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La viuda de Apablaza
La viuda de Apablaza
La viuda de Apablaza
Libro electrónico60 páginas47 minutos

La viuda de Apablaza

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Definitivamente La viuda de Apablaza es una obra casi única del teatro chileno. Su fuerza dramática, el certero tejido de sus personajes, su lenguaje campesino, su rico subtexto, su aliento de tragedia griega la convierten en una pieza clásica. Su autor, Germán Luco Cruchaga (1894- 1936), tal vez no supo que había acertado con un personaje de extraordinario vigor y con un cuadro de la vida en el campo que va más allá del criollismo para ser una conmovedora y penetrante mirada al juego cruel del amor que tiene las mismas resonancias en pobres y ricos, en cualquier época y lugar. La viuda… fue estrenada en 1928 en Santiago por la compañía de Evaristo Lillo en una época de teatro bohemio y melodramático. Sus reales valores fueron apreciados mejor en la versión del Teatro Experimental dirigida en 1956 por Pedro de la Barra. Entonces, la protagonista fue Carmen Bunster, gran actriz, de profunda voz y poderoso temperamento. Recién a esas alturas, los estudiosos recorrieron con atención el texto de Luco Cruchaga y lo valorizaron como una joya de fulgores permanente.
IdiomaEspañol
EditorialMAGO Editores
Fecha de lanzamiento7 nov 2016
ISBN9789563173628
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    La viuda de Apablaza - Germán Luco Cruchaga

    © Copyright 2016, by Germán Luco Cruchaga

    Primera edición: Septiembre 2016

    Director: Máximo González Sáez

    Colección Puesta en escena

    editorial@magoeditores.cl

    www.magoeditores.cl

    Registro de Propiedad Intelectual Nº 268.011

    ISBN: 978-956-317-342-0

    Diseño y diagramación: Catalina Silva Reyes.

    Lectura y revisión: Editorial MAGO

    Transcripción: Ruth Lazo Pastore

    Edición electrónica: Sergio Cruz

    Ilustración portada: www.flickr.com/photos/103244892@N04/21703318099/sizes/o/

    Vincent Van Gogh, Head of a brabant peasant woman with dark cap. (1885)

    Derechos Reservados

    Esta obra fue estrenada el 29 de agosto de 1928, en el Teatro La Comedia, por la Compañía Ángela Jarques-Evaristo Lillo, luego repuesta en 1956, en el Teatro Antonio Varas, por el Teatro Experimental de la Universidad de Chile, con el siguiente reparto:

    Dirección

    Pedro de la Barra

    Escenografía e iluminación

    Raúl Aliaga

    La acción ocurre en un lugar al sur y al interior de Temuco, alrededor de 1925.

    Primer Acto

    En el otoño

    Primer Acto

    Patio interior de vieja casona de campo cuyas ventanas se abren al corredor donde se guardan los caballos de madera con las monturas, las riendas, lazos, yugos, arados y aperos campesinos. Lateral izquierda, ancho portalón de bodega. A su lado, un gran montón de paja. Decorando el corredor, maceteros de cardenales y jaulas con pájaros nativos. Remigio, Fidel y Custodio juegan a la rayuela. Derecha, Celinda aviva el fuego del brasero, sentada en un piso junto a la mesilla con los menesteres del mate. Después de jugar, los tres se acercan a la raya y discuten.

    Remigio.- ¡Quemaíta! Al puro pelo…

    Fidel.- Dos por cinco.

    Custodio.- A mano.

    Remigio.- ¡Chi! ¡Cómo a mano ey vos perdiste cuatro y yo llevo cinco!

    Custodio.- Los cinco deos de la mano p’s, cabro…

    Remigio.- Gracioso el niño. Pa jugar hay que tener formaliá… Los recontra a quemás y con maulas…

    Celinda.- ¿Y no puee irse a juar a otro lao…? La zalagarda que tienen los peazos de treiles…

    Remigio.- No se enoje pus Celindita… Si es puro juguete no más…

    Custodio.- Si no apostamos ni cobre…

    Celinda.- Así será, pero si los merece rochar mi tía, los encumbra…

    Fidel.- Y qué vamos hacer si Ñico no se entriega los aperos.

    Celinda.- ¿Cómo? ¿Y Ñico ónde está?

    Fidel.- Ratazo que no lo vimos… Antes de terminar la lechaúra salió p’al bajo a buscar la vaquilla Pampa, que estaba pasá e cuenta…

    Remigio.- Y hará como una menguante que lo estamos esperando…

    Celinda.- ¡Güen dar con el hombre este! Onde diablos se habrá metío… Contimás que mi tía se las tiene sentensiá… ¿Y aónde están los aperos pa entregárselos?

    Custodio.- Si ey están los yugos; pero las coyundas las guarda Ñico, con llave, en la caja de las herramientas, porque en la noche vienen a comérselas los perros del indio Curimil…

    Remigio.- Pero la viua tiene llave mestra… Píasela usted.

    Celinda.- (Se acerca a una de las ventanas.) Oiga, tía… Aquí dicen estos que les empreste la llave mestra p’abrir el cajón de las herramientas; que a Ñico no lo pueen hallar, que salió a buscar la vaquillona Pampa que está pasá e cuenta… Y las coyundas están ey.

    La viuda.- (Apareciendo con su gran moño de cohete, blusa de percal de color vivo con las mangas a los codos y con zuecos.) ¿Qué decís Celinda? ¿Que Ñico no ha entregado los aperos y ya con el sol alto? ¡Me cachis con el peazo de mugre este! Tomá las llaves vos, Custodio, y sacá las coyundas. Si una tiene que andar metía en too… Son las nueve y los bueyes d’iociosos… Ves, Fidel, anda p’al bajo

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