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De la leyenda al relato fantástico
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Libro electrónico106 páginas1 hora

De la leyenda al relato fantástico

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Esta antología muestra la trayectoria de José María Roa Bárcena (1827-1908) por el relato fantástico, según dos polos complementarios. En primer lugar, cuatro leyendas en verso con motivos sobrenaturales, tomadas de su misceláneo libro de 1862, Leyendas mexicanas, cuentos y baladas del norte de Europa. En segundo lugar, sus cuentos de madurez con una postulación fantástica plena: "El hombre del caballo rucio" (1865) y, sobre todo, "Lanchitas" (1877). De la lectura de este volumen se deducirá que el autor superó lo legendario en cuanto paradigma cerrado que incluye lo sobrenatural como parte de una explicación religiosa, para alcanzar las dimensiones del cuento moderno en su modalidad fantástica. Además de exhibir el ascendente proceso de aprendizaje en la escritura seguido por Roa Bárcena, los textos de esta antología probarán que su obra todavía tiene mucho que comunicar a los lectores actuales.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 ene 2020
ISBN9786070238178
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    Vista previa del libro

    De la leyenda al relato fantástico - José María Roa Bárcena

    Edición e introducción

    Rafael Olea Franco

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

    MÉXICO 2012

    Tabla de Contenidos

    INTRODUCCIÓN

    DE LA LEYENDA AL RELATO FANTÁSTICO

    LA PRINCESA PAPANTZIN

    LA VUELTA DE UNA MADRE

    LA RESTITUCIÓN

    LA CUESTA DEL MUERTO

    EL HOMBRE DEL CABALLO RUCIO

    LANCHITAS

    INFORMACIÓN SOBRE LA PUBLICACIÓN

    AVISO LEGAL

    DATOS DE LA COLECCIÓN

    OTRAS OBRAS DE JOSÉ MARÍA ROA BÁRCENA (MÉXICO, 1827-1908)

    INTRODUCCIÓN

    Para mi amiga RBV

    ESTA ANTOLOGÍA REÚNE DIVERSOS TEXTOS DE JOSÉ MARÍA ROA BÁRCENA (1827-1908) QUE MUESTRAN SU PAULATINA incursión por el relato fantástico, tanto en formas versificadas como en prosa. La trayectoria del escritor veracruzano por este género podría sintetizarse en dos polos complementarios, los cuales representan parte sustancial del desarrollo de toda su obra: de su incipiente ejercicio de leyendas con motivos sobrenaturales, a la madurez de su escritura dentro del cuento moderno con una postulación fantástica plena.

    En efecto, el interés primigenio del autor por temas afines a lo fantástico se reveló en su misceláneo libro de 1862 (nunca reimpreso) Leyendas mexicanas, cuentos y baladas del norte de Europa, donde aparecen algunos relatos versificados con argumentos divergentes de una concepción literaria realista. Entre las ocho leyendas de la primera sección del volumen (siete prehispánicas y una colonial), destaca La princesa Papantzin, cuya trama elabora los múltiples presagios de la llegada de los españoles a Tenochtitlan.

    Según se anuncia en el primer canto, la joven y bondadosa princesa del título, hermana del rey Moctezuma, es resucitada por designio divino con el fin de que transmita a los suyos la buena nueva de la fe cristiana:

    En medio de agüeros de gran desventura,

    Dios quiso a la azteca gentil monarquía

    con raro portento mostrar cierto día,

    si bien entre sombras, la luz de la fe.

    Sacó del sepulcro discreta princesa

    que a reyes y plebe contó lo que ha visto;

    con ello el apóstol primero de Cristo

    en estas regiones de América fue.¹

    Paralizado por los augurios funestos, el rey Moctezuma es incapaz de pelear contra los invasores, tarea que sí asumen sus súbditos, aunque con fortuna adversa. Al final, la voz lírica pretende atenuar la fatalidad histórica del pueblo azteca enunciando la quimérica idea de que el cristianismo estableció un vínculo de amor entre los bandos antagónicos: Sus lazos amorosos la Cruz luego / tendió entre vencedores y vencidos. Como muchos escritores mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX, Roa Bárcena participó de un afán nacionalista fundado en el romanticismo, al cual se sumaron su personal ideología conservadora y sus profundas creencias religiosas. Por ello se propuso la ilusoria empresa de conciliar el cristianismo español con el mundo prehispánico, cuya cosmovisión y prácticas religiosas desconocía.

    Para los propósitos de esta antología, interesa notar que si bien la resurrección de la princesa Papantzin infringe las leyes causales del mundo familiares para los personajes, al inicio de la leyenda se adelanta que ese suceso sobrenatural emana de la voluntad divina, por lo que participa de una mentalidad católica que lo define como un milagro. Así, este insólito caso no es el principio estructural y dominante del relato, sino más bien una herramienta tanto para la eventual conversión religiosa de los personajes, como para construir un mensaje ideológico dirigido a los lectores, quienes se encontraban inmersos en un conflicto histórico —la fratricida y sangrienta lucha entre liberales y conservadores—donde la religión y la Iglesia desempeñaban una sustancial labor.²

    Antes de analizar La Cuesta del Muerto, la otra leyenda con tema sobrenatural, conviene comentar brevemente, por sus semejanzas con el texto anterior, dos relatos en verso pertenecientes a la segunda sección del libro, donde Roa Bárcena tradujo, siempre a partir de las versiones francesas de X. Marmier, algunas obras europeas que englobó como cuentos y baladas. En La vuelta de una madre, desde su tumba una mujer logra que Dios le conceda regresar al mundo de los vivos por una sola noche, durante la cual ella vela por sus seis hijos, quienes sufren el descuido de su padre y de la nueva esposa de éste (por cierto que, como en la leyenda de Papantzin, en este relato la aparición sobrenatural es percibida primero por una niña, cuya inocencia atenúa su reacción frente al suceso extraordinario). En La restitución, el alma en pena de un hombre pide que su viuda devuelva a unas huérfanas la propiedad de la cual las despojó, porque así él podrá Volver al sepulcro y en él descansar. Como se ve, el acto increíble narrado en ambos textos —el regreso de los muertos al mundo de los vivos— no afecta gravemente la conducta de los personajes, ni deriva en las tramas de suspenso típicas del género fantástico; más bien sirve para plasmar una intención didáctica y moralizante.

    El tema de las ánimas en pena, como se le llama en México, adquiere su mayor extensión en la única leyenda colonial: La Cuesta del Muerto, obra de patente y a veces rudo aprendizaje poético, constituida por once desiguales cantos, en versos donde alternan diferentes formas métricas: desde octosílabos asonantados, dispuestos en cuartetas o en largas tiradas, hasta endecasílabos consonantes en octavas, pasando incluso por una especie de silva (como sus casi cien páginas impiden su reproducción completa, en esta compilación sólo se ofrecen sus dos primeros cantos y el último). Después de un retrato lírico de las bellezas campiranas entre Jalapa y Coatepec, en el segundo canto el narrador principal o cronista (como él se identifica) se sorprende de que su guía en la caza, un hombre valiente pero supersticioso, de pronto sea presa de un irracional pavor. Para justificar su miedo, el guía refiere que el nombre del lugar donde se encuentran, la Cuesta del Muerto, se debe a que, apenas cae la tarde, muchos testigos han percibido ahí la visión de una casa incendiada, así como de un fantasma que carga un pesado costal:

    El muerto, cual si pujase

    al peso de lo que lleva

    y que debe de quemarle.

    Ala orilla del abismo,

    do ser más profundo sabe,

    se para; los pies afirma;

    mece en infernal balance,

    siempre en las espaldas puesto,

    el costal para lanzarle,

    y a poco desaparecen

    muerto y costal, y unos ayes

    resuenan, que con oírlos

    para morirse hay bastante.

    El escéptico cronista decide aguardar la llegada de la tarde para cerciorarse de la

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