Me quiere/No me quiere 3 - Jonah y yo

Por Line Kyed Knudsen

"Jugueteo con sus mangas. Sus antebrazos tienen vello negro, y puedo sentir sus músculos por debajo de la piel morena. Por fin me las arreglo para enrollarle las mangas, y lo miro a la cara. Estamos muy cerca el uno del otro y me mira con sus resplandecientes ojos azules. Probablemente solo nos quedemos ahí parados durante una fracción de segundo, pero me da la sensación de que se ha parado el tiempo. No entiendo cómo sus ojos pueden brillar de esa manera, ya que normalmente no lo hacen. Nunca antes vi algo así. Debe de ser el sol reflejándose sobre ellos."Ella ha pasado sus vacaciones de verano en casa de su familia en Mallorca. Cuando sus padres la recogen en el aeropuerto, le explican que Jonah, el hermano gemelo de su amiga Sophie, se quedará con ellos mientras su familia está de vacaciones en Lanzarote. Aunque Ella i Jonah son personas totalmente diferentes, Ella empezará a sentir un interés y preocupación por Jonah que no ha sentido nunca antes... "Me quiere/No me quiere" es una serie de historias sobre cuatro chicas, Sophie, Ida, Ella y Jenna, y sus primeras experiencias amorosas. "Jonah y yo" es la tercer entrega de la serie, y cuenta la historia de Ella. -

• Idioma: Español
• Editorial: SAGA Egmont
• Fecha de lanzamiento: 9 abr 2021
• ISBN: 9788711868003

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Saga

Me quiere/No me quiere 3 - Jonah y yo

Translated by Ana María de la Torre Bermúdez

Original title: Elsker, elsker ikke 3 - Mig og Jonas

Original language: Danish

Copyright © 2013, 2021 Line Kyed Knudsen and SAGA Egmont

All rights reserved

ISBN: 9788711868003

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

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Capítulo 1

No me puedo creer que sea el último día de las vacaciones de verano. Estoy aquí parada cerca del área de recogida de equipaje del aeropuerto, esperando a que llegue mi maleta, y tengo un poco de frío. Ya hice antes este tipo de cosas. Siempre estaba que me moría de ganas por volver a ver a mamá y papá. Pero este año no me siento igual. Aunque estuve fuera todo el verano. Pasé las últimas seis semanas con mis tíos en Mallorca.

Forcejeo un poco con mi maleta y camino hacia la salida. Reparo en mis papás al instante. Están más o menos al frente de la multitud, y ambos agitan unas banderitas. Siento un retortijón en el estómago. Me da muchísima vergüenza. Mamá me irrita especialmente. Da unos saltitos y suelta un fuerte chillido cuando los alcanzo.

—¡Hola, Ella, mi pequeñita!

Me abraza demasiado fuerte. Su voz se vuelve chillona cuando se emociona. Normalmente hablo sin parar sobre todo lo que estuve haciendo, pero esta vez no. Hoy no estoy de muy buen humor. De repente me doy cuenta de que no los extrañé en absoluto. No sé por qué. Empiezo a sentir una extraña sensación de picazón en el pecho.

Por supuesto que extrañé a Ida y Sophie. Mañana es jueves, y empezaremos noveno año. Estaremos en clases completamente nuevas, así que ni siquiera sé si acabaremos en la misma. No veré a Sophie hasta dentro de dos semanas, ya que se marcha a Lanzarote hoy.

—Por aquí pasaron muchas cosas desde que te marchaste —dice papá, desbloqueando las puertas de nuestro auto en el estacionamiento.

—¿En serio? —pregunto con curiosidad y, al momento, me percato de la fresca brisa que me golpea los brazos morenos.

Es un día frío y nublado. Un verano típico inglés, pienso, mientras me meto en el vehículo.

Papá arranca el motor.

—Jonah se quedará a vivir con nosotros las dos próximas semanas —me informa, alejándose marcha atrás de la caseta del estacionamiento.

—¿Jonah? ¿El hermano de Sophie? —pregunto con perplejidad—. ¿Y eso?

Pero ya sé por qué. Mamá es profesora, y papá trabaja en un parvulario. Algunos hijos de familias con problemas ya se quedaron con nosotros durante una temporada. Al parecer, a Jonah no le está yendo muy bien. Pienso en Sophie. Recibí un mensaje suyo justo antes de apagar mi celular en el aeropuerto de Mallorca:

«Mi querida y preciosa Ella, las extrañaré mucho a todas. Por favor, no se olviden de mí. Besos, Sophie».

Justo cuando lo leí, pensé que quizá Sophie no era quien me había mandado aquello. No es su estilo escribir cosas así. Aquel mensaje tenía algo de desesperado. Sophie siempre parece tenerlo todo bajo control. No consigo recordar la última vez que la vi llorar. Por un segundo, pensé que podrían haberle robado el celular, y que los ladrones eran quienes me habían enviado el mensaje.

Mamá tira ferozmente del cinturón de seguridad mientras me dirige una amplia sonrisa.

—Jonah dormirá en nuestra oficina. Estoy segura de que lo pasaremos genial.

No vi a Jonah en todo el verano, y mañana empezamos noveno año. Aunque es el hermano mellizo de mi mejor amiga, nunca hablé mucho con él. Pero sé que tiene algunos problemas.

Mamá es su profesora. O más bien lo era, ya que van a volver a dividir nuestras clases.

—¿No crees que lo pasaremos genial?

Mamá me mira con curiosidad, pero no digo nada.

—¿No se suponía que iba a irse a Lanzarote con Sophie? —pregunto en cambio.

—No quería irse —explica, por fin poniéndose un poco seria—. Es por eso que se quedará con nosotros mientras están fuera.

Jonah ya está en alguna parte de nuestro apartamento cuando pasamos por la puerta de entrada. Puedo olerlo. Es una colonia, la cual solo puede ser suya, porque papá no se pone nada como eso. Mamá llama con los nudillos a la puerta de la oficina, que está justo al lado de mi dormitorio. La habitación de mis papás está al otro extremo del apartamento.

—Jonah, ya estamos aquí —anuncia, abriendo la puerta.

No me puedo resistir a echar un vistazo dentro. Las estanterías están llenas de los libros y archivadores que mamá utiliza para la escuela, pero el escritorio está despejado. Jonah está sentado en el sofá-cama gris oscuro, con una bolsa de deporte azul en el suelo entre sus piernas, y el celular en la mano. Apenas lo reconozco. Solo está a unos pocos milímetros de pelo de llevar la cabeza rapada al cero.

—Muy bien —dice, levantándose.

También ha crecido. Ahora está más alto que yo.

—Hola, Jonah —lo saludo, entrando en la oficina. Sonrío automáticamente. Tal y como mamá lo hace—. ¿Cómo te va? —Mi voz suena chillona, y agito los brazos un poquito a mi alrededor, sin saber muy bien cómo debería posicionarme en la habitación.

Me siento como si estuviera ocupando demasiado espacio.

—Bien —responde, señalando mis brazos desnudos—. ¡Sí que te pusiste morena!

—Sí —digo, mirando uno de mis brazos—. Ya sabes cómo es Mallorca.

—En el sofá-cama se duerme muy bien, Jonah —trina mamá, sacando las sábanas del armario—. Y avísanos si necesitas cualquier cosa, ¿de acuerdo?

Jonah se vuelve a sentar en el sofá. Se frota los ojos y mira por la ventana. Tenemos unas bonitas vistas desde aquí arriba.

—¿No se marean viviendo aquí? —pregunta.

Me mira de nuevo. Sus ojos son azules, tal y como los de su hermana. Siempre pensé que son dos personas extraordinarias. Jonah y Sophie. El tipo de gente a la que no te atreverías a insultar. Ambos llevan tomando clases de natación muchos años. Tienen mucho talento. A menudo Sophie me da envidia por ser tan buena en los deportes. Yo solía jugar tanto a voleibol como a fútbol, pero entonces tuve que dejarlo porque hacía que me dolieran las rodillas.