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Émile Durkheim (1858-1917)
Émile Durkheim (1858-1917)
Émile Durkheim (1858-1917)
Libro electrónico2284 páginas39 horas

Émile Durkheim (1858-1917)

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Cuando se habla de autores que se han constituido como clásicos en algún área, suele preferirse el estudio de su obra sobre el de su vida. No obstante, el conocimiento de esta última, sobre todo si se trata de un pensador interesado en la política y la ciencia social, también es fundamental para la cabal comprensión de la primera. Marcel Fournier presenta el resultado de una minuciosa y aguda investigación que retoma, en una exposición detallada, información de manuscritos, cartas y otros documentos a través de los cuales puede apreciarse la personalidad de Durkheim, las diferentes etapas de su pensamiento, de la construcción de su obra y el importante papel que tuvieron, tanto en su vida personal como en el desarrollo de su propuesta, sus amigos y colaboradores.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 dic 2019
ISBN9786071664853
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    Émile Durkheim (1858-1917) - Marcel Fournier

    Marcel Fournier es reconocido por sus estudios sobre teoría social e historia de la sociología francesa. Realizó el doctorado en la École practique de hautes études, bajo la tutela de Pierre Bourdieu. Trabajó como profesor titular del departamento de sociología de la Universidad de Montreal. En 2013 recibió el Premio Léon-Gérin, que reconoce su labor como científico social. Fue miembro del comité ejecutivo de la Association internationale de sociologie. Actualmente es consultor del comité editorial de la revista Durkheimian Studies y miembro del consejo de administración del Museo de Arte Contemporáneo de Montreal. Entre sus trabajos destaca la biografía de Marcel Mauss (1994) y el trabajo colectivo Marcel Rioux, La culture comme refus de l’économisme (2011).

    Émile Durkheim

    (1858-1917)

    Sección de Obras de Sociología

    Traducción

    Guillermina del Carmen Cuevas Mesa

    Revisión técnica de la traducción

    y cuidado de la edición

    Jorge Galindo

    Marcel Fournier

    Émile Durkheim

    (1858-1917)

    Primera edición en francés, 2007

    Primera edición en español, 2019

    [Primera edición el libro electrónico, 2020]

    Este libro fue publicado en el marco del Programa de Apoyo

    a la Publicación de la Embajada de Francia en México/IFAL

    Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

    Título original: Émile Durkheim (1858-1917)

    © 2007, Librairie Artheme Fayard

    D. R. © 2019, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. 55-5227-4672

    D. R. © 2019, Universidad Iberoamericana, A. C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880, Lomas de Santa Fe; 01219 Ciudad de México

    D. R. © 2019, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa

    Avenida Vasco de Quiroga 4871, Santa Fe, Cuajimalpa; 05348 Ciudad de México

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-6485-3 (ePub)

    ISBN 978-607-16-6314-6 (rústico)

    Hecho en México - Made in Mexico

    Sumario

    Introducción

    Agradecimientos

    Primera parte

    JUVENTUD

    I. Una educación judía

    II. Alumno de la escuela normal

    III. Shopen, profesor de liceo

    IV. Viaje a Alemania

    Segunda parte

    FUNDACIÓN DE LA SOCIOLOGÍA

    V. Profesor en Burdeos. Pedagogía y ciencias sociales

    VI. Individuo y sociedad: el vínculo social. Tesis de doctorado

    VII. Un objeto, un método y las reglas

    VIII. 1895. La revelación

    Tercera parte

    UNA REVISTA, UN EQUIPO

    IX. Etapa de conversiones, de El suicidio a L’Année sociologique

    X. L’Année sociologique y el nacimiento de un equipo

    XI. El caso Dreyfus y la defensa de los derechos del hombre

    XII. ¿Fracaso?

    XIII. Una palabra: solidaridad

    XIV. Crisis en L’Année

    Cuarta parte

    PARÍS, LA SORBONA

    XV. En la Sorbona

    XVI. El Gran Manitú y el clan tabú-tótem

    XVII. «La moral, a la orden del día»

    XVIII. La evolución pedagógica o la triple cultura

    XIX. La Iglesia, el Estado, la patria

    Quinta parte

    MORAL Y RELIGIÓN

    XX. Un décimo aniversario

    XXI. «Cambiar el mundo»

    XXII. El regente de la Sorbona

    XXIII. En los orígenes de la vida religiosa

    XXIV. Un curso, un último Année, el fin de una época. El pragmatismo

    Sexta parte

    LA GRAN GUERRA

    XXV. Agresión injusta

    XXVI. «Pensar en lo mismo día y noche»

    Epílogo. La mentalidad de la época

    Índice onomástico

    Índice general

    Para Mathieu, Vincent, Sara y Nathan

    Introducción

    Sociólogo francés, cabeza de la escuela sociológica francesa, fundador de la sociología: ésa es la imagen que de Émile Durkheim tiene el público culto y los especialistas en ciencias humanas y sociales. Una placa adorna la casa donde vivió varios años en Burdeos, en el bulevar de Talence, en la que se lee «Émile Durkheim, fundador de la sociología», ¡ni más ni menos! Durkheim habría destronado así a Auguste Comte, inventor de la palabra sociología, neologismo bárbaro proveniente del latín socius (sociedad) y del griego logos (discurso).

    ALGUNOS MITOS E IDEAS PRECONCEBIDAS

    Cada ciencia, cada disciplina, tiene sus «ancestros», sus pioneros, sus héroes, que son conmemorados periódicamente a fin de consolidar la cohesión intelectual y reforzar la identidad profesional. Durkheim, consciente de ello, fue el primero en mostrar cómo el culto al héroe contribuye a la encarnación de valores sociales y a la ejemplificación de ideales colectivos. Como Karl Marx o Max Weber, los otros dos «fundadores» de la sociología, Durkheim es uno de los «autores clásicos» más leídos, y conocer sus obras es hoy parte de la definición universal del sociólogo.¹ Algunos se inspiran en él, otros lo critican, en ocasiones duramente, pero todos lo respetan.

    Gran especialista en totemismo, Durkheim se ha convertido en una especie de tótem para la sociología. Sobre él se ha construido un verdadero culto: a él se consagra una sociedad de amigos de Durkheim, así como una revista (Durkheimian Studies/Études durkheimiennes) y un centro de investigación, el British Centre for Durkheimian Studies, en Oxford; en Francia dos calles llevan su nombre, una en Épinal y otra en París, cerca de la Gran Biblioteca. También hay un aula magna Durkheim en la Sorbona, un colegio Émile Durkheim en Peujard, una plaza Durkheim en el campus de la universidad de Lille. En fin, el centenario de la publicación de cada uno de los tres primeros libros de Durkheim dio lugar a coloquios y a la publicación de obras colectivas o de números de revistas cultas, en pocas palabras, a conmemoraciones.²

    Durkheim está rodeado de grandes mitos: Durkheim profeta, Durkheim regente de la Sorbona, Durkheim el amigo de Jaurès que nunca fue socialista. Por otra parte, en la «tradición oral» transmitida a través de los cursos, a menudo su obra se redujo a algunas ideas recibidas: el culto objetivista del «hecho»; la crítica de las prenociones y, de forma más general, del sentido común; la absolutización de lo colectivo y la presunta negación de la individualidad que de ello se deriva; la idealización de la conciencia colectiva como espíritu «dominante» que actúa de forma independiente sobre el pensamiento y la acción de los sujetos sociales.³ Durkheim transmite también la imagen del jefe de un grupo fuertemente unificado en torno a la revista L’Année sociologique y del pensador de orientación política conservadora preocupado sobre todo por el orden social y la integración moral de las sociedades.

    El objetivo de esta biografía es destruir los mitos que rodean la vida y la carrera del fundador de la sociología en Francia e impugnar o matizar las ideas recibidas sobre su obra. Durkheim y sus colaboradores dejaron un rico legado intelectual que se presta a interpretaciones diferentes, casi contradictorias: del funcionalismo al estructuralismo pasando por el interaccionismo, la etnometodología y la sociología pragmática.⁴ ¿Cuál es el «verdadero» Durkheim?

    El procedimiento que se sigue en esta obra, que abreva a la vez en las técnicas biográficas, la historia de las ideas y la sociología de la ciencia, permite mostrar las dificultades que prevalecen en la base de una disciplina nueva y la complejidad de la creación de una obra que, al proponer una nueva teoría de lo social, implica una revolución en las ciencias humanas: reiterada defensa de la autonomía de la sociología (no sólo respecto de otras disciplinas, en particular la psicología, también de los poderes religiosos y políticos); formulación sistemática de reglas metodológicas y adopción de métodos objetivos (entre otros, la estadística) para el estudio de lo social; condena de las teorías raciales, la crítica del eurocentrismo y la rehabilitación total de la humanidad de lo primitivo (en otras palabras, el relativismo cultural).

    ENIGMAS. LOS NUEVOS DOCUMENTOS

    Pocos estudios se han dedicado a la vida y obra de Émile Durkheim.⁶ En las ciencias humanas y sociales suelen preferirse las interpretaciones teóricas de las obras a los estudios sociobiográficos de los autores. La única gran biografía de Durkheim es la obra magistral de Steven Lukes, Émile Durkheim: His Life and Work [Émile Durkheim: su vida y obra], publicada hace más de 30 años y que lleva como subtítulo An Historical and Critical Study [Estudio histórico y crítico]. Si bien fue objeto de gran atención y llegó a ser best seller, este libro tan bien documentado nunca se tradujo al francés.

    Desde entonces, al abrirse los archivos y descubrirse manuscritos, informes administrativos, textos (reseñas, cursos, participaciones orales en debates académicos) y notas de curso tomadas por alumnos, surgieron nuevos datos sobre su vida y su obra que dieron lugar a nuevos análisis e interpretaciones, como demuestran los numerosos trabajos publicados desde hace 20 años.⁷ Este «renacimiento» de los estudios durkheimianos se manifiesta, finalmente, en importantes publicaciones: números especiales de revistas sobre Durkheim y la escuela sociológica francesa,⁸ edición de los Textes [Textos] de Émile Durkheim en tres volúmenes, por Victor Karady en 1975, en las Éditions de Minuit,⁹ y la publicación de su correspondencia con amigos y colaboradores cercanos (Octave Hamelin, Xavier Léon, Célestin Bouglé, Marcel Mauss, Henri Hubert, François Simiand), nuevas traducciones de las obras de Durkheim en varias lenguas, incluida su tesis latina sobre Montesquieu, sin olvidar numerosas tesis de doctorado. Yo mismo contribuí a ese movimiento del redescubrimiento con la publicación de la primera gran biografía de Marcel Mauss y la edición de los Écrits politiques [Escritos políticos] de Mauss y las Lettres [Cartas] de Durkheim a este último.¹⁰

    Pero una vida conserva su misterio y sus jardines secretos. Sobre la vida, la carrera y la obra de Durkheim no está todo dicho, lejos de ello. Todavía hay enigmas, ya sea sobre su personalidad y sus estados psicológicos, su relación con el judaísmo, su vida familiar y su estilo de vida; su relación con sus amigos y colaboradores cercanos, sus responsabilidades político-administrativas o sus orientaciones políticas.

    Esta nueva biografía de Durkheim se distingue de los otros estudios en tres aspectos: 1) presentación estrictamente cronológica y no temática, como habitualmente se hace, de la vida y la obra de Durkheim y sus colaboradores; 2) puesta en evidencia de la dimensión colectiva de la obra de Durkheim, de ahí la idea de una biografía semejante a una prosopografía; 3) presentación integral de la obra de Durkheim (y hasta cierto punto, de sus colaboradores), así como de los debates de que fueron objeto cada libro, cada artículo, en el momento de su publicación,¹¹ y por último 4) adopción de una perspectiva sociológica y la inscripción de su vida y obra en el contexto intelectual, institucional y político de los años 1850 a 1920. Retomando la expresión de Lucien Febvre, el título de la obra hubiera podido ser Durkheim, Mauss y Cía. Se trata, pues, de hacer coincidir lo individual y lo colectivo, el habitus y el campo, lo eventual y lo estructural. Se entenderá que para responder a este ambicioso programa nuestro Durkheim será necesariamente voluminoso. Una vida se resume en unas cuantas frases, pero para quien la quiere completa, no se cuenta más que en varios cientos de páginas.

    LA VIDA Y LA OBRA DE DURKHEIM

    La vida y la carrera de Durkheim pueden dividirse sin problema en varios grandes periodos: 1) juventud y formación en la École normale supérieure; 2) profesor de liceo (Puy, Sens, San-Quintin, Troyes) y viajero en Alemania; 3) encargado de curso y profesor de ciencias sociales y pedagogía en Burdeos; 4) nombramiento en la Sorbona, en París; 5) primera Guerra Mundial. Éstas son las principales partes de nuestra obra. Si el periodo de Burdeos parece haber sido el más productivo, con la publicación de La división del trabajo social (1893), Las reglas del método sociológico (1895) y El suicidio (1897), así como la fundación de L’Année sociologique, el de París-Sorbona es el más activo en el plano de la diversidad de actividades intelectuales, administrativas y políticas, y el de la primera guerra, sin duda, el más trágico, por la muerte de varios de sus colaboradores y de su hijo André.

    En cuanto a su obra, la periodización es más compleja. Algunos presentan a Durkheim como «uno de los pocos filósofos y sociólogos que nunca cambiaron sus ideas fundamentales».¹² Otros, por el contrario, ponen en evidencia la discontinuidad, los cambios, incluso las contradicciones del erudito. ¿Hay un Durkheim joven y uno viejo? ¿El Durkheim «joven» sería el materialista y determinista, y el «viejo», más idealista y voluntarista?¹³ Y si de juventud se trata, ¿cuáles son los «escritos de juventud» de Durkheim?¹⁴ Finalmente, un año (1895) y un periodo de transición (1894-1896) parecen particularmente significativos: en 1894-1895, Durkheim imparte en Burdeos su primer curso de sociología de la religión, y en 1895, tiene una «revelación» y descubre el papel esencial de la religión en la vida social.¹⁵ Como hijo de rabino, Durkheim ve que por fin se le abren las puertas del estudio objetivo y sociológico de la religión.

    DURKHEIM, MAUSS Y COMPAÑÍA

    La gran fuerza de Durkheim es reunir en torno a él a un equipo de colaboradores que le ayudan a publicar L’Année sociologique y que forman lo que ahora se ha convenido en llamar la escuela francesa de sociología: Marcel Mauss, Henri Hubert, Célestin Bouglé, Paul Lapie, Gaston Richard, François Simiand, Maurice Halbwachs, Robert Hertz, etc., equipo que se distingue de otros grupos, por ejemplo del de la Revue internationale de sociologie, por sus prestigiados títulos académicos (École normale supérieure, agregaduría, doctorado) y su acceso a cátedras de enseñanza superior e instituciones de enseñanza especializada (École pratique des hautes études), pero que en el plano intelectual y político está lejos de ser homogéneo; incluso ciertas divergencias condujeron a disensiones, como en el caso de Gaston Richard. El famoso debate psicología-sociología radica en el núcleo mismo de las discusiones entre colaboradores.

    El enfoque de Durkheim implica una dimensión colectiva. L’Année sociologique es sin duda una empresa colectiva, ¿pero cada uno de los libros? ¿Quién es el autor de Las formas elementales de la vida religiosa, Durkheim o Mauss? La relación entre tío y sobrino es muy estrecha, Marcel es el alter ego de Émile. «Imposible desprenderme de los trabajos de una escuela», dirá Marcel Mauss, para resaltar el sentido del trabajo en común y la colaboración (a diferencia del aislamiento y la búsqueda pretenciosa de la originalidad).¹⁶ La contribución del sobrino a la obra de su tío es capital, pero son muchas las cosas que los oponen, desde la personalidad a la forma de vida, pasando por los compromisos políticos. Tanto en el caso de esta colaboración como en el de otras es innegable el liderazgo intelectual de Durkheim —es el maestro—, pero las influencias son múltiples y recíprocas. Algunos de los «discípulos» se remiten, incluso al mismo tiempo, a Bergson y Durkheim.

    La ambiciosa empresa de L’Année sociologique es de las más importantes preocupaciones de Durkheim. Qué gran esfuerzo movilizar a todo un equipo de colaboradores que tienen sus propios proyectos de investigación y que a menudo tienen obligaciones familiares y compromisos políticos. No basta con un análisis global de la revista, por eso presento aquí los 12 tomos de L’Année, para poner muy en claro las dificultades específicas de esta empresa en diferentes momentos de la carrera de Durkheim y sus colaboradores.

    Publicación de numerosas obras, aparición regular de una revista monumental, enseñanza en escuelas secundarias y universidades: todo esto provoca a la vez admiración y odio, como demuestran las reacciones ante la publicación de cada uno de sus libros y también de cada número de L’Année. Durkheim es el primero que se muestra ansioso. «¿No será en vano?», se preguntaba cuando se publicó El suicidio. Se admira el enorme esfuerzo colectivo y la generosidad que representa la publicación de cada volumen de la revista, pero se critica sin reparo, a menudo implacablemente, la perspectiva que defienden Durkheim y sus colaboradores, a quienes se acusa de todos los pecados del mundo: realismo, naturalismo, positivismo, determinismo, etc. En los primeros años de la década de 1910, Émile Durkheim surgirá como hombre de poder, prácticamente un hombre marcado; «el regente de la Sorbona», le llaman los autores de La Nouvelle Sorbonne. A principios de siglo, Gabriel Tarde y Henri Bergson son las celebridades intelectuales, esas que atraen la atención en los círculos intelectuales y artísticos y provocan curiosidad en los círculos mundanos, no Durkheim.

    ¿Éxito o fracaso? Tratándose de la institucionalización de la sociología, se puede decir, como Victor Karady,¹⁷ ¿que fue un medio fracaso? Durkheim «conquista» la ciudadela que es la nueva Sorbona, y una de las condiciones de esta conquista es la relación que se establece entre la sociología y la República, pero el ganador pierde: en la movida misma en que la sociología adquiere una nueva legitimidad institucional, se le relaciona con el (nuevo) poder republicano y Durkheim, severamente criticado, resulta regente de la Sorbona.

    EL INTELECTUAL ESPECÍFICO

    «Nuestras investigaciones no merecen que se les dedique ni una hora si su interés no fuera más que especulativo», declara Durkheim en el prefacio de la primera edición de La división del trabajo social (1893). Según él, la ciencia puede y debe ser una guía para la conducta, y ayudar a encontrar la solución de los problemas. Durkheim se ha mantenido alejado de los partidos políticos, de la vida partidista, pero muy pronto la «cuestión social» está en el centro de sus preocupaciones. En cierto momento, tiene una doble ambición: por una parte fundar la ciencia pura, y por la otra, hacer política. A la larga, la sociología le dará la posibilidad de satisfacer su necesidad de conocimientos y de acción. Durkheim no publica obras importantes dedicadas principalmente al análisis político,¹⁸ y sólo en dos momentos participa activamente en política, el caso Dreyfus y la primera Guerra Mundial. También atraen directamente su interés tres hechos y movimientos importantes: la ocupación de Alsacia-Lorena por las tropas alemanas durante la guerra francoprusiana (1870-1871), el advenimiento de la Tercera República, la multiplicación de los conflictos sociales y el desarrollo del movimiento socialista en Europa.

    La parte ideológica de la obra de Durkheim no escapa a Paul Nizan, que en los años treinta lo tachará de «perro guardián». Es cierto que en ese momento los intelectuales comunistas tachan a la sociología (durkheimiana) de ciencia burguesa. A Émile Durkheim se le percibe como pensador liberal que ha transformado ideas conservadoras en teoría sociológica sistemática,¹⁹ o como teórico conservador del orden social que ha rechazado el socialismo.²⁰ Steven Lukes corrige esta idea al mostrar que la posición política de Durkheim es «reformista a ultranza». Más recientemente, en opinión de Jean-Claude Filloux, Durkheim parece un pensador socialista que defiende una concepción democrática, casi autogestora, del socialismo: el socialismo habría sido el origen de su vocación de sociólogo y su «compañero de trayectoria».²¹ La sociología durkheimiana parece, pues, más «radical» o «crítica» de lo que antes se pensaba.²²

    La postura que adopta Durkheim respecto de la política es la del «intelectual experto», o retomando la expresión de Pierre Bourdieu,²³ del «intelectual específico», que si bien defiende la autonomía de la ciencia, en sus áreas de competencia, desempeña el papel de consejero del príncipe y de educador del pueblo. ¿Pero cómo calificar su posición política? Varios de los colaboradores cercanos de Durkheim, empezando por Marcel Mauss, participan activamente en el movimiento socialista. Otros, como Célestin Bouglé, deploran lo que en 1900 llamaban la «crisis del liberalismo». Durkheim aparece entonces como el «hombre del justo medio» y por qué no, de la tercera vía: trata de conciliar las fuerzas contrarias de la individualidad y de la solidaridad y, por consiguiente, del individualismo y el socialismo,²⁴ los dos grandes peligros que, según él, enfrentan las sociedades contemporáneas, el totalitarismo y el anarquismo. ¿Se podría decir que él es socialista liberal?

    Uno de los objetivos de Durkheim es elaborar una nueva ideología republicana con fundamentos científicos, y también desarrollar una nueva ciencia positiva de la moral y las costumbres. Como se ve en los cursos de moral o incluso de pedagogía que impartió en Burdeos y después en París, los problemas sociales y económicos de principios de siglo figuran entre sus preocupaciones principales y constantes. Émile Durkheim crece y vive en el contexto de la Tercera República, de esa República de las instituciones y el derecho, en la que al poder personal se opone el de las instituciones, y al de la fuerza de la espada (del mariscal), la de las leyes (del hombre de Estado).²⁵

    La Tercera República es también la República de los profesores: no sólo algunos ocupan un escaño en la Asamblea; también, y sobre todo, están estrechamente relacionados con el movimiento de reformas emprendido por Jules Ferry en el mundo de la educación, que conduce a la separación de la Iglesia y el Estado. Las tres palabras clave de la ideología republicana son democracia, laicismo y ciencia. Las opciones políticas que reflejan los valores republicanos son el derecho de asociación, la libertad de prensa, la nueva ley del divorcio, la misión civilizadora. Se introduce la educación cívica en el programa escolar, se promueve la higiene personal, la previsión y el ahorro. Hay, pues, algo así como un ethos republicano que se pretende difundir en la escuela, por ejemplo, en los nuevos cursos de educación cívica, basada en el principio del «gobierno de sí»: control de sí y autonomía personal. «No basta con ser republicano si no se tiene la austeridad de las costumbres republicanas», gustaba de repetir Jules Simon.²⁶

    Durkheim es antes que nada republicano, y el apoyo que prestó a la Tercera República pudo parecer un signo de su «liberalismo»;²⁷ en efecto, Durkheim defiende la dignidad del individuo, los derechos individuales, la libertad de pensamiento, las instituciones democráticas y los valores liberales esenciales de la tolerancia y el pluralismo. Pero en el mismo movimiento, critica el liberalismo utilitarista y el no intervencionismo en economía para fomentar los valores de la solidaridad. Además, en el marco del movimiento de promoción de la vida asociativa (ley de 1901), defenderá el papel de las nacientes corporaciones profesionales y criticará al sistema parlamentario. Este «corporativismo» que defiende, precisemos, no es incompatible con la tradición republicana y la democrática, por tanto, no es fácil clasificar a Durkheim bajo alguna de las «etiquetas ideológicas convencionales».²⁸ La relación entre Durkheim y el liberalismo es tan compleja, y está tan influida por su sociología, que habrá incluso quien hable de una «defensa comunitaria del liberalismo».²⁹

    MELANCOLÍA DE FIN DE SIGLO. UN MUNDO CAMBIANTE…

    Como muchos de sus contemporáneos a principios de siglo, Émile Durkheim está consciente de que «algo no está bien». Los problemas son sin duda sociales (reducción de la natalidad) y económicos (huelgas, etc.), pero también psíquicos. Unos hablan de «sobreexcitación del sistema nervioso», otros, de «desvitalización y degeneración colectiva», todo ello explicado por las nuevas condiciones de vida (gran ciudad, ruido, agitación). La Francia de fin de siglo parece una «colectividad neurótica». La palabra «degeneración» está en boca de todos. Y se insiste particularmente en lo que llaman neurastenia: estado clínico de hipersensibilidad mental y debilidad física como resultado de una gran fatiga nerviosa. Los otros síntomas son tristeza, indecisión, lasitud física y problemas somáticos.³⁰

    Muy abierto a la nueva psicología, Durkheim sigue con interés los trabajos de los psiquiatras y también de sus colegas que, filósofos o psicólogos, hacen investigaciones sobre psicopatología. Desde los primeros volúmenes de L’Année sociologique se manifestó un verdadero interés por los trabajos de «higienistas» y psiquiatras que pretenden curar las «enfermedades sociales». El índice de la revista incluye entradas bien diferentes: crimen y criminalidad, economía, educación, sanción y responsabilidad, religión, mujer, suicidio, ciudad, etc., pero también familia, parentesco, matrimonio, sexualidad (en particular, incesto y prostitución). Y por último, años después, otros temas serán cada vez más importantes: creencias, culto, Dios, dogma, Iglesia, ritual, fetichismo, sacrificio, magia, mito, superstición, tabú, tótem. Tales son los aspectos que conforman el programa durkheimiano, que es el estudio crítico del inconsciente social como objetivación del irracionalismo. Su sociología es en cierta forma una psicología colectiva, pero las causas de los problemas psíquicos no son individuales, sino sociales, no están nada más en las «profundidades del alma», también en los «basamentos de la vida colectiva».

    «Malestar» y «ansiedad» son dos palabras que aparecen constantemente en la obra de Durkheim, a quien le interesan no sólo los problemas sociales, también —como es evidente en su tesis de doctorado, La división del trabajo social (1893)— los problemas psíquicos, las enfermedades mentales y la neurastenia. Según él, son tensiones y «conflictos» que surgen en las sociedades en que se debilita la conciencia colectiva. Después, en El suicidio (1897), analiza los principales tipos de suicidio de las sociedades contemporáneas, prestando particular atención al suicidio egoísta y anómico, y retomando la expresión de Chateaubriand, habla del «mal del infinito», que adopta diversas formas, «infinito del sueño», «infinito del deseo». Hay incluso «corrientes de tristeza colectiva» que atraviesan a la sociedad y que, a su parecer, si no son excesivas, no son patológicas. En otras palabras, la melancolía, más frecuente en las sociedades modernas, no es necesariamente algo mórbido si no ocupa demasiado lugar en la vida. Y lo que puede ser mórbido para los individuos, puede no serlo para las sociedades. ¿Qué sería una sociedad sin neurasténicos?, se pregunta Durkheim.

    ¿Elogio de la melancolía? Ésta es valorizada en los medios intelectuales y artísticos. «El hombre moderno es un animal que se aburre», escribió Paul Bourget en 1891. La hipersensibilidad, cierta soledad, la tristeza, son las condiciones de la creación. Para Baudelaire, poeta de la melancolía por excelencia, un gran artista es necesariamente un artista melancólico.³¹ ¿Se puede decir que Durkheim haya estado personalmente predispuesto a elaborar una psicología colectiva de un «tipo particular»? Hay en su vida cuando menos tres cosas de las que podemos estar seguros: su hipersensibilidad, sus crisis de neurastenia y su enfermedad en los últimos días de su vida. Él mismo relacionó su propio «malestar mental» con la neurastenia y la melancolía, y no hay duda de que Durkheim murió de pena en 1917. Un mundo cambia, un pueblo vuelve a la barbarie, una vida pierde sentido…

    Podría uno verse tentado a presentar la sociología de Durkheim como un esfuerzo de objetivación de sus propios problemas personales. «El hombre es la obra», dirá pensando en su amigo Frédéric Rauh.³² No obstante, la obra no es la expresión directa de una vida, como tampoco es el reflejo de una sociedad o de una época. La vida, la obra y la sociedad se entremezclan y se distancian a la vez. Las influencias son manifiestas, son las de la trayectoria social de un niño de Épinal, hijo de rabino, que tras su formación en la École normale supérieure, se hace filósofo (de la República) y profesor de pedagogía y de ciencia social. En resumen, un «niño de su época»,³³ pero que experimenta varias rupturas (respecto de su medio social e intelectual) y logra un golpe maestro: fundar la sociología como ciencia, en suma, una «revolución».

    Agradecimientos

    Cuando, una vez publicado en Fayard, en 1994, mi libro sobre Marcel Mauss, edité (en colaboración con Philippe Besnard) Lettres à Marcel Mauss [Cartas a Marcel Mauss] de Émile Durkheim, Olivier Bétourné, entonces editor en Fayard, me lanzó una invitación que era también un desafío: «Ahora necesitamos un Durkheim». ¡Por fin se publica! Agradezcámosle todo su apoyo y también la presión que no dejó de ejercer en mí, antes de irse de Fayard, para que yo respetara los plazos que habíamos fijado. A menudo me encontré en la situación del sobrino Marcel, cuyos frecuentes retrasos tanto irritaban a su tío Émile… Cuando se fue Olivier Bétourné, Claude Durand aceptó, sin dudarlo, mantener la obra en la programación de Fayard y publicarla, por voluminosa que fuera.

    Para llevar a cabo mi investigación, tuve desde el principio el apoyo de Pierre Bourdieu†, que había dirigido mi tesis de doctorado, hace (¡ya!) más de 30 años, en la École pratique des hautes études. Me facilitó el acceso al Fondo Hubert-Mauss, depositado por las familias Hubert y Mauss en los archivos del Collège de France. En ese fondo, transferido al IMEC-Caen, estaban todas las cartas que Durkheim había escrito a su sobrino Marcel Mauss. Mi biografía de Durkheim es la del sociólogo que comparte el deseo de inscribir su trabajo en un proceso de reflexión sobre las ciencias sociales, a menudo expresado por Bourdieu.

    Cuando se editó Lettres à Marcel Mauss, pude, además, aprovechar los consejos siempre adustos, pero utilísimos, de Philippe Besnard†, hoy ya fallecido. Su ausencia me pesó mucho mientras llevé a cabo este trabajo, pues ante una dificultad, mi primer reflejo era recurrir espontáneamente a ese gran especialista en Durkheim. Quiero rendirle homenaje por toda la energía y la competencia de que dio muestras, durante más de 20 años, para «relanzar» en Francia los estudios durkheimianos.

    Tanto para la edición de la correspondencia entre Durkheim y Mauss, como para la redacción de esta obra, me fue necesario tener acceso a informes o datos de muy diversa índole. Primero, los recuerdos y la documentación conservada por los miembros de las respectivas familias, sobre todo las familias Durkheim, Mauss y Hubert. Agradezco encarecidamente a Pierre Mauss†, ya fallecido, a su esposa y a su sobrino Robert, pero también a Étienne Halphen, Marcel Durkheim, Bernard Lyon-Caen, Gérard Hubert. Después tuve que consultar los innumerables documentos que se encuentran en muchas instituciones o archivos: obviamente los del Collège de France y del IMEC-Caen, pero también los archivos nacionales, los archivos de la Alianza Israelita Universal, del consistorio de París y del de Burdeos, los archivos del departamento de la Gironde, de los Vosgos, los archivos de la universidad de Burdeos y de la universidad de París-Sorbona, del Musée Social, etcétera.

    La calidad del acceso a estos archivos se debe en gran parte a la competencia y la gentileza de las personas responsables: Christine Delangle en el Collège de France, Monique Lévy en la Alianza Israelita Universal, Olivier Corpet y el personal del IMEC, en Caen, Gilles Grivel, profesor y gran conocedor de la historia de Épinal y de la región. Por otra parte, la labor de Dona Evelth como documentalista fue invaluable para «rastrear» documentos que resultaron de gran utilidad: actas de nacimiento, de matrimonio y de defunción, inventarios de bienes después del fallecimiento, artículos publicados en revistas y periódicos, etcétera.

    Para la preparación final del manuscrito, tengo en gran aprecio la colaboración para la mecanografía de Renée Merzi; editorial de Camille Marchaut, y la de Marian Misdrahi y Daniel Cortes, para la constitución del índice.

    Una investigación de esta naturaleza, que exigió numerosos desplazamientos trasatlánticos y la colaboración de ayudantes de investigación, fue posible gracias al apoyo financiero de un formidable organismo, el Conseil de recherches en sciences humaines de Canada (CRSH).

    Durante toda la investigación sobre Émile Durkheim y sus colaboradores, conté también con el soporte de numerosos colegas, profesores e investigadores que, en un momento u otro, me compartieron documentos, me asesoraron o multiplicaron su apoyo: Maurice Agulhon, Maurice Aymard, Jeffrey Alexander, Patrick Berdoz,† Jean-Michel Bertherlot,† Massimo Borlandi, Luc Boltanski, Pierre Bouvier, Terry N. Clark, Élisabeth Claverie, Randall Collins, Jean-Claude Combessie, Charles-Henri Cuin, Monique de Saint-Martin, Philippe Descola, Jean-Louis Fabiani, Maurice Godelier, André Gueslin, Nourredine Harrami, Michèle Lamont, Roland Lardinois, Robert Leroux, Mohamed Madhi, Jean-Christophe Marcel, Jennifer Mergui, Liane Mozère, Giovanni Paoletti, Geneviève Paicheler, W. S. F. Pickering, Alain Quemin, Gisèle Sapiro, Bernard Saladin d’Anglure, Philippe Steiner, Ivan Strenski, Jean-Yves Trepos, Bernard Valade. Va para ellos mi profundo agradecimiento. No olvido a todos los estudiantes que asistieron a mis cursos de la universidad de Montreal, la universidad de Metz o muchas otras instituciones en las que he ofrecido conferencias por invitación de colegas preocupados por saber más sobre el gran maestro Durkheim: École des hautes études en sciences sociales (París), Princeton University, UCLA (Los Ángeles), universidad de Ottawa, de Quebec en Montreal, de Meknès, de Burdeos, universidad Marne-la-Vallée, París-V, París-VII, París-X, Universidad Tolosa-Le Mirail.

    Un agradecimiento muy especial para Yolande Cohen, el amor de mi vida, por su apoyo tan generoso durante estos 10 años de investigación y escritura, y por su atenta lectura del manuscrito. Su conocimiento de la historia de la Francia contemporánea resultó valiosísimo.

    PRIMERA PARTE

    Juventud

    I. Una educación judía

    Émile David Durkheim nació el 15 de abril de 1858 en Épinal, capital del departamento de los Vosgos. En su acta de nacimiento primero está escrito «Durckheim», que después se tachó y corrigió.¹ Su padre, Moïse (se escribe también Moyse), nacido en 1805 en Haguenau, en Alsacia, se hizo rabino en Épinal, en 1829, cuando tenía apenas 24 años, gran desafío para un joven de una familia alsaciana de cultura germánica; hablaba francés con mucho acento y era el primer rabino de una comunidad nueva en vías de implantarse en una tierra de tradición católica. En la familia se dice que se es «rabino de padre a hijo, desde ocho generaciones atrás»,² «linaje muy largo», diría Marcel Mauss.³ El padre de Moïse, Israël David, primero fue maestro de primaria y después rabino en Mutzig, en Alsacia; contrajo matrimonio con Bella Simon, hija del rabino de Mutzig, Simon Horcheim, que también se había casado con la hija de un rabino. Este rabino Simon, nombrado en 1783, era «famoso» y «muy conocido por su elocuencia».⁴

    En 1834, Moïse Durkheim es tomado en cuenta para «rabino comunal» de los Vosgos y la Haute-Marne. Entusiasmados, los miembros del consistorio israelita de la circunscripción de Nancy proponen su nominación por sus «elevados conocimientos», su «entrega desinteresada a las cuestiones públicas cada vez que su ilustre colaboración es útil para la Administración» y su «conducta ejemplar en el plano moral y religioso».⁵ Moïse Durkheim hace entonces una diligencia en el consistorio de París para obtener el grado de rabino de primer grado (o morenou), y tres grandes rabinos le otorgan «certificados de capacidad». Todos reconocen su «capacidad en cuanto a teología judaica, principalmente en los estudios talmúdicos», y destacan «sus buenas costumbres y su exactitud en el cumplimiento de sus deberes religiosos a título de rabino».⁶ «Doctor en ley», se precisa. A finales de mayo de 1835, el gran rabino de París lo declara apto para «decidir todo tipo de asuntos en materia de religión», otorgándole el título de rabino.⁷ La instalación del nuevo rabino en Épinal tuvo lugar el 16 de julio siguiente, en la sinagoga. Moïse Durkheim pronunció su discurso en francés.

    El puesto de rabino recibe recientemente una retribución del Estado.⁸ Por su reciente asignación en dos departamentos (que representan una población israelita de más de 1 000 personas), Moïse Durkheim solicita un salario más elevado, del orden de los 1 000 francos, pero su solicitud es rechazada y sólo recibe 600. En 1836, Moïse Durkheim presenta su candidatura a la sucesión del gran rabino de Metz, Aaron Worms. Hay otros cuatro candidatos, entre ellos, Mayer Lambert, quien resulta elegido por unanimidad. Autor de varios libros, entre otros Catéchisme du culte judaïque [Catecismo del culto judaico] y Éléments de psychologie [Elementos de psicología] (con algunas reflexiones sobre el vínculo entre alma y cuerpo), Lambert es director de la escuela rabínica de Metz y yerno de Aaron Worms, su antecesor. Así empieza una época en la que «el judaísmo de Metz, o más bien, el judaísmo francés, se emancipará para adquirir un aire más moderno, pero tratando de conservar su bella fisonomía al estilo de antaño».⁹

    Moïse Durkheim contrae nupcias en Charmes (los Vosgos), pequeña ciudad localizada unos 30 kilómetros al norte de Épinal, el 16 de agosto de 1837, con Mélanie Isidor, nacida en 1820 en Charmes. Tiene 32 años y su esposa, 17; ella había perdido a su madre a los cinco años. Es la unión de la religión y el comercio. El padre de Mélanie, Joseph Marx Isidor, es comerciante de caballos en Charmes, donde se estableció en 1802¹⁰ y goza de gran «consideración»: el subprefecto de Mirecourt dice que es «de los israelitas de Charmes […] el más cumplido y el más conveniente como notable faltante».¹¹ Dos de sus hijos, Isaac y Lazare, también tienen su domicilio en Charmes, uno comercia con sombreros y el otro con caballos. Según el contrato de matrimonio, el nuevo esposo aporta 2 000 francos en efectivo y la novia, 6 000 en escudos.¹² Dos años después, al fallecer su padre, Mélanie hereda la cantidad de 12 000 francos.

    Moïse y Mélanie Durkheim se instalan en Épinal, en la calle de Léopold-Bourg. Tendrán cinco hijos, el mayor de los cuales (nacido en 1845), se hizo esperar, como indica su nombre —Désiré—, más de ocho años. Su nombre de pila hebraico es Israël; muere antes del año de edad. Después siguen Rosine (nacida en 1848), Joseph-Félix (nacido en 1849) y Cécile (nacida en 1851). El menor es Émile, que nació a las 0:30 del 15 de abril de 1858. Su nombre de pila hebraico es David. Siete años lo separan de su hermana mayor, Rosine, y cuando nació, sus padres tenían 53 y 38 años.

    ¿Fue un nacimiento no deseado?¹³ Ni duda cabe de que al benjamín lo mimaron sus hermanas mayores y su madre, pero Émile está en la posición del más joven, que con frecuencia tiene que sufrir las inconsecuencias de sus hermanos mayores, pues más tarde escribió, tal vez recordando su infancia, que «hay una especie de impaciencia crónica en los hermanos mayores, como una tendencia a tratar a los más jóvenes como inferiores».¹⁴ Pero felizmente, agrega, los sentimientos familiares bastan, en general, para «evitar los excesos». Más adelante, la posición de los dos hermanos se invierte, en cierta forma, porque el más joven se caracterizará por su seriedad y el mayor por la «resistencia tranquila, por no hacer caso a las advertencias»: «Cuántas veces no le hemos suplicado, sin llegar a turbar su agradable despreocupación. Esto lo ha llevado a cometer error tras error, y a nosotros, a la desolación».¹⁵

    EL RESPETO A LA LEY Y EL CULTO AL LIBRO

    Épinal es una ciudad pequeña que ocupa tres kilómetros del fondo del valle de la Moselle, en los Vosgos, cerca de Alsacia. Es la capital del departamento, «la encrucijada de los Vosgos», como gustan llamarle. En 1866, la población era de 11 870 habitantes, y 10 años más tarde, de 14 894.¹⁶ La ciudad muestra un gran desarrollo después de la anexión de Alsacia-Mosela a Alemania; llega a ser una ciudad guarnición y centro textil (hasta entonces, las fábricas de textiles de los Vosgos dependían de Mulhouse).

    La comunidad judía de Épinal es reciente. En 1852 había 142 israelitas,¹⁷ y más o menos 313, en 1875. Diez años más tarde, esa cifra aumentará a 349, y en 1910, a 452.¹⁸ Con mucho, es un grupo minoritario y de menor importancia que el de los protestantes, que en 1886 eran 496. En Épinal, la actividad dominante de los judíos era el comercio de productos textiles (tejidos, prendas de vestir, bordados) o de ganado.

    Hasta 1864, la sinagoga estaba en la plaza Léopold (Clemenceau); ahora hay una calle (en la parte trasera de la Bolsa) y un puente de los judíos sobre el canal de Grands-Moulins. En los primeros años de la década de 1860 se construyó una nueva sinagoga monumental de estilo neorromano en la calle de Ancien-Hospice, financiada por suscripciones de los miembros de la comunidad, una subvención del Estado y otra de la ciudad. La inauguración tuvo lugar «con gran pompa» el 24 de junio de 1864, ante las autoridades religiosas (entre otras, el gran rabino Lieberman y el pastor protestante M. Hammelin), civiles y militares.¹⁹ La importancia del acontecimiento no escapa a nadie, es «prueba irrefutable del crecimiento de la población israelita en los grandes centros industriales y manufactureros» y de la transformación del estatus de los israelitas, que abandonan el oficio de vendedor ambulante, compraventa de antigüedades y corretaje en pequeña escala en el medio rural para «dedicarse» a profesiones manuales e industriales, y a la empresa privada. Una forma de «convertirse en ciudadanos útiles para el país» y hacer honor al nombre que llevan.²⁰ Unos años más tarde, la comunidad decidió agregar a la sinagoga una «casa escuela», que en realidad es un aula para instrucción religiosa. Durante muchos años, el presidente de la comunidad es Élie Schwab (1833-1897), próspero vendedor de telas y tejidos.

    Alsacia y Lorena constituyen la cuna del judaísmo francés, dada la importancia de las comunidades judías, no sólo por su número —más de 35 000 miembros, es decir, 80% de la población judía de Francia en 1808—, también por su cohesión religiosa y comunitaria. Sin embargo, ser judío es formar parte de una minoría rodeada de una mayoría católica y de gran número de protestantes. Hasta la Revolución, la parte sur de Lorena era poblada exclusivamente por católicos; la llegada de judíos y protestantes de origen alsaciano a esa región es reciente. Las relaciones entre los diversos grupos religiosos no siempre son fáciles; tanto en 1789 como en 1829-1832, y en 1848, los judíos de Alsacia fueron objeto de exacción y violencia. Se detesta a los judíos, se les reprochan sus actividades comerciales, al grado de tacharlos de ladrones.²¹ Este tradicional antisemitismo se expresa a menudo en leyendas y canciones.

    En abril de 1876, la familia Durkheim adquiere una gran casa con un pequeño jardín en la calle de Forts número 2, esquina con la calle de la Préfecture, en el centro de Épinal. La casa tiene planta baja y sótano, dos pisos y desván; una parte la convierten en vivienda para alquilar. El espacio reservado para la familia Durkheim incluye comedor, cocina, cinco habitaciones (una de ellas, cuarto de servicio) y dos baños. Una de las habitaciones hace las veces de oficina.²²

    Nombrado rabino principal de los Vosgos y Haute-Marne, Moïse Durkheim es responsable de organizar a todas las comunidades de la región; para Épinal, nombra como delegado a un ministro oficiante, M. Flexner; después, en 1882, a Thibaut Horvilleur (1850-1916), y más tarde, a M. Klein. Por otra parte, con el abad Chapellier y el pastor Romane, es uno de los tres capellanes del colegio.²³ Además de la preparación de clases y discursos, y de la organización de los oficios, las responsabilidades de un rabino son numerosas y variadas: responder muchas solicitudes (consejo, dinero), visitar enfermos y deudos, reuniones consistoriales, representación de la comunidad ante las autoridades.²⁴ Siendo una personalidad local de primer plano, con reconocido poder, Moïse Durkheim es apreciado por las autoridades administrativas y está en contacto constante con los representantes del poder político. El prefecto no deja de dirigirse a él en época de elecciones para inducirlo a hacer que sus correligionarios «voten bien».²⁵

    En casa de los Durkheim la tradición es religiosa. Marcel Mauss cuenta que en su infancia todo era folclor respecto a los ancestros: «No digo que fuera una genealogía de santos, pero bueno, se creía en algo de ese tipo».²⁶ La Escuela rabínica de Francia, en Metz, abre sus puertas apenas en 1830, y en la lista de rabinos franceses ahí formados entre 1830 y 1859 (fecha en que la Escuela se transfiere a París) no aparece el nombre de Moïse Durkheim. ¿Y Fráncfort? Todo hace pensar que parte de sus estudios rabínicos los cursó ahí,²⁷ y que se habría distinguido por su «buena conducta»: «Joven interesante, tanto por su conducta ejemplar como por sus conocimientos».²⁸ También estudió 15 meses con Baruch Guggenheim, gran rabino de Nancy, cuya evaluación fue por demás positiva: «Gran capacidad. Gran erudición, responde con justeza a las preguntas talmúdicas más difíciles».²⁹

    Moïse Durkheim forma parte de esa generación de rabinos franceses formados principalmente en el círculo familiar o en los yeshivot del mundo ashkenazi, casi siempre alemanes. También la tradición en que se inscribe es profundamente jurídica, lituana, de Europa del Este. Es un judaísmo puritano, ascético, antimesiánico y antimístico. A Moïse Durkheim también le provocaba gran interés intelectual la escuela rabínica de Troyes, que con Rashi, importante centro del judaísmo en la Edad Media, se caracterizaba por su austera devoción a la exégesis bíblica y a la jurisprudencia talmúdica, dejando poco espacio a la imaginación, el misticismo, la sensibilidad artística y la poesía; se privilegiaban la erudición, la lógica, la capacidad de análisis y la dialéctica.³⁰

    Sin embargo, como hace notar Marcel Mauss, siempre, tanto en Palestina como en el judaísmo disperso, se desconfía del mal de ojo y, para escapar de los hechizos o las fuerzas del mal, se recurre a los encantos; se cree también en la eficacia de la magia.³¹ Incluso se puede hablar de «magia religiosa bíblica»: el cayado de Moisés es mágico, igual que las maldiciones. Uno se imagina fuerzas subterráneas y un mundo de tinieblas poblado de demonios de los que es necesario protegerse todo el tiempo a través de la oración y la virtud. En la familia Durkheim se practica el culto a un libro «muy preciado», un manuscrito heterogéneo muy antiguo, que incluía «cierto número de comentarios, algunos no cabalísticos, sino místicos, de los principales oficios». A semejanza de sus ancestros, Moïse Durkheim lo utilizará para el oficio del Gran Perdón durante sus 60 años como rabino de Épinal.³² Influido o no, por las enseñanzas de Rashi, el rabino de Épinal tiene con su religión una relación compleja: no hay duda de que aun siendo respetuoso de la tradición, también está abierto a la modernidad, y si bien se distingue por su rigor moral, no por eso condena cualquier forma de misticismo. En casa no se habla yiddish (que se conoce, de cualquier manera), y el rabino Moïse no lleva barba, ¿indicios de apertura e integración?

    En el seno del judaísmo francés se manifiesta entonces una tendencia «modernista», u opuesta al tradicionalismo, que intenta introducir una reforma, es decir, algunas innovaciones, en la liturgia de los oficios: supresión de los pioutim (amplificaciones poéticas intercaladas en las oraciones) e introducción del órgano, innovaciones que incluso fueron objeto de una carta pastoral en nombre de la Conferencia de grandes rabinos de Francia, fechada el 25 de septiembre de 1856 y firmada por el gran rabino de Francia, Salomon Ulmann. Inmediatamente se constituirá una comisión de conservadores del judaísmo con el fin de repudiar toda modificación del culto. «Detesto las innovaciones en materia de culto porque no tienen ninguna utilidad y resultan en grandes males, principalmente discordia, desunión, incitación a la irreligión», replica el rabino de Estrasburgo, M. Bloch. Cuando menos antes de la guerra de 1870 no se encuentran adeptos al «movimiento de París» en Alsacia ni Lorena.³³ La oposición reformismo-tradicionalismo se siente en el momento del «traslado» de la Escuela rabínica de Metz a París: se critica no sólo el deterioro del local y su ubicación, en la calle Arsenal (rodeada de 12 cabarets y cinco casas públicas), sino también la orientación general de su enseñanza, que no incluye ni exégesis bíblica ni teología (científica y racional), y «sólo se ocupa de casuística».³⁴

    Como observa Raymond Aron respecto de sus abuelos, los judíos del Este son testimonio del «patriotismo intransigente» y no se plantean la pregunta que está hoy de moda, ¿judíos o franceses?³⁵ Cuando se inauguró la sinagoga de Épinal en 1864, M. Sylvain May, miembro del consistorio de Nancy, recuerda «la generosidad del gobierno liberal del emperador»: «Amemos […] con toda la fuerza de nuestro afecto a esta Francia liberal, que al adoptarnos, nos elevó a la dignidad de ciudadanos […] Digámoslo de viva voz, que la patria es ahí donde el hombre libre puede, a voluntad, adorar a su Dios, que Francia es antes que nada y por encima de todo la tierra de la libertad religiosa, la verdadera Jerusalén deseada».³⁶ Los padres de Émile Durkheim constituyen una familia alsaciana de cultura germánica que vive en Épinal en un mundo de cultura romana; probablemente hablan el francés con un acento que revela su origen. ¿No se acusó a Christian Kiener, industrial protestante de origen alsaciano, alcalde de Épinal a partir de 1867, de «balbucir», es decir, de hablar alemán en dialecto de los Vosgos, con el enemigo?³⁷ Tanto en el caso de Félix como en el de Émile, la madre insiste en que se utilice su nombre francés. Se sienten franceses: el apellido se pronuncia «Durkhem», con «e» corta, y no «Durkheim», a la alemana,³⁸ también se invita a que no se escriba el apellido con «c», «Durckheim», como era frecuente.

    Así, al deseo de integración se aúna el de modernizar la tradición. En Francia, a mediados del siglo XIX, la comunidad judía se enfrenta a un movimiento llamado de «regeneración», que en su forma más radical quiere despojar al judaísmo de su «vestimenta asiática» e introducir un conjunto de reformas administrativas, litúrgicas y religiosas que llegan incluso a poner en duda el tema de la circuncisión y del descanso sabatino (que se desea pasar del sábado al domingo). También se hacen votos porque, como en Alemania con el movimiento Wissenschaft des Judentums, la Biblia sea objeto de estudio científico inspirado en disciplinas como la historia, la filología, la arqueología y la antropología. La revista Archives israélites de France, creada en 1840, es un foro para los «regeneradores»; sin embargo, la persistencia del regionalismo y el tradicionalismo religioso hicieron fracasar ese movimiento de cambio. La comunidad judía sigue dividida y duda entre «la tradición y la transformación»,³⁹ si bien se establece una nueva relación entre el judaísmo y la ciudadanía francesa. Efectivamente, es posible optar por un modo de vida secular sin dejar de identificarse con la comunidad judía, como ocurre en el caso de Adolphe Crémieux (1796-1880), que sirvió de modelo. Líder de la oposición y luego ministro de Justicia, Crémieux fue también presidente del consistorio (1843) y presidente de la Alianza Israelita Universal.

    La morada del rabino de Épinal es un hogar en el que reina «la austeridad, más que la opulencia, donde la observancia de la ley es precepto y ejemplo, nada desvía del deber».⁴⁰ Como lo describiría el propio Émile Durkheim, el judaísmo es «un conjunto de prácticas que reglamentan minuciosamente cada detalle de la existencia y dejan muy poco lugar al juicio individual».⁴¹ El campo de acción de la religión va mucho más allá de la «relación entre el hombre y lo divino», y las reglas son muchas: «La religión prohíbe al judío comer ciertas carnes, le ordena vestirse de una determinada manera; impone tal o cual opinión sobre la naturaleza del hombre y las cosas, sobre los orígenes del mundo; con frecuencia regula las relaciones jurídicas, morales, económicas».⁴² En pocas palabras, la vida religiosa en general, agrega Durkheim, y evidentemente también en el caso del judaísmo, es de «completa abnegación y desinterés», obliga a prácticas incómodas, a sacrificios grandes o pequeños. Se tienen que hacer ofrendas, restar tiempo al trabajo o al tiempo libre para cumplir con los ritos, incluso imponerse todo tipo de privaciones.⁴³ La madre de Émile, Mélanie, preside varios años la sociedad de damas israelitas para el apoyo mutuo.

    La educación que recibe el joven Émile subraya el sentido del deber y la responsabilidad, le inculca el sentido del esfuerzo y el desinterés por los éxitos fáciles. Uno de sus colaboradores dijo que él nunca podría «disfrutar un placer sin sentir remordimiento».⁴⁴ Esta educación más bien severa contribuyó, como hace notar su sobrino Marcel Mauss, «a que eludiera impulsos que por pudor no se expresaron».⁴⁵ Émile parece un niño encerrado en sí mismo, precozmente serio, y con gran sensibilidad: «Pocos lo conocieron», escribió un discípulo, «pocos supieron que tras su seriedad se ocultaba una sensibilidad casi femenina y cuántos tesoros de tierna bondad encerraba ese corazón enemigo de regocijos fáciles».⁴⁶ El joven Durkheim no se deja conocer fácilmente, su aspecto es «un poco adusto», pero bajo esa «capa de rudeza» sus amigos descubrieron «un alma ardiente, apasionada, generosa», «un verdadero judío», según Sylvain Lévi.⁴⁷

    Así que el nombre judío de Émile era David, y como los jóvenes de su edad, aprende hebreo, celebra su bar mitzvá, participa regularmente en los oficios del sabbat y de las fiestas religiosas, además de familiarizarse con el Pentateuco y el Talmud; su propio padre lo destina a prolongar la tradición familiar del rabinato. Cuenta la familia que lo habían mandado a una escuela para rabinos, pero que se rebeló y se negó a estudiar ahí. Ni en Épinal ni en la región había escuelas de ese tipo.⁴⁸

    La primera experiencia que tuvo Émile del judaísmo fue la de una religión que no es nada más un sistema de ideas sino un culto, un conjunto de actos rituales. «De hecho, quienquiera que haya practicado realmente una religión sabe que es el culto el que suscita esas impresiones de alegría, paz interior, serenidad, entusiasmo, que son para el fiel la prueba experimental de sus creencias», escribió en Las formas elementales de la vida religiosa. El culto es, pues, «el conjunto de medios por los que [la fe] se crea y se recrea periódicamente».⁴⁹ Esta experiencia del judaísmo es también la de «una [comunidad o] pequeña sociedad compacta y coherente que tiene una conciencia muy viva de sí misma y de su unidad». En su estudio sobre el suicidio, Durkheim explica la actitud de los judíos por «la reprobación con la que les ha perseguido durante largo tiempo el cristianismo» y que ha creado entre ellos «sentimientos de solidaridad de una fuerza especial». Y agrega que

    la necesidad de luchar contra la animosidad general, la misma imposibilidad de comunicarse libremente con el resto de la población, les ha obligado a relacionarse estrechamente entre sí. Por consiguiente, cada comunidad es una pequeña sociedad compacta y coherente que tiene una conciencia muy viva de sí misma y de su unidad. Todo el mundo piensa y vive en ella de la misma manera: las divergencias individuales son casi imposibles, a causa de la comunidad de la existencia y de la estrecha e incesante vigilancia, ejercida por todos sobre cada uno de sus miembros.⁵⁰

    Así, Durkheim «le toma gusto a la vida en colectividad». Refiriéndose explícitamente a la experiencia de las minorías religiosas, confiará a sus alumnos que «nada hay tan agradable como la vida en colectividad, por poco que uno se haya acostumbrado a ella desde tierna edad». La vida en común ofrece «cierto apasionamiento que anima al corazón y fortalece la voluntad», y agrega: «Se siente placer al decir nosotros, en vez de yo».⁵¹

    EL BORDADO, INGRESO ADICIONAL

    La situación financiera de la familia Durkheim era modesta; el sueldo anual del rabino era de 800 francos en 1855 (después, de 1 100 en 1862 y de 1 400 en 1874).⁵² Desde que asumió el puesto de rabino de dos departamentos, el propio Moïse Durkheim se quejó de que era una situación insostenible, ese salario era insuficiente para cubrir las necesidades de un jefe de familia y totalmente inapropiado para su posición. En efecto, tiene que «desplazarse con frecuencia para desempeñar sus funciones de rabino comunal», no tiene asignación para vivienda y vive en una ciudad en la que «los alquileres y los víveres son muy caros». El «caso Durkheim»⁵³ (expresión utilizada en el consistorio de París) dura varios años. Para completar los magros ingresos del esposo, la esposa abre un taller de bordado a domicilio, pequeña empresa situada también en el número 2 de la calle Forts. Unas cuantas personas laboran ahí, pues la mayor parte del trabajo se confía a mujeres que, como viven en el campo, trabajan a domicilio. Como su padre, Mélanie Durkheim tiene aptitud para los negocios y logra duplicar el ingreso familiar.⁵⁴ Tal iniciativa inquieta al consistorio de Nancy, que pide al prefecto una investigación sobre esta actividad, la cual el rabino Durkheim «[seguramente] no ignora», pues la ordenanza real de 1844 declara que las funciones de rabino son incompatibles con cualquier profesión industrial y comercial».⁵⁵ Después de informarse, el prefecto responde al consistorio que «la información que se le ha proporcionado demuestra con relativa certeza que M. Durkheim es completamente ajeno al comercio de los bordados».⁵⁶

    Podría decirse que los textiles son una especialidad de la región. De hecho, es la industria más importante de los Vosgos; ahí se fabrican linos, «las famosas telas de los Vosgos». Aún en pañales en 1872, con la fábrica de hilados Morel-Winckler y el tejido de telas y algodón Schupp-Umbert, el «complejo algodonero de Épinal» se desarrollará rápidamente: 1874, hilados David, Trouiller y Adhémar; 1876, hilados Hartmann; 1878, Julliard y Mégnier; 1880, hilados Geistodt-Hiener; y más tarde, los de la Gosse. En ocasión de la Exposición industrial de 1888, Jules Ferry declaró que «los Vosgos constituyen una región que no vive de la agitación sino del trabajo».⁵⁷ La industria de los textiles todavía es frágil y la sacuden numerosas crisis: fluctuación del comercio del algodón, gran competencia de la industria inglesa después de la firma del tratado de libre comercio de 1860; baja de los precios del algodón en bruto durante la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, e incendios de varios establecimientos en la década de 1880.

    Cuando menos durante dos generaciones la familia Durkheim tuvo relación con la industria del bordado y la comercialización de textiles. Inmediatamente después de su matrimonio con Clara (Clémence) Dreyfus (1856-1886), Félix, el hijo mayor, se instaló en Gray, Haute-Saône, donde abrió un comercio de telas, textiles y mercería, a un costado de la plaza del Ayuntamiento. Las dos hijas, Rosine y Céline, trabajaban en el taller de su madre. Al casarse Rosine, la mayor, con Gerson Mauss (nacido en 1834), éste se une a la empresa familiar, cuya razón social será, a partir de entonces, Fábrica de bordados a mano Mauss-Durkheim, ubicándose en Sadi-Carnot número 5. Cuando Gerson conoció a Rosine ya trabajaba en la industria textil; era vendedor en una empresa de tapicería, en Epsig. Sus dos hermanos, domiciliados en Bischwiller, eran fabricantes de tapices. El esposo de Céline, Mirtil Cahen, nacido en Épinal, es comerciante, y también funge como administrador contable en la comunidad. Los Cahen tuvieron tres hijos, Albert (1873), Paul (1882) y Juliette (1882). Albert estudió medicina en París y se estableció en Épinal; puso su consultorio en la calle de Thiers.⁵⁸

    DERROTA HUMILLANTE

    Cuando estalla la guerra francoprusiana en 1870, Émile Durkheim tiene 12 años. «Estábamos seguros de la victoria», escribió, «lo recuerdo muy bien».⁵⁹ Después los alemanes ocuparon Épinal. En octubre de 1879, el general Von Werder entra a la ciudad, a la cabeza de un ejército de 15 000 hombres.

    Es la derrota, la humillante derrota, «el año terrible» en la memoria de los habitantes de Épinal. Más tarde dirá que «la conciencia no es un epifenómeno sin eficacia, afecta a la realidad que aclara […] Si en 1870 hubiéramos tenido conciencia de nuestra debilidad militar, no hubiéramos sido el pueblo que fuimos».⁶⁰

    Émile, entonces adolescente, se enfrenta directamente con el antisemitismo. Refiriéndose a esta época, dirá: «Siendo yo de origen judío, pude entonces observarlo de cerca. Fue a los judíos a quienes se culpó de las derrotas». Y más adelante, en su análisis agrega que «cuando una sociedad sufre, siente la necesidad de encontrar a alguien a quien imputar su mal, en quien vengarse de sus decepciones; y naturalmente son aquellos que no gozan ya del favor de la opinión pública. Son los parias quienes fungen como víctimas expiatorias».⁶¹

    En mayo de 1871, el tratado de Fráncfort pone fin a la guerra, pero Alsacia, el noreste de Lorena y varias comunas de los Vosgos se incorporan a Alemania por razones económicas y de estrategia. Las tropas de ocupación no salen de Épinal sino hasta finales de julio de 1873, en una noche de alegría delirante.⁶² Con la llegada de hombres y capitales, las comunidades de los Vosgos que siguieron siendo francesas experimentan un gran crecimiento demográfico y económico: Nancy se convierte en la principal ciudad francesa del este. Algunos judíos «optan» entonces por Francia, como los dos cuñados de Rosine Durkheim, Michel y Philippe Mauss, quienes emigran de Beischwiller a Elbeuf. El precio que deben pagar por su patriotismo es alto, pues, aunque pueden conservar sus bienes en los territorios anexados, pierden gran parte de su fortuna.⁶³

    Inmediatamente después de la guerra, por su localización estratégica, la región de los Vosgos se militariza grandemente y Épinal se convierte en una «plaza de guerra», pues se construyen numerosos fuertes y se instalan importantes guarniciones. Un ferrocarril de vía angosta de varias decenas de kilómetros comunica los almacenes militares de la ciudad con los diferentes fuertes que la rodean. Esa enorme presencia militar, con sus frecuentes desfiles

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