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Fundamentos de economía política: Los patrones de acumulación, de los clásicos al neoliberalismo del siglo XXI
Fundamentos de economía política: Los patrones de acumulación, de los clásicos al neoliberalismo del siglo XXI
Fundamentos de economía política: Los patrones de acumulación, de los clásicos al neoliberalismo del siglo XXI
Libro electrónico384 páginas6 horas

Fundamentos de economía política: Los patrones de acumulación, de los clásicos al neoliberalismo del siglo XXI

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Desde algunas corrientes de pensamiento, se considera a la economía como una caja de herramientas a la que acudir para resolver necesidades múltiples contando con recursos escasos. Desde otras, en cambio, se adopta la categoría de economía política como clave para articular teoría y conceptos con el análisis de procesos históricos y sujetos sociales. Este es justamente el camino que sigue Eduardo Basualdo en este libro, en el que toma el concepto de "patrón de acumulación de capital" como una categoría central para la investigación social en general, y amplía su alcance para incluir cuestiones vinculadas con el Estado, el poder, la hegemonía y las luchas sociales en su análisis.

En estas páginas, en las que se presenta una mirada sobre la historia del capitalismo, Basualdo demuestra persuasivamente cómo, dentro de ese modo de producción, no solo ha habido fases en la economía mundial sino que en los países se han desarrollado patrones de acumulación específicos. Son esos factores nacionales, sostiene el autor, los que explican las formas concretas que han adoptado los modelos de producción alineados con el capitalismo y también los que han buscado oponerse a él.

En un arco que se remonta a los autores clásicos de la economía (Smith, Ricardo, Marx) y llega al neoliberalismo de nuestros días, con numerosos ejemplos que anclan sus conceptos en la realidad argentina y latinoamericana, Basualdo construye un recorrido ambicioso y riguroso por los avatares de las economías periféricas y despliega una serie de categorías fundamentales para pensar hoy el capitalismo dependiente.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 nov 2019
ISBN9789876299251
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    Fundamentos de economía política - Eduardo M. Basualdo

    Índice

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    Índice

    Portada

    Copyright

    Dedicatoria

    Presentación

    1. La teoría del valor y los modos de producción. Conceptos fundamentales de la economía política

    La teoría del valor y los modos de producción en el análisis realizado por los clásicos

    Adam Smith

    David Ricardo

    Karl Marx

    2. Los patrones de acumulación de capital en el modo de producción capitalista

    Acerca del concepto

    Las instancias analíticas que configuran un patrón de acumulación de capital

    3. La instancia estructural de los patrones de acumulación de capital. La conformación de la estructura económica a través de la oferta y la demanda final y su vinculación con la demanda intermedia

    La revolución teórica keynesiana

    La oferta y la demanda agregada a partir de la irrupción del keynesianismo

    La importancia de la demanda intermedia en el análisis de la estructura económica

    La teoría de la competencia imperfecta y el análisis de la concentración del capital

    Los aportes para aprehender la fisonomía de la estructura económica de las derivaciones de la matriz de insumo-producto

    Anexo. Una aplicación de la matriz de insumo-producto

    4. La unidad económica en situaciones en que predomina la concentración de capital o la centralización económica

    La importancia de la empresa como unidad económica

    La modificación de la unidad económica durante los procesos en que rige la centralización del capital

    Las características y atributos de los grupos y conglomerados económicos

    La presencia de las empresas agropecuarias en las dos fracciones del capital que integran la oligarquía pampeana

    Notas sobre las características de los conglomerados extranjeros

    Una aproximación a la evaluación cuantitativa de los efectos de la centralización del capital en la estructura económica

    5. La incidencia de la concentración, la centralización y la transnacionalización del capital en las diferentes fases de la economía mundial

    La concentración y la centralización del capital como sustentos de la era del imperio

    La importancia de la concentración y la centralización del capital oligopólico estadounidense en la expansión de la edad de oro del capitalismo

    La crisis de la edad de oro y la irrupción del neoliberalismo

    Los efectos de la internacionalización financiera sobre la economía real

    La permanencia de la centralización del capital en la incierta situación actual

    Bibliografía

    Eduardo Basualdo

    FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA POLÍTICA

    Los patrones de acumulación, de los clásicos al neoliberalismo del siglo XXI

    Basualdo, Eduardo

    Fundamentos de economía política / Eduardo Basualdo.- 1ª ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2019.

    Libro digital, EPUB.- (Economía Política Argentina / Eduardo M. Basualdo)

    Archivo Digital: descarga

    ISBN 978-987-629-925-1

    1. Economía. 2. Economía Argentina. I. Título.

    CDD 330.82

    © 2019, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

    Diseño de portada: Eugenia Lardiés

    Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

    Primera edición en formato digital: mayo de 2019

    Hecho el depósito que marca la ley 11.723

    ISBN edición digital (ePub): 978-987-629-925-1

    A María Margarita Richards (Marjorie), mi querida, insustituible y añorada compañera

    Presentación

    La evolución de la economía expresa, al igual que la del resto de las ciencias sociales, las contradicciones que atraviesan a la sociedad capitalista. De ahí que el enfrentamiento entre las doctrinas ortodoxas (que ejercen la hegemonía en la academia) y las heterodoxas (que ejercen la crítica al statu quo), así como entre las diferentes vertientes dentro de cada una de ellas, no configura una excepción: por el contrario, es lo esperable en un estadio de la vida humana fundado en clases sociales con intereses contrapuestos.

    Desde esa perspectiva, este libro se inscribe en el orden de lo heterodoxo, ya que en varios aspectos cruciales se aparta del canon establecido por los usos y costumbres de la academia. En primer lugar, porque se ocupa solo de aquellos contenidos imprescindibles para comprender el papel que adoptan los patrones de acumulación de capital, categoría que constituye el eje ordenador de estas páginas. En segundo lugar, porque si bien la economía es su principal objeto de análisis, su orientación se aleja del pensamiento ortodoxo (aunque lo incorpora de manera directa o indirecta), es decir, de las diversas corrientes de pensamiento de la visión marginalista. En tercer lugar, porque integra conceptos y categorías de otras ciencias sociales, fundamentales para aprehender los procesos económicos y sociales; sin ellos, el comportamiento de las variables que conforman la economía se vuelve una incógnita o –también bastante frecuente– da lugar a interpretaciones antojadizas basadas en supuestos adoptados arbitrariamente, sin sustento en la realidad económica y social. Por último, la heterodoxia es también metodológica: como fuentes primarias, este libro se vale tanto de los autores clásicos como de quienes luego analizaron sus supuestos. En otras palabras, el lector encontrará citas que le permitirán captar de primera mano los conceptos en cuestión, contemplando el amplio abanico de matices planteados por quienes se ocuparon de la realidad social o del estudio del pensamiento económico.

    El propósito central de este libro es analizar los atributos y aportes del concepto de patrón de acumulación de capital y, más precisamente, señalar que, dentro del modo de producción capitalista, no solo hay fases sucesivas en la economía mundial: también en las realidades nacionales se desarrollan patrones de acumulación específicos, con cierta autonomía relativa respecto de los procesos internacionales. Esa autonomía se origina en la intervención de los factores locales, decisivos al momento de moldear la manera en que se plasma –en un país determinado– cada fase de la economía internacional. En realidad, se debe justamente a la incidencia de estos factores a nivel nacional que cada fase del modo de producción capitalista dé como resultado un espectro amplio de dinámicas, tanto en aquellos patrones de acumulación específicos alineados con ella, como en los que se le contraponen. Esta última opción ha sido frecuente en América Latina a raíz de la irrupción de los regímenes nacionales y populares.

    La noción de patrón de acumulación de capital resulta vital para aprehender las formas concretas que adopta una economía. Para eso, hay que considerar diversos niveles de análisis: el comportamiento de las variables económicas, la conformación de la estructura económica, el tipo de Estado, el bloque de poder, el tipo de hegemonía y cómo se desarrollan las luchas sociales dentro de una sociedad. Si bien estos niveles podrían estudiarse caso por caso para cada uno de los países de la región, en estas páginas se apelará en su mayoría a ejemplos locales tomados de la Argentina (la unidad latinoamericana es una aspiración que se lleva en el corazón, pero que se enfrenta con realidades muy heterogéneas y disímiles en América Latina; quede pendiente esta tarea, entonces, para otros trabajos y otros autores).[1]

    El libro está dividido en cinco capítulos, que tratan distintos aspectos de una misma problemática. El primero funciona como una introducción en la que se destaca la importancia de la teoría del valor y del enfoque histórico para establecer las discontinuidades en la evolución humana. En el segundo, tercer y cuarto capítulo, se plantea un análisis macro y microeconómico de los patrones de acumulación de capital. En el último, se indaga en los resultados de las distintas fases del modo de producción, tomando como eje el creciente proceso de concentración y centralización del capital.

    Más puntualmente, el capítulo 1 señala la crucial importancia que asumen la teoría del valor y los modos de producción para la existencia de los patrones de acumulación de capital. Desde un punto de vista metodológico, se analizan las coincidencias y discrepancias de los autores clásicos (Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx), en tanto ambos conceptos son centrales en la conformación de la ciencia económica y, en consecuencia, en el desarrollo teórico de sus fundadores. Todos ellos coinciden en que la teoría del valor tiene una importancia decisiva, pero la analizan desde visiones diferentes de la historia. Mientras Smith y Ricardo adoptaron una perspectiva histórica lineal, Marx abordó la teoría desde el materialismo histórico; esto le permitió no solo solucionar las cuentas pendientes de sus antecesores, sino diferenciar los modos de producción, uno de los cuales es el capitalismo en cuyas fases se despliegan los patrones de acumulación de capital.

    El capítulo 2 se ocupa de los patrones de acumulación de capital, algo sumamente relevante para aprehender desde otro ángulo las diferentes concepciones en el debate económico. Se trata de un abordaje no solo macroeconómico, sino de un conjunto de niveles de análisis y categorías provenientes de las ciencias sociales, principalmente de la sociología y las ciencias políticas, y que remiten al estudio de la naturaleza del Estado, el bloque de poder, los intelectuales orgánicos y la hegemonía, apelando a autores de la talla de Antonio Gramsci, Guillermo O’Donnell, Nicos Poulantzas, Emilio de Ípola, entre otros.

    En el capítulo 3, se indaga un nivel de análisis vinculado al concepto de patrón de acumulación que, por su complejidad y trascendencia, no se abordó en el capítulo anterior: la fisonomía de la estructura económica mediante la oferta y demanda keynesiana y la demanda intermedia de Wassily Leontief. La conjunción de ambas permite armar un cuadro completo de las condiciones estructurales, algo para nada obvio que hasta el momento no había sido abordado desde esa perspectiva. A su vez, se examina la configuración interna de la demanda intermedia sobre la base de la matriz de insumo de productos. Este aporte permite identificar las leyes que rigen el comportamiento productivo y su articulación con la unidad económica, proveyendo valiosos elementos para la definición de políticas económicas. Se trata, por cierto, de una problemática trascendente ya que, como sostiene el maestro Julio H. G. Olivera, se pueden establecer pocas leyes económicas cuando se considera el recorrido del modo de producción capitalista en su conjunto, pero sí las hay –y no pocas– en el desarrollo de los diferentes patrones de acumulación de capital.

    El capítulo 4 incursiona en otra cuestión central: la unidad económica en los patrones de acumulación de capital, en este caso, desde una perspectiva diferente a la microeconomía tradicional. Se trata, aquí, de constatar cómo ha ido cambiando el foco de la empresa al grupo o conglomerado económico, en un arco histórico que va de la competencia perfecta (que responde a un análisis teórico que nunca se verificó en la realidad) a la concentración económica y, más tarde, a otra instancia en que ese papel protagónico –pero no excluyente de la concentración, sino complementario– lo asume la centralización del capital.

    Por su parte, el quinto y último capítulo revisa la incidencia que han tenido hasta la actualidad la acumulación, la concentración y la centralización del capital en la determinación de las diferentes fases por las que ha transitado la economía mundial (modo de acumulación), considerando desde luego los aportes de los diversos autores y escuelas del pensamiento económico.

    * * *

    Mi mayor agradecimiento a los comentaristas de este libro, tanto a los integrantes del Área de Economía y Tecnología de la Flacso (Victoria Basualdo, Enrique Arceo, Pablo Manzanelli, Nicolás Arceo y Mariano Barrera) como a los de otras instituciones (Mariano Arana, Nicolás Tereschuk y Juan Santarcángelo). También mis disculpas públicas por no haber podido incorporar, por cuestiones personales, buena parte de sus interesantes comentarios y sugerencias.

    Cabe mencionar finalmente que este trabajo fue realizado en el marco del proyecto PICT 2016-3306, que cuenta con patrocinio de la Agencia Nacional de Promoción Científica e Innovación Productiva.

    Eduardo M. Basualdo

    agosto de 2018

    [1] Al respecto, cabe destacar la labor que viene desarrollando desde hace treinta y cinco años el Área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Ya desde sus comienzos, el Área implementó un programa específico abocado al análisis de ciertos patrones de acumulación de capital.

    1. La teoría del valor y los modos de producción

    Conceptos fundamentales de la economía política

    El enfoque tradicional del estudio sobre la evolución del pensamiento económico analiza los sucesivos y diversos planteos que se desplegaron a lo largo de la historia como si describieran un proceso de avances y retrocesos que culmina con la instauración del capitalismo. Para recordar algunos hitos de ese periplo, esas visiones se remontan a Aristóteles (384-322 a.C.), uno de los primeros en utilizar el término economía para referirse a las leyes de la economía doméstica, quien mientras condenaba la usura, justificaba la esclavitud y la condición inferior de las mujeres.[2] Luego, le siguió el mercantilismo, que dominó el funcionamiento económico entre fines del siglo XVI y mediados del XVIII. En términos generales, esta escuela sostenía que el oro y los metales preciosos eran el sustento de la riqueza, para lo cual debía tenerse un saldo comercial favorable; por lo tanto, defendía el proteccionismo y las importaciones de productos primarios así como la exportación de manufacturas, manteniendo salarios bajos.[3]

    A continuación, dentro de la historia del pensamiento económico se encuentra la renombrada escuela de los fisiócratas (Quesnay, Turgot, Du Pont de Nemours, entre otros) que, junto con el mercantilismo, fueron mencionados en tono crítico por Adam Smith e incluso por Karl Marx, aunque este último reivindicó su enfoque global del proceso económico. Esta escuela, que surgió en el siglo XVIII como respuesta al mercantilismo, consideraba que las leyes humanas debían estar en armonía con las de la naturaleza; de esta concepción surgió el famoso apotegma en el pensamiento económico de dejar hacer, dejar pasar (laissez faire, laissez passer). Los fisiócratas asumían que existía una ley natural independiente de los hombres y de sus instituciones por la cual la producción agropecuaria posibilitaba la generación de un excedente económico. Ni la producción artesanal (industria de la época), ni el comercio y –menos aún– la burocracia estatal disponían de este atributo, por lo que entendían que todos ellos eran parasitarios en virtud de que recibían ingresos sin generar valor agregado. Finalmente, el enfoque tradicional realiza un análisis de las diversas escuelas que se despliegan a partir del capitalismo, desde los autores clásicos hasta la actualidad, con el proceso de valorización financiera.

    Sin embargo, cabe destacar que este método analítico para encarar el estudio de la economía política no solo es lineal, sino también equívoco, e incluso injusto con las distintas escuelas y autores, en tanto no repara que se trata de problemáticas y desarrollos que se corresponden con formaciones económicas y sociales; o, en términos más estrictos, con modos de producción cualitativamente diferentes. El concepto y estudio general de los modos de producción fue un aporte fundamental realizado sobre todo por Marx en el Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, publicado en 1859, y también en los denominados Grundrisse (Marx, 1971a).[4] Caben pocas dudas acerca de que la versión clásica de los modos de producción es la publicada en el Prólogo, donde señala:

    A grandes rasgos podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana (Marx, 2015: 249).

    En esos textos, Marx se propuso un análisis detallado no de los estadios por los que transitó la humanidad, sino de las características presentes en toda sociedad, que consisten en la formación de las relaciones sociales de producción y el desarrollo de las fuerzas materiales de producción, así como el desfase y la contradicción que se despliegan entre ellas. Tanto es así que, como señala Hobsbawm en el Prólogo a los primeros borradores de los Grundrisse (Marx, 1971a), allí no se mencionan las clases sociales porque ellas son un caso particular de las relaciones sociales de producción privativas del modo de producción capitalista.

    Otra característica relevante que conviene señalar es que el contenido más general de la historia es el progreso en términos objetivos y no éticos. Es decir, no es que Marx postulara que el progreso era el hilo conductor de la historia, sino que la humanidad, mediante la relación entre los hombres y de estos con la naturaleza, recorre objetivamente ese derrotero a lo largo de su historia. La cooperación entre los hombres y su explotación de la naturaleza da lugar a la especialización y la generación de un excedente económico creciente en el tiempo, y ambos procesos permiten el intercambio que en principio tiene como destino la producción de bienes de uso. Con la aparición del dinero surge un cambio cualitativo, porque este permite el tránsito de la producción de bienes de uso a bienes de cambio, es decir, a mercancías, que potencian mediante el intercambio la acumulación de capital. Irrumpe de esta forma el capitalismo y se genera de forma progresiva la "separación del trabajo libre con respecto a las condiciones objetivas de su realización –con respecto al medio de trabajo y al material del trabajo–. Por lo tanto, ante todo, separación del trabajador con respecto a la tierra como su laboratorium natural" (Marx, 2009: 62).

    Otro aspecto a destacar es que a partir del materialismo histórico se plasma un nuevo paradigma epistemológico, que señala Hobsbawm cuando, en su crítica al análisis realizado por Joseph Schumpeter (1997) sobre la trayectoria de Marx, establece una clara diferencia entre el sociólogo y el economista, además del profeta y el maestro. Hobsbawm indica entonces que, en realidad, Schumpeter está proyectando un problema epistemológico del cual adolece la economía convencional, lo que no es atribuible a Marx, ya que en su metodología las relaciones sociales de producción y las fuerzas materiales de producción constituyen una unidad indisoluble. Es interesante al respecto traer aquí las palabras de Hobsbawm en el Prólogo del texto de Marx Formaciones económicas precapitalistas:

    El desarrollo económico no puede ser simplificado como crecimiento económico, mucho menos como variación de factores aislados como la productividad o la tasa de acumulación de capital, a la manera del economista vulgar moderno que suele argumentar que el crecimiento se produce cuando se invierte más, digamos, el 5% del ingreso nacional. El examen de diversos modos de producción precapitalistas de producción es, en este ensayo, un brillante ejemplo de ello y, de paso, ilustra lo erróneo que resulta concebir el materialismo histórico como una interpretación económica (o sociológica) de la historia (Hobsbawm, 2009: 17).

    En este contexto, cabe destacar que el concepto de modo de producción pone en evidencia que el método de Marx constituye un parteaguas en el desarrollo histórico de la economía política, que persiste hasta la actualidad. No es la intención aquí incursionar en el estudio de las características de los diversos modos de producción, sino señalar que es fundamental tenerlos en cuenta al menos por dos razones de singular relevancia. La primera de ellas es definitoria para la problemática central de este trabajo, ya que el modo de producción capitalista es el ámbito en el cual se despliegan diferentes patrones de acumulación de capital que pueden estar en concordancia o discrepar con las características que adoptan las distintas fases del capitalismo a escala mundial. En otras palabras, los patrones de acumulación de capital son privativos del modo de producción capitalista.

    La segunda razón está algo más alejada de la preocupación principal de este libro, pero vale la pena tenerla en cuenta, ya que, si se repara en la existencia de los modos de producción, se puede concluir que el surgimiento de la economía política como ciencia social propiamente dicha se produjo cuando se puso en marcha el capitalismo. De hecho, el análisis de ese modo de producción es la temática principal que abordan los autores que, no sin discusión, son considerados sus padres fundadores (Smith, Ricardo y Marx),[5] y de allí surgieron las concepciones que hoy se disputan la hegemonía en esta disciplina. Todos ellos –y, en consecuencia, las diferentes corrientes del pensamiento que los siguieron– reconocen en la problemática del valor una preocupación definitoria:

    La teoría del valor es algo así como el corazón de la ciencia económica (y como tal fue reconocida siempre aunque con diversos grados de claridad) y, por lo tanto, en la suerte sufrida por ella se reflejan mejor que en cualquier otra teoría los puntos cruciales de la historia misma de la economía política (Napoleoni, 1962: 1569).

    Por esta razón, la teoría del valor y los modos de producción conforman el contexto y el sustento de los patrones de acumulación de capital, temática que se abordará en los próximos capítulos, luego de un breve repaso por la visión de los autores clásicos sobre ambos aspectos, teniendo en cuenta que la teoría del valor y la distribución está presente en todos ellos, mientras que los modos de producción fueron planteados solo por Marx.[6]

    La teoría del valor y los modos de producción en el análisis realizado por los clásicos

    Un breve recuento analítico del pensamiento de los autores clásicos no puede encararse sin plantear de manera sucinta el contexto económico y social de la época en que vivieron. Algunos de ellos fueron relativamente contemporáneos entre sí; tal el caso de Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823), ya que cuando Smith murió, Ricardo tenía 18 años. Menos coincidencia hay entre Ricardo y Marx (1818-1883), ya que este tenía 5 años cuando murió Ricardo; mientras que, desde luego, entre Smith y Marx no hay ninguna coexistencia temporal: este último nació veintiocho años después de la muerte de Smith.

    En cuanto al contexto económico y social en que vivieron los primeros autores clásicos, cabe recordar de la mano de Eric Hobsbawm que en 1750 comenzó una trasformación histórica en Gran Bretaña: la Primera Revolución Industrial, es decir, el hecho fundacional de la irrupción del capitalismo, que este autor caracteriza categórica y apropiadamente como la transformación más fundamental experimentada por la vida humana en la historia del mundo, registrada en documentos escritos. Según Hobsbawm, en esa etapa Gran Bretaña fue

    el único taller del mundo, su único importador y exportador, su único transportista, su único poder imperialista, casi su único inversor extranjero; y por esa misma razón su única potencia naval y el único país con una política mundial propia (Hobsbawm, 1982: 13).

    En este nuevo momento, entonces, la actividad central fue la producción textil algodonera, la cual no estuvo basada en grandes innovaciones, sino en la aplicación y articulación de conocimientos y bienes de capital disponibles, así como en el desarrollo de innovaciones menores. Al respecto, Hobsbawm señala:

    La tecnología de la manufactura algodonera fue pues muy sencilla, como también lo fueron, como veremos, la mayor parte del resto de los cambios que colectivamente produjeron la Revolución Industrial. Esa tecnología requería pocos conocimientos científicos o una especialización técnica superior a la mecánica práctica de principios del siglo XVIII. Apenas si necesitó la potencia del vapor ya que, aunque el algodón adoptó la nueva maquinaria de vapor con rapidez y en mayor extensión que otras industrias (excepto la minería y la metalurgia), en 1838 una cuarta parte de su energía procedía aún del agua. […] En otras palabras, esta situación minimizó los requisitos básicos de especialización, de capital, de finanzas a gran escala o de organización y planificación gubernamentales, sin lo cual ninguna industrialización es posible (Hobsbawm, 1982: 58).

    Si bien la producción textil algodonera fue la rama industrial dinámica de esta primera fase de la Revolución Industrial, su propia expansión tuvo un efecto directo sobre el crecimiento y el desarrollo tecnológico de algunas actividades industriales, pero fue indirecto y débil sobre el conjunto de la producción industrial debido a las limitaciones propias de una actividad con escasa capacidad de propagar el crecimiento industrial, como la tiene en cambio la producción de insumos difundidos. Hobsbawm también se ocupa de esto:

    Difícilmente hace falta poner de relieve que el algodón estimuló la industrialización y la revolución tecnológica en general. Tanto la industria química como la construcción de máquinas le son deudoras: hasta 1830 solo los londinenses disputaban la superioridad de los constructores de máquinas del Lancashire. En este aspecto la industria algodonera no fue singular y careció de la capacidad directa de estimular lo que, como analistas de la industrialización, sabemos que necesitaba de las industrias pesadas de base como carbón, hierro y acero, a las que no proporcionó un mercado excepcionalmente grande (Hobsbawm, 1982: 67).

    Otro factor que hizo posible esa primera fase de la Revolución Industrial en Gran Bretaña fue la mano de obra calificada que, como se sabe, es condición sine qua non para avanzar en la industrialización:

    En este aspecto, la historia de la industrialización de Gran Bretaña ha sido irrelevante para sus necesidades, porque a Gran Bretaña el problema apenas la afectó. En ninguna etapa conoció la escasez de gentes competentes para trabajar metales, y tal como se infiere del inglés de la palabra ingeniero (engineer = maquinista) los técnicos más cualificados podían reclutarse rápidamente de entre los hombres con experiencia práctica de taller. Gran Bretaña se las arregló incluso sin un sistema de enseñanza elemental estatal hasta 1870, ni de enseñanza media estatal hasta después de 1902 (Hobsbawm, 1982: 60).

    Finalmente, en el contexto de la brutal explotación de los trabajadores que supuso la Revolución Industrial, comenzó a surgir la organización sindical, pero no en las actividades industriales periféricas, sino en la más dinámica de ellas: la industria textil algodonera.

    Las sociedades obreras de la industria algodonera de Lancashire se apoyaban en una minoría de hiladores (de mule) cualificados masculinos que no fueron, o no pudieron ser, desalojados de su fuerte posición para negociar con los patronos por fases de mecanización más avanzadas –los intentos de 1830 fracasaron– y que con el tiempo consiguieron organizar a la mayoría no cualificada que los rodeaba en asociaciones subordinadas, principalmente porque estas estaban formadas por sus mujeres e hijos (Hobsbawm, 1982: 63).

    Es decir que la Primera Revolución Industrial se sustentó en el desarrollo de la industria liviana, como ocurrió con la expansión manufacturera latinoamericana, y específicamente de la Argentina, durante el siglo XX, reconociendo la producción textil como una rama productiva dinámica, pero bajo condiciones muy disímiles porque, entre otras múltiples diferencias, estuvo basada en la sustitución de importaciones y en la presencia del capital extranjero. Resulta poco discutible que la conjunción de la Revolución Industrial con

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