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Políticas del amor: Derechos Sexuales y Escrituras Disidentes en el Cono Sur
Políticas del amor: Derechos Sexuales y Escrituras Disidentes en el Cono Sur
Políticas del amor: Derechos Sexuales y Escrituras Disidentes en el Cono Sur
Libro electrónico427 páginas6 horas

Políticas del amor: Derechos Sexuales y Escrituras Disidentes en el Cono Sur

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Tres editores y una docena de autoras y autores se entregan en este libro a pensar el amor y sus cruces callejeros, académicos e históricos. Amores Iguales, parafraseando a David Leavitt que tejen su memoria de persecuciones entremezclada con la higiene, el credo religioso, el control estatal hasta el propio encierro en un armario que hoy es escenario de consagración política y normalización.
IdiomaEspañol
EditorialCuarto Propio
Fecha de lanzamiento3 mar 2020
ISBN9789563960907
Políticas del amor: Derechos Sexuales y Escrituras Disidentes en el Cono Sur

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    Políticas del amor - Fernando Blanco

    autores

    Agradecimientos

    Este libro le debe mucho a diferentes personas e instituciones. En primer lugar, a Marisol Vera, directora de Editorial Cuarto Propio por invitarnos a formar parte de su catálogo. A las secciones de Sexualidades y Cono Sur de LASA por organizar los paneles de los cuales germinó este cruce de lenguas y disciplinas. A Leila Gómez y Laura Demaría por la generosa inclusión de una versión preliminar de estos textos en la revista Conversaciones del Cono Sur.

    A nuestras respectivas universidades y centros de investigación por su apoyo a la publicación de este conjunto de ensayos. Al College of Arts & Sciences de Stony Brook University a través de la Oficina del Decanato, al Departamento de Español y su directora Elisabeth Guerrero en Bucknell University y, al equipo UBACYT coordinado por Mario Pecheny con sede en el Instituto Gino Germani.

    A María del Pilar Villanueva Martínez nuestro especial reconocimiento por su impecable corrección de estilo.

    ***

    A la comunidad LGBTQI en el norte y en el sur porque sin sus cuerpos y palabra este libro que habla de amores y política no existiría.

    Introducción

    Fernando A. Blanco, Mario Pecheny y Joseph M. Pierce

    Este libro no auspicia guerras. Pero sí las supone, al menos supone parcelas que no por ser arbitrarias dejan de tener una lógica reconocible. Parcelas nacionales que se reflejan en sobreentendidos, dolores comunes y universalizaciones idiosincráticas: el país trasandino, el país trasandino según la perspectiva del país trasandino, los orientales. Parcelas gran-disciplinares, disciplinares y subdisciplinares que se reflejan en jergas, estilos de escritura, deformaciones y reglas del arte. Parcelas generacionales que se reflejan en memorias y experiencias, en papeles a jugar en las cadenas de las herencias (las cadencias, en su forma abreviada). Parcelas de fidelidades e identidades: la academia del sur y del norte, el activismo del norte y del sur, con sus dedos levantados y sus colas de paja. Parcelas literarias y científicas, sociales y humanas, en castellano o in English.

    Las parcelas auspician guerras y auspician libros de edición difícil. La tentación de la edición imperialista es grande, pero mejor dejar que la viajera o el viajero vea a su gusto cómo recorrer el archipiélago o el quilt o el patchwork o el guiso. A diferencia de Rayuela, aquí no se sugieren órdenes, no hemos detectado ninguna lectura masculina o femenina o del género que se transite.

    El rejunte de parcelas que forma este libro surge de una coincidencia espacial y temporal en un evento académico, con un marco formal de convocatoria de nombre burocrático: la sección Cono Sur. Que en esta burocracia no incluye Brasil, y no sabemos si incluye o no a Paraguay. La sección Cono Sur de LASA (Latin American Studies Association). No nos une el amor sino la geografía. Y también nos une la sección Estudios sobre Sexualidades. De LASA. O sea sí un poco el amor también. ¿Qué queremos decir con esto? Para editar este libro nos hemos valido de los encuentros internacionales en los que investigadores e investigadoras, activistas, alumnas, alumnos, cineastas, amistades, colegas, amantes –ocasionales y permanentes– se reúnen para compartir (en algunos casos) y discutir (en otros), lo que llevamos trabajando, las inseguridades, las inquietudes. Para concebir y editar este libro nos hemos beneficiado de los privilegios que nos proveen estas reuniones –las que implican muchas de las mismas críticas que se hacen sobre accesibilidad, privilegio, apoyo institucional, políticas antimigratorias, etc.

    La primera iteración de este libro, su embrión, fue una mesa académica, la segunda, un breve dossier publicado por la Sección del Cono Sur de LASA. Desde entonces, hemos seguido las conversaciones e incorporado a otrxs participantes. Es importante para nosotros destacar que ha sido un proceso de evolución –de ideas, personal, de amor, y desamor, de escritura y siempre incómodos de disidencia.

    En el Cono Sur la sexualidad es política, y la política es memoria y es huella, y de todo hay algo siempre para decir y escribir. Por eso el libro se ocupa de todo eso, entrándole por diversos lados y saliendo o permaneciendo en diversos lados. Cada cual se sentirá más confortable o menos según sus gustos y costumbres. Nadie tiene la obligación de entrar o permanecer donde no le plazca. Quien lee se reserva el derecho de ser admitido y de permanecer.

    Uno de los editores trabaja en salud, y se ve acuciado siempre con el tema de los consentimientos informados, que es una suerte de burocratización del lema que dice: quien avisa, no traiciona. Por eso aquí anunciamos los objetivos del libro, cuáles son las vicisitudes más o menos esperables de la lectura de los capítulos, para que quien se adentre en el mismo pueda decidir. Como dicen los textos del consentimiento informado, uno puede interrumpir en cualquier momento, abstenerse y seguir, y reclamar si así lo considera. Los otros dos podrían pensarse culturólogos, uno de ellos activista.

    Yendo al punto: la arbitraria parcelación (que es división pero también es ordenamiento) procede por un criterio en boga, el de las pertenencias nacionales. Sin entrar en complejidades innecesarias en este libro hemos intentado no reeditar polémicas decimonónicas alojadas en el sueño de la Alemania finisecular (finisecular de hace más de un siglo). Como tampoco proponer como panacea el afán global multicultural que nos piensa viviendo como comunidades diversas y móviles en tráfico constantes de cuerpos e ideas. Aclaramos desde ahora que para nosotros la nación no es imprescindible para el trabajo activista/intelectual que abordamos, ni para los acercamientos históricos que hemos incluido. Es un artefacto cultural, como diría Benedict Anderson, que podemos utilizar según los factores históricos, ideológicos y culturales que le dieron origen, pero también criticar, especialmente en el contexto de lo que estamos describiendo como derechos y políticas sexuales en la era contemporánea. Valdría la pena pensar, además, de modo transhistórico y transnacional estas políticas y escrituras disidentes. Sin embargo, como muchos de los textos incluidos se remontan a políticas específicas de represión desde el marco de la nación, prácticas artísticas locales y acercamientos ambientados hacia contextos particulares de activismo, la nación es ineludible. Es así que el libro está parcelado en Chile, Uruguay y Argentina. En un orden que no es alfabético ni por sorteo, sino pendular: izquierda, derecha, centro. Áreas, localidades, comunidades. En esta época incierta, época de crecimiento de nacionalismos, de repliegue antiglobalizadora, en esta época de recortes presupuestarios y de la vuelta de los conservadurismos de mano de la derecha en América Latina, nos urge volver a pensar, precisamente, lo que significa disentir al interior de diseños democráticos planteados acorde modelos económicos.

    Al interior de esas grandes parcelas tenemos algunas heterogeneidades: epocales (algunos textos se remontan a cien años para atrás, otros son casi coyunturales de hoy), posicionales (desde la academia social o literaria, desde el activismo), disciplinares, y bien enfocados o muy generales. Hay de todo como en botica, como en botica sudamericana, puesto que hay producto globalizado y también preparado ancestral. Ambos de efectos y afectos dudosos, paradojales. Es en esta convergencia de los discursos y las prácticas sobre nación, cuerpo, sexualidad, raza, clase, activismo, academia, se presentan en este libro.

    1

    Arranca Chile. Claudio Barrientos y Juan Carlos Garrido en Amores clandestinos: discursos, prácticas y escenarios de la homosexualidad masculina, Chile 1990-2005 discuten al longilíneo país durante su transición democrática en relación con los sujetos queer y LGBT, y señalan paradojas de los posicionamientos de los movimientos por derechos sexuales en clave masculina. Sigue Jaime Barrientos con Academia y activismo LGBT en América Latina: ¿una relación fluida? en el que describe –evitando repartir culpas o responsabilidades– los vaivenes de las cooperaciones y desconfianzas entre activismo y academia LGBT en Chile, desentrañando las lógicas de cada cual y los lenguajes que son más extraños en apariencia que en sustancia. La disputa por la palabra autorizada y por los saberes circulantes es algo que tirios y troyanos pueden reconocer, y en la que pueden reconocerse, sin mucha dificultad. Cristián Opazo en "Pedagogía de un bailarín de discoteca: masculinidad y oficio en La huida, de Andrés Pérez Araya" recupera al director y actor chileno en una de sus obras más políticas: La huida junto a la exploración de un momento particular del Chile transicional en el que se conjugan el arte y la epidemia del SIDA, liberando a los discursos de la política y la identidad del sacrosantificado lenguaje neoliberal e institucional de la democracia capitalista. Un texto muy sentido, muy político que nos devela el sentido de comunidad que puede surgir desde una política de la supervivencia en esas circunstancias. Como Kafka y sus precursores, Fernando Blanco en Memorias y desclasificación: la acción directa de la vanguardia estética y los desafíos a la democracia nos trae un análisis sobre las dimensiones estéticas y políticas de la desclasificación de archivos, ejercicio que interpela arte y a los sujetos democráticos que lo acompañan con su disenso. El pasado nos dejó hace rato y en este texto Blanco critica la superposición de los discursos de la memoria y el reclamo por derechos sexuales sobre cuerpos y pulsiones que buscan su lugar en lo público. El ensayo recorre el problemático lugar efímero de la intervención, del happening, de la funa para la política y la legislatura contingentes.

    2

    Sigue el gran país que hoy tiene de todo: aborto, marihuana, matrimonio igualitario, identidad de género, trabajo sexual, dulce de leche Conaprole y a Mujica: Uruguay. En Avatares de una revolución sensual: Roberto de las Carreras y Julio Herrera y Reissig en los debates novecentistas sobre la sexualidad Marcos Wasem reflexiona acerca de una revolución sensual, aún pendiente y quizá por eso tan interesante, en la que dos compinches de fines del XIX y principios del XX, Roberto de las Carreras y Julio Herrera y Reissig, azuzaban debates sobre la sexualidad que resuenan hoy en las disputas legales y morales de la jurisprudencia y la cultura uruguayas. Otros debates que Diego Sempol describe y analiza en La politización de la diversidad: interseccionalidad y movimiento de la diversidad sexual uruguayo. La clave interpretativa es política en la lectura de los movimientos sociales para el período más reciente. ¿Por qué Uruguay, que queda tan cerquita, logró avances y sigue peleando por otros, en relación con la diversidad sexual y de género?

    3

    Argentina cierra el libro con una entrada variada a la agenda del libro que entrecruza Humanidades y Ciencias Sociales desde las políticas de los afectos hasta las de los derechos. Martín Boy, Maria Emilia Villalba y Tatiana Maltz en Sexualidades (i)legítimas: continuidades y rupturas en la relación entre el Estado y las organizaciones de la diversidad sexual. Argentina, 1969-2012 rastrean unos cincuenta años de avances y frenadas, grandes marchas y caminitos, que implican procesos y espacios de represión y de libertad en relación con las sexualidades y géneros no-normativos, hasta la consolidación de las organizaciones LGBT y el reconocimiento del Estado de múltiples derechos para una población históricamente marginada y violentada. Las Marianas, Cerviño y Palumbo en Los estudios sobre sexualidad en la transición democrática argentina reconstruyen las mutaciones ideológicas tanto de las ciencias sociales como de los partidos y actores políticos, que en la transición de la dictadura a la democracia política cambia revolución socialista y marxismo por democracia y liberalismo. Estas no son las palabras de ellas, pero dan la idea. Y es en una relación más estrecha con el liberalismo de los derechos humanos que con la justicia y liberación social del socialismo revolucionario que los nuevos discursos y sujetos sexuales emergen y se consolidan. Mario Pecheny en El papel del amor en el discurso político reivindicativo en sexualidad plantea también una paradoja que refiere al avance de derechos a través de discursos conservadores. Paradoja tanto sobre el avance como sobre las perspectivas que se abren y cierran. Daniel Link nos lleva devuelta a la literatura con su lectura de Copi en Copi: la voz (trans) del cielo (latinoamericano). Link plantea una lectura del sistema poético del autor destacando las posibilidades de la imaginación en la constitución de órdenes simbólicos que desafían los regímenes de dominación y regulación sociales. Cecilia Palmeiro en su texto Sobre la correspondencia reunidad de Néstor Perlongher propone una lectura transversal del proyecto escritural del argentino en el que poesía y política se imbrican mutuamente en el comentario sobre el acontecer de las dictaduras argentina y brasilera. El ensayo aborda el epistolario de Perlongher para pensar históricamente la temporalidad de la obra, la vida, el deseo. Mariano López Seoane en "Las narraciones de la historia: irrupciones queer en el Sur nos invita a un recorrido sobre el archivo disidente interrogando la solvencia ética con la que relatos, narrativas y proyectos de arte representan a cabalidad las historias de vida de sujetos marginales. Propone el autor una lectura a contrapelo del grupo SUR en su papel germinal de otras iniciativas emancipatorias como las del documental Putos Peronistas. Cierra el volumen Joseph M. Pierce con su artículo Amor, memoria y sentimentalismo en Ser gay no es pecado de Oscar Hermes Villordo en que explora la autobiografía del autor como documento de cultura en clave comunitaria revisando las estrategias afectivas que el sujeto gay" transita en una subcultura como la de la homosexualidad masculina en el Buenos Aires de la recién recobrada democracia (1983).

    Como canta Cazuza, como escribe Ernesto Meccia, el tiempo no para. Estos textos publicados hoy ya están siendo parte de un tiempo que fue, pero que es y será. Las lecturas renuevan los textos, y el público se renueva. Por suerte. Confiamos entonces que estos capítulos van a promover inteligentes y peliagudas lecturas y, por qué no, fructíferas y pacíficas guerras. Algo muy propio de nuestras queridas latitudes.

    PARTE I:

    Chile

    Amores clandestinos:

    discursos, prácticas y escenarios de la homosexualidad masculina, Chile 1990-2005

    Claudio Barrientos y Juan Carlos Garrido

    Introducción

    La transición democrática en Chile desde los años 90, construyó un contexto político propicio para la emergencia de nuevos movimientos sociales y, por tanto, de debates que daban cuenta de los temas pendientes y no abordados en las negociaciones políticas posdictadura. La homosexualidad masculina fue uno de los asuntos que comenzó a aparecer con insistencia en los diversos medios de comunicación: la televisión, la prensa escrita y las radios. Se realizaban entrevistas a activistas del MOVILH Histórico¹ al tiempo que se debatían en el Congreso temas como la despenalización de la sodomía, reflejando la producción de una versión moralizada de la homosexualidad en Chile (Robles 33-37) acorde con el ideario moral cristiano de los primeros dos gobiernos transicionales (P. Aylwin, 1990-1994 y E. Frei Ruiz-Tagle, 1994-2000). De este modo, los discursos sobre la homosexualidad que aparecían en la prensa chilena asumieron un sesgo homofóbico, asociando a la población homosexual con la desviación sexual e identificando a los homosexuales como focos propagadores de enfermedades de transmisión sexual, legitimando las hostilidades provenientes desde la sociedad civil hacia la comunidad gay, lesbiana y trans (Guajardo 133). En este mismo contexto, la crisis del VIH/sida en los años 80 y los diversos miedos y prejuicios que aparecen desde 1984 –con el primer caso de VIH en Chile–, alimentarían no sólo el rechazo hacia la enfermedad, sino también a la homosexualidad, siendo los mismos medios los que establecerían la conexión entre homosexualidad, sida y el peligro de muerte, confirmados por los prejuicios que emergen sobre las conductas sexuales (Contardo 351). Discursos aún más violentos irán en contra de la población trans, cuando desde la prensa se señalaban titulares como: Travesti con Sida tras las rejas, Transexual está en libre práctica. Por contacto con transexual con Sida, 8 personas a control, y Otra vez libre travesti con Sida tras las rejas, demostrando el sensacionalismo de la prensa al resaltar aspectos como el VIH/sida en las personas trans² a la vez que confirmando la hegemonía masculinista en el tratamiento de las minorías cuya aparición en lo público no se ajustaba a las normas homopatriarcales del buen gay blanco medioclasero.

    Bajo este contexto paradójico entre visibilización, regulación moral y prejuicios sobre la homosexualidad en los años 90 se articularon discursos, prácticas y escenarios desde el mundo homosexual masculino. Debido a los prejuicios de la época –tanto impuestos como asumidos– las expresiones homosexuales se desenvolvieron en espacios clandestinos, zonas de cruising y se manifestaron también en revistas exclusivas de la comunidad LGBT, construyéndose espacios de resistencia y adaptación a las violencias heteronormativas de la época dentro de la naciente democracia chilena.³ Particularmente en los primeros 15 años desde el retorno a la democracia en 1990, temas como el VIH, los debates sobre la despenalización de la sodomía y los discursos de la derecha por legitimar leyes que condenaban la homosexualidad como la ley N° 365 que penalizaba la sodomía y el artículo N° 373 del código penal que condenaba el atentado al pudor, la moral y las buenas costumbres. Esos discursos y prácticas conformaron un contexto en el que las personas LGBTQ se vieron obligadas a convivir en la clandestinidad, pero desarrollando prácticas que desafiaban los discursos del nuevo contexto conservador desde los márgenes. Esta dinámica incidió en los debates que se instalaban en la esfera pública gracias a las demandas originadas por las primeras asociaciones de sujetos LGBTQ del periodo.

    Este artículo busca reflexionar sobre la tensión existente entre los primeros 15 años de la transición democrática (1990-2005) en relación a la homosexualidad masculina. Nos insertamos en el contexto histórico y político del debate de la despenalización de la sodomía, la crisis del VIH y los discursos de la derecha y la iglesia católica que buscaban normalizar la homosexualidad mediante la justificación de leyes que criminalizaran estas prácticas. Desde nuestra perspectiva, si bien en este contexto existían agrupaciones de trans y lesbianas⁴, los discursos institucionales configuraban ideas específicas sobre la homosexualidad masculina, –ya que el lesbianismo no estaba asociado a la práctica del sexo penetrativo–, y en el caso de las personas trans, representadas como desviados, locos y hombres vestidos de mujer (Garrido 25-40), sus expresiones sexuales no entraban dentro de la idea de sodomía que se legitimó desde instituciones estatales y eclesiásticas. De esta manera, estas prácticas regulatorias heteronormativas permitieron la articulación de formas de afectividad y discursos amorosos clandestinos, generando diversos relatos, prácticas y espacios de encuentros que ilustraron no sólo una forma de responder al contexto conservador y autoritario, sino también mostrando la posibilidad de construir formas de experimentar y vivir la homosexualidad, desde incluso patrones de comportamiento y discursos homonormativos, generando una adaptación de formas de homoerotismo y amor en tiempos aún restrictivos para la disidencia sexual. Mediante el análisis de artículos de prensa, debates sobre la despenalización de la sodomía, archivos del activismo LGBTQ y entrevista de personas y actores anónimos para la época, buscamos demostrar cómo estos discursos amorosos y de afectividad, se constituyeron en estrategias de disidencia y respuesta a las violencias heteronormativas hacia hombres gays en el contexto de la naciente democracia chilena.⁵

    Nuestro trabajo de campo consistió en entrevistar a tres personas con distintas experiencias. Roberto Pablo, un activista de Lambda News: una revista de finales de los 90 y principios del 2000 que se desprendió del Movilh histórico, la que aglutinó a un pequeño grupo de hombres y mujeres homosexuales interesados en diversos temas políticos, de salud y de espectáculos relevantes para la comunidad gay del periodo estudiado. Su elección fue determinada por su condición de editor de la revista antes nombrada. La segunda persona es Maureen Junott, una clásica estrella del transformismo chileno de las últimas décadas quien nos ofrece una mirada sobre los espacios de entretenimiento y socialización gay en la bohemia santiaguina. Por último, tenemos a Darwin Caris, quien nos ofrece la mirada de un hombre gay sin experiencia en el activismo sumido en la clandestinidad de los noventas.

    La sociedad chilena no sufrió un destape cultural y sexual al estilo de las transición española donde la apertura posdictatorial hizo emerger cambios en las propuestas culturales y artísticas (Ballesteros 97-228). Más bien, la transición a la democracia en Chile se desarrolló bajo un esquema aún autoritario, en el que las Fuerzas Armadas y la derecha que apoyó a la dictadura van a seguir siendo poderes ideológicos, económicos y políticos fuertes (Weeks 107-121), con una iglesia católica que retomaría su labor preferentemente pastoral y religiosa, alejándose del ámbito de la defensa de los derechos humanos como lo fue en los años 70 y 80 (Cruz 27-82). Los conceptos y la lucha de los derechos humanos de las primeras dos décadas de nuevos gobiernos democráticos estuvieron ligados a derechos políticos y abusos como desaparición forzada, ejecuciones, tortura y prisión política (Collins 143-168), y en las negociaciones, desde la sociedad civil, por posibilidades de justicia y reparación en un contexto de incómodos silencios respecto de las violencias ejercidas durante el régimen de Pinochet (Stern 265-273). Según el historiador Steven Stern, el gobierno del democratacristiano Eduardo Frei (1994-2000) fue aún más conservador que el de su correligionario Patricio Aylwin (1990-1994) en materia de derechos humanos y como resultado, una política de olvidos y silencios se instala en la sociedad chilena hasta 1998 (106-143). Este contexto no favoreció la continuidad e independencia de los movimientos sociales en Chile: muchos organizados desde las bases de la sociedad civil chilena se vinculan ahora al nuevo aparataje estatal y se produce un periodo de desmovilización de parte de pobladores, mujeres, campesinos y otros sectores organizados, creando un impasse en la continuidad de los movimientos más emblemáticos de la década de los 80, como es el caso del movimiento feminista (Ríos, Godoy y Guerrero 257-273).

    La desmovilización social e institucionalización de las demandas sociales de grupos emblemáticos de resistencia y lucha antidictatorial por parte de los nuevos gobiernos democráticos, construirán un escenario en donde los movimientos LGBTQ se manifestarán en el espacio público, tensionando el nuevo orden democrático con demandas de minorías sexuales, que visibilizarán nuevas contradicciones en torno al tipo de democracia y sociedad factible de construir en el Chile de las décadas de los 90 y 2000.

    Las homosexualidades de este periodo se expresaron en diversos frentes: activismo, zonas clandestinas de encuentro o en espacios públicos (cruising), la vida nocturna gay, y en todos de manera fragmentaria, a veces invisible, esporádica e intermitente. En los años 90 se puede ver cómo estos discursos amorosos surgen desde distintas expresiones de la homosexualidad, aparecen en el contexto nacional caracterizados desde el conservadurismo y la heteronormatividad por medio de discursos públicos y políticas estatales (ODEPLAN) reproduciendo las políticas de la maternidad al interior de la familia heterosexual que fueron funcionales a la dictadura (Grau, Delsing y Brito 66-67). Pensamos en el discurso amoroso familiar como una simulación, una escena discursiva y retrato figurado que indica cómo alguien debe hablar amorosamente del sujeto amado (Barthes 13). Dicha narrativa se puede apreciar en el cómo y qué se relata de las experiencias amorosas de la época. Usando la perspectiva de Anthony Giddens nos centramos en la idea del amor confluente, es decir, en aquella relación en donde la sexualidad se transforma en un factor que debe ser negociado fuera del mandato monogámico romantizado por el amor eterno (40). Estas perspectivas nos sitúan desde el discurso y la práctica de las homosexualidades masculinas desde su puesta en ejecución y despliegue en espacios públicos y semipúblicos, grises y clandestinos ocultos, marginales, casi criminales.

    Este capítulo toma sujetos y fragmentos de los distintos discursos amorosos posibles de leer entre 1990 y 2005, dentro del contexto normativo y su relación con el ejercicio de la homosexualidad en los ámbitos y escenarios que emergen en espacios heteronormados o en los espacios clandestinos relacionados con el mundo de la bohemia y el underground gay. En primer lugar, exploraremos el contexto político, hetero y homonormativo de la época, particularmente respecto a los discursos y escenarios de violencia articulados en los años 90 y 2000, los que definieron una sociedad conservadora y, al mismo tiempo, espacios y escenarios clandestinos y semiprivados usados para resistir y esconderse de la presión y criminalización de la discursividad heteronormativa. Posteriormente, reflexionaremos respecto a cómo estos discursos y escenarios heteronormativos definieron el discurso amoroso gay-homosexual, utilizando testimonio y archivos LGBTQ para caracterizar y entender las dinámicas dentro de estos espacios clandestinos. Finalmente, reflexionaremos respecto a los amores clandestinos, sus contradicciones y ambigüedades en el contexto posdictatorial.

    1. Escenarios de un rosa amanecer. Activismo LGBTQ, el contexto político, hetero y homo-normativo de los años 90 y 2000

    El MOVILH Histórico emerge en 1991 dentro de un taller de Derechos Civiles organizado por la Corporación Chilena de Prevención del SIDA (Robles 33), una organización no gubernamental que se dedicaba a enfrentar la epidemia del VIH/sida. Sin embargo, anteriormente en los años 80 aparecieron las primeras expresiones contestatarias hacia los valores conservadores de la época, como es el caso del colectivo lésbico Ayuquelén y el colectivo de arte homosexual Las Yeguas del Apocalipsis. En estos espacios, se dieron el primer ejercicio del feminismo lésbico y diálogo con agrupaciones feministas –como en el caso de Ayuquelén– (Largo 231-233), como también las primeras manifestaciones artísticas y culturales que lograron plantear y visibilizar la disidencia sexual por medio de la performatividad, como el caso de las Yeguas (Franco 117). A pesar de estos antecedentes, fue en los años 90 y con la transición democrática que el movimiento homosexual llegó a ser político y social, abriendo más espacios para la visibilización de la diversidad sexual en el país, pero particularmente de la homosexualidad masculina.

    Abriendo tímidamente un periodo de transformaciones políticas, sociales y culturales, la década del 90 posibilitó la aparición de debates respecto al divorcio, aborto, pastillas anticonceptivas y la despenalización de la sodomía en Chile. Para la Iglesia Católica, la aparición de estos debates reflejaba la crisis de la familia o la crisis moral que se enfrentaba a nivel mundial; en casos como Chile, una de las formas de enfrentar esta situación desde el Estado fue con el estudio, diagnóstico y diseño de las políticas públicas focalizadas para la familia, demostrado en la creación de la Comisión Nacional de la Familia en 1992, bajo la presidencia de Patricio Aylwin (Delsing 111). En este contexto, debates como el generado por la despenalización de la sodomía provocaron reacciones desde distintos bandos políticos, pero también desde las agrupaciones LGBTQ de la época particularmente desde el MOVILH Histórico. La ley N°365 denominada de Penalización de la Sodomía, fue un artículo del código penal que criminalizaba las relaciones homosexuales, planteando que: El proceso por el delito de sodomía sufrirá la pena de presidio menor en su grado medio. Para la población LGBTQ, la ley de penalización de la sodomía fue una forma de criminalizar la homosexualidad, transformándose en la principal bandera de lucha del MOVILH Histórico en los años 90. Con la finalidad de lograr esto, dicha organización se involucró en los debates parlamentarios que buscaban reformar el Código Penal en cuanto a materias sobre el delito de la violación. Para las primeras discusiones, activistas del MOVILH Histórico participarían en las comisiones sobre Constitución, Legislación y Justicia (Biblioteca de Congreso Nacional 19).

    A pesar de los intentos por despenalizar la sodomía, y del contexto global respecto a la exclusión de la homosexualidad como ‘enfermedad’, los argumentos que apoyaban la existencia de la ley n°365 apuntaban a que Chile no estaba preparado para presenciar actos homosexuales:

    El sentido común aconseja, sin embargo, que esto no es normal, no es conveniente que se haga en forma pública, porque puede repercutir en la sociedad de diversas maneras. Impacta presenciar actos homosexuales y puede producir daño en las personas; en los menores puede producir corrupción, llevar a una deformación y a un conflicto. De modo que la práctica de esta homosexualidad genuina debe ser privada, para que no sea un elemento perturbador en la sociedad. (Biblioteca del Congreso Nacional 35)

    La cita anterior es la recomendación del primer informe de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia, sobre la modificación de la ley de penalización de la sodomía, la cual reconocería que, a pesar de que es claro que la homosexualidad no es un acto criminal, su completa legalización podría tener efectos negativos en la sociedad chilena: dicha visión expresó la mirada conservadora y criminalizadora de la homosexualidad, a la cual se culpaba de corromper y deformar la sociedad chilena en términos de los valores respecto a la familia y la sexualidad. Parlamentarios de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN) y de la Democracia Cristiana (DC) fueron los principales opositores para que se despenalizara este artículo, formando parte de los intensos debates que se realizaron respecto al tema de la sodomía (Robles 77-82). Argumentos como el de la diputada María Angélica Cristi (UDI) muestran el pensamiento de su partido respecto a este tema:

    Por otra parte, si bien es cierto que la jurisprudencia no registra procesados por el delito de la sodomía consentida, se hace necesario mantener alguna forma de intolerancia frente a conductas que, al menos, merecen una sanción social, básicamente como una forma de prevenir en nuestro país la aparición de un homosexualismo militante, como ha sucedido en otros, y con cierta agresividad se organiza y exhibe, iniciándose, de esta forma, una especie de escalada de exigencias para lograr concesiones jurídicas de relaciones anormales. (Biblioteca del Congreso Nacional 74)

    Las palabras de la diputada Cristi demuestran la necesidad por sancionar de alguna manera la homosexualidad para evitar el desarrollo del activismo homosexual –tal como se estaba desarrollando con la presencia del MOVILH Histórico. De esta manera, se acusa al movimiento homosexual de agresivos y de promover las relaciones anormales tras transgredir la heteronormatividad hegemónica que se defendía desde sectores conservadores y eclesiásticos. La derecha y su discurso conservador de los años 90 apelaban a su postura de salvaguardar la tradición y ejercer el monopolio de opinión respecto a temas valóricos como el aborto, divorcio y la penalización de la sodomía (Osorio 55-56). Frente a dichos discursos que obstaculizaban la despenalización de las prácticas homosexuales, el MOVILH Histórico denunciaba las constantes redadas y detenciones irregulares ejercidas hacia la población homosexual. Señalan que tanto estos discursos parlamentarios como también la persecusión y hostigamiento policial respondían a una oleada conservadora que reprimiría a las personas LGBTQ en Chile. Tal como lo denunció en la prensa Víctor Hugo Robles, activista de la organización en aquella época: "tiene que ver con toda la oleada conservadora que hay en este

    país, que intenta reprimir a nuestros jóvenes, a las mujeres, a la gente diferente como son los homosexuales"⁶.

    Frente a la poca voluntad política para detener los casos de homo-lesbo-transfobia, el MOVILH tomaría acciones con la Corte de Apelaciones para presentar recursos de protección hacia víctimas de operativos policiales⁷, usando a la misma institucionalidad para poder proteger a miembros hostigados y perseguidos por operativos policiales. Con estas

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