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La niñez desviada: La tutela estatal de niños pobres, huérfanos y delincuentes. Buenos Aires 1890-1919
La niñez desviada: La tutela estatal de niños pobres, huérfanos y delincuentes. Buenos Aires 1890-1919
La niñez desviada: La tutela estatal de niños pobres, huérfanos y delincuentes. Buenos Aires 1890-1919
Libro electrónico530 páginas7 horas

La niñez desviada: La tutela estatal de niños pobres, huérfanos y delincuentes. Buenos Aires 1890-1919

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Este libro habla de una época en que las calles de Buenos Aires estaban salpicadas de niños. Nos ubica de entrada en un escenario que no es el repertorio nostálgico del barrio perdido sino la vitalidad desbordante de una ciudad-experimento, aquella que cruzó el siglo XIX al XX a ritmo volcánico, donde esa infancia plebeya escapaba a los marcos previstos. Los testigos ofrecen las visiones más pesimistas: he aquí el precio que se ha cobrado el progreso. Y dicen también: hay que hacer algo al respecto. ¿Pero qué? Claudia Freidenraij despliega las inflexiones de ese diagnóstico en un recorrido enormemente informado, y a la vez sensible a su objeto.
A medida que estos frágiles habitantes de la urbe interactúan con la red de especialistas que se teje en torno suyo -más y más lejos de la escuela-, se dibujan las trayectorias que forman la urdimbre de este libro. Desfilan policías de calle, defensores de menores, gestores de las instituciones punitivas, médicos legales, criminólogos. Niños y jóvenes de la calle a la "leonera", de la "leonera" a la penitenciaría, de allí al reformatorio, o a trabajar como doméstica o doméstico en una casa privada. Decir que este libro habla de un mundo que no es el nuestro es solo una verdad a medias, entonces. Si tantos datos de aquella sociedad nos resultan lejanos, el panorama de las instituciones de castigo y disciplinamiento compone un cuadro en todo reconocible.

Con su contundente bagaje de evidencia y sus destrezas de historia social, este libro se agrega a una conversación relevante -urgente-, ajustando sus términos, volviendo a pensar los problemas de aquel mundo lejano y los del nuestro.
Del prólogo de Lila Caimari
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 ago 2020
ISBN9789876918350
La niñez desviada: La tutela estatal de niños pobres, huérfanos y delincuentes. Buenos Aires 1890-1919

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    La niñez desviada - Claudia Freidenraij

    LA NIÑEZ DESVIADA

    Este libro habla de una época en que las calles de Buenos Aires estaban salpicadas de niños. Nos ubica de entrada en un escenario que no es el repertorio nostálgico del barrio perdido sino la vitalidad desbordante de una ciudad-experimento, aquella que cruzó el siglo XIX al XX a ritmo volcánico, donde esa infancia plebeya escapaba a los marcos previstos. Los testigos ofrecen las visiones más pesimistas: he aquí el precio que se ha cobrado el progreso. Y dicen también: hay que hacer algo al respecto. ¿Pero qué? Claudia Freidenraij despliega las inflexiones de ese diagnóstico en un recorrido enormemente informado, y a la vez sensible a su objeto. A medida que estos frágiles habitantes de la urbe interactúan con la red de especialistas que se teje en torno suyo –más y más lejos de la escuela–, se dibujan las trayectorias que forman la urdimbre de este libro. Desfilan policías de calle, defensores de menores, gestores de las instituciones punitivas, médicos legales, criminólogos… Niños y jóvenes de la calle a la leonera, de la leonera a la penitenciaría, de allí al reformatorio, o a trabajar como doméstica o doméstico en una casa privada. Decir que este libro habla de un mundo que no es el nuestro es solo una verdad a medias, entonces. Si tantos datos de aquella sociedad nos resultan lejanos, el panorama de las instituciones de castigo y disciplinamiento compone un cuadro en todo reconocible. Con su contundente bagaje de evidencia y sus destrezas de historia social, este libro se agrega a una conversación relevante –urgente–, ajustando sus términos, volviendo a pensar los problemas de aquel mundo lejano y los del nuestro.

    Del prólogo de Lila Caimari

    Claudia Freidenraij. Profesora y doctora en Historia (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires). Sus trabajos han sido publicados en volúmenes colectivos y en revistas científicas nacionales y del exterior. Se desempeña como docente e investigadora en el IES N° 1 Alicia Moreau de Justo, en el ISP Joaquín V. González, y en las universidades de José C. Paz, Tres de Febrero y Udesa, así como en el Instituto de Investigaciones en Estudios de Género (FFYL, UBA).

    CLAUDIA FREIDENRAIJ

    LA NIÑEZ DESVIADA

    La tutela estatal de niños pobres, huérfanos y delincuentes

    Buenos Aires

    1890-1919

    Índice

    Cubierta

    Acerca de La niñez desviada

    Portada

    Dedicatoria

    Agradecimientos

    Prólogo, por Lila Caimari

    Introducción

    1. La producción histórico-social de la delincuencia

    2. La edad como categoría de análisis histórico: el sujeto en cuestión

    3. Itinerario

    Capítulo 1. Infancias urbanas

    1. Vertiginosa Buenos Aires

    2. Del conventillo a la calle

    3. Los niños de la otra mitad: ¿escolares o trabajadores?

    4. Usos infantiles del espacio público

    Capítulo 2. Abandonados y delincuentes

    1. La infancia abandonada y delincuente según la mirada de las elites morales

    2. Los fenómenos del abandono y la delincuencia

    2.1. Abandonados: las formas del abandono

    2.2. Delincuentes: los menores en el universo del delito

    3. Retomando los hilos: ¿por qué abandonados y delincuentes?

    Capítulo 3. Policía e infancia

    1. La infancia en la agenda policial

    2. Ordenar y disciplinar cotidianamente

    3. Encierros policiales para abandonados y delincuentes

    3.1. Calabozos, leoneras, asilos y depósitos: los espacios del encierro policial

    3.2. Experiencias infantiles del encierro policial

    Capítulo 4. La infancia plebeya ante los defensores de menores

    1. Las defensorías de menores en el entramado institucional

    2. Plegarias atendidas: colocaciones y encierro correccional

    Capítulo 5. El nacimiento del castigo infantil

    1. El castigo infantil ante la codificación

    2. La pena imaginada

    3. La cruda verdad: condiciones de encierro de menores a fines del siglo XIX

    3.1. De la antigua cárcel correccional a los talleres especiales de la Penitenciaría

    3.2. La Comisión Nacional de Cárceles y la experiencia piloto de la Cárcel Correccional de Varones de la Capital

    3.3. De vuelta a la Penitenciaría: a la espera del reformatorio

    3.4. Hacia la inauguración de la Casa de Corrección de Menores Varones

    Capítulo 6. La vida en el reformatorio

    1. Una mirada desde el escándalo del correccional

    1.2. Corregir castigando

    2. Experiencias del encierro científico: el trabajo y la clase, entre el oficio y la obediencia

    2.1. Una apretada sociabilidad

    2.2. Los estudios médico-legales: poder y resistencias

    Epílogo. La constitución de un archipiélago penal-asistencial

    Referencias bibliográficas

    Álbum de imágenes

    Créditos

    Colección

    CIUDADANÍA E INCLUSIÓN

    dirigida por Carolina Biernat y Karina Ramacciotti

    Para Ana y Tomás,

    por la magia, las risas y el rock and roll de cada día,

    porque sin ellos mi vida sería infinitamente más aburrida.

    Para Iván,

    por las aventuras de todos estos años y las que vendrán.

    Y, claro, por todo el amor del que somos capaces.

    Agradecimientos

    Este libro es el producto de la reescritura de mi tesis doctoral, La niñez desviada: niños pobres, huérfanos y delincuentes bajo tutela estatal, Buenos Aires, 1890-1919, defendida en noviembre de 2015 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Esa investigación fue posible gracias a dos becas doctorales del Conicet pero, sobre todo, a la amable dirección de Eduardo Zimmermann, a quien le agradezco la confianza en mí y la enorme libertad con que me ha permitido trabajar todos esos años.

    Sin embargo, en el tránsito de estos años he vuelto a contraer numerosas deudas, tanto académicas como emocionales.

    Karina Ramacciotti y Carolina Biernat han tenido la amabilidad de alojar este volumen en la colección Ciudadanía e Inclusión, razón por la que estoy profundamente agradecida.

    Lila Caimari, directora del equipo de investigación Crimen y sociedad. Delito y castigo en perspectiva histórica. Prácticas ilegales, policía, justicia y sistema penitenciario en la Argentina (siglos XIX y XX), radicado en la Universidad de San Andrés, ha dado muestras nuevamente de su enorme generosidad no solo al gestionar gran parte de los fondos que financiaron esta edición, sino también en las palabras que la prologan.

    Isabella Cosse, directora del Grupo de Investigación Histórica de las Familias y las Infancias en la Argentina Contemporánea, me ha hecho un lugar en ese equipo y con ello no solo ha posibilitado mi inserción académica en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, sino que también me guió en el universo de la historia de la infancia.

    Ambos equipos de investigación han sido y siguen siendo espacios de fértiles diálogos, donde he tenido la suerte de aprender con alegría de compañeras, compañeros y colegas, a los que agradezco sus lecturas, debates e intercambios.

    Un especial cariño y agradecimiento es para Fernando Devoto, quien me abrió las puertas a la aventura de la investigación histórica, porque confió en mí cuando ni siquiera yo creía en mí.

    Una gran cantidad de repositorios institucionales han sido consultados a lo largo de esta investigación. Buena parte de la materia prima empleada se halla en los anaqueles de la Biblioteca Nacional y de su hemeroteca; así como en los de las bibliotecas del Archivo General de la Nación, de la Academia Nacional de la Historia, de la Biblioteca Nacional de Maestros, de la Biblioteca de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y de la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires. Los reservorios del Archivo General de la Nación, tanto del Departamento de Documentos Escritos como del de Documentos Fotográficos (de donde procede la mayor parte de las imágenes del pliego fotográfico que se incluye aquí), tienen un especial valor para quienes trabajamos con la historia de la infancia minorizada. El Centro de Estudios Histórico-Policiales Francisco L. Romay constituye un centro ineludible para quienes estén interesados en pensar esa historia en relación con la policía. A quienes trabajan en estas instituciones públicas ocupadas de preservar la memoria histórica va mi agradecimiento por su labor cotidiana, sin la cual la mía no hubiese sido posible.

    Quiero agradecer a mis estudiantes, porque me han permitido poner a prueba mis hipótesis y han respondido siempre con entusiasmo a mis alucinaciones por la historia de la infancia y la familia.

    Un especial agradecimiento a Mónica Urrestarazu, amiga de hace más de veinte años y ahora también mi editora, la mejor que hubiese podido tener. Por enseñarme cómo funciona este mundo de los libros y las editoriales, por aceptar a esta novata y cada una de sus requisitorias con paciencia y amor y por acompañarme en todo este trayecto. Una alegría contar con vos también en esta aventura.

    Finalmente, mi mayor agradecimiento es para mi familia, que ha aceptado con el mejor humor posible mis huidas al pasado en busca de respuestas para el presente y proyectos para el futuro.

    Prólogo

    Lila Caimari

    Este libro habla de una época en que las calles de Buenos Aires estaban salpicadas de niños. El solo dato impone una distancia, una desnaturalización: aquel mundo es otro mundo que el nuestro. Que se entienda: la descripción que nos ubica de entrada en un escenario urbano complejo y texturado no es el repertorio nostálgico del barrio perdido. Lo que se evoca es más bien la vitalidad desbordante de una ciudad-experimento, aquella que cruzó el siglo XIX al XX a ritmo volcánico, incorporando población a raudales, construyéndose ruidosamente, buscando su curso en el caos del cambio. Fuese porque el conventillo colmado los derramaba hacia afuera, o porque padres y madres trabajaban todo el día, o porque trabajaban ellos mismos (vendiendo diarios, comida, baratijas), o simplemente porque buscaban encontrarse con otros como ellos, los niños de este libro habitaban la calle con naturalidad.

    Niños sueltos de Buenos Aires: parecieran estar en todas las crónicas de la época, pateando la pelota, gastando bromas a los transeúntes, desplazándose en bandadas, cometiendo mil pequeñas transgresiones, existiendo en una franja incierta entre lo encantador y lo amenazante. Es la zona más oscura de aquel torrente la que sigue este libro: la de los niños que no respondían al ideal escolarizado, ni habían nacido en el seno de esas familias con sólidas perspectivas de ascenso, aquellas que encarnaban el futuro de un país obnubilado de promesas. En la ciudad del boom, esa infancia plebeya escapaba a los marcos previstos. Era numerosa, además; tanto como para devenir un tema de época. Su libertad de movimiento –su aparente capacidad de escapar al control– era problema de política pública, inquietud de observadores sociales, objeto de denuncias, de intervenciones más y más deliberadas. Porque la calle era sinónimo de caída; la caída, de delito y de mil augurios de un peligroso futuro de degradación. Uno tras otro, los testigos ofrecen las visiones más pesimistas: he aquí la prueba de un proyecto descarrilado, el precio que se ha cobrado el progreso. Y dicen también: hay que hacer algo al respecto.

    ¿Pero qué? Claudia Freidenraij despliega las inflexiones de ese diagnóstico en un recorrido enormemente informado, y a la vez sensible a su objeto. Comienza en la calle, dijimos, implantando la acción en un escenario hecho de líneas firmes y tono vibrante, de datos seriados y pinceladas de color. A medida que estos frágiles habitantes de la urbe interactúan con la red de especialistas que se teje en torno suyo –más y más lejos de la escuela–, se dibujan las trayectorias que forman la urdimbre de este libro. Desfilan policías de calle, defensores de menores, gestores de las instituciones punitivas, médicos legales, criminólogos… Niños y jóvenes pasan por comisarías, por asilos, cárceles nuevas o viejas, laboratorios. De la calle a la leonera, de la leonera a la penitenciaría, de allí al reformatorio, o a trabajar como doméstica o doméstico en una casa privada. O en los confines del mundo, donde se requieren brazos para construir sociedades de frontera. Siguiendo estos destinos uno a uno, Freidenraij va interrogándose sobre las condiciones en las que transcurrió esta experiencia, sus sentidos de época, sus razones. También, sobre las maneras de nombrar que dieron existencia al archipiélago de instituciones destinado a la infancia desviada.

    En uno de los pasajes más iluminadores, por ejemplo, se analiza la dupla de adjetivos abandonada y delincuente, etiqueta letal y automatizada que por entonces quedaba adosada a este colectivo de infantes. ¿Hasta dónde abandonados?, pregunta Freidenraij. ¿Cuántos de ellos delincuentes, y cuántos simplemente sueltos? Las respuestas van surgiendo del sistemático despliegue de evidencia empírica, derribando supuestos a fuerza de precisión. Más importante: el ejercicio conduce a uno de los problemas centrales abordados en el trabajo, como es la permanente contaminación conceptual a la que están expuestos estos sujetos, el borramiento de las distinciones más elementales con relación a su condición. De ahí también la confluencia de unos y otros en las mismas instituciones, y el inicio de una larga tradición de denuncia –de las condiciones materiales, del abuso, del disciplinamiento devenido contagio moral–. Y, con esto, una nueva forma de pesimismo, aquella que empieza a interrogarse por la capacidad de estas instituciones para intervenir con eficacia.

    La niñez desviada se detiene con cuidado en las lógicas parciales de este sistema. Todo se explica: la policía desbordada que procura ordenar las calles, y para ello genera normativa que ella misma administra; los defensores de menores y las damas de beneficencia –desbordados ellos también– que buscan lugar en asilos, orfanatos y cárceles, o colocación en industrias, estancias o casas de familia; los médicos que estudian los casos para producir conocimiento en la emergente criminología, con sus reglas y lenguajes; los gestores penitenciarios que tratan de encauzar instituciones atestadas obedeciendo a la vez al ideal del encierro rehabilitador. Cada universo es comprendido en sus términos, sí; sin nunca perder de vista las implicancias en los destinos de la población de niños y jóvenes en cuestión.

    Decir que este libro habla de un mundo que no es el nuestro es solo una verdad a medias, entonces. Si tantos datos de aquella sociedad nos resultan lejanos –si sus voces guardan sesgos de otra Argentina–, el panorama de las instituciones de castigo y disciplinamiento compone un cuadro en todo reconocible. Los niños eran sacados de la calle para caer en circuitos que se perpetuaban: allí radica su principal desvío. No solo se iban cerrando las salidas: con frecuencia, el paso los arrojaba a merced de autoridades abusivas, los insertaba en redes peligrosas, activaba mecanismos laborales que los alejaban más y más de la trayectoria de otros niños. Luego de dar cuenta de la complejidad de cada pieza, se impone entonces la pregunta por los resultados del sistema, en una narrativa que se vuelve más oscura. El cuadro es ahistórico casi, en su recurrencia de esfuerzos malogrados, de disfunciones rutinizadas, de denuncias una tras otra. Las alarmadas crónicas periodísticas, los informes de inspección, los proyectos reformistas: todo se acumula muy pronto, alterando apenas un sistema con lógicas intrincadas, muy difíciles de revertir.

    Dar cuenta del mundo nacido en torno a esta gran cuestión ha requerido una compleja combinación de elementos: historia social urbana, historia de la policía, del sistema penal, de la criminología, de las instituciones para menores. Ese enorme corpus de fuentes documentales, claro, ingresa en diálogo con las hipótesis de la bibliografía específica, un corpus que también ha crecido considerablemente en los últimos años, de la mano de preguntas genealógicas por la génesis de tantos problemas de largo plazo. Con su contundente bagaje de evidencia y sus destrezas de historia social, La niñez desviada se agrega así a una conversación relevante –urgente– ajustando sus términos, volviendo a pensar los problemas de aquel mundo lejano, y los del nuestro.

    Introducción

    Tiénese a la infancia por la época más feliz de la vida. ¿Lo es, realmente? […] Los que gozaron de una niñez holgada y radiante en el seno de una familia rica y culta, sin carecer de nada, entre caricias y juegos, suelen guardar de aquellos tiempos el recuerdo de una pradera llena de sol que se abriese al comienzo de la vida […] Para la inmensa mayoría de los hombres, si acaso vuelven los ojos hacia aquellos años, la niñez es la evocación de una época sombría, llena de hambre y sujeción. La vida descarga sus golpes sobre el más débil, y nadie más débil que el niño.

    León Trotsky, Mi vida, 1930

    Hace ya varios años, los niños delincuentes llamaron mi atención desde las páginas de los libros de órdenes del día de la policía de la Capital de comienzos del siglo XX. De esos libracos parcos y estandarizados emergían cotidianamente pedidos de captura de menores acusados del hurto de un saco de harina y de muchachitas fugadas de las casas de familia donde estaban colocadas como sirvientas. Esos mismos libros reclamaban que se aprehendiese a jóvenes desertores de distintas instituciones de las fuerzas armadas; informaban de la soltura de menores abandonados que habían sido encerrados por vagancia y daban cuenta de los niños a los que se había detenido por infringir las múltiples disposiciones que la policía había ido tejiendo en torno a la vida cotidiana de los niños porteños, que iban desde la prohibición de remontar barriletes hasta la punición para los que se colgasen del tramway.

    Seducida por esa infancia que no era abrigada por el calor de hogar, ni era contenida en el seno de una familia; que no parecía frecuentar la escuela, ni recibía juguetes importados en las navidades, ni paseaba de la mano de su niñera –esa infancia tan narrada en los relatos autobiográficos de intelectuales y literatos y estudiada por la historia de la educación–, empecé una búsqueda acerca de lo que entonces denominé la niñez desviada.

    Elegí ese adjetivo porque me resultaba característico de una serie de apartamientos operados sobre estos niños: por carecer de lazos familiares o por pertenecer a familias que hoy llamaríamos disfuncionales, por estar desescolarizados o mantener relaciones eventuales con la escuela, por trabajar por fuera de la vigilancia adulta –frecuentemente en las calles–, por rehusar los criterios de comportamiento esperables para los individuos de su clase y de su edad, por cometer infracciones de distinto calibre, por circular libremente por el espacio público sin control de sus mayores, o por reunir varias de estas circunstancias, esos niños fueron objeto de intervención pública desde fines del siglo XIX. De esa intervención pública desde distintas agencias del Estado sobre los niños pobres, huérfanos y delincuentes de la ciudad de Buenos Aires, entre 1890 y 1920, se ocupan estas páginas.

    En este libro se advierte que, al calor de la expansión demográfica que sacudió a la ciudad de Buenos Aires y de las transformaciones sociales y urbanas que recorrieron las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, se produjo una intensificación de las voces de alarma que señalaban el aumento de la vagancia infantil, de la mendicidad en los niños y de la delincuencia precoz. No obstante, se sostiene aquí que esas denuncias no tuvieron una base empírica que las sustentaran. Más bien se constata que lo que se produjo en el cambio de siglo fue un crecimiento de las prohibiciones, de las conductas reprobadas y de las actividades penadas. Se trata de una inflación del arco normativo que se cierne sobre la vida cotidiana de la infancia y la juventud de la clase trabajadora, en la medida en que se castigan, reprimen y restringen actividades, rutinas y comportamientos que tienen una clara pertenencia de clase. Por este motivo, me interesa aquí historizar las prácticas cotidianas, las formas de sociabilidad, de circulación y de habitar de niños y jóvenes pertenecientes a la clase trabajadora de la ciudad de Buenos Aires en la medida en que, hacia fines del siglo XIX y principios del XX, esas prácticas y cotidianeidades fueron transmutadas y asociadas al mundo del delito o calificadas como predelictuales.

    En ese proceso histórico que se pone en primer plano en estas páginas se recortó un sujeto sobre el que se volvió la mirada, se proyectaron los temores y las ansiedades de la clase dirigente. Sobre ese sujeto que aquí llamamos niñez desviada se volcaron una serie de especialistas que construirían sus saberes, campos disciplinares e institucionales en torno de ellos. Se trata de una niñez desviada de lo que las elites imaginaban para la infancia: de su rol de escolares y del ideal de domesticidad que comenzaba a afianzarse, apartada de las conductas públicas esperadas. Es objetivo de este libro, entonces, reconstruir las líneas maestras a través de las cuales se produjo la asociación entre ciertas prácticas y comportamientos infantiles y el mundo del delito, esto es, el proceso de criminalización de algunos aspectos de las formas de vida de las infancias plebeyas.

    Un objetivo central es dar cuenta de la conformación histórica de ese sujeto preocupante y punible que en su época fue denominado infancia abandonada y delincuente. Es importante indagar las razones por las que niños abandonados y delincuentes formaron parte de un mismo problema, habitaron las mismas instituciones y protagonizaron conjuntamente las políticas públicas para menores. Estas intervenciones implicaron la puesta en práctica de medidas asistenciales y penales que no se distinguen entre sí: el asilo, la corrección, el depósito, el castigo y la guarda se confunden en la experiencia concreta de los menores tutelados. Retomamos aquí la noción de archipiélago para referir al conjunto de establecimientos, agencias estatales e instituciones particulares que se ocupaban de la infancia abandonada y delincuente. Colonias agrícolas e industriales, colonias penitenciarias, asilos, batallones correctivos, reformatorios y sociedades de patronato constituían dispositivos disciplinarios que formarían parte de ese archipiélago, que en su funcionamiento hilvanaba ilegalismos, irregularidades, desviaciones, anomalías y delito (Foucault, 2006 [1975]: 300-314). A su vez, caracterizamos este archipiélago como penal y asistencial en la medida en que las prácticas abiertamente represivas de ciertas instituciones convivieron con otras, que aspiraban a la protección y salvaguarda de los niños. Represión y amparo son dos aspectos muchas veces inseparables de las relaciones que las distintas agencias estatales aquí estudiadas entablaron con la infancia urbana plebeya.

    Al mismo tiempo, la noción de archipiélago resulta útil para poner de relieve las relaciones confrontadas y resistidas entre policía, defensores de menores y administradores penitenciarios, los agentes estatales privilegiados de la constitución de esa infancia abandonada y delincuente, en la medida en que fueron ellos quienes entraron en relación directa con los niños y jóvenes plebeyos y gestionaron su paso por el archipiélago penal-asistencial que desplegaron en torno suyo en el período que estudiamos.

    Este libro se ocupa, entonces, de las intervenciones cruzadas de distintos agentes y agencias estatales sobre esa niñez desviada: se privilegian las relaciones que establecieron con la infancia de las clases trabajadoras la policía de la Capital, los defensores de menores y las autoridades encargadas de la administración del primer reformatorio nacional, conocido como Casa de Corrección de Menores Varones. Si bien cada una de estas agencias actuaba de manera independiente de las demás, todas guiadas por su propia lógica de funcionamiento y condicionadas por su lugar en la estructura administrativa estatal, lo cierto es que mantuvieron contactos y establecieron relaciones que no siempre fueron armoniosas, sino que se caracterizaron por tensiones, conflictos y negociaciones permanentes. Las disputas en torno al ejercicio de la tutela estatal de niños pobres, huérfanos y delincuentes fueron constitutivas del proceso de construcción del Estado en sus diversas agencias educativas, judiciales, penitenciarias y administrativas (Devoto y Madero, 1999).

    La policía jugó un rol central en el proceso de criminalización de la niñez desviada en la medida en que creó una serie de normas legales que, en forma de edictos y disposiciones, tendieron a intervenir de manera cotidiana sobre la realidad de un vasto sector de la infancia y la juventud de las clases trabajadoras. En este sentido, retomamos la preocupación por las formas en que se definen e instrumentan las nociones de delito, así como la legitimidad del castigo y la corrección que le cupo a la infancia abandonada y delincuente en el trayecto que va entre 1890 y 1919, momento en que se cristalizaron una serie de prácticas asistenciales y correccionales en la Ley de Patronato de Menores.

    A su vez, se plantea que los defensores de menores tuvieron un papel destacado en el entramado institucional encargado de la tutela de los menores abandonados y delincuentes. Autoridad administrativa a cargo del destino de niñas, niños y jóvenes carentes de otros adultos que ejercieran sobre ellos la patria potestad, los defensores de menores jugaron un papel articulador dentro del archipiélago penal-asistencial que se tramó en torno a la niñez desviada. La circulación de menores por distintos establecimientos de asilo y corrección, así como por las fuerzas armadas, las casas particulares e incluso por establecimientos productivos, fue producto de las condiciones materiales en que se llevó adelante la tutela estatal. Fuese a través de las colocaciones familiares o mediante la internación en establecimientos asilares y correccionales, el ejercicio de la tutela del Estado sobre esta infancia minorizada supuso experiencias vitales estigmatizantes. Interesa aquí reconstruir el movimiento histórico que llevó al nacimiento de instituciones penales específicamente diseñadas y organizadas para la corrección de menores, que supuso el paso del encierro indiferenciado para adultos y niños al nacimiento de formas específicas de castigar a estos últimos.

    Es importante señalar que el nacimiento del reformatorio como institución de encierro organizada específicamente para el apartamiento de la vida social de los menores no fue el resultado directo de la existencia de niños y jóvenes delincuentes, es decir, la puesta en pie de instituciones correccionales y tutelares no fue la respuesta estatal al crecimiento objetivo del fenómeno de la delincuencia infantil y del abandono de niños que se habría desarrollado a caballo del cambio de siglo, sino que ambos procesos –la creación de espacios de reclusión para menores y la de los sujetos que las poblarían– fueron construcciones sociales e históricas que corrieron en paralelo. En este sentido, coincidimos plenamente con la hipótesis que plantea que la minoridad es una invención social (Platt, 1997; Vianna, 2007 [1999]; Zapiola, 2007b). Más que buscar relaciones causa-efecto entre delincuencia y prisión, entre abandono de niños y hospicio, entre orfandad y asilo, creemos que es necesario ensayar una explicación del nacimiento de las instituciones de encierro que hilvane tanto la existencia real de los fenómenos sociales (la delincuencia infantil, el abandono de niños, la orfandad) como las tensiones que se hallaban detrás de sus promotores institucionales (sus intereses, sus prejuicios, su lugar en el entramado estatal y social, su derrotero profesional, etc.). El reformatorio no nació como respuesta a la existencia de menores incorregibles y peligrosos; los reformatorios (y los asilos, las escuelas de artes y oficios, los orfanatos, las colonias, es decir, toda la red institucional de encierro de menores que conformaba el archipiélago penal-asistencial) se pusieron en pie a la vez que se producían sus destinatarios, o sea, en paralelo a la invención de los menores. ¿Cómo se produjo ese proceso? ¿De dónde se reclutaron los niños y jovencitos que poblaron los establecimientos correccionales y cómo vivieron las experiencias de reclusión?

    Las coordenadas espaciales y temporales que delimitan los contornos de esta investigación son la ciudad de Buenos Aires en su período de mayor crecimiento demográfico, mientras atravesaba uno de los procesos de transformación más profundos de su historia en términos económicos y políticos, pero sobre todo sociales y culturales. La decisión de tomar como marco cronológico las tres décadas que median entre 1890 y 1919 no está dictada, sin embargo, por ese contexto de modernización social y transformación urbana. Esta periodización se resolvió atendiendo a la dinámica propia del objeto de estudio. Así, partimos de la década de 1890 porque representa un quiebre en la historia de la infancia minorizada. Consideramos que esos años constituyen un momento de alta tensión en el que es posible constatar una vigorización de las preocupaciones de las elites morales por esa niñez desviada y una intensificación de la intervención policial sobre la infancia y la juventud plebeyas. Esa renovada intervención policial se verifica en la producción de una mayor normativa (disposiciones y edictos policiales) que buscaba ordenar la presencia infantil en el espacio público, con la intención de reducirla e, idealmente, eliminarla. A su vez, la década de 1890 fue testigo de la expansión de la capacidad de encierro estatal general (acorde con la multiplicación de establecimientos carcelarios dependientes tanto de la policía de la Capital como del Ministerio de Justicia), así como de la diferenciación del encierro infantil respecto del de los adultos. Fue a lo largo de esos años cuando las preocupaciones públicas se transformaron en políticas concretas dirigidas a intervenir en la vida cotidiana de niñas, niños y jóvenes pobres de Buenos Aires: desde la fundación del Patronato de la Infancia en 1892 hasta la inauguración (después de una década de gestiones, marchas y contramarchas) del primer reformatorio argentino en 1898, la década de 1890 constituyó un claro punto de partida. Del mismo modo, 1919 –momento de sanción de la ley 10.903, de Patronato de Menores– constituye otro mojón ineludible en la historia de la infancia y la juventud de las clases laboriosas, que elegimos como cierre de nuestro período por constituir un elemento altamente simbólico que cristaliza y legitima una serie de prácticas que se institucionalizaron a lo largo de los años que estudiamos. La Ley de Patronato, que estuvo en vigencia en nuestro país hasta su derogación en 2005, consagró la doctrina de la situación irregular, una concepción del derecho de menores que los interpreta como objeto de tutela y protección segregativa en virtud de la cual el Estado se reservaba el derecho de intervenir a través de sus organismos administrativos y judiciales en la vida de niñas, niños y jóvenes calificados en situación de abandono moral o material, facultando a los jueces para disponer de ellos sin necesidad de que mediara la comisión de delitos. Las medidas tutelares que la Ley de Patronato vino a legitimar legalmente en 1919 llevaban tres décadas practicándose. En este sentido, el período 1890-1919 constituye un nudo central para entender la historia de la infancia minorizada en la Argentina del siglo XX hasta hoy, porque fue entonces cuando se sedimentaron prácticas, políticas, representaciones e instituciones que estaban llamadas a perdurar durante los cien años siguientes.

    1. La producción histórico-social de la delincuencia

    La propuesta que atraviesa este libro parte de una perspectiva compartida por muchos investigadores acerca del carácter artificial, social e históricamente construido del delito y la delincuencia. Tanto desde el campo de los estudios sobre la infancia como desde el de la historia social del delito y la justicia, una serie de científicos sociales vienen trabajando en este sentido, y señalando la necesidad de reflexionar sobre los procesos sociales que contribuyen a la valoración de ciertas prácticas como ilegales, proceso que pose una historicidad específica que debe analizarse en cada caso (Yangilevich, 2012: 17).

    Como advierte Máximo Sozzo (2009: 2), pensar el delito como invención humana y advertir la ficción que implica esta concepción no implica tratarlo como mera ilusión, sino tomar conciencia sobre la complejidad del objeto. En este sentido, es preciso pensar la criminalidad infantil en su contexto de producción: los procedimientos que la definen, los instrumentos con que se gestiona y se controla, las políticas públicas que se tejen a su alrededor (que son tanto penales como asistenciales) y las instituciones que intervienen en esa empresa. Esta investigación se interroga por el carácter de esa transgresión; la interpela como objeto de estudio y se pregunta en qué medida eso que se llamaba transgresión y delito no era otra cosa, ¿en qué consistía concretamente aquello que los contemporáneos identificaban como delincuencia precoz?, ¿hasta qué punto no deberíamos pensar en la construcción histórica del delincuente precoz como el resultado de un proceso de criminalización de las prácticas, las conductas y los hábitos de un sector social? Este libro pretende recorrer estos senderos procurando dar cuenta del lugar de los sujetos en esos procesos históricos; de sus relaciones y experiencias.

    En términos generales, la documentación disponible ha sido producida por diferentes actores sociales e institucionales que formaban parte de las elites morales. A medida que avancé sobre sus informes y estadísticas, sus memorias y actas, sus crónicas y disertaciones, me convencí del carácter artificial, en el sentido de ser un producto socialmente construido, de las categorías con que estas elites organizaban el mundo. Buscando dar cuenta de las múltiples formas de intervención estatal sobre la infancia abandonada y delincuente, me encontré con que muchas de ellas fueron dirigidas a regular, ordenar, influenciar y modificar las formas de vivir de esos sujetos. Profundamente convencidos de que sus intervenciones sobre esos niños torcerían el rumbo (equivocado) de sus vidas, las elites morales no se limitaron a asilar a los huérfanos y a corregir a los delincuentes, sino que operaron sobre un vasto y heterogéneo conjunto: los niños y los jóvenes de clase trabajadora. ¿Cuánto de lo que estas crónicas contaban sobre la niñez desviada era real y cuánto había de inventado? ¿Cuánto era prejuicio y cuánto retrato de aquello que observaban? ¿Cuánto de la vida cotidiana de esos muchachitos llegaba a filtrarse entre líneas en los discursos censuradores –altamente prescriptivos y preceptivos– sobre sus usos y costumbres? ¿Era posible hacer esa distinción?

    Estas preguntas me alentaron a recuperar algunas contribuciones más clásicas provenientes de la historia social para intentar reconstruir las condiciones materiales y las formas de vida de los niños y los jóvenes de la clase trabajadora y a rebuscar en esa tradición historiográfica (en su metodología y entre sus herramientas) para procurar reponer los rasgos más sobresalientes de esa cotidianeidad sobre la que las elites morales operaron. Esto implicó, por un lado, recurrir a otras fuentes que en un principio no estaban dentro de mi horizonte documental: memorias y autobiografías, aguafuertes y crónicas urbanas, novelas y cuentos. Por otro lado, supuso la lectura a contraluz de las fuentes de que disponía: una lectura atenta a los pliegues, a lo marginal, a lo implícito, a lo sugerido (más que a lo efectivamente dicho); una lectura a contrapelo que me permitiese reconstruir esa vida cotidiana de los niños y jóvenes plebeyos. Puesto que lo que me interesaba era la criminalización de esa vida cotidiana, me interrogué acerca de cómo se asocian ciertas formas de vivir con comportamientos caracterizados como predelictuales, que ameritan iguales correcciones que los delitos mismos. ¿Cómo se construyen, a lo largo de los treinta años que recorre este libro, formas de clasificar y juzgar las conductas infantiles que a su vez informan maneras específicas de caracterizar su peligrosidad y su necesidad de corrección?

    En la medida en que este libro pretende dar cuenta de cómo ciertos aspectos de esas formas de vivir características de la infancia y la juventud de las clases plebeyas de fines del siglo XIX se convierten en objeto de la actividad criminalizadora del Estado (Marteau, 2003: 3), proponemos observar cómo las elites morales confluyeron en la sanción moral de ciertas prácticas, actitudes y conductas. En este sentido, esta investigación procura sacar a la luz los mecanismos que pusieron en juego distintas agencias y agentes estatales en el proceso de conversión del niño en menor.

    De este modo nos interrogamos tanto por las características de la denuncia de una permanente inflación de la delincuencia de menores como por la naturaleza de esa delincuencia. ¿De qué estaba hecha la delincuencia infantil? ¿En qué medida los niños y jovencitos que la engrosaban habían, efectivamente, delinquido? Sin alentar una mirada romántica y edulcorada de esos niños y jóvenes, nos propones desbrozar los motivos por los cuales entraban en contacto con la policía y las defensorías de menores, las dos agencias estatales más frecuentadas por ellos. ¿Cómo contabilizaba el Estado ese fenómeno y qué trato le dispensaba? En las respuestas a estas preguntas veremos en acción a múltiples agentes y agencias estatales. Policías, estadísticos, políticos, defensores de menores, jueces, médicos legistas y administradores penitenciarios dieron vida a sendas instituciones involucradas en la tutela de los menores. Comisarías, leoneras¹ y depósitos policiales, oficinas de estadística municipal, despachos legislativos y ejecutivos, defensorías, juzgados, espacios de reconocimiento médico y psicológico, prisiones, reformatorios, asilos y casas de corrección fueron los espacios donde cobró vida esa niñez desviada.

    Ahora bien, ¿cómo se tramitó esa criminalización en una época en la que no existía un fuero judicial específico para los menores? Y, por otra parte, ¿la ausencia de un fuero judicial específico supone la inexistencia de una justicia de menores? Entiendo que no. Este libro es, en cierto modo, un libro de historia de la justicia de menores antes de la justicia de menores. En parte como resultado de las características del archivo con que trabajé, se ofrece un esquema de interpretación que privilegia la observación del funcionamiento de una justicia de menores más administrativa: la que ejercen los defensores, los policías y los penitenciaristas.

    Esta justicia de menores comprometía a la policía que levantaba a los niños de la calle; a la burocracia más estrecha de la comisaría que resolvía si la detención sería efímera y no dejaría rastro escrito o si ameritaba el inicio del trámite administrativo. Muchas veces ese trámite involucraba a los defensores de menores, que intervenían en el destino del niño en cuestión. El sistema de justicia a la vez envolvía a quienes administraban el establecimiento en el que el menor purgaba una condena que, por la lentitud del procedimiento judicial y la poca cuantía de las penas, frecuentemente llegaba cuando el tiempo pasado en el encierro ya la había rebasado. Se trata, por lo tanto, de una justicia de menores en un sentido amplio la que me interesa escudriñar, que extiende sus dominios fuera de la letra de la ley y del ámbito del juzgado; una justicia que incluye tanto la producción de la norma a un nivel capilar como las condiciones históricas de secuestro institucional de menores; una justicia que abarca tanto el proceso de construcción de la burocracia penal, penitenciaria, judicial y administrativa como los choques, los conflictos y las negociaciones entre sus agentes. Una historia de la justicia de menores en sentido amplio.

    2. La edad como categoría de análisis histórico: el sujeto en cuestión

    Las investigaciones de las ciencias sociales, desde la década de 1960 para acá, han demostrado que la infancia es una categoría histórica, social y cultural (Ariès, 1987 [1960]; De Mause, 1994 [1976]; Donzelot, 2008 [1977]; Flandrin, 1979 [1977]; Pollock, 1990 [1983]; Stone, 1989 [1977]; Gélis, 1990; Cunningham, 1995). La historicidad de la infancia implica que, lejos de limitarse a referir a un período biológico de la vida de todos los seres humanos, en cada cultura y en cada momento histórico ha recibido definiciones y ha sido depositaria de valores muy diferentes. Imbuida de presupuestos y sentidos culturales y sociales, las categorías de edad (y las percepciones a ellas asociadas) no son naturales, sino que resultan constructos sociales que han cambiado a lo largo del tiempo. Esto supone la imposibilidad de una definición universal de infancia. Incluso se ha sostenido que las definiciones modernas de la infancia no han sido patrimonio simultáneo de las diferentes clases sociales y que su duración estimada tampoco

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