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El desengaño del hombre
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Libro electrónico250 páginas3 horas

El desengaño del hombre

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El desengaño del hombre, publicado por primera vez en 1794, es una de las primeras obras en español que puso en duda la legalidad de la monarquía, al argumentar que es un sistema antinatural, pues contraviene las leyes divinas y humanas, además de atentar contra la libertad, derecho inalienable e irrenunciable del hombre. Esta edición, realizada por Antonio Saborit, incluye un estudio introductorio y una serie de notas que hacen asequible la lectura de la obra.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 nov 2014
ISBN9786071624369
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    El desengaño del hombre - Santiago Felipe Puglia

    SANTIAGO FELIPE PUGLIA nació en Génova, estudió teología en el Colegio de Savona y ejerció el comercio en Cádiz. Tras caer en quiebra y pasar dieciocho meses en prisión, decidió trasladarse a América, donde primero consideró vivir en la Nueva España, y acabó por instalarse en Filadelfia. Allí trabajó como profesor e intérprete de español, al tiempo que escribía obras políticas, literarias y morales. Fue secretario de Thomas Jefferson y publicó en 1794 El desengaño del hombre con el patrocinio de Edmond-Charles Genêt, embajador de Francia en los Estados Unidos. El retiro de Genêt por orden del presidente Washington y la censura inquisitorial impidieron que el libro se distribuyera en el norte de la Nueva España como estaba planeado, y su difusión quedó limitada a ciertos círculos estadunidenses. Después de esto, Puglia continuó escribiendo obras políticas, la mayor parte en inglés, y polemizó con William Cobbett, defensor de la monarquía inglesa. Murió en 1831, dejando los manuscritos de sus obras inéditas en un baúl que se perdió por no encontrar comprador.

    ANTONIO SABORIT es investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia; cursó la licenciatura en literatura inglesa y la maestría en historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Realizó su doctorado en historia y etnohistoria en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Es autor de Los doblados de Tomóchic. Un episodio de historia y literatura (1994), Los exilios de Clausell (1996), El mundo ilustrado de Rafael Reyes Spíndola (2003), El diario de las cigarras. Izaguirre, Carrión y Villasana dibujan del natural (2004) y Una visita a Marius de Zayas (2009), así como de numerosos ensayos de historia cultural. Actualmente se desempeña como director del Museo Nacional de Antropología.

    SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA


    EL DESENGAÑO DEL HOMBRE

    SANTIAGO FELIPE PUGLIA

    El desengaño

    del hombre

    Edición e introducción
    ANTONIO SABORIT

    Primera edición, 2014

    Primera edición electrónica, 2014

    En portada: Declaración de Independencia,

    óleo de John Trumbull, 1819.

    Diseño de portada: Paola Álvarez Baldit

    D. R. © 2014, Antonio Saborit, por el estudio introductorio

    D. R. © 2014, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-2436-9 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    ÍNDICE

    Prefacio

    Introducción. Santiago Felipe Puglia, profesor de lenguas extranjeras y autor de varias obras políticas, literarias y morales, por Antonio Saborit

    EL DESENGAÑO DEL HOMBRE

    Aviso a la primera edición

    Prólogo

    Capítulo I. El despotismo repugna a las leyes divinas y humanas

    Capítulo II. Atrasos y daños que el despotismo acarrea a la sociedad

    Capítulo III. Sacudir el yugo del despotismo no ofende las máximas de la religión

    Capítulo IV. La libertad e igualdad del gobierno forman la felicidad de la nación

    Conclusión

    Adición

    Para satisfacción del público. Títulos de las obras emprendidas por este autor, y que yacen imperfectas por el motivo que cada uno de sus lectores puede fácilmente conjeturar

    PREFACIO

    El viernes 24 de octubre de 1794 los inquisidores Juan de Mier y Villar, Antonio Bergosa y Jordán, Bernardo de Prado y Obejero y Joseph de Pereda y Chaves rubricaron una carta refrendada por uno de los secretarios del Secreto del Santo Oficio, Mathías Joseph de Nájera, en torno a un Libro en octavo, titulado: Desengaño del Hombre, impreso en Filadelfia en este presente año, y escrito por Santiago Felipe Puglia.

    La carta se dirigía a todos los habitantes de las ciudades, villas y lugares de Nueva España, de cualesquier estado, grado, y condición, preeminencia o dignidad que sean, exentos o no exentos, pues llevaba el sello de la más auténtica de las alarmas. A juzgar por El desengaño del hombre, señalaban los inquisidores, su infame Autor se manifestaba

    orgulloso, altivo, inobediente, blasfemo, traidor, y con todos los demás caracteres con que describe San Pablo en la segunda Carta a Timoteo, capítulo tercero, aquella casta de hombres que aparecerán en los últimos días, que según parece se acercan, e instan ya, a vista de tantos monstruos, como ha producido este siglo, quienes después de blasfemar de toda Religión natural, y revelada, después de destronar a la Suprema Majestad del Solio de su divino Poder, y a la Católica Religión, de su divina Autoridad, e institución, calificándola de fanatismo, han emprendido ultrajar, hacer odiosa, y aun arrancar desde los cimientos la Autoridad, y la Majestad Real.

    Hasta entonces sólo se tenía noticia de un ejemplar de esta obra en Nueva España, el mismo ejemplar que con asombro y grave dolor de sus corazones ya habían leído y examinado los propios inquisidores, haciéndolo examinar además a sus celosos y sabios Calificadores. Y bien apercibidos de la infame temeridad, y atrevimiento de su Autor, así como de esto otro: que era muy posible que valiéndose de los Enemigos de la paz, dispuestos siempre al odio de las Potestades Supremas, el propio Puglia se empeñase a toda costa en introducir tan venenosa Cizaña, en el fecundo campo de esta piadosa América, los firmantes de la carta habían juzgado oportuno y hasta obligado

    renovar la prohibición, que se ha repetido en varios Edictos, y particularmente en el de trece de Marzo de mil setecientos noventa, de todos los papeles, tratados, y Libros que se esparcieren sobre las turbaciones actuales de Francia, y cualquiera otro que pueda inspirar espíritu de sedición, bajo de las mismas penas y Censuras.

    En esta misma prohibición, sostenía la carta, quedaba comprendido El desengaño del hombre, como el más sedicioso, siendo así que era digno de una especial prohibición, y aun de las llamas por mano de Verdugo por tratarse de un Tejido urdido de herejías que hacía burla de las Sagradas Escrituras, de que hace un impío abuso, atribuyéndolas a espíritu humano y adulatorio, y caía bajo sospecha de deísmo y de incitar a la rebelión, y homicidio de los Soberanos. De ahí que los inquisidores dijeran prohibirlo in totum, aun para los que tienen licencia de leer Libros prohibidos, y mandaron "pena de Excomunión mayor Latae sententiae ipso facto incurrendo, y de quinientos ducados aplicados para gastos del Santo Oficio".

    Lo que alarmó tanto a los calificadores como a los inquisidores fue que Puglia, un mercader quebrado que escribía desde un rincón del Orbe —esto es, un sujeto sin historia que además opinaba desde la ciudad de Filadelfia—, tras destronar a la Suprema Majestad de Dios del Solio de su divino Poder y a la Católica Religión, de su divina Autoridad, e institución, calificándola de fanatismo, se lanzara a ultrajar, hacer odiosa, y aun arrancar desde los cimientos la Autoridad, y la Majestad Real. Asimismo, los inquisidores señalaban la osadía de tal sujeto, transformado en

    Escritor pedante en materia tan sublime, como la Política, y Derecho público universal, e igualmente detestable de su impiedad, e insolencia, que por su ignorancia en literatura sagrada, y profana, y por el estilo tan soez, e ignominioso con que habla de los Reyes ungidos del Señor, imputando el nombre odioso de Despotismo, y Tiranía al régimen Monárquico, y Real Autoridad, que dimana del mismo Dios y de su Divina Ordenación; y que tanto recomiendan el antiguo y nuevo Testamento, y el universal consentimiento de todas las gentes, que desde la más remota antigüedad se gobernaron por Reyes; y procurando introducir la desconcertada Oligarquía de amotinados que despedaza la Francia, a quien tiene la osadía de proponer por modelo de la libertad, y felicidad de las Repúblicas, siendo en la realidad el mejor ejemplo de la desolación que ocasionan sus pestilentes, y antevangélicos principios.¹

    La Inquisición no quiso por ningún motivo que circulara El desengaño del hombre, del mismo modo que la Corona española vigilaba que no entraran a la Nueva España efectos de comercio provenientes de las ex colonias angloamericanas ni mucho menos las monedas que hacían alusión a su revolución.² Avecindado en Filadelfia desde 1790, donde se instaló tras la quiebra de su negocio en el puerto de Cádiz, Puglia sostenía haber escrito cuatro obras antes de emprender El desengaño del hombre; los manuscritos de dichas obras, que no habían salido de sus manos, eran: una obra de jurisprudencia contra la pena capital, un estudio sobre un globo aerostático para medir la agitación del viento, un tomo de Discursos sobre el sacramento de la penitencia y, por último, una obra alegre, decente y entretenida, a la que tituló El cupido. Durante esta etapa de su vida consagró una parte de su tiempo a escribir y publicar libros sobre el sistema democrático y el comercio español, a polemizar con el inglés William Cobbett y a traducir al español a Thomas Paine. Como lo demuestra el interés inquisitorial, El desengaño del hombre fue la única de sus obras que alcanzó a salir del ámbito distrital que lo vio nacer; además, apareció un pasaje en inglés de la obra, en el mismo año de su publicación en español, como Man Undeceived.

    Puglia murió el viernes 26 de agosto de 1831, tenía 71 de edad, habiendo visto el triunfo, si no de su Desengaño propiamente, al menos sí el de las ideas en favor de la república democrática y en contra de las monarquías y sus cortes. El nombre de Puglia ya para entonces era muy poco conocido, salvo desde luego para quienes lo tuvieron como profesor de idiomas o como intérprete o para los que leyeron en 1821 su último ensayo sobre el Sistema político-moral o su traducción de la obra del conde Volney, La ley natural o Catequismo del ciudadano francés; pero aun así, las publicaciones periódicas que dieron noticia de su muerte no se abstuvieron de señalar que murió de un tiro de mosquete sobre el techo del paladar que él mismo se regaló. Una vida más bien pródiga en penas y desengaños, y en cambio avara en recompensas, concluyó encerrada en un aforismo de Antonio Porchia: La verdad tiene muy pocos amigos y los muy pocos amigos que tiene son suicidas. En su testamento Puglia solicitó que se dispusiera de sus restos mortales a la medianoche y de la manera más sencilla: en una fosa de ocho pies de profundidad y sin una marca o epitafio de ninguna especie. Sus manuscritos y cartas los encerró en un baúl que él mismo valuó en 2 100 dólares, estipulando que de no aparecer un comprador se darían al fuego. De hecho no se sabe qué sucedió con el baúl ni con su contenido.

    La publicación en 1977 del ensayo biográfico sobre Puglia que preparó el académico estadunidense Merle E. Simmons no alteró significativamente el desinterés del medio en torno al autor de El desengaño del hombre. Aun cuando el joven profesor Michael J. Doudoroff apuntó en su reseña a este trabajo que los

    estudiantes de la literatura y de la historia colonial española agradecerán esta recuperación de una figura menor aunque interesante, cuya vida y obra iluminan su tiempo y por tanto ayudan a visualizar el escenario en el que destacarían otros actores más prominentes, como Bolívar, Bello, Heredia,

    lo cierto es que no fue exactamente así.³ Podemos imaginar que como al trabajo de Simmons no lo acompañó inmediatamente la recuperación de alguno de los títulos de Puglia, el conjunto de los escritos de este autor siguió aguardando un lugar en la historia de las independencias americanas. Es cierto que no fue prolífico ni al parecer carismático, pero quien se aventure en las páginas del más celebrado de sus escritos al menos reconocerá que se trata de un autor indispensable.

    En la elaboración de esta edición de El desengaño del hombre se emplearon dos versiones, ambas publicadas en la ciudad de Filadelfia, la primera en 1794 y la segunda en 1822; la última en vida de Puglia. Si bien la ortografía y la puntuación se modernizaron, como se suele decir en estos casos, enmendé errores tipográficos, pequeños saltos y las notas al pie que añadió el propio autor; señalé algunas diferencias entre ambas ediciones y respeté el uso de las mayúsculas, cursivas y versales. Asimismo conservé la lista que Puglia añadió con los nombres de las personas que suscribieron la primera edición, así como el Aviso, la Adición y los títulos de obras y piezas de su autoría, incluidos en la primera edición. Puglia no sólo no aparece en los catálogos de las mejores bibliotecas mexicanas, sino que es una auténtica rareza que les debo (y agradezco) a los libreros Antonio Trujillo Plaisant y Enrique Fuentes. Víctor Castañeda, coordinador de Servicios al Público y Consulta de la biblioteca del Centro de Investigación y Docencia Económicas, puso en mis manos El desengaño del hombre en su primera edición. Carolina Villarroel y Nicolás Kanellos, en Houston, y Robert Darnton, entonces en Princeton, se tomaron la molestia de copiar y enviarme los escritos de Puglia depositados en las bibliotecas de sus universidades, por lo que les estoy muy agradecido. James N. Green, estudioso del editor de Puglia y de la cultura impresa en Filadelfia durante los siglos XVIII y XIX, me ayudó a mejor explotar los ricos acervos de The Library Company y de la Historical Society of Pensilvania. Roy Goodman, custodio de los materiales impresos en la American Philosophical Society, me franqueó el paso para consultar los materiales de Thomas Paine. Luis Miguel Aguilar, Hernán Bravo Varela, Eduardo Contreras Soto, Ricardo Miranda, Álvaro Uribe y Gabriel Torres Puga sugirieron muy puntuales precisiones y ajustes a mi manuscrito sobre Puglia. Este trabajo me fue dado en la Dirección de Estudios Históricos, lo retomé en la División de Historia del Centro de Investigación y Docencia Económicas, donde se me convidó a gastar el primer sabático que me animé a solicitar al Instituto Nacional de Antropología e Historia, y al fin lo acabé, como sugería George Steiner, para saldar una deuda de amor.

    A. S.

    ¹ Archivo Histórico del Colegio de San Ignacio de Loyola en Parras de la Fuente (María y Matheo), Fondo Eclesiástico-Civil (Sección Inquisición), exp. 689.

    ² Archivo General de la Nación, México, Correspondencia de Virreyes, tomo CLXI, exp. 504, 27 de agosto de 1791, carta del virrey de Revillagigedo a Pedro López de Lerena, f. 70 recto.

    ³ Michael J. Doudoroff, "Santiago F. Puglia, an Early Philadelphia Propa gandist for Spanish American Independence, by Merle E. Simmons", Hispania, vol. 62, núm. 1, marzo de 1979, p. 185.

    Introducción

    SANTIAGO FELIPE PUGLIA, PROFESOR DE LENGUAS EXTRANJERAS Y AUTOR DE VARIAS OBRAS POLÍTICAS, LITERARIAS Y MORALES

    ANTONIO SABORIT

    I

    Algún tiempo firmó como James Quicksilver, pues al final del siglo XVIII era costumbre en Estados Unidos de América que los caballeros metidos a escritores navegaran sobre la tinta de la cosa pública no sólo en la persona de un seudónimo cualquiera sino con el que ellos mismos creían el más adecuado al temperamento y los desempeños propios.

    Filopatrio fue un nombre de guerra muy socorrido en las dos Américas a lo largo del Siglo de las Luces, y al menos lo compartieron Benjamin Franklin en Filadelfia y José Antonio de Alzate en la ciudad de México. El propio Franklin, muerto en 1790, usó seudónimos al escribir sarcásticamente sobre las medidas del gobierno inglés o cuando emprendía la vindicación de América.¹ El escritor inglés William Cobbett inmortalizó su temporada en la ciudad de Filadelfia como Peter Porcupine.² El caso es que el James surgió de su nombre en español, Santiago, y Quicksilver de la traducción al inglés de la voz azogue, la cual para el Diccionario de autoridades valía metafóricamente por bullicio, inquietud, movimiento continuo y así de la persona que es muy viva, inquieta y pronta en sus acciones, se dice que tiene azogue, que es de azogue, o que es un azogue. Y de hecho en algún tiempo Santiago Felipe Puglia fue un azogue para este Pedro Puercoespín —defensor de la monarquía, federalista y crítico agudo de los republicanos en sus dos publicaciones, The Political Censor y Porcupine’s Gazette—³ pues con la máscara de James Quicksilver le dedicó un panfleto en el verano de 1796: The Blue Shop, or Impartial and Humorous Observations on the Life and Adventures of Peter Porcupine. Puglia vivía en Filadelfia desde mediados de 1790, la capital científica de la temprana república gracias a sus jardines botánicos y su museo de historia natural y a sus sociedades letradas, como la American Philosophical Society, así como también a sus numerosas imprentas, pero al cabo de 30 años de andanzas literarias el seudónimo de Puglia no sólo ya había transitado a mejor vida, sino que en realidad a su persona pública le quedaba muy poco de la vida, la inquietud y los reflejos que ostentó entre las diversas comunidades letradas de la ciudad. De ahí que al llegar a los 60 deambulara como sombra entre sombras, con el paso de quien sabe sus días contados y se piensa en la proximidad del último suspiro.

    Ya para entonces Puglia de nada estaba más orgulloso que de lo que dio a la imprenta con su propio nombre, y de ese conjunto sólo se animó a reimprimir El desengaño del hombre, la primera producción en español impresa en esta ciudad, según sostenía él, y también la primera en declarar la guerra abierta en contra de la tiranía de España y de la Inquisición.⁴ En lo que Henry C. Carey y su cuñado Isaac Lea supervisaban la impresión de los pliegos de la segunda edición del referido Desengaño, la cual estuvo lista en 1822, Puglia redactó un melancólico Aviso sobre sí mismo para las páginas de un nuevo título, Forgery Defeated, impreso por J. F. Hurtel en 1822, arregló su testamento y se hizo a la idea de vivir lejos de la esfera pública. Me pregunto hasta qué punto influiría en el ánimo de Puglia el recuerdo de los años finales de su admirado Thomas Paine, quien transitó del mayor reconocimiento político al ostracismo, la marginación y la miseria, la pérdida de la ciudadanía y el rechazo incluso a su deseo de ser sepultado en un cementerio cuáquero, y, por último, a la vindicación que emprendió su viejo adversario Cobbett. Como haya sido, en adelante Puglia se limitó a realizar su trabajo como profesor de lenguas e intérprete, sin imaginar siquiera que aún sobreviviría el resto de los ochocientos veinte. El directorio de la ciudad que preparaba anualmente Robert Desilver incluyó a este discreto profesor en sus ediciones de 1829 y 1830. Un año y meses después, el viernes 26 de agosto de 1831, según lo certificó un juez de instrucción distrital en Charleston, Carolina del Sur, este sujeto originario de Italia, [nacido] en la ciudad de Génova, de 71 años de edad, se había quitado la vida en la calle del mercado dándose deliberadamente un tiro con un mosquete, el cual acomodó de tal manera en su boca que al disparar produjo la muerte instantánea, volándose la parte superior del cráneo con la descarga. La cruda nueva demoró algunos días en viajar de Charleston a Filadelfia, pero al completar este trayecto alguien recordó la prensa la talentosa juventud de Puglia como agitador, su salida de España y desde luego su arribo a Estados Unidos, donde alguna vez trabajó temporalmente como secretario

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