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Europa28: Mujeres escriben sobre el futuro de Europa
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Europa28: Mujeres escriben sobre el futuro de Europa
Libro electrónico303 páginas3 horas

Europa28: Mujeres escriben sobre el futuro de Europa

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Europa 28 reúne a escritoras, artistas, científicas y emprendedoras, una de cada país de la UE, para transmitir sus visiones sobre el futuro de Europa. Es parte del proyecto Wom@arts, co-financiado por el Programa Europa Creativa y representa una instantánea multidisciplinaria de varias de las mentes más interesantes de la actualidad. Estos textos se pueden disfrutar en esta antología y sus autoras participarán en los eventos del Hay Festival en todo el mundo, incluidos el Hay Festival Europa28 en Rijeka 2020 - Capital Europea de la Cultura, Croacia, y el Hay Festival de Segovia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 sept 2020
ISBN9788418218798
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    Europa28 - varios autores

    autoras

    Introducción

    Las mujeres vemos las cosas de una manera distinta. No podría ser de otra forma. Igual que todo el mundo, integramos nuestras experiencias únicas a la percepción de cualquier problema. El rico y minucioso tapiz de quiénes somos está compuesto de todos y cada uno de los momentos que hemos vivido, sentido, visto, experimentado y sufrido. Eso influye en el modo en que vemos las cosas. Y no podemos mirar el mundo a través de los ojos de nadie que no seamos nosotras mismas.

    Por lo general, no pensamos demasiado en el hecho de que cada uno ve las cosas de manera distinta. Aceptamos las «verdades que duelen» o la sabiduría convencional. Acabamos por creer que las certezas que esgrimen las voces con más peso son incuestionables, que el relato que se nos presenta hoy en día para definir el «estado de Europa» es un hecho.

    Así pues, es posible que resulte sorprendente contemplar nuestro mundo tan solo a través de la mirada de las mujeres, como sucede en las páginas de este libro. Ver una Europa tan alejada del relato excesivamente simplista, binario y formal que se nos presenta en los últimos tiempos. Enfrentarnos a ella nuevamente para apreciar sus partes fracturadas, frágiles, en peligro y perfiladas. Reconocer sus defectos y sus riquezas, sus dones y sus costes, sus retos y su belleza. De ese modo, tal como dice Asja Bakić: «Se la ve... frágil».

    También resulta esperanzadora.

    No podemos reconstruir aquello que no vemos con claridad. No podemos desafiar las injusticias invisibles ni esperar curar las heridas que no somos lo bastante valientes para examinar. No podemos resolver un problema sin nombre, ni abordar las necesidades de un grupo informe de personas a las que atribuimos la vaga etiqueta de «abandonadas» porque somos demasiado perezosos para averiguar quiénes son.

    Para evaluar dónde nos encontramos y seguir adelante, debemos encontrar nuevas maneras de ver el mundo que nos rodea. Nuevas maneras de mirar tanto Europa como el mundo que queda más allá de ella, y la voluntad de forjar formas nuevas de habitar ese lugar. Tal como escribe Hilary Cottam: «Tal vez las respuestas se hallen en un tipo de pensamiento distinto, o mágico, si se quiere».

    A través de la mirada de las mujeres, podemos empezar a ver las cosas de un modo distinto. Resulta sorprendente, porque lo que hacemos por defecto es verlas a través de la mirada masculina, sin ni siquiera ser conscientes de ello. Las portadas que nos proporcionan los boletines diarios de noticias, los laboratorios de ideas que nos dan consejos, los políticos que pontifican y los chismorreos de los bustos parlantes: todos ellos parecen proporcionarnos un amplio espectro de perspectivas. Pero lo cierto es que no hacemos más que oír una y otra vez a la misma gente. No solo porque sus puntos de vista a menudo se basan en un mismo origen socioeconómico, geográfico, étnico y educativo, sino también porque, en los debates parlamentarios sobre el Brexit que se produjeron en el Reino Unido, por ejemplo, el noventa por ciento de las opiniones las daban hombres.¹

    Como puede atestiguar cualquier aficionado a Instagram, cuando pasas el tiempo suficiente mirando algo a través de un único filtro, puede suponer una conmoción cambiar a una nueva perspectiva. Lo que se nos presenta como real puede estar completamente distorsionado por los retoques, pero si eso es lo único que vemos, no tardamos en aceptarlo como la verdad. Eso es lo que refleja la imagen meticulosamente creada que, aun así, es irreal del relato de Nora Ikstena, en el que los ojos de una Europa joven se abren brutalmente a una nueva realidad. Para un continente cuyo nombre procede del mito de una violación, verse obligado a mirarse de nuevo a sí mismo a través de la mirada de las mujeres es un concepto innovador y necesario.

    «Lo que la sociedad europea necesita desesperadamente en la actualidad es la posibilidad de respirar hondo y empezar a pensar más allá del día de hoy, la posibilidad de verse a sí misma de una manera distinta, en una constelación y un orden social distintos», escribe Apolena Rychlíková.

    Mirar el mundo a través de unos ojos distintos es un reto y puede vivirse como una ofensa. Los escritos que se incluyen en este libro no siempre son fáciles de leer. Son duros, desafiantes y complejos. Tal y como debería ser cualquier buena solución. Nos animan a mirar Europa desde una nueva perspectiva, a cuestionar aquello que damos por supuesto y las limitaciones de lo que creíamos que era posible.

    Nos retan a distanciarnos de una visión dura y áspera que solo tiene en cuenta los factores económicos, las cifras, las divisas y los movimientos del mercado, y en lugar de ello pensar en tanto que personas. Pensar con una nueva visión, en los términos de la «vivibilidad» –de la comunidad– de Janne Teller, en el simple anhelo de lo que Apolena Rychlíková describe como una «vida digna y completa».

    No podemos conseguir un futuro de paz y prosperidad sin afrontar los pecados del pasado. Estas mujeres nos animan a reconocer nuestros propios fallos y errores; a examinar, por ejemplo, lo que Gloria Wekker describe como «la total falta de vergüenza en las actitudes políticas europeas hacia los no europeos. Tanto durante la época colonial como ahora». Renata Salecl nos propone la incómoda tarea de reconocernos a nosotros mismos como una versión de los antivacunas, dependientes de las tendencias de los demás para tomar decisiones menos egoístas con el objetivo de poder perpetuar nuestro despiadado individualismo. Estas escritoras nos ponen ante un espejo en el que no resulta fácil mirarse.

    En estos escritos, surge una y otra vez la cuestión de la mirada. ¿Hacia dónde elegimos mirar? Y ¿cuándo nos permitimos desviar la mirada? ¿Decidiremos enfrentarnos a la urgencia del desastre climático o enterraremos la cabeza en la arena hasta que sea demasiado tarde? ¿Somos lo suficientemente valientes como para mirar directamente a la demoledora brecha que hay abierta entre nuestros ciudadanos más ricos y los más pobres, y admitir las duras realidades que la han hecho más profunda? ¿Podemos seguir contemplando la muerte de inocentes en nuestras fronteras con poco más que una curiosidad desapegada mientras ellos nos suplican que los dejemos entrar? Qué humillante y qué trágico, como dice Leïla Slimani.

    Nada de esto es fácil. Tereza Nvotová deja claro que hará falta persistencia. O, como explica Edurne Portela, tan solo lo conseguiremos si nos vemos literalmente obligados a tropezar con los dolorosos recordatorios de la resistencia del pasado para poder escribir un tipo de futuro distinto para nosotros.

    También será necesario unir fuerzas. Antes de leer los textos de Europa28 no había experimentado en ninguna parte esta estimulante mezcla de política y ciencia, filosofía y economía, ética y arquitectura. La tendencia moderna es afrontar los problemas desde un único ángulo. Analizar en profundidad soluciones cortas de miras basadas en una única disciplina. Pero del mismo modo que los pueblos y países de Europa no constituyen un bloque homogéneo, y aun así deben unirse para crear algo que tenga una identidad propia, una magia propia, es necesario coger un poco del poder de cada una de estas formas de ver el mundo para encontrar nuestro camino. Nos harán falta tanto hechos como ficciones si decidimos admitir la realidad de nuestra situación y seguir teniendo la audacia de soñar con una nueva manera de existir.

    Si queremos llevar a cabo las promesas que nos ofrecen las mujeres pensadoras, también debemos plantear preguntas difíciles. Una cosa es celebrar las ideas y avances de las mujeres, y otra llevar a cabo el trabajo necesario para permitir que se materialicen. ¿Estamos preparados para realizar los cambios culturales y estructurales necesarios para abrir un camino para las mujeres como aquellas cuyas palabras aparecen en este libro? ¿Les permitiremos realizar su potencial contribución para nuestro futuro compartido?

    Durante demasiado tiempo hemos pedido a las mujeres que realicen el trabajo de desarticular su propia opresión, una inteligente trampa que de puertas afuera permite tomar conciencia del problema mientras que en realidad lo que hace es cargar aún más la responsabilidad sobre sus víctimas. ¿Cuántas magníficas contribuciones a nuestra sociedad, cultura, política y tecnología se han eliminado o perdido debido a la cantidad de tiempo, energía y espacio mental dedicados a recuperarse del acoso, evitar a los depredadores y ocuparse de los traumas? ¿Qué tesoros nos hemos robado a nosotros mismos al tiempo que cargamos a las mujeres con un abuso tras otro, en una montaña de indignidades cada vez más alta hasta que sus manos acaban tan llenas que otras cosas comienzan a caerse?

    ¿Seremos valientes? ¿Seremos honestos? ¿Encontraremos la forma de escuchar? ¿Nos miraremos a nosotros mismos? No es fácil tomar decisiones en ese sentido pero mujeres como las que aparecen en este libro están dispuestas a liderar y guiarnos, si se lo permitimos. No obstante, nuestros líderes no son mujeres. Su escasez en los parlamentos es palmaria: faltan sus voces y su sabiduría, sus perspectivas y su pasión, su capacidad de superar las divisiones y encontrar un terreno común y conocido. Las castigamos, les cerramos las puertas y sentimos hondamente su ausencia. Mujeres de color, transexuales, discapacitadas y pobres, sobre todo. Las voces que más falta nos hace escuchar son las que condenamos al ostracismo y a las que atacamos. Aun así nos hemos quedado en un rincón, con nuestras armas reglamentarias. La solución debe ser creativa. Necesitaremos mentes distintas y nuevas historias con el fin de pasar página.

    ¿Las encontraremos?

    Gloria Wekker escribe: «La cuestión, en definitiva, es si permitimos que nuestros miedos y preocupaciones más innobles definan quiénes somos como europeos». Con la ayuda de perspectivas nuevas y diversas, de la valentía de afrontar nuestra propia culpabilidad y la determinación de desafiar las barreras de la desigualdad, podríamos definir una nueva Europa basada en nuestras mayores esperanzas.

    LAURA BATES

    Londres, octubre de 2019

    1. https://www.theneweuropean.co.uk/top-stories/womens-voices-not-being-heard-in-brexit-debate-say-peoples-vote-campaigners-1-5734570

    ALEMANIA

    La búsqueda del papel estratégico global de Europa

    YVONNE HOFSTETTER

    El diccionario Oxford de inglés define la palabra atlas como «un conjunto de mapas unidos entre las dos cubiertas de un libro». En estos tiempos de conocimiento digitalizado, la geografía sobre papel se ha convertido en un preciado tesoro en nuestras estanterías. Los mapas del mundo que encontramos en internet nos muestran el perfil pixelado de Europa, un mosaico de coloridos Estados de tamaño mediano o pequeño –con una diversidad de culturas y experiencias históricas– que colindan con sus vecinos orientales, Rusia y China. Ambos países se hallan en el mismo marco continental y, en términos geográficos, Europa es la parte occidental de la masa continental euroasiática. Sin embargo, siempre se la ha considerado separada de Oriente. La pertenencia de Europa a la Organización del Tratado del Atlántico Norte –la OTAN– es una muestra de ello, así como su conceptualización de los derechos humanos, el Estado de derecho, la democracia y la economía de mercado social como una entidad unificada. Un conjunto de principios que Rusia siente tan pocos deseos de abrazar como China, y también hay signos de que Estados Unidos está retrocediendo en este sentido.

    UNA EUROPA UNIDA: ¿TAN SOLO UN RELATO?

    Allí donde surge un clamor por una mayor unidad europea, este se encuentra con una intensa oposición. En muchos aspectos, las comunidades en línea y las redes «sociales» nos han dividido en lugar de unirnos. Diseñadas como catálogos de productos para el siglo XXI, han representado un gran engaño al crear la imagen de «redes sociales», porque en realidad su único objetivo es capitalista: ganar dinero con la publicidad. Las consecuencias de ello se hallan por todas partes: la sociedad se divide en componentes separados, en sus átomos más pequeños. Estos se convierten en una singularidad, un individuo aislado sin una sensación potente de pertenencia a un grupo o de compartir una identidad. A pesar de promover la diversidad social, la era digital ha llevado al pensamiento compartimentado y a la creación de cámaras de resonancia, no solo en un nivel personal sino también nacional. Además de eso, han surgido varias «Europas»: una para los escandinavos y otra para los que residen en el Mediterráneo o para el Grupo de Visegrado (la República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia). Las separaciones como el Brexit y el auge de movimientos nacionalistas son consecuencias desafortunadas. Es precisamente por el hecho de no haber interiorizado los principios rectores de Europa, en la que todos podríamos llegar a un consenso político mínimo, que son otros los que nos dicen ahora quiénes somos, o lo que ellos creen que somos.

    BOCADILLO GEOPOLÍTICO: EUROPA ENTRE DOS SISTEMAS

    Mientras la rueda de la historia sigue girando, y las viejas certezas se desmoronan a manos del progreso, surge una nueva dinámica social. Ni siquiera la antigua amistad entre Europa y Estados Unidos parece digna de confianza: «Bueno, creo que tenemos muchos rivales. La Unión Europea es un rival por lo que nos hace en el comercio. Aunque nadie lo pensaría de la Unión Europea, es una rival».² A pesar de su lamentable estilo diplomático, Donald Trump no se equivoca del todo. Durante décadas, Europa se ha comportado como un parásito de Estados Unidos. Nuestro aliado en Occidente –y la indiscutible potencia global hegemónica desde la caída de la Unión Soviética en 1991– ha proporcionado a Europa productos públicos internacionales –los llamados «comunes»– como el GPS e Internet. Europa se conformaba con depender de los servicios proporcionados por Estados Unidos e incluso ahorró miles de millones en inversiones, dinero que más adelante se utilizó como un dividendo de paz para consolidar el Estado del bienestar. Así pues, la retirada de Donald Trump a la Fortaleza Estadounidense –considerada una segunda decadencia americana– es un problema mayúsculo, pero también una gran oportunidad para lograr un nuevo orden mundial en el que Europa pueda recuperar soberanía en el escenario global.

    Al fin y al cabo, Asia se está convirtiendo en un sistema alternativo al Occidente histórico. A diferencia de Donald Trump, que tan solo busca el «aislamiento conservador [...] y la no interferencia en los conflictos mundiales»,³ el presidente chino Xi Jinping tiene un objetivo político extremadamente ambicioso y trata de controlar todo y a todo el mundo con la intención de materializar el «sueño chino»: todo el mundo debería disfrutar del mismo nivel de riqueza, solo que sin democracia, sin libertad de prensa y sin sociedad civil.

    Para que China ejerza una mayor influencia sobre Eurasia, hay que expulsar a Estados Unidos de Europa. En 2012, China lanzó la iniciativa 17+1, una cooperación estratégica entre ella y los países de Europa central y oriental, incluidos el Grupo de Visegrado y los Estados bálticos. La inversión directa china en recursos con relevancia económica –como puertos en el sur de Europa, acciones en empresas tecnológicas e incluso bodegas en Francia– y la iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda⁴ son el mecanismo mediante el cual se puede imponer un sistema político distinto a Europa. Esto ha generado una grieta en Europa y, como consecuencia, se han vuelto más y más difíciles las declaraciones conjuntas de derechos humanos contra China.

    A medio plazo, las tecnologías digitales permitirán que China ejerza el dominio político y el control militar sobre recursos obtenidos recientemente. Al oeste de Europa, ya no hay nadie que pueda echarle una mano. Y al este, crece la amenaza de grandes luchas de poder y armamento de alta tecnología. Europa y sus principios rectores, así como sus «relaciones mundiales», están sometidos a una presión creciente. Dichas relaciones tienen que ver con la vinculación no solo entre los Estados europeos, sino también con el vínculo personal de los europeos entre sí, así como, por supuesto, la exitosa coexistencia de una sociedad europea expresada en el lema: in varietate concordia, unidos en la diversidad.

    EL MUNDO DE LA POLÍTICA MUNDIAL

    Como elemento central de esta dinámica, Europa necesita una visión para el futuro, una nueva declaración de cuáles son los objetivos que pueden guiar la toma de decisiones interna y permitir que se diferencie de las políticas estadounidenses o chinas.

    «El hecho es que la Unión Europea y su predecesora, la Comunidad Económica Europea (CEE) no estaban orientadas hacia la competencia política global. No fuimos capaces de llevar a cabo políticas mundiales durante mucho tiempo. Y las circunstancias implican que debemos esforzarnos para ser capaces de llevar a cabo una política global», dijo el presidente de la Comisión Jean-Claude Juncker en un discurso en 2018. El propósito de dichas políticas se revela cuando nos hacemos dos preguntas que en su día planteó Henry Kissinger: «¿Qué es lo que de verdad queremos conseguir? ¿Qué es lo que debemos evitar a toda costa?».⁵ Centrándonos en nuestra propia reflexión, podemos ir un poco más allá: ¿qué papel puede jugar la tecnología? Un enfoque basado en las repercusiones no empieza con la causa, sino más bien en el estado deseado en el que entrará al final

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