La desgraciada Raquel y el Rey don Alfonso el Octavo
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La desgraciada Raquel y el Rey don Alfonso el Octavo - Antonio Mira de Amescua
La desgraciada Raquel y el Rey don Alfonso el Octavo
Copyright © 2009, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726660913
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
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COMEDIA FAMOSA
LA DESGRACIADA RAQUEL Y REY DON ALFONSO EL 8o
DEL DOCTOR MIRA DE MESCUA
Hablan en ella las personas siguientes
alfonso octavo, rey de Castilla
fernando illán
alvar núñez
garci lópez
calvo, criado
Otro criado
raquel, judía
zara, judía
david, judío, padre de Raquel
Una mujer
Un viejo
Soldados
[dalida]
JORNADA PRIMERA
Salen Raquel y David, su padre
raquel Suspende de tus ojos,
padre y señor, el repetido llanto,
que te ha causado enojos,
y si mi amor puede contigo tanto
5 como mi confianza,
alcance amor lo que el dolor alcanza.
La causa que tuviste
para tanto pesar me comunica;
y si tu llanto triste
10 en mudas quejas su dolor explica,
para que no sea tanto,
dígamelo tu voz, mas no tu llanto.
¿Por qué tu pena escondes?
Mira que dando estás tormento al alma.
15 En fin, ¿no me respondes?
Mira que ya con tan penosa calma
el dolor engañamos:
o sintamos los dos, o no sintamos.
david Eres, hija importuna,
20 enemiga de ti, cuando engañosa
buscas que tu fortuna
te haga más infeliz por más hermosa,
apurando el veneno
que oculta el pecho, de recelos lleno.
25 raquel Si el mal, comunicado,
halla alivio en la pena que mantiene,
reparte tu cuidado
y el dolor harás menos que te tiene
en tan duro tormento
30 ya, de puro sentir, sin sentimiento;
comunica tus males
y templaré, al oírlos, el tenerlos;
que, si los hizo iguales
el amor, no se aumentan con saberlos
35 y quizás, al oírlos,
descansará tu pecho con decirlos.
david Raquel, este cuidado,
que así en líquido aljófar desperdicio,
no sólo en mí ha empleado
40 el duro golpe que me priva el juicio;
que a muchos toca siento,
mas no por eso es menos mi tormento.
Toda mi ley padece
el golpe de fortuna más airado;
45 que el dolor ennoblece,
siendo el honor, Raquel, el injuriado,
triste y común afrenta.
raquel ¿No me dirás la causa?
david Escucha atenta:
Después que Alfonso el Octavo,
50 rey de Castilla feliz,
entre rebeldes tinieblas
triunfante empezó a lucir,
brillando el acero armado
siempre al combate civil
55 de opuestos afectos, ciegas
luces de mentido ardid;
después que a sus plantas nobles
rindió la altiva cerviz,
que descollaba a horizontes
60 presuntuoso cenit,
y después que victorioso
vio a Fernando desistir,
ceñido el sacro laurel
que usurpaba para sí;
65 después que fijó el imperio
y con pecho varonil
al colorido del alma
dio el valor otro matiz,
después, en fin, que engañada
70 envidia nueva, mentir
hizo a la edad el ardor
de experiencia juvenil,
entre diversos combates
que pudieran oprimir
75 mayores fuerzas, el yugo
supo al cuello sacudir,
y en repetidas campañas
contra la morisma lid
de mil victorias cargado
80 le vio su campo embestir.
Fuera el repetir sus glorias
toda la luz reducir
del sol a número, y todo
ese estrellado zafir
85 con la vista registrar
y en la memoria escribir.
Desta postrera lo digan
las Navas, donde le vi,
siendo de sus huestes todas
90 presumptuosa adalid,
competir con lo bizarro
y triunfar de lo gentil.
Pero ¿para qué te canso
en contar ni repetir
95 victorias, que han de parar
en tragedias para mí?
Vamos al caso, Raquel,
que ya no puede encubrir
el silencio tanto tiempo
100 la llama dentro de sí.
A Toledo llegó Alfonso,
y agradecido al feliz
triunfo que a su Dios le debe,
promulgó, en oprobio vil
105 de la mosaica y hebrea
ley, que para dividir
de sus cristianos vasallos
nuestra religión, salir
nos mandaba de Toledo.
110 Escucha que desde aquí
empiezan, Raquel, mis penas,
que en el secreto escondí
de mi dolor, porque el tuyo
en su noticia temí.
115 Diez días ha ya que estamos
desterrados, y de mí
ha diez días que no sé
con tan nuevo frenesí.
En este aprieto los nobles,
120 los ricos, que de Rabí
descendientes, a sus tribus
firmes siempre han de seguir,
hicieron junta, y Rubén,
descendiente de Leví,
125 nuestro pontífice sumo,
acordó que era bien ir
alguna hermosa judía
a hablar al Rey, y decir
de parte de su ley toda,
130 que el miserable infeliz
estado de su rüina
no aumentase introducir
tan nueva mudanza al pueblo,
que, olvidado del motín,
135 entre los hebreos vivía
quieto, seguro y feliz.
La causa que le movió
a aquesto fue el presumir
que, como el Rey es tan mozo,
140 en quien el ardor pueril
aún está espirando humos,
del fuego inquieto aprendiz,
puede ser que no tan firme
quiera el voto proseguir
145 con que a su ley sacrifica
despojos de Sinaí;
y más, si es que la hermosura
pone con mano sutil
en la tabla de sus ojos
150 de su veneno el buril,
que es tan retórico el labio
si sabe bello fingir,
que trueca distante unión
entre el mirar y el oír.
155 Persuade la hermosura
con otras voces, y así,
lo que lo atento callar
hace lo hermoso decir.
Pareció bien este arbitrio,
160 y acordándose de ti,
quieren que tú misma seas
la que vayas