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Toda buena obra: Conectando tu trabajo con el de Dios
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Libro electrónico309 páginas6 horas

Toda buena obra: Conectando tu trabajo con el de Dios

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¿Consideras un desafío el ser cristiano en un lugar de trabajo competitivo? ¡Descubre como disfrutar tu profesión sin tener que sacrificar tu alma! Animándote a estar firme en tu fe en los espacios de trabajo que quieren “ganar a todo costo”, Keller te ayuda a llevar tus creencias de la iglesia al trabajo, a mantenerte fiel a tus valores, a tomar decisiones que honran a Dios y mucho más.

Do you find it challenging to be a Christian in a competitive workplace? Discover how to enjoy a successful career without sacrificing your soul! Encouraging you to hold firm to your faith in win-at-all-costs corporate environments, Keller helps you carry your beliefs from church to job, stay true to your values, make God-honoring choices, and more.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2018
ISBN9781462792764
Toda buena obra: Conectando tu trabajo con el de Dios
Autor

Timothy Keller

Timothy Keller is the New York Times bestselling author of The Reason for God, The Meaning of Marriage, The Prodigal God, Jesus the King, and The Prodigal Prophet.

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    Me ha gustado mucho. No es un libro que te ponga los pelos de punta, pero sí la mente. El autor plantea qué principios bíblicos sustentan la concepción del trabajo para el que hemos sido creados. Me ha ayudado a aprender desde una nueva perspectiva, a ordenar algunos conceptos que ya sabía, y a replantearme seriamente en qué punto estoy respecto a mi trabajo. Totalmente recomendable. ¡Gracias, Keller! Buen trabajo.
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
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    Pocos libros existen que conecten efectivamente el trabajo y la fe como parte del espectro del Evangelio. Es una asignatura pendiente de esta generación, porque hemos abandonado el área laboral que detona en la sociedad, política, cultura, arte, negocios y educación. Es necesario tener un nuevo concepto y concepción del trabajo y la vocación para servir a Dios en todos los aspectos que comprende la vida humana.

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Toda buena obra - Timothy Keller

Toda buena obra: Conecta tu trabajo con el trabajo de Dios

Copyright © 2018 por Timothy Keller

Todos los derechos reservados.

Derechos internacionales registrados.

B&H Publishing Group

Nashville, TN 37234

Clasificación Decimal Dewey: 248.88

Clasifíquese: CRISTIANISMO / OBRA EVANGELÍSTICA / ENSEÑANZA BÍBLICA

Publicado originalmente por Penguin Group con el título Every Good Endeavor: Connecting Your Work to God's Work © 2012 por Timothy Keller.

Edición: Grupo Scribere

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni distribuida de manera alguna ni por ningún medio electrónico o mecánico, incluidos el fotocopiado, la grabación y cualquier otro sistema de archivo y recuperación de datos, sin el consentimiento escrito del autor.

Toda dirección de Internet contenida en este libro se ofrece solo como un recurso. No intentan condonar ni implican un respaldo por parte de B&H Publishing Group. Además, B&H no respalda el contenido de estos sitios.

A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas se han tomado de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, © 1999 por Biblica, Inc. ®. Usadas con permiso. Todos los derechos reservados. Las citas bíblicas marcadas RVC se tomaron de la Reina Valera Contemporánea®, © 2009, 2011 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso. Las citas bíblicas marcadas RVR1960 se tomaron de la versión Reina-Valera 1960®© 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso. Reina-Valera 1960 ® es una marca registrada de las Sociedades Bíblicas Unidas y puede ser usada solo bajo licencia. Las citas bíblicas marcadas LBLA se tomaron de LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS, © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. Las citas bíblicas marcadas NBLH se tomaron de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy®, © 2005 The Lockman Foundation. DerechosReservados. Usadas con permiso. Las citas bíblicas marcadas RVA se tomaron de la Reina Valera Actualizada, © 2015 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso.

ISBN: 978-1-4627-9179-8

Impreso en EE. UU.

1 2 3 4 5 * 21 20 19 18

Al personal y a los líderes voluntarios del Centro para la fe y el trabajo de la iglesia Redeemer, quienes han ayudado a nuestra congregación a ver que el evangelio realmente lo cambia todo.

Durante el año 1957, experimenté, por la gracia de Dios, un despertar espiritual que me condujo a una vida más rica, plena y productiva. En ese momento, como muestra de gratitud, pedí humildemente que se me concedieran los medios y el privilegio de alegrar a otros mediante la música. Ahora siento que Su gracia me lo ha otorgado. ALABADO SEA DIOS…

Este disco no es más que una humilde ofrenda a Él. Un intento de decirle «GRACIAS, DIOS» a través de nuestra obra, así como lo hacemos en nuestros corazones y con nuestros labios. Ojalá que Él asista y fortalezca a todos los hombres que transitan por el camino del bien.

—John Coltrane

Extracto de la contraportada de A Love Supreme

[Un amor supremo]

Prólogo

En 1989, un colega me invitó repetidas veces a visitar su iglesia, la incipiente Redeemer Presbyterian Church en Manhattan. Pero durante años yo había acumulado cierta reticencia hacia la iglesia. Había resuelto que la religión que practicaba mi familia era más un asunto de forma que de sustancia y que el pensamiento ilustrado desbarataría mi más mínima inclinación a practicarla. Con todo, la iglesia Redeemer captó mi atención en varios sentidos: el pastor era inteligente y hablaba como una persona normal, se tomaba la Biblia en serio y trataba de aplicarla a aspectos de la vida que eran importantes para mí, como mi trabajo.

Pocos años más tarde, decidí que era hora de comprometerme con la fe y «entregar mi vida» a la verdad y a las promesas de la Biblia. Realmente temía que este compromiso pudiera ponerle fin a mis ambiciones materiales y profesionales, porque dos de mis hermanos que se convirtieron al cristianismo habían sido «llamados» al servicio en las misiones. Uno vivía en el área rural de África, sin agua potable ni electricidad. Si de veras iba a poner a Dios en primer lugar, tenía que estar lista para servirle en cualquier sitio. Y así lo hizo. Unas semanas después de mi decisión, me sorprendió la repentina enfermedad de mi jefe, el presidente ejecutivo, y su propuesta para que tomara el liderazgo de la compañía. Dadas las circunstancias, lo tomé como una señal de que el Señor quería que hiciera mi parte no en el tercer mundo, sino en el mundo de los negocios.

Durante la siguiente década, serví en la dirección ejecutiva de varias compañías tecnológicas en Nueva York, Europa y el Valle de Silicio. En cada trabajo y cada día luché con lo que significaba ser una líder de negocios llamada a servir a Dios. La iglesia Redeemer y su pastor principal, Tim Keller, me dieron fundamentos sólidos. Aprendí que el evangelio de Jesucristo me cambiaba y, como resultado, el Señor me usaba tanto en mis relaciones con los demás como en la forma de dirigir compañías. Buenos conceptos, pero ¿cómo llevarlos a la práctica?

Los modelos eran escasos y, a menudo, parecían vestigios de aquellos tiempos cuando la mayoría de los estadounidenses asistía a la iglesia. Un presidente ejecutivo me dijo que siempre mantenía su Biblia sobre el escritorio y que a veces alguien en la compañía le preguntaba al respecto; otro, que oraba por la prosperidad de la empresa. Muchos veían sus trabajos corporativos principalmente como un medio para ganar dinero y así poder donarlo a entidades benéficas y a organizaciones que sustentaban. Cuando le preguntaba a pastores y a empresarios sobre los vínculos entre su fe y el trabajo, con frecuencia me respondían que la misión principal de un cristiano allí donde laboraba, era evangelizar a sus compañeros de trabajo. En cambio, una gran parte de los empresarios estimaba que la evangelización no estaba dentro de sus dones. Ninguno de tales planteamientos abordaba el asunto de cómo la fe cristiana debe influenciar el modo en que trabajamos.

El nuevo mundo de la tecnología, en particular en la década de 1990, estaba en su mayor apogeo. Nuestra cultura veía a los empresarios y a los ingenieros como dioses, y la tecnología era la respuesta a todos los problemas del mundo. Mis empleados tenían más fervor evangélico sobre la visión (y las tecnologías) de la compañía que el que jamás había visto en las personas de otras iglesias; y la esperanza de una oferta pública inicial en la bolsa de valores era mucho más tangible y motivadora que las elucubraciones etéreas de un cielo tal como lo describe el mundo cristiano. Gran parte del tiempo laboré con gente realmente buena, personas de carácter, maduras y dignas de admiración que trabajaban duro para contribuir de forma tangible en el mundo, y para lo cual no parecían necesitar la iglesia o al Jesús bíblico. Aprendí grandes lecciones de personas que no compartían mi fe, entre ellas la alegría en la labor diaria, la paciencia y la esperanza, el trabajo en equipo y decir la verdad. Cuando mi personal se marchaba para un fin de semana de meditación parecía regresar más revitalizado que aquellos que habían adorado juntos el domingo en una iglesia cristiana evangélica. Empecé a ver mi trabajo como una prueba donde Dios me golpeaba y me trituraba, y no como un lugar donde estaba sirviéndole activa y eficazmente.

Creía en la verdad del evangelio: que Dios creó todas las cosas, y al hombre a Su imagen y que envió a Su Hijo a redimir todo lo que se había perdido. Creía que Dios tenía un propósito para mí como trabajadora y como líder, y que junto con muchas otras personas podíamos hacer una diferencia positiva en el mundo. Sin embargo, no sabía cómo vivir el plan de Dios en ese puesto de trabajo tan competitivo, con la filosofía de ganar a cualquier precio, que yo dirigía y administraba.

Aparte de Redeemer, me di cuenta que las iglesias no orientaban cómo hacerlo. Muchos pastores estaban más interesados en ayudarnos a servir dentro de la iglesia que en discipularnos y prepararnos para hacerlo en el mundo. En los tiempos de auge del Valle de Silicio, a finales de la década de 1990, algunas congregaciones parecían no darse cuenta de la descomposición en el mundo o en ellas mismas. A quienes les preocupaban profundamente los pobres no pensaban que los sistemas, las estructuras y las culturas de nuestras industrias pudieran ser la causa de las fracturas en nuestra cultura norteamericana. Poner en práctica mi fe en mi trabajo parecía estar relegado a pequeños gestos simbólicos, a la abstinencia santurrona de ciertas conductas y a las orientaciones políticas sobre los temas culturales y legales del día.

La última compañía que dirigí, poseía una extraordinaria experiencia de liderazgo. Sustituí al fundador, quien había atraído a la mayoría del personal y a los primeros clientes con la visión maravillosa de la novedad de los productos y de las proyecciones al salir a la bolsa de valores. A principios del año 2000, se produjo una pugna por nuestra compañía entre los bancos de inversión, los cuales nos cortejaban con buenas ofertas públicas iniciales de 200 a 350 millones de dólares estadounidenses. Todavía no teníamos productos, pero varios estaban en fase beta con los primeros usuarios. Mi trabajo era ganarme la confianza del personal, los inversionistas y los clientes, mientras lanzábamos productos que cumplían nuestras promesas y generaban dinero fresco para recuperar la inversión. Hubo presiones cada día para avanzar en todas las áreas. En el proceso pensé desesperadamente cómo el evangelio podía encajar en todo esto. Estas son algunas observaciones que hice durante ese tiempo:

El evangelio me asegura que a Dios le interesa todo lo que hago y que escucha mis oraciones. Quizás no las responda de la manera que quiero, pero si no lo hace es porque sabe cosas que yo no conozco. Mi nivel de éxito o fracaso es parte de Su plan perfecto para mí. Él es mi fuente de fortaleza y perseverancia

El evangelio me recuerda que a Dios le interesan los productos que hago, las compañías para las que trabajo y los clientes a los que sirvo. Él no solo nos ama, sino que ama a ese mundo al cual quiere que sirvamos bien. Mi trabajo es una manera decisiva en la que Dios cuida a los seres humanos y renueva Su creación. Él nos da nuestra perspectiva y nuestra esperanza

El evangelio es buenas noticias. Como señaló el pastor y consejero Jack Miller: «Ánimo, porque eres más pecador de lo que imaginabas, pero Dios te ama más de lo que creías».¹ Es decir, continuaré equivocándome y pecando, y con todo Dios prevalecerá en mi vida a través de Su gracia y bondad

El evangelio le da sentido a nuestra labor como líderes. Se supone que debemos tratar a todas las personas y a su trabajo con dignidad. Debemos crear un ambiente en el cual la gente se desarrolle y use los dones que Dios les dio para contribuir a la sociedad. Debemos ser un ejemplo de gracia, de verdad, de esperanza, de amor en las organizaciones que creamos

Debemos expresar nuestra relación con Dios y Su gracia en nuestra forma de hablar, de trabajar y de dirigir, no como ejemplos perfectos, sino como personas que mostramos a Cristo

Tras 18 meses de incansable trabajo, la compañía fracasó. Fuimos parte de la burbuja de Internet, y cuando explotó, nos arrastró con ella. Aunque llevamos nuestros productos al mercado, no pudimos recaudar los fondos adicionales que necesitábamos cuando se agotó el capital de riesgo. Conservamos a los banqueros que comprarían para un cliente que nos permitiera mantener el producto en marcha, retener parte del personal y garantizarles algún rendimiento a nuestros inversionistas. Sin embargo, los temores en el mercado asustaron al cliente que habíamos estado enamorando solo días antes de firmar el acuerdo. Tuve que despedir a 100 personas al día siguiente y luego vender nuestra propiedad intelectual.

¿Cómo todo este excelente y arduo trabajo podía terminar tan mal? Mis preguntas y protestas individuales hacia el Señor tenían distintos niveles, incluido lo empresarial y lo industrial ¿Por qué Dios no había permitido nuestro éxito cuando era claro que me había «llamado» para este trabajo? Había tratado de hacer lo correcto para nuestro personal, y ahora no tenían empleo en un mercado colapsado. Me preguntaba si había contribuido a crear esta «burbuja» de Internet y había derrumbado, con la propia perspectiva de nuestra compañía, la obtención de ganancias con valoraciones astronómicas. ¿Cuáles eran mis responsabilidades para con las partes interesadas, incluyendo a la cultura en general? Los únicos empresarios cristianos que había escuchado eran aquellos que daban el crédito a Dios por sus grandes éxitos; ¿cómo debía enfrentar la quiebra? Quería un evangelio que tuviera buenas noticias, incluso para esto.

Con todo, algo asombroso sucedió cuando anuncié que el próximo día sería el último, aunque, debo admitir que me tomó algún tiempo valorar plenamente toda la belleza y la enseñanza de lo que observé. El personal, por su propia cuenta, planificó reunirse al día siguiente, sin salario, para celebrar la relación que había nacido entre ellos, así como el trabajo que habían hecho. Aunque la celebración fue agridulce, trajeron instrumentos musicales, demostraron el taichí que enseñaban por las tardes y se rieron de los momentos divertidos que habían pasado juntos. Quedé sorprendida. Ellos estaban honrando una cultura, una organización, en la cual encontraron alguna alegría mientras trabajaban y en las relaciones con los demás, pese al resultado final. Con el tiempo llegué a ver ese día como un destello de Dios en el trabajo, al hacer lo que Él hace: sanar, renovar y redimir.

Creo que podría llamarse justicia poética que la respuesta a todo mi desencanto por la falta de apoyo de las iglesias fue que seis meses más tarde, Redeemer Presbyterian Church me invitó a regresar a Nueva York para que ayudara a comenzar un ministerio en el área del comercio y los negocios. Luego de una década de luchar con Dios, de reflexionar sobre el poder transformador del evangelio y de quejarme por la falta de apoyo y dirección de la iglesia en cuanto al trabajo, me ofrecieron la oportunidad de ayudar a otros a experimentar mejor la esperanza y la verdad del evangelio en sus llamados vocacionales.

Este libro aborda algunas maneras fundamentales de concebir a Dios, a Jesús y al Espíritu Santo; quiénes somos en relación con la Trinidad, y cómo esto afecta la labor para la que el Señor nos creó. En nuestras comunidades debemos pensar cómo trabajamos, de acuerdo al contexto de nuestra cultura, la época en que vivimos, la vocación y la organización. Pero las respuestas parten de una teología esencial: conocer quién es Dios, Su relación con el hombre, Su plan para el mundo y cómo las buenas noticias (o el evangelio) de Cristo transforma nuestras vidas y la manera en que trabajamos.

Agradezco a Tim Keller por la forma en que él ha aplicado el evangelio a nuestras vidas laborales en el curso de su predicación y liderazgo en los últimos 25 años. Y agradezco que haya dedicado tiempo a escribir esos fundamentos en este libro, de manera que todos podamos examinar con mayor profundidad cómo Dios nos llama a vivir fielmente cuando trabajamos.

Katherine Leary Alsdorf

Directora ejecutiva, Redeemer´s Center for Faith & Work

Introducción

La importancia de recuperar la vocación

El famoso libro de Robert Bellah, Habits of the Heart [Hábitos del corazón], ayudó a muchas personas a descubrir lo que carcomía (y aún lo hace) la cohesión de nuestra cultura: «el individualismo expresivo». En otra parte, Bellah argumentó que los norteamericanos habían creado una cultura que ponía la elección y la expresión individual en un nivel tan alto que ya no había vida compartida, ni verdades ni valores superiores que los mantuvieran juntos. Como escribiera Bellah: «… nos estamos moviendo a una validación cada vez mayor de lo sagrado del individuo, [así] nuestra capacidad de imaginar una estructura social que mantendría unidos a los individuos está desapareciendo […]. Lo sagrado del individuo no tiene su base en ningún sentido del todo ni en el interés por el bien común».² Sin embargo, casi al final del libro, el autor propone una medida que pudiera restaurar una cultura actualmente desintegrada:

Para solucionar el problema, las personas tendrían que retomar la idea de la vocación o el llamado y volver, de una manera distinta, a la idea del trabajo como algo que contribuye al bien de todos y no solo como un medio para el propio bienestar.³

Esa es una notable declaración. Si Bellah está en lo cierto, una de las esperanzas para nuestra cultura desintegrada, es volver al concepto de que cualquier trabajo, además de ser un empleo o una tarea, es un llamado. La palabra latina vocatio —acción de llamar— es la raíz de «vocación». Hoy, la palabra significa simplemente empleo, pero ese no era el sentido original. Un empleo es una vocación solo si alguien más te llama a hacerlo y si lo realizas para otro y no para ti. Por eso nuestro trabajo puede ser un llamado solo si se concibe como una misión de servicio para algo más allá que nuestros propios intereses. Como veremos, pensar en el trabajo solo como un medio de desarrollo y realización personal destroza poco a poco a una persona y, como Bellah y otros han señalado, socava la misma sociedad.

Sin embargo, si debemos «reapropiarnos» de una vieja idea, hay que considerar el origen de ella. En este caso, la fuente del concepto del trabajo como vocación está en las Sagradas Escrituras. Y por eso, a partir del reto de Bellah, en este libro haremos lo posible para explicar la conexión transformadora y revolucionaria entre la fe cristiana y el lugar de trabajo. Nos referiremos a esta conexión —y a todas las ideas y prácticas que la rodean— como la «integración de la fe y el trabajo».

Las muchas «corrientes» de la fe y el trabajo

No estamos solos en este esfuerzo. Quizás desde la Reforma Protestante no se había prestado tanta atención a la relación entre la fe cristiana y el trabajo como hoy. El número de libros, proyectos y programas académicos, así como los debates en línea sobre este tema, ha crecido bastante en las pasadas dos décadas. Con todo, los cristianos que buscan orientación práctica para sus trabajos no reciben la requerida atención de este creciente movimiento. Algunos, como Katherine Alsdorf (ver Prólogo), se han sentido frustrados por la superficialidad del consejo y los ejemplos. Otros se han sentido confundidos por la diversidad —algunos dirían cacofonía— de voces que aconsejan cómo ser un cristiano en el trabajo.

Podemos concebir el actual «movimiento de la fe y el trabajo» como un río alimentado por varias corrientes de diversos manantiales. Quizás mucha de la energía y los múltiples grupos que están tratando de ayudar a las personas a integrar la fe y el trabajo, son aquellos con una comprensión evangélica de la Biblia y la fe cristiana, pero otras tradiciones y vertientes de la fe han hecho contribuciones importantes. El movimiento ecuménico ha puesto énfasis en que los cristianos deben usar su trabajo para promover la justicia social en el mundo. Eso nos ayudó a entender que el trabajo fiel demandaba la aplicación de una ética claramente cristiana.⁴ El movimiento de los grupos pequeños del siglo

xx

, insistió en la necesidad de los creyentes de darse mutuo apoyo en las luchas y las adversidades del trabajo. Esto nos demostró que el trabajo fiel requería renovación espiritual interna y transformación del corazón.⁵ El impulso renovador dentro del evangelicalismo ha visto el lugar de trabajo como un espacio para ser un testigo de Jesucristo.⁶ Sin duda, el trabajo fiel implica alguna clase de identificación personal con Jesús, de tal manera que un compañero de trabajo podría querer conocer más sobre Él.

Además, muchos otros han buscado fuentes antiguas para la integración de la fe y el trabajo. Los reformadores protestantes del siglo

xvi

, en particular Martín Lutero y Juan Calvino, sostuvieron que todo trabajo, incluso secular, era tanto un llamado de Dios como lo era el ministerio de un monje o un sacerdote.⁷ La fuente de la teología luterana puso especial énfasis en la dignidad de todo trabajo, al señalar que Dios cuidaba, vestía, resguardaba y sustentaba a la raza humana mediante la labor de esta. Cuando trabajamos somos, según la tradición luterana, los «dedos de Dios», los agentes de Su amor providencial por otros. Según esta interpretación, el fin del trabajo no es solo ganarse la vida, sino también amar al prójimo, lo que a la vez nos libera de la pesada carga de trabajar ante todo para mostrar cuánto valemos. Algunos dentro de la tradición calvinista o «reformada», como Abraham Kuyper, se pronunciaron sobre otro aspecto en cuanto a la idea del trabajo como un llamado de Dios. El trabajo no solo cuida de la creación, también la ordena y la estructura. Según esta perspectiva reformada, el propósito del mismo era crear una cultura que honrara a Dios y permitiera que las personas prosperaran. Sí, debemos amar a nuestro prójimo, pero el cristianismo nos ofrece enseñanzas precisas sobre la naturaleza humana y sobre lo que hace florecer al hombre. Debemos armonizar nuestro trabajo con estas interpretaciones. Entonces, el trabajo fiel es operar desde una «cosmovisión» cristiana.⁸

Todas estas disímiles tradiciones dan respuestas un tanto diferentes al asunto de cómo proceder para recuperar la vocación. A menudo las corrientes suelen ser confusas para los cristianos porque no se complementan perfectamente entre sí. La teología luterana resiste el concepto reformado de la «cosmovisión» y sostiene que los cristianos deben trabajar igual que los no cristianos. Parte de la iglesia tradicional o histórica no experimenta la misma urgencia que sienten los evangélicos por evangelizar, porque no miran al cristianismo clásico como el único camino a la salvación. Muchos observan que el énfasis de las organizaciones y los escritores orientados hacia una cosmovisión es demasiado cognitivo, con poco énfasis en el cambio interno del corazón, e incluso no coinciden en cómo se asemejan en realidad la transformación interna y el crecimiento espiritual. Por eso, si eres un cristiano que intentas ser fiel en tu trabajo, quizás estás tratando de sopesar sentimientos tan variados como estos:

La manera de servir a Dios en el trabajo es promover la justicia social en el mundo

La manera de servirle en el trabajo es ser honesto y evangelizar a tus colegas

La manera de servir al Señor en el centro laboral es simplemente hacer un trabajo de excelencia

La manera de servir a Dios en el trabajo es crear belleza

La manera de servir a Dios en el empleo es trabajar desde una motivación cristiana para glorificarlo, al tratar de participar e influir en la cultura con ese fin

La manera de servir al Señor en el centro laboral es trabajar en las buenas y en las malas con un corazón agradecido, alegre y transformado por el evangelio

La manera de servirle en el trabajo es hacer lo que te da mayor alegría y pasión

La manera de servir a Dios en el trabajo es ganar tanto dinero como puedas, y así ser tan generoso como te sea possible

¿Hasta qué punto se complementan o se oponen estos sentimientos? Es una cuestión difícil, pues todos poseen por lo menos una justificación bíblica. La dificultad reside no solo en el exceso de postulados teológicos y factores culturales que intervienen, sino también en cómo ellos operan de diferentes maneras según el área o el tipo de trabajo. La ética cristiana, los motivos, la identidad, el testimonio y la cosmovisión moldean nuestro trabajo de maneras diferentes según la forma de este.

Por ejemplo, imaginemos una artista plástica cristiana que generalmente se interesa por la justicia, conduce su carrera profesional con honestidad, tiene el apoyo de individuos que la ayudan a enfrentar los avatares de la vida, deja que otros en su área conozcan sobre su fe cristiana y entiende que su arte, es más un acto de servicio a Dios y al prójimo que una manera de encontrar autoestima y estatus. ¿Es eso todo lo que significa para ella integrar su fe con el trabajo? Además, ¿la enseñanza

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