aquel nuevo Mundo sujetaron
Reyes e Imperios, vos aquí igualmente
domáis Montes, rendís altos peñascos,
Padrón que erige eterno a vuestro nombre
el celo vuestro contra quien en vano
combatirán los tiros de la envidia
y el poderoso impulso de los años,
pues nada bastará para que deje
el remoto Orinoco de admiraros
Estadista sutil, Guerrero Italia,
África