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Mi Familia: Parte III: Casada con la mafia, #3
Mi Familia: Parte III: Casada con la mafia, #3
Mi Familia: Parte III: Casada con la mafia, #3
Libro electrónico129 páginas2 horas

Mi Familia: Parte III: Casada con la mafia, #3

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Ser libre de la mafia es complicado... igual que amar a Jack.

Jack y Franki están a salvo por ahora, pero La Familia no es lo único que los mantiene separados.

Nuestra barrera está escrita tan claramente como las palabras tatuadas bajo la piel roja y golpeada, la decoloración que no tiene nada que ver con los moretones, pero todo que ver con el hombre. Palabras que cuando las leo se me forma un pozo en el vientre.

Muerte antes que deshonor

Justicia antes que misericordia 

Venganza por encima de todo

¿Quién es este hombre? ¿Puedo confiar en él? Y, sinceramente, ¿de verdad quiero saberlo?

 Y así comienza... ¡Lee la emocionante conclusión de MI FAMILIA Parte III AHORA!
 

Primeros elogios para Mi Familia, Parte III.

"Me niego a recomendar esta lectura, en su lugar te digo que consigas esta fenomenal serie y te pongas a leerla hoy mismo". 

IdiomaEspañol
EditorialKC Klein
Fecha de lanzamiento18 mar 2021
ISBN9781071591567
Mi Familia: Parte III: Casada con la mafia, #3

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    Mi Familia - KC Klein

    Uno

    Poco a poco me arrastro a la conciencia. Sentimientos de paz y una sensación de seguridad me tienen acurrucada en lo profundo de las mantas. Bajo los párpados medio cerrados, el amanecer lanza una suave luz rosa a través de las cortinas blancas, y si escucho con atención, oigo el canto de los pájaros en el jardín de abajo.

    Una mano me roza la cadera desnuda, y me quedo quieta. Varios pensamientos pasan por mi cabeza al mismo tiempo.

    Mano. Desnudez. Hombre. Cama.

    Me siento derecha, agarro las mantas para esconder mis pechos desnudos.

    Mi respiración es rápida mientras miro hacia el hombre que está a mi lado. Está boca abajo, con los brazos extendidos hacia delante, o bien dormido o en coma. ¿Cuándo fue la última vez que descansó toda la noche?

    Dormido, Jack parece más joven, mucho menos criminal de lo que presencié anoche, y más al hombre que me sobornó con tostadas francesas y tocino para que terminara una bebida verde, y aprovecho la oportunidad para estudiarlo.

    El sol de la mañana es amable con su cara, suaviza los ángulos y mantiene algunos de los moretones y cortes en las sombras. Largas pestañas revolotean en sus mejillas. Su nariz es recta y angular a pesar de la hinchazón, y me pregunto cómo la acomodó desde que salió del calabozo. Sus pómulos son altos, sus labios más llenos que los míos.

    Y finalmente acepto lo que he estado negando desde que lo vi por primera vez. Jack es hermoso. No es un chico guapo, pero tiene rasgos afilados y exóticos que deberían ser cincelados en mármol o pintados en lienzo para preservarlos para siempre.

    A diferencia de mí, Jack no tiene el peso de la modestia. Las mantas han sido arrancadas o las tomé para mí, y está totalmente en exhibición para que me dé un festín. Perdió peso desde que lo vi en Texas, como si todo el exceso se hubiera ido dejando sólo definición y fuerza. Los músculos de sus piernas son gruesos y flexibles. Los moretones y cortes no disminuyen el color moca de su piel.

    En este momento tranquilo, encuentro el valor que no podría haber reunido si hubiera estado despierto. Trazo mis dedos sobre su espalda, disfrutando del contraste de mi mano blanca contra la riqueza de su piel. En mi ciudad natal, una ciudad tan pequeña como las mentes que viven allí, sé que esto no sería aceptado, negro y blanco juntos. Pero no pienso en él de esa manera. Para mí, él es sólo Jack, y yo sólo Franki, y desearía que no fuera más que un simple color de piel lo que nos separa.

    En cambio, nuestra barrera está escrita tan clara como las palabras tatuadas bajo la piel roja y golpeada, la decoloración que no tiene nada que ver con los moretones, sino todo que ver con el hombre. Palabras que cuando las leo se me forma una fosa en la barriga.

    Muerte antes que deshonra.

    Justicia antes que misericordia.

    Venganza por encima de todo.

    ¿Quién es este hombre? ¿Puedo confiar en él? ¿Realmente quiero saberlo?

    Pienso en la larga lista de hombres con los que salió mi madre, los perdedores, los consumidores, los maltratadores, y no tengo cómo guiarme. No hay un modelo con el que pueda comparar a Jack para ver si es un buen hombre o no.

    Me desplazo por mis recuerdos mientras trato de entenderlo, en lugar de eso, las imágenes de la noche anterior se deslizan por mi conciencia, y me siento aliviada de que Jack siga durmiendo.

    A lo largo de la noche, dormí sólo para ser perseguida por pesadillas de grandes ojos marrones, cuellos rotos y gritos ahogados. Pero en cuanto empezaron las imágenes, Jack estaba allí, susurrándome al oído, pasando su mano por mi costado, sobre mis pechos, entre mis piernas. Me hizo el amor lenta y suavemente una vez, y luego caliente y rápidamente la siguiente. Mis sueños se mezclaron con su cara, su tacto, sus palabras, y hasta ahora me cuesta recordar qué fue real y qué fue una fantasía.

    Por favor, Jack, por favor.

    Dime lo que quieres, hermosa. Dime cómo quitar el dolor.

    Imágenes de mí rompiéndome debajo de él, frotando mi trasero contra su dureza, sin vergüenza, sin tristeza, sólo la necesidad imperiosa de perderme, de olvidar, de no sentir nada más que a él, el placer, y el deseo.

    Imágenes de él abrazándome, secando mis lágrimas con sus labios, moviéndose dentro de mí lenta y cuidadosamente como si yo fuera un tesoro nacional, y susurrando palabras que sólo podría haber soñado, porque Jack no habla así. No piensa así. No es un hombre que me susurre cosas tiernas al oído para quitarme la culpa. Para hacerme sentir mejor.

    Mi hermosa y dulce chica. Ya estoy aquí. No voy a dejar que te pase nada nunca más. Déjame cargar con la culpa. Déjame cargar con tu dolor.

    Si tan sólo pudiera.

    La vergüenza y la culpa que quedaron en suspenso regresan ahora a toda prisa. Retiro las mantas y veo la mancha de sangre entre mis muslos y la señal de mi elección en las sábanas.

    Se me hace un nudo en el estómago y me escuecen los ojos. Rápidamente, atravieso la habitación con los pies descalzos y me dirijo al baño. Y con cuidado, con mucho cuidado, para no despertarlo, le pongo seguro a la puerta. Abro la ducha a tope, sabiendo que ninguna cantidad de agua caliente podrá descongelar el pozo de hielo en mi estómago.

    ¿Qué has hecho? ¿Qué has hecho?

    Cierro los ojos y dejo que el agua corra por mi cara deseando que las imágenes detrás de mis párpados puedan ser lavadas con la misma facilidad. Los pecados que he cometido se amontonan frente a mí y parecen alcanzar el cielo. Me concentro en el que puedo solucionar ahora mismo. Los otros tendrán que esperar. Los otros tendrán que permanecer enterrados hasta que ya no me rompa al recordarlos.

    En cambio, examino lo que hice con Jack anoche. Cómo calmé mi conciencia y desaparecí mi culpa con su cuerpo. Cómo rompí mi regla principal, y no sólo besé a un criminal, un miembro importante de un cártel de la droga, sino que tuve sexo con él. Y fui yo quien se lanzó sobre él.

    Pienso en la situación, preguntándome en qué me equivoqué. ¿Cuál fue el primer paso en falso que rompió el pacto que hice con Dios hace tantos años? ¿Fue la maldición que pronuncié al ver a mi madre entrar en la caravana borracha y rota? ¿Fueron los celos que sentí por el traje de lino de Juanita o la fuerte punzada de envidia por el bolso lleno de dinero? ¿Fue cuando puse Elixir en la bebida de Roberto o cuando mentí a Esperanza, diciéndole que estaría bien mientras la enviaba al foso de los leones a morir?

    ¿O fue cuando me enamoré de Jack? ¿Cuando abandoné a todos los demás... incluso a mi Dios... por él?

    Amortiguo el sollozo que sale de mis entrañas y me deslizo por la puerta de cristal de la ducha. ¿En qué me he convertido?

    Y oigo la respuesta alto y claro, como si una voz del cielo partiera las nubes y me susurrara al oído.

    Te convertiste en tu madre.

    No tengo ni idea de cuánto tiempo permanezco en la ducha, pero mi piel está arrugada cuando por fin salgo y me seco. Me tomo mi tiempo para cepillarme el cabello y los dientes, y luego tomo un albornoz y me lo pongo antes de salir del baño.

    Me abstengo de rezar una oración de agradecimiento cuando veo la habitación vacía. Dios no quiere saber nada de mí ahora. Esas conversaciones ya terminaron.

    Lavo mi ropa interior en el lavabo y me pongo la ropa con la que llegué, aunque está sucia. No puedo soportar pedirle a Savannah que me preste mas ropa, y ahora mismo necesito desesperadamente algo familiar.

    Después de eso no estoy segura de qué hacer. ¿Voy a buscar el desayuno? ¿Busco a Jack y le pido que me lleve de vuelta a los Estados Unidos? ¿Me quedo aquí y me acobardo? El malestar en mi estómago toma la decisión por mí. Me dirijo a la cocina, pero no es comida lo que busco.

    El personal no me mira a los ojos. No puedo culparlos. Esperanza era una de los suyos. Yo soy una extraña. Aun así, estoy decidida. Acorralo a una mujer mayor con ojos tristes y hombros redondeados. Con su inglés chapurreado ¹, y mi español aún más pobre, averiguo lo que necesito saber. Por supuesto, llegar allí es otro asunto.

    Un guardia de seguridad me hace un gesto despectivo y Benny, el conductor del todoterreno lleno de gasolina y listo para salir, me da largas. Normalmente soy un poco más tenaz y no dejaría que dos cabezas de chorlito me dijeran que no, pero estoy enferma del corazón, cansada y... muy cansada.

    La solución es obvia y, aunque me molesta, necesito el permiso de Jack para salir del recinto. Voy a buscarlo, pero en lugar de eso, me encuentro de nuevo donde empecé. Mi habitación oscura me llama. Me

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