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Libro electrónico234 páginas2 horas

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Información de este libro electrónico

Un divertido relato de un adolescente cuya mejor cualidad es ser buen portero.


Cuando Lince conoce a Sara, se empecina en cautivarla mediante el futbol, su única arma de atracción.


O eso es lo que Lince cree, por lo que hace drásticos cambios de clubes -y equipo- y por consiguiente complica su ya de por sí difícil año escolar, engañando y perturbando a amigos y familia. Una situación insostenible conforme avanza…


¿Podrá llevar Lince su plan a buen término, o terminará perdiendo el partido de su vida?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jul 2019
ISBN9781999172619
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    Campeón - Héctor M Curiel

    escritor.

    Dedicatoria

    A Danielle, Sebastian, y Roxanne.

    Quienes me han inspirado a levantarme cuando he caído.

    Algunas personas creen que el futbol es un asunto de vida o muerte. Estoy muy decepcionado con esa actitud. Puedo asegurarte que es mucho, mucho más importante que eso.

    -Bill Shankly

    Minuto 1

    —¡Lince, ve a la portería ya! —gritó Coach Studer.

    Dejé mi mochila entre las demás, asegurándome de que las letras quedaran a la vista, me calcé mis botas lo más rápido posible, y mientras trotaba hacia la portería, me puse mis guantes salva-dedos.

     Había llegado tarde a la primera práctica formal, y sabía que a Studer eso no le gustaba. De seguro me castigaría con series de lagartijas y me haría trabajar más duro de lo normal. Llegué tarde porque estuve esperando a Sara afuera de la escuela. Suponía que aparecería por ahí, pero nunca llegó. No es que lo hubiéramos planeado, sino que yo sabía que ella pasaría por alguna de las salidas del lado derecho. La única chica que me gustaba, y ella ni siquiera sabía quién era yo.

    El día que conocí a Coach Studer llegué antes que todos los demás, incluso él. Mi mochila ya tenía cosidas las letras color amarillo chillante que decían LINCE, y la puse de forma que todos mis nuevos compañeros lo notaran. Me presenté con Coach Studer cuando llegó, antes que el resto. Sólo otros cuatro muchachos y yo asistimos a esa primera práctica no oficial.

    —Usted debe ser Coach Studer —dije muy convencido.

    —Sí, así es. ¿Y tú eres…? —Sacó una lista de jugadores y la revisó.

    —Lince. Me dicen Lince —contesté decididamente.

    —O sea… pero ¿cómo te llamas? —Me miró desconcertado.

    —Debo estar ahí como Lince. O… ¿quizá como Michel? —concedí.

    —"¡Ah! Aquí estás: Lino Michel.

    —¿Qué? ¡Debe ser Lince!

    —Está bien, pero ¿qué tiene de malo Lino? —Seguía desconcertado, tal vez por mi terquedad.

    —Solo respondo a Lince —suavicé mi tono—, y me gusta que me llamen así.

    —Está bien, Lince entonces. ¡Ah, sí! Eres portero, ¿verdad? Bienvenido al equipo. Te presentaré a los demás ya que la mayoría esté aquí. Solo tú y otros dos jugadores son nuevos. Somos Tigres, por si no sabías.

    —¿Cuántos somos? —Quería saber todo sobre mi nuevo equipo.

    —Solo son dieciséis, en papel, por lo menos. Ahí vienen. —Apuntó a un par de jugadores que venían del estacionamiento—. Me alegra que hayas venido, de verdad necesitamos un portero, y verás que nuestra defensa es de lo mejor.

    —Estoy listo para trabajar duro —dije, muy convincente, elevando un poco mi voz para que me escucharan los que llegaban en ese momento.

    —Qué bien, porque haré que todos, o sea todos, trabajen duro —remarcó la palabra todos y volteó hacia los otros jugadores—. ¡Ey, muchachos, qué gusto verlos de nuevo! Él es… hmm... Lince.

    —Gusto en conocerte. Soy Lince. ¿Y tú eres…? —le dije a cada uno.

    Después de las presentaciones iniciales, mientras esperábamos a que llegara más gente y todo eso, estábamos calentando y pateando el balón para allá y para acá. Quería autoconvencerme de que ya estaba EN el equipo Tigres.

    En camino a la parada del bus, repasé todo lo que había preparado desde antes para hacer las cosas a la perfección, desde mis guantes con protección para dedos, pasando por mis nuevas espinilleras, y los tres tops de compresión color piel que adquirí en la tienda de corredores. Muy ajustados, tal como los quería, pero con algo de acolchonamiento suficiente para que no me duela el pecho en caso de recibir un balonazo justo ahí. También había hecho una lista de lo que debía cargar a diario: toalla, botella de agua llena, cinta deportiva, guantes viejos por si acaso, segundo par de medias, etc. etc. y la puse en la bolsa frontal de la mochila deportiva, la cual también copié y pegué en mi closet. Estaba tan feliz que me daban ganas de bailar durante el largo viaje en bus de regreso a casa.

    Hoy, con la primera práctica oficial de la temporada, ya había aprendido bien los nombres de cuatro de mis compañeros, sería cuestión de dos sesiones más, cuando mucho, y me sabría los nombres de todos.

    Ya había practicado el día anterior: solo calenté por quince minutos haciendo ejercicios en serie de Preparación de Movimiento, que mi coach anterior, Alexander, me había enseñado como PM. Masajeé mis piernas con un roller y la cavidad deltopectoral con una pequeña pelota sólida. Luego, hice algo de estiramiento dinámico y de flexibilidad, y también practiqué correr con el balón, burlar contrarios y, después, alrededor del mundo hasta que sudé mucho. Tomé un poco de agua, descansé tres minutos, ensayé las posiciones básicas del portero y repasé mentalmente e hice las posiciones de manos y cuerpo para tiros por debajo, a altura, y arriba de la cintura. Para finalizar, efectué algunos ejercicios de Fortalecimiento de Base.

    Me sorprendió que pude hacer todo eso recordándolo por mí mismo. Hubo algunos ejercicios que olvidé, pero siempre puedo apoyarme en mis notas, y quizá Coach Studer también sepa todo esto.

    La primera práctica oficial no tuvo algo especial, sino que fue más bien para que nos conociéramos y cuajáramos como equipo, mientras Studer observaba las habilidades individuales, y por supuesto las mías en la red. De seguro le gustó lo que me vio hacer. Aun así, yo tenía una enorme preocupación de en realidad ser parte del equipo. Todos los muchachos se veían muy tranquilos, pero yo no me sentía totalmente aceptado como jugador. Necesitaba que me hablaran como si nos conociéramos desde hace mucho, o que el coach dijera algo que, en verdad, me hiciera sentir parte del grupo.

    Durante la práctica, Victor, nuestro asistente, tuvo algunas preguntas:

    —Trabajaré contigo más que Studer, porque normalmente entreno a los porteros y a la defensa.

    —Está bien —dije algo cohibido.

    —Así que, ¿por qué Lince? —preguntó.

    —Ya estoy acostumbrado. Desde que tenía diez u once años, no recuerdo.

    —Bueno. ¿Y por cuánto tiempo has jugado como portero? —Indagó de forma que demandaba una explicación más amplia.

    —Desde entonces. Fue cuando comenzaron a llamarme Lince —expliqué con calma—. Decían que parecía como un gato grande jugando con una pelota.

    —Ya veo. —Me veía a los ojos de forma intensa cada vez que me lanzaba el balón junto con una pregunta—. ¿Y, por qué cambiaste de club?

    —Alguien me dijo que ustedes eran un muy buen equipo y que necesitaban un portero. Por eso.

    —Sí, pero ¿quién te dijo?

    —No recuerdo bien. Pudo haber sido alguno de los amigos de papá. —Comenzaba a molestarme.

    —¿Y, así nada más, dejaste a tu equipo y tu club para venirte con nosotros? —Seguía inquisitivo.

    —Mira, Victor, ya hablé eso con Studer, y mis padres entregaron toda la documentación al club. —Moderé mi tono—: ¿Por qué no nos concentramos en la práctica, y sobre la marcha vemos lo que haga falta?

    —No hay problema. Quería conocerte un poco mejor, nada más. —De seguro notó mi enfado.

    Puede que haya sido un poco grosero, pero me alegró que cesaran las preguntas.

    Al final, Coach Studer repitió lo que la mayoría ya sabíamos: el día y la hora de la próxima práctica, y que nuestro primer juego sería dentro de tres fines de semana.

    Esta vez, en el bus, durante el trayecto a casa, estuve pensando en que sería una temporada más larga y difícil para mí, en todos aspectos, pero yo mismo me apunté para eso, así que tenía que ser responsable de mis acciones.

    Sentí que en esa segunda práctica todo salió bien porque nadie me hizo preguntas personales. Además, parecía que todos me habían incluido en el equipo de inmediato en cuanto interactuamos, excepto Williams. Él me miró raro desde el momento en que nos dimos la mano y me presenté como Lince.

    Espero que no haya notado algo, o mi plan se derrumbaría por completo antes de haber arrancado.

    Minuto 4

    —¡Despierta, wey! —dijo Mike.

    —Estoy despierto —contesté.

    —Sí, finalmente. —Se veía consternado—. Pareces un zombi, por causa de ella.

    —¿De qué estás hablando? —En verdad quería saber.

    —Cada vez que hablas con Sara te vuelves alguien más, como un tartamudo.

    —¿Qué?

    —¡Es verdad! —Me miró a los ojos—. Tu lenguaje se vuelve florido y lento, y tartamudeas tanto que parece como si lo haces a propósito.

    —No tenía idea … cómo yo… —No podía creer que mi mejor amigo me dijera eso, pero parecía hacerlo en forma sincera y por preocupación, como siempre lo hacía.

    —¿Bueno, y.…? ¿Qué te dijo?

    —No me animé a preguntarle.

    —¿Que qué? ¡Has estado planeando decirle desde siempre!

    —Ya sé. Solo que quise ser amable … —Caí en cuenta de que casi no le dije algo sobre mí o el partido—. Solo contesté sus preguntas y eso.

    —¿Sabes qué, wey? —Estaba decepcionado—. Necesitar regresar a ser tú mismo otra vez. ¿Entender?

    Mike se marchó y me dejó ahí, nada más, como si me hubiera castigado.

    Conocí a Sara el día que asistí a la escuela, justo antes de que comenzaran las clases. Una señora del personal nos mostraba a los alumnos de nuevo ingreso cómo estaba distribuida la escuela, explicaba todo acerca de la oficina, el gimnasio, las aulas, los horarios, la cafetería, y todo lo que había que aprender sobre la misma, pero yo no ponía atención a nada de eso, Sara me apendejó.

    Ella ni siquiera me notó, pues le ponía atención a la señora. Yo, en cambio, escuché todas las palabras, pero no entendía ni recordaba nada.

    Sara era como de mi estatura, más delgada que la mujer promedio y de cabello café claro, largo y sedoso. Su piel morena clara daba la impresión de que sus padres eran de distintas razas. El color verde-miel de sus ojos me cautivó. Esos no eran ojos grandes y cafés como los de Latinoamérica, ni en forma de almendra como los del medio oriente o África.

    Uno podría decir que no había nada de especial acerca de esos ojos, pero era un color que me fascinaba.

    Fue como un impacto para mí, admirador de los labios gruesos y carnosos, ver cómo su pequeña y delgada boca hacía tan hermosa su cara ovalada. Aunque, eso sí, Venus nunca hubiera estado celosa de ninguna de esas características.

    Vestía simple: sin joyas ni reloj; sin zapatos de moda ni aretes. Llevaba una blusa blanca con pequeñas flores rojas y una falda negra que envolvía sus caderas delgadas haciéndola ver más alta y esbelta de lo que en realidad era. No me animé a acercarme y decirle hola o algo más. Solo la saludé de lejos con la mano cuando volteó —notó que la observaba—, y contestó con la sonrisa más hermosa que he visto. La escuché agradecerle a la señora cuando terminó la introducción. Su voz era tan dulce como si todavía fuera una niña de diez años.

    La imagen de Sara se me quedó grabada en la mente como si alguien hubiera tocado en mi cerebro un videoclip en modo automático. Soñé con ella esa noche y muchas más.

    Toda la semana, sobre todo mientras practicaba, solo pensaba en cómo impresionar a Sara y evitar que Mario se acercara a ella. Necesitaba encontrar la forma de que me viera jugar a mí, no a Mario.

    Hubiera sido más fácil acercarme a Sara si ella asistiera a alguna de las clases que yo elegí desde el primer semestre, pero a esta corta edad teníamos intereses distintos y, además, comenzar la preparatoria ya era difícil de por sí.

    Cuando me la encontré en uno de los pasillos, era de verdad mi intención decirle que me encantaría que asistiera al primer partido de la temporada, alegando que no conocía a nadie en mi nuevo equipo, y que necesitaba algo de apoyo de alguien además de la familia. Siempre estaba solo de todos modos.

    Sabía que tenía menos de siete minutos de receso cuando la encontré en la escuela, así que necesitaba ser preciso y conciso. Ahora que Mike me recuerda que no hice lo necesario, todo regresa a mí como en cámara lenta.

    —¡Sara! ¡Hola! ¡Ah, parece que creciste durante el verano! —Yo temblaba por dentro, pero estaba dispuesto a hablar con ella.

    —Hola, ...este... ¿Lince? ¿Es así como te dicen? —Ni se acordaba bien de mí.

    —Sí, así es. —Sentí algo de confianza—. Es por mi habilidad como portero y … bueno, ya sabes cómo son los muchachos.

    —Cierto, ya he escuchado de eso… —Se sonrojó.

    —Como sea, es bueno verte en mi misma escuela, quiero decir, aquí con el resto de… —No encontraba palabras...

    —Sí. No tenemos opción. ¿O sí? —se burlaba.

    —No, no tenemos. Y… —De verdad no atinaba qué decir—. A ti, te gusta…

    —¡Ey! Entonces, ¿estás con Mario Gunnarsdóttir en Monarques? —Ahora sí se veía interesada.

    —No. Estaba, pero… —mentí.

    —¡Ah! Eso no es bueno, él tiene juego en el, este, Majors Field este sábado, ¿cierto? —hablaba sonriendo, lo que hacía que me perdiera aún más.

    —No, quiero decir, Central Field. ¿Cómo sabes? —Me sorprendía y, a la vez, me preocupaba que supiera.

    —Mario me dijo. Me platicó que su equipo se volvió muy bueno ahora que unos cuantos elementos débiles estaban fuera, o algo así. —me contó eso como si preguntara quiénes eran esos debiluchos.

    —¡Ah! ya veo. Mira, me alegra que sepas acerca de los equipos, quiero decir, sobre Monarques… Mi equipo se llama Tigres. Quería decirte…

    —Entonces, ¿Mario es tu amigo? —Estaba interesada en él, parecía obvio—. ¿Es de verdad tan buen jugador como dicen que es?

    —¿Quién dice? —Estaba molesto, pero no quería que se me notara—. Quiero decir, es buen jugador, pero también depende de…

    —¡Ay, bueno! He escuchado de fuentes confiables que él es, literalmente, el mejor jugador en esta escuela —ahora hablaba para sí misma.

    —Es bueno, no puedo negarlo. —Él era bueno, no podía negarlo.

    —Este… Como sea, me dio gusto verte, Lince. ¡Nos vemos!

    —Adiós… por ahora. —No escuchó mis dos últimas palabras.

    Sí, tuve una breve conversación con Sara, pero fue improductiva. No era la que había planeado por tanto tiempo. Lo peor: parecía que a ella le interesaba Mario. No la culpaba, porque la mayoría de las chicas estaban interesadas en él.

    A mí me confundía mucho eso, pues él no era un Adonis, y su cuerpo larguirucho no era musculoso, sino más bien encorvado. Pero, sin duda, contaba con ciertos atributos masculinos por los cuales las chicas cuchicheaban entre sí cubriéndose las bocas. Yo simplemente no entendía qué le veían.

    La buena nueva era que Sara estaba enterada de que yo jugaba futbol y también de cuándo sería el siguiente partido. Eso, de seguro, ayudaría la siguiente vez que nos encontráramos.

    Hora del partido. Tigres vs Eagles.

    Coach Alexander me había enseñado a no temer a los cambios. Sin embargo, integrarme a este equipo era un gran ajuste para mí porque yo era un jugador nuevo, lo que significaba que los demás, entre sí, conocían bien sus estilos de juego y puntos fuertes, pero no los míos.

    Nadie me contó qué pasó con el arquero anterior, excepto que el portero sustituto era Williams. Aparte de eso, nadie quería ni mencionarlo, o así les había instruido este viejo y extraño entrenador, que nada me dijeran.

    Coach Studer nos quiso reunidos una hora antes del partido, solo para revisar el plan de juego —según dijo—. Pero aprovechó para recordarnos qué esperaba de cada uno, y subrayar —varias veces— que yo como portero nuevo necesitaría mucha ayuda de la defensa, la cual, por cierto, podría estar un poco débil del lado de Nacho —el derecho— por su falta de experiencia. También dijo que yo debía de poner mucha atención en los tiros de larga distancia y bla, bla, bla…

    Seguido, Williams me codeaba y decía algo como: Esto es importante, o no decía ni una palabra, nada más llamaba mi atención. Él era como el capitán auto promovido, pero yo solo lo veía como un maníaco del control. Su nombre real era John, pero había otros dos Johnes

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