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El reencuentro
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Libro electrónico842 páginas7 horas

El reencuentro

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La política es el arte de conquistar el poder. El bien común radica en ese poder y en las virtudes cívicas de cada individuo.

Los personajes de El reencuentro comparten reflexiones al volver a verse o al conocerse por primera vez en situaciones totalmente diferentes. Individuos de distintas edades, culturas, nacionalidades y religiones dialogan sobre temas diversos, con el fin de buscar soluciones.

En un mundo cambiante en el que las relaciones de poder son cada vez más igualitarias y menos abusivas, los personajes de este libro, con prólogo de Sébastien L'Hôte, logran construir colectiva e individualmente una sociedad más justa. Una sociedad más avanzada que recupera valores morales que lamentablemente se habían dado por perdidos, a la vez que se crean nuevos principios éticos para mejorar la convivencia entre los ciudadanos, gracias a sus iniciativas y a su sentido de la responsabilidad y del compromiso. Una sociedad madura que ya no está marcada por el odio ni por el rencor, sino por el respeto mutuo.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento16 feb 2021
ISBN9788418435423
El reencuentro
Autor

Constanza Sagasti

Constanza Sagasti nació en Bilbao. Ha trabajado en sectores como el Turismo, el Arte y la Música. Durante años escribió en prensa especializada, en una revista española de música clásica de la que fue Redactora. Junto con Sébastien L'Hôte, es coautora del libro Diálogos entre un político y una ciudadana, también publicado en francés.

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    El reencuentro - Constanza Sagasti

    Prólogo

    Los Diálogos entre un político y una ciudadana, publicados en el año 2018, un 8 de marzo concretamente, y en su edición francesa para ser exactos, surgieron de la observación de múltiples factores que ponían en riesgo nuestras democracias, seriamente amenazadas en la actualidad por una relación ciudadano-político muy deteriorada. Todo ello nos condujo a un nuevo cuestionamiento del pacto democrático, habiendo otorgado mandatos a nuestros candidatos electos para representarnos.

    El auge de las redes sociales, democráticas y abiertas, aunque con palabras extremas y el odio como modo de expresión generalizado, acompañado del despertar de regímenes populistas y de una interminable lucha contra las desigualdades, eran temas que nos preocupaban desde hacía tiempo y que abordamos cuando escribimos nuestro primer libro en el año 2017. Nuestros Diálogos ofrecieron entonces varios puntos de vista diferentes en torno a esas y otras cuestiones de diversa índole.

    Las desigualdades tanto económicas, con la necesidad imperiosa de reducir la pobreza, como sociales, expresadas ya sea a través del movimiento feminista o de la cambiante composición del núcleo familiar, eran y siguen siendo un tema central. Un tema de gran importancia con múltiples aristas, tal y como ponen de manifiesto las recientes protestas por las exiguas pensiones o las campañas de sensibilización contra la discriminación al colectivo LGTBI. Iniciativas que, en ocasiones, tienen lugar en el marco de fechas clave, como el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, o el Día Internacional contra la homofobia, la lesbofobia, la bifobia y la transfobia, el 17 de mayo.

    En nuestro primer libro, el político y la ciudadana dialogaban con respeto y con calma, sin renegar de sus convicciones, a pesar de algún que otro desacuerdo. Reflexionaban sobre temas hacia los que ambos mostraban ser muy sensibles, lejos de la descontrolada calaverada, la insensatez y la falta de educación en las redes sociales y en los platós de televisión, en los que se realizan afirmaciones de manera categórica y prácticamente se imposibilita toda reflexión objetiva.

    Desde aquella primera publicación, hemos podido constatar que nuestras sociedades occidentales se ven fuertemente sacudidas por sobresaltos ligados a estos grandes temas. Nuestras democracias son cuestionadas por algunos ciudadanos que verían con buenos ojos el regreso de un régimen autocrático, dispuestos a sacrificar su libertad por el orden, un «nuevo orden». Los grandes movimientos mundiales, como el conocido #MeToo o la protesta social de los «chalecos amarillos» que surgió en Francia a finales del año 2018, han puesto de manifiesto esas dificultades que tienen nuestras sociedades para avanzar y hacer justicia a través del diálogo meditado y sosegado.

    El arte tampoco queda exento de sobresaltos. Nuevas formas de censura aparecen y la creación cultural puede verse afectada por ellas. Los riesgos de que un artista pueda ser acusado de racismo, de enaltecimiento de actos supuestamente vandálicos o de sexismo son cada vez más elevados. Son varios los proyectos artísticos que se prohíben por ser considerados como un atentado contra las religiones o contra los derechos fundamentales del individuo, entre otras razones, ya sea por las autoridades políticas, religiosas o por manifestaciones que impiden que un evento cultural se pueda llegar a celebrar.

    La diferenciación entre una obra y su autor no siempre se puede garantizar hoy en día. Ya no se juzga una obra de arte solamente en función de su mensaje, sino también en función del pasado real o presunto de su autor o autora, sin separar al creador de su creación. Lo mismo sucede con algunos espectáculos o con la desaparición de algunas películas de las plataformas de streaming debido a que uno de sus actores o directores ha sido acusado de violación, de acoso sexual, de tráfico de drogas o de tener sociedades en paraísos fiscales. Acusaciones muy graves todas, qué duda cabe, por las que, si bien el artista debe responder ante la justicia, su obra sigue siendo la misma, de gran calidad en ocasiones, y como tal debería ser considerada.

    De igual manera, si una obra de teatro reflexiona sobre temas polémicos hasta el punto de poder incomodar a algunas y algunos espectadores, ¿habría que prohibirla?, ¿no podría ser vista como otra manera de educar al ciudadano y de contribuir a que se haga sanas y necesarias preguntas? Las redes sociales ofrecen con demasiada frecuencia un espectáculo desolador, desencadenando un odio profundo hacia algunas de esas obras. Juicios en los que los denunciantes reclaman daños y perjuicios, con sus consiguientes intereses, hacen que la condición de artista sea cada vez más precaria y provocan, asimismo, una forma de autocensura por miedo a una condena demasiado difícil de asumir.

    Y como consecuencia de estos riesgos crecientes, de esta generalizada violencia física, pero sobre todo verbal, y como consecuencia de la ineludible degradación y deterioro de la relación entre la clase política y la ciudadanía, los temas tratados en los Diálogos son más actuales que nunca. Pero habiendo evolucionado el debate, era interesante retomar la escritura de esa aventura, marcada por varios sucesos recientes.

    Pasar de la teoría a la práctica, como se intenta en este nuevo libro, El reencuentro entre el político y la ciudadana, no es tarea fácil. Más allá de las ideas, ¿cómo es la praxis política?, ¿cuáles son las dificultades concretas a las que se puede enfrentar el político a la hora de hacer públicos algunos nuevos debates de una manera determinada?, ¿debería hacer propuestas progresistas o de algún otro tipo?, ¿cómo puede facilitar la participación de la ciudadanía de forma directa, al margen de la iniciativa legislativa popular, entre otras iniciativas?

    Varias son las preguntas y también los interrogantes que se hacen nuestros protagonistas, con varias respuestas o sin ninguna respuesta en ocasiones, porque también puede intentar responder el propio lector a las cuestiones que se plantean. ¿Cómo evolucionan las diferentes formas de célula familiar como base fundamental de la sociedad?, ¿y el estado civil?, ¿todavía hay hombres que ven la emancipación femenina como una amenaza, alegando que la igualdad ya existe?, ¿qué ha sucedido con el movimiento feminista tras la nueva ola del año 2018?, ¿y con el poder público y privado?, ¿cómo corregir el abuso de poder?, ¿cómo reforzar el diálogo social en materia laboral?, ¿y la justicia?

    A través de múltiples preguntas y reflexiones, nuevos personajes, aparte de nuestros protagonistas, intentan averiguar cuáles podrían ser las claves del futuro de la política y de la sociedad. ¿Cuál es el papel que tienen actualmente las ideologías políticas?, ¿dónde están los límites de la libertad de pensamiento y de la libertad de expresión?, ¿y la república?, ¿la monarquía?, ¿y otras formas posibles como el minarquismo?, ¿pueden garantizar realmente la existencia de la democracia participativa?, ¿y qué tipo de influencia es la que ejercen las organizaciones secretas en la sociedad hoy en día?

    Estas y otras cuestiones son las que se plantean, entre otros personajes, nuestros protagonistas en su esperado reencuentro a través de nuevos diálogos propiamente dichos, escritos como si de una obra teatral se tratara. Pero esta vez pasan de la teoría a la práctica política, visto que la relación entre el político y la ciudadana ha evolucionado, lo que da a estos diálogos nuevas claves para el futuro, nuevos caminos, una nueva perspectiva.

    Una nueva perspectiva sobre la democracia y las grandes transformaciones sociales. Una nueva perspectiva sobre el rol del Estado y su supuesta intervención en una economía que no quiere y tal vez no siempre debe dejarse controlar. Una nueva perspectiva sobre el libre mercado y su efecto en las vidas de las personas. Una nueva perspectiva sobre las ideologías entendidas como intereses de clase revestidos de valores culturales. Una nueva perspectiva sobre el tejido productivo y la renta básica, temporal y no universal, en principio. Todo ello en medio de una imparable robotización del trabajo que altera la situación de muchas familias.

    Pensábamos en un segundo título para este libro, La importancia de ser constante, visto que con la constancia se pueden conseguir varios objetivos. Un homenaje a la famosa obra teatral de Oscar Wilde, de curioso título: The importance of being Earnest, que en francés tradujeron como L’importance d’être constant. De ahí el posible título o subtítulo en castellano, tomado de la traducción francesa y de una historia que tiene algunas similitudes con este Reencuentro, como la tenacidad de algunos de sus personajes. La importancia de ser constante y honesto.

    La importancia de reflexionar y de perseverar. Y de comportarse con seriedad. Como Earnest, que significa ‘serio’, ‘fuerte’, ‘formal’ y algún que otro adjetivo más, en positivo, por supuesto. Ernesto, nombre de origen germano que significa ‘perseverante’. Ernesto, nombre y adjetivo con el que Oscar Wilde hizo un curioso juego de palabras que los franceses continuaron a su manera al traducir ese bonito título con un pequeño cambio, «constant». Y perseverantes son también los personajes de este libro, El reencuentro. Aunque no tan egocéntricos porque son comprometidos.

    Comprometidos, leales, como pone de manifiesto 1 Corintios 15, 58 al explicar cuál es «la importancia de ser constantes», con fidelidad y perseverando, sin desesperarse. Es conocida la historia de la tortuga y la liebre. La segunda, confiada; la primera, muy prudente y llena de esperanza. También el profeta Isaías pensaba que perseverar era importante. Como lo son la constancia y la paciencia, aunque a veces parezcamos lentos. La tenacidad como firme tesón. La tenacidad en la política, cuya práctica se encuentra entre el sistema y el individuo, tal y como afirma alguno.

    Al no disponer de tiempo suficiente ni de la energía necesaria para poder dedicarme por completo a este nuevo libro, será Constanza quien escriba la práctica totalidad de la obra. Y espero que tenga el mismo éxito que con la primera publicación o más, si cabe.

    Sébastien L’Hôte

    Al día siguiente

    El domingo por la mañana, al día siguiente de su encuentro con el político, la ciudadana se despertó temprano, como acostumbraba a hacer entre semana. Pero tras unos minutos despierta, siguió durmiendo tranquilamente porque ese día no tenía que ir a trabajar. El político, sin embargo, se levantó para ir a nadar a la piscina del hotel en el que se encontraba alojado y, tras hacer deporte, tomó un excelente desayuno. Un nuevo día comenzaba. Aún le quedaban algunas horas antes de volver a su casa, de modo que decidió ir a dar un paseo de nuevo por la ciudad. Había lloviznado después del amanecer, pero ahora el sol, radiante, iluminaba con fuerza los edificios.

    Algo más tarde, la ciudadana se levantó de la cama y, después de su frugal desayuno, empezó a leer un nuevo libro que había comprado recientemente. Mientras leía, una serie de imágenes del encuentro que había tenido el día anterior con el político le venían a la cabeza por momentos. Y sonreía, reflexiva.

    Llegó la hora de regresar. El político cogió un taxi para dirigirse al aeropuerto. Dentro del vehículo, su teléfono móvil sonó; era un amigo. Los dos empezaron a hablar y a reírse de un lado y del otro de sus respectivos celulares. Justo en el momento en el que el político estaba contando a su amigo que había conocido a una mujer muy interesante el fin de semana y que estuvieron hablando durante horas hasta la madrugada, el taxi pasó por delante de la casa de la ciudadana. Él se quedó mirando fijamente unos segundos.

    Le entraron ganas de llamarla y de volver a saludarla en persona nuevamente, pero después de mirar una última vez el edificio en el que vivía ella, mientras escuchaba a su amigo por teléfono, el político, sonriendo, pensó que era mejor llamarla otro día y seguir recordando sus hermosos e intensos diálogos.

    Una amiga de la ciudadana fue a su casa para contarle cómo había sido su fin de semana con un grupo del club de lectura. Se habían ido de excursión el sábado. Llevaban varias semanas planificando esa actividad. Y fue un éxito porque casi todos los miembros del club habían mostrado interés por disfrutar juntos de todo el día, tranquilos. Tras un agradable pícnic al aire libre, visitaron algunos monumentos y regresaron a sus hogares.

    A su vez, la ciudadana le dijo a su amiga que había conocido a un político al salir del museo y que estuvieron charlando durante horas hasta bien entrada la noche, como si se conocieran de toda la vida. La amiga estaba sorprendida, sobre todo, porque aquella velada improvisada había sido inesperadamente larga para dos personas que eran prácticamente desconocidas la una para la otra, lo que significaba que ambos se entendían muy bien.

    AMIGA

    Entonces, ¿te gustaría volver a verle?

    CIUDADANA

    No sé, me parece que es un hombre interesante,

    pero no vive aquí.

    Creo que sería un buen amigo, en todo caso.

    AMIGA, tajante

    La amistad entre un hombre y una mujer me parece algo imposible, francamente.

    CIUDADANA

    A mí no, pero por desgracia lo que tú dices es cierto en un gran número de casos, y yo nunca he comprendido eso. Al fin y al cabo, muchas parejas terminan convirtiéndose en amigos, ¿no?

    AMIGA

    ¡A veces se convierten incluso en enemigos!

    Ambas se rieron con esa agria afirmación. La amiga volvió a su casa y la ciudadana se quedó en la suya, tranquila. Un domingo casero. El político ya había llegado a su apartamento y antes de ir a dormir se estaba preparando para la semana que estaba a punto de empezar.

    Y pasaron los días. Nuestros protagonistas tenían mucho trabajo y poco tiempo libre, como de costumbre. Pero un día, el teléfono móvil de la ciudadana sonó mientras se disponía a hacer deporte. Al llegar a su casa tras unos minutos de footing cerca de la ría, vio la llamada perdida. Después de una buena ducha fresquita y una cena ligera, vio un poco la televisión y se fue a la cama. Justo cuando iba a llamar, su celular sonó de nuevo.

    CIUDADANA

    ¿Sí?, ¿diga?

    POLÍTICO

    Buenas noches.

    CIUDADANA

    Buenas noches.

    POLÍTICO

    ¿Puedes hablar un momento?

    A lo mejor es un poco tarde para ti.

    CIUDADANA

    Puedo hablar sin problemas. Iba a dormir, pero todavía no tengo sueño. Creo que sé quién eres, pero tu voz suena diferente.

    POLÍTICO

    Ah, ¿sí?

    CIUDADANA

    Sí, bastante. Pero me alegra volver a escucharla.

    POLÍTICO

    Pues mejor entonces, mucho mejor

    dijo el político con satisfacción—. ¿Qué tal estás?

    CIUDADANA

    Muy bien, gracias. ¿Y tú?

    POLÍTICO

    Bien también, contento de hablar contigo nuevamente.

    Me lo pasé muy bien el otro día.

    CIUDADANA

    Yo también, fueron unas horas muy intensas.

    POLÍTICO

    En efecto. ¿Te gustaría repetir la experiencia?

    le propuso a la ciudadana.

    CIUDADANA

    Sí. Podríamos tener un encuentro más breve si quieres. La última vez yo no me di cuenta, pero luego vi que las horas habían pasado muy rápido.

    POLÍTICO

    Para mí también pasó a gran velocidad el tiempo.

    Fue una bonita velada.

    CIUDADANA

    Yo voy a quedarme por aquí estos días. Tal vez dentro de una semana o dos podría ir a tu ciudad, tengo que hacer un viaje.

    POLÍTICO

    De acuerdo, así seré yo tu guía esta vez

    dijo él con una sonrisa.

    CIUDADANA

    Pues perfecto. Si quieres, te puedo llamar un poco antes de ir allí y ya me dirás si te viene bien o no.

    POLÍTICO

    Muy bien, ya me confirmarás las fechas entonces. Suelo priorizar lo que me interesa hacer.

    CIUDADANA

    Sí, claro. Vale. Buenas noches.

    POLÍTICO

    Buenas noches.

    «¿Suelo priorizar lo que me interesa hacer? —se preguntó él con sorpresa—. ¡Qué estupidez acabo de decir!», pensó enfadado. Pero decidió no dar más importancia a esa innecesaria frase y empezó a imaginar el próximo encuentro entre ellos, entusiasmado.

    Y así, con una pequeña sonrisa, la ciudadana y el político se quedaron dormidos, cada cual en su cama y en su ciudad. Era bonito seguir en contacto, aunque una distancia no demasiado grande los separase. Después de todo, ambos estaban acostumbrados a viajar, por lo que desplazarse no representaba un problema para ninguno de los dos.

    Al cabo de unos días, la ciudadana envió un mensaje de texto al político para comunicarle que en breve iba a viajar a su ciudad por motivos laborales. Le concretó la fecha del viaje para saber si él iba a encontrarse allí esos mismos días. Poco después de haber recibido ese mensaje, el político le respondió que el primer día de su estancia en dicha ciudad no le iba a ser posible verla, pero que el segundo sí. Quedaron en llamarse cuando la ciudadana llegara allí. Los dos estaban ilusionados con su próximo reencuentro. Tenían ganas de verse.

    El reencuentro

    La semana del viaje en cuestión llegó. La ciudadana se encontraba en la ciudad del político. Tenía una reunión de trabajo y otra más al día siguiente. Cuando terminó la segunda, la ciudadana llamó a su nuevo amigo, que en ese momento no pudo responder al teléfono porque estaba ocupado. Cuando ella se disponía a enviarle un SMS para avisarle, su móvil sonó. Era el político.

    POLÍTICO

    Buenos días, no te he podido contestar antes.

    ¿Qué tal?

    CIUDADANA

    Bien, no te preocupes. Solamente quería decirte que la reunión que tenía se ha terminado

    respondió escuetamente la ciudadana.

    POLÍTICO

    Perfecto. Yo acabo en diez minutos

    dijo el político con prisas.

    CIUDADANA

    De acuerdo.

    Puedo acercarme a tu despacho si quieres.

    POLÍTICO

    Bien. ¿Sabes qué calle es?

    CIUDADANA

    Sí. Hay restaurantes cerca, ¿no?

    Me suenan algunos nombres, como el Carpe Diem.

    POLÍTICO

    Sí, ese restaurante está bien.

    CIUDADANA

    Te espero en la puerta del Carpe Diem, entonces.

    POLÍTICO

    Vale. Bonito nombre. Si tuviese algo más de tiempo, me gustaría que fuésemos a otro restaurante para poder estar más tranquilos.

    CIUDADANA

    No te preocupes, lo importante es vivir el momento

    afirmó ella, sonriendo dulcemente.

    POLÍTICO

    En efecto. Nunca mejor dicho —añadió él riéndose.

    Estaba contento de verla nuevamente. Y algo nervioso por el esperado reencuentro. Quién iba a decirlo de alguien con ese don de gentes, tan acostumbrado a hablar en público y ante muchos medios de comunicación. La ciudadana también tenía ganas de volver a verle. Se preguntaba si ese nuevo encuentro iba a funcionar tan bien como los diálogos improvisados que habían mantenido unas semanas antes. «Veremos», se dijo.

    El restaurante era bastante conocido. Iban muchos asiduos de la zona. El político llegó justo un minuto después que la ciudadana. «¡Qué rapidez!», pensó ella discretamente. Estaba casi completo, ya no quedaban muchas mesas libres. Un amable camarero acompañó a nuestros protagonistas a una mesa en un rincón tranquilo del restaurante, una de las mesas preferidas del político, en la que se sentaba prácticamente todas las veces que iba a comer allí.

    CIUDADANA

    Yo creía que era casi imposible encontrar una mesa libre aquí, pero veo que viniendo contigo el problema se resuelve rápidamente —observó la ciudadana.

    POLÍTICO

    Me conocen bien porque vengo a menudo.

    CIUDADANA

    Claro. La gente te conoce aquí, en mi ciudad y en varios lugares, en efecto. Yo misma he podido constatarlo. Por cierto, ¿tienes noticias de aquel ciudadano que se hizo un selfie contigo?, ¿te escribió a tu Facebook?

    POLÍTICO

    Sí, me escribió y yo respondí a su pregunta.

    Era una pregunta muy interesante, por cierto.

    CIUDADANA

    Perfecto —dijo la ciudadana sonriendo.

    POLÍTICO

    ¿Y tú?, ¿qué tal ha ido tu reunión?

    CIUDADANA

    Bastante bien, gracias. Pero creo que a veces algunas reuniones podrían ser más breves.

    POLÍTICO

    Sí, estoy de acuerdo contigo; el trabajo

    sería más eficaz de esa manera —añadió él.

    El camarero llegó con la carta y con los menús. El político eligió lo que tomaba habitualmente y la ciudadana hizo como él. Los primeros platos llegaron enseguida.

    CIUDADANA

    Henos aquí de nuevo en un restaurante,

    comiendo y hablando.

    POLÍTICO

    ¡Eso es! Estoy contento de volver a verte. Me gustaría tener todo el tiempo que tuve aquel fin de semana que estuve allí contigo, o incluso más, pero al menos comer juntos es mejor que nada.

    CIUDADANA

    Sí, en efecto.

    A mí también me gustaría tener más tiempo.

    POLÍTICO

    ¿Sabes? He releído algunos libros de autores de los que me hablaste la última vez y también he visto algunas películas de Costa-Gavras —dijo él, esperando una respuesta positiva por parte de la ciudadana.

    CIUDADANA

    Ah, me alegro. Por lo que veo, tú lees muy rápido.

    POLÍTICO

    Yo conocía ya bastantes libros, pero es bueno

    releer de vez en cuando algunas frases que ya

    había subrayado —explicó el político.

    CIUDADANA

    Pues perfecto. Es de agradecer.

    POLÍTICO

    ¿De agradecer? —preguntó él extrañado.

    CIUDADANA

    Sí, de agradecer, quiero decir: me parece muy mono que me cuentes un poco cómo haces para prepararte y saber tantas cosas. Y para añadir algunas de ellas a tus bonitos discursos.

    El político sonrió al escuchar esa observación. Le gustaban las apreciaciones de la ciudadana. Nuestros protagonistas charlaban tranquilos y de manera distendida al comprobar que habían retomado su conversación prácticamente donde la habían dejado aquel fin de semana. Era como si los días no hubiesen pasado.

    CIUDADANA

    Yo también he retomado algunas lecturas, como Utopía, de Tomás Moro. Y he leído un libro del antropólogo Maurice Godelier, casi tan importante como Claude Lévi-Strauss.

    POLÍTICO

    O tal vez sin «casi». Sí, le conozco.

    CIUDADANA

    Tiene unas ideas muy interesantes sobre la reproducción de la especie, las relaciones en las sociedades humanas, la necesidad o no de un marido o de una esposa... Y cree que ninguna sociedad se ha basado jamás en la familia o en las relaciones de parentesco. En su opinión, la sexualidad humana es fundamentalmente asocial. O antisocial.

    POLÍTICO

    O ambas. Curioso. Yo supongo que eso depende de las sociedades que haya analizado.

    CIUDADANA

    Supongo. También afirma que la mujer tiene menos poder que el hombre porque hace tiempo el hombre constató que la mujer utilizaba mal su poder; un poder que tenía de forma natural, es decir, por naturaleza. Pero que como no sabía utilizarlo con habilidad, el hombre se lo quitó.

    POLÍTICO

    Y tú no estás de acuerdo con eso, por supuesto.

    CIUDADANA

    No. Bueno, Godelier tiene razón cuando explica eso, pero yo nunca he creído que la mujer no sepa utilizar su poder. Pienso que se lo han arrebatado, sencillamente. Así, sin más. Si los hombres hubiesen hecho buenas cosas con su poder natural, es decir, si lo hubiesen utilizado tan inteligentemente como sostiene ese antropólogo, habría habido menos desigualdad, menos guerras, menos injusticias sociales y menos problemas medioambientales, entre otros.

    POLÍTICO

    Sí. Bueno,

    si nos fijamos en la historia de Adán y Eva…

    CIUDADANA

    La mujer salió de la costilla del hombre.

    POLÍTICO

    Así es. Pero eso puede tener varias lecturas.

    CIUDADANA

    ¿Es decir?

    POLÍTICO

    Dios creó el universo, con su naturaleza, sus plantas,

    animales de varias especies…

    CIUDADANA

    … y luego creó al hombre, que lo administraba.

    POLÍTICO

    Exacto. Y, por último, a la mujer.

    CIUDADANA

    Ya entiendo lo que quieres decir. Pero comió el fruto prohibido.

    POLÍTICO

    Por lo tanto, según ese libro que has leído, es cierto

    que la mujer utilizó mal su poder.

    CIUDADANA

    El hombre también pecó.

    POLÍTICO

    En efecto. Pero me llama la atención que la mujer fuese creada en último lugar, justo después del hombre.

    CIUDADANA

    Sí. Es verdad.

    POLÍTICO

    Y he aquí uno de tus temas favoritos —observó él.

    CIUDADANA

    Exactamente, eso es. Bueno, hay otros temas muy urgentes,

    a mi modo de ver: el medio ambiente, la sanidad,

    la precariedad laboral, la corrupción. El feminismo es otro de mis temas preferidos, una de mis

    obsesiones, lo reconozco; ya sabes lo que

    pienso sobre ese movimiento.

    Pero insisto: feminismo, no hembrismo.

    POLÍTICO

    Claro. Conozco tu opinión y tus reflexiones.

    CIUDADANA

    Hablamos largo y tendido la última vez, en efecto. Pero si no le he comprendido mal, Godelier habla sobre el poder y también sobre el efecto que tiene el matrimonio en las personas. Para un hombre es menos problemático porque tiene el poder dentro de la relación conyugal, según su lógica.

    Y como a la mujer le quitó el poder, entonces se siente oprimida con el matrimonio.

    POLÍTICO

    Puede. O tal vez el matrimonio oprima a ambos.

    CIUDADANA

    Es posible. Asfixiante para los dos cónyuges.

    POLÍTICO

    ¿El matrimonio o la familia?

    CIUDADANA

    Tal vez ambos porque reflexiona sobre las relaciones de parentesco. Pero resultan extrañas esas afirmaciones. Los animales copulan después de que los machos se han peleado por la hembra, algo que también sucede entre los humanos, por cierto.

    POLÍTICO

    Ya estamos.

    ¿Y las mujeres no compiten por los hombres?

    CIUDADANA

    Puede. Pero pelear ya es otra historia.

    En cualquier caso, la hembra tiene cachorros

    y los protege. Pero los padres también están cerca

    de sus pequeños al principio.

    POLÍTICO

    Es verdad, la madre y el padre están cerca, en efecto.

    CIUDADANA

    Y, bueno, las relaciones de parentesco están ahí.

    Otra cosa es cómo marcan nuestras vidas.

    POLÍTICO

    Pues bien o mal, depende.

    CIUDADANA

    O mucho o poco. Freud y otros tantos tenían

    una obsesión bastante acentuada con la figura materna, como Hitchcock en sus películas.

    Bueno, ya conocemos sus ideas y los complejos

    de Edipo y de Electra.

    POLÍTICO

    Las conocemos, sí. Aunque los complejos yo personalmente no.

    CIUDADANA

    Yo tampoco. La teoría más bien.

    POLÍTICO

    Sí, la teoría. Es lógico que a la madre se le dé tanta importancia.

    Estamos con ellas desde el minuto cero.

    CIUDADANA

    Claro, por supuesto. Y luego están los hermanos si se tienen, los tíos y los primos si se tienen, los abuelos…

    POLÍTICO

    Y con algunos te entiendes mejor que con otros.

    CIUDADANA

    Así es. Decía Ayn Rand que la familia es un grupo distinto del resto de los grupos. En un entorno

    familiar se toleran comportamientos e incluso errores que en otros grupos

    serían prácticamente inadmisibles.

    POLÍTICO

    Sí, bueno. Todo tiene un límite, naturalmente.

    CIUDADANA

    Desde luego,

    porque hay familias que terminan a tiros.

    POLÍTICO

    Y que lo digas. Sucede en varios lugares.

    Se llevan a matar.

    CIUDADANA

    Y nunca mejor dicho. Una vez, bromeando, humor macabro podríamos decir, comentaron que en una casa todos y cada uno de los miembros de una familia murieron tiroteados, y que antes habían asesinado al perro, al canario y a los pececillos.

    POLÍTICO

    Estoy conteniendo mi asombro

    y mi risa al mismo tiempo.

    ¿Tiroteados por ladrones o entre ellos?

    CIUDADANA

    Entre ellos.

    Los vecinos decían que oían bastantes discusiones.

    POLÍTICO

    Vaya. Hay amores que matan.

    CIUDADANA

    Terrible, sí. Pero lo que es cierto, como tú bien dices, es que la relación entre los miembros puede ser mejor o peor. Supongo que es una cuestión de química. O de género incluso. Dicen que las madres prefieren a sus hijos y que los padres prefieren a sus hijas.

    POLÍTICO

    En efecto. Y luego hay tíos que son

    como unos segundos padres.

    CIUDADANA

    Y amigos que son casi como hermanos. O más.

    POLÍTICO

    Así es. Las relaciones humanas,

    y no solamente las familiares, son complicadas.

    CIUDADANA

    Efectivamente. Y también las relaciones amorosas. Sobre todo, esos hombres que, una vez casados, se relajan porque creen que ya han conseguido amarrar a su esposa. La esposa esposada.

    POLÍTICO

    O el esposo esposado; que haberlos, haylos.

    CIUDADANA

    Sí, los hay. Lo que yo no termino de entender es que, si hay personas que no están hechas para vivir en pareja o en familia, ¿entonces para qué viven así?, ¿por tradición?

    POLÍTICO

    En parte. Somos animales de costumbres.

    Y supongo que hay personas que determinadas cosas ni se las plantean. Tú reflexionas, te haces preguntas, y unos cuantos nos hacemos preguntas,

    pero hay gente que no. Y actúan por inercia.

    CIUDADANA

    ¡Terrible! Si prefieren estar solos, que estén.

    POLÍTICO

    Claro que es terrible. Porque algunos valores

    no siempre se pueden dar por válidos.

    Y, además, a veces no se sabe lo que se quiere.

    CIUDADANA

    Así que tú también te haces preguntas, has dicho.

    POLÍTICO

    Por supuesto.

    CIUDADANA

    ¿Cuestionas tu ideología política?

    POLÍTICO

    No la cuestiono, pero soy consciente de que hay ideas y medidas que se pueden mejorar.

    CIUDADANA

    Eso me parece muy bien.

    Y pensar que en el pasado ha habido personas

    que han dado su vida por unas ideologías.

    POLÍTICO, con seriedad

    Yo me dedico a mi ideología en cuerpo y alma.

    CIUDADANA

    Claro. No he dicho lo contrario.

    Tal vez por eso sepas que hay valores que se pueden modificar. Ojalá hubiera más políticos como tú.

    POLÍTICO

    Gracias. Es lógico, la sociedad evoluciona y los valores también, y en medio de una gran incertidumbre, a veces.

    CIUDADANA

    Así es. Somos indecisos a veces, pero la sociedad avanza. Y supuestamente va por el buen camino, esperemos. Leí unos artículos hace poco sobre lo que acabas de comentar. Dicen que quieren revisar la Biblia porque en países como China, de tradición comunista, por cierto, aunque con un buen número de creyentes, creen que algunos valores de la Iglesia católica ya no se corresponden con los tiempos actuales.

    POLÍTICO

    Cierto. Existe un debate cada vez más generalizado

    en este sentido.

    CIUDADANA

    Lo que pasa es que, entonces, este debate se podría trasladar igualmente a otras religiones basadas en valores y principios previamente establecidos.

    E incluso a las ideologías políticas, visto que estas también parten de valores filosóficos.

    POLÍTICO

    Claro. Un proceso de readaptación y de actualización que llevaría mucho tiempo, por cierto.

    CIUDADANA

    Ya, lo que pasa es que ese proceso podría conllevar una decepción por parte de aquellos que han creído en esos valores como algo absoluto.

    POLÍTICO

    Podría conllevar una decepción,

    pero también una liberación, paradójicamente.

    CIUDADANA

    Una liberación para las generaciones futuras,

    sobre todo.

    POLÍTICO

    Cada cual lo asumirá a su manera, pero ese proceso de actualización de principios y valores se dará, porque ya está empezando a darse.

    Y no va a ser nada sencillo.

    CIUDADANA

    Sí, bueno. Depende de cómo se organice. Pero, volviendo a los principios, a la familia como pilar fundamental de la sociedad: ahora que hay familias monoparentales o parejas que no quieren tener hijos, ¿dónde queda la familia tradicional?

    POLÍTICO

    Pues se convierte en un tipo de familia más,

    como cualquier otro.

    CIUDADANA

    Entonces existen varios pilares, no solamente uno. Y tal vez unos sean más fuertes que otros, más sólidos. Y a ese elemento arquitectónico estructural de sección poligonal se le añaden otras estructuras.

    POLÍTICO

    Estructuras que servirían para construir un edificio más completo y más inteligente.

    CIUDADANA

    En efecto. Al fin y al cabo, la historia de

    las instituciones ha sido así: con el tiempo,

    se han ido reforzando y diversificando para

    que la democracia sea cada vez más robusta.

    POLÍTICO

    Exacto. Del mismo modo, los vínculos socioafectivos también se diversifican y cada cual elige el que mejor se adapte a su forma de ser y de pensar.

    CIUDADANA

    Así es. Porque, si en esas familias tradicionales hay parientes que no se soportan, tal y como nos explica el libro del Génesis con el asesinato de Abel por su hermano Caín, por ejemplo, o si hay primos que no se hablan, entonces, ¡¿qué familia es esa!?

    POLÍTICO, seriamente

    Pues una «familia» bastante triste. Bueno, en realidad, la historia de Caín y Abel, más que triste, es terrible. Es curioso cómo el Génesis nos llega a mostrar lo peor del ser humano, sin rodeos y de una manera directa. El cainismo ha seguido existiendo.

    CIUDADANA

    Así es. El Pentateuco, la Torá. Básicamente, la Biblia cristiana, y más concretamente el Antiguo Testamento, así como las parábolas de los Evangelios, nos describen los defectos humanos y cómo corregirlos.

    POLÍTICO, con tristeza

    Claro. Si es que se pueden corregir, cosa que los padres de Caín y Abel no consiguieron y Caín tampoco. Pero hay casos menos extremos que tampoco son fáciles. La falta de química entre algunos parientes, hermanos que en el fondo jamás quisieron tener otro hermano y no se soportaban…

    CIUDADANA

    Sí, eso se da. Es una realidad que no se puede negar.

    POLÍTICO

    No se puede ni se debe negar. No es bueno.

    CIUDADANA

    Ya. Una vez una compañera de clase me dijo que ella estaba en contacto con su hermana simplemente porque era su hermana. Pero que en realidad ellas no tenían casi nada que decirse y probablemente jamás habrían llegado a ser amigas.

    POLÍTICO

    Claro. En este momento me estoy acordando de una frase de una película de Woody Allen, en la que su personaje le contaba a otro: «Yo a esta persona la aprecio muchísimo, la quiero. La quiero como a un hermano, la quiero como Caín a Abel».

    CIUDADANA

    Sí, recuerdo esa escena.

    POLÍTICO, con preocupación

    Las relaciones familiares son complejas. Yo creo que hay cosas que no se pueden forzar. Si dos hermanos, dos sobrinos, dos primos, una suegra con su hijo político, un nieto con su abuelo… si no se entienden, jamás se entenderán. Pero se puede atenuar.

    CIUDADANA

    Exactamente. La química no depende de nosotros: existe o no existe. Que alguien forme parte de tu familia no significa que te vayas a llevar bien con él o ella. La familia política ya es otro tema aparte.

    POLÍTICO

    Desde luego. Pero sí, dentro de la familia hay

    personas con las que te llevas bien y otras

    con las que te puedes llevar fatal.

    CIUDADANA

    Es terrible. Recuerdo que una vez, cuando yo daba clases particulares de idiomas, tenía algunos alumnos y dos de ellos eran hermanos. Se llevaban un año de diferencia y uno de ellos había repetido curso. Tuve que hacer grupos diferentes para que esos hermanos no coincidieran juntos porque

    no se soportaban.

    POLÍTICO

    Ya. ¿Y qué tal les fue aquel curso?

    CIUDADANA

    Progresaron mucho los dos. Por separado, pero progresaron.

    POLÍTICO, sonriendo

    Perfecto.

    CIUDADANA

    Pero en el fondo es terrible. En otra ocasión, un chico empezó a contar en clase, delante de todos, durante un curso que estábamos haciendo, que en su familia había problemas. Y no sé ni cómo sacó el tema, creo que hablábamos sobre la desigualdad entre las clases sociales. Él decía que una parte de su familia era rica y que se reía de la parte de esa misma familia que no era rica.

    POLÍTICO

    Eso es muy cruel. Y a lo mejor tampoco había tanta diferencia de riqueza en el fondo.

    CIUDADANA

    Posiblemente. Además, la riqueza es algo relativo.

    Y no se encuentra solamente en lo material, pero hay gente que no lo ve así.

    POLÍTICO

    En efecto. Y discutían por bobadas. Un buen ejemplo de cómo ese «pilar fundamental»

    que es la familia se cae y se rompe.

    CIUDADANA

    Hasta hacerse añicos.

    POLÍTICO

    Porque, además, esa parte rica de la familia, esos «triunfadores», ¿cómo se hicieron ricos?, ¿evadiendo impuestos?

    CIUDADANA, levantando las cejas

    Buena pregunta. ¡Cuánto mérito!

    POLÍTICO

    Mérito tiene la parte de esa familia

    que sí paga impuestos como es debido.

    CIUDADANA

    Exactamente.

    Porque la sociedad se desarrolla gracias a ellos.

    POLÍTICO

    En efecto. Ellos sí que crean riqueza:

    para ellos y para el prójimo.

    CIUDADANA

    Así es. Familia son las buenas personas,

    en mi opinión, porque con su generosidad

    ayudan a los demás.

    POLÍTICO

    Claro. Supongo que los humanos queremos crear estructuras, queremos institucionalizar vínculos afectivos que en teoría nos van a arropar y van a contribuir a que amemos y a que nos sintamos queridos, pero no siempre se consigue.

    CIUDADANA

    E incluso se da el efecto contrario.

    POLÍTICO

    Lamentablemente, a veces sí. Y entonces

    se da importancia a otros vínculos relacionales

    que antes se consideraban secundarios. Porque

    si tu familia no te da lo que tú esperas de ella, o si tú no logras entenderte con ellos, te centras

    en otras personas que sí te comprenden y a las que tú también aportas tanto.

    CIUDADANA

    Y entonces existen otros tipos de familia.

    Pero hay tanta gente que todavía no lo ve así.

    Que cree que solamente existe un tipo de familia.

    POLÍTICO

    La hay, sí.

    CIUDADANA

    Pero, entonces, dime:

    ¿y las personas que están solas?

    POLÍTICO, respondiendo sin rodeos

    Los impares, los

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