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Los Tres Príncipes: Levantando el velo del mundo invisible
Los Tres Príncipes: Levantando el velo del mundo invisible
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Libro electrónico257 páginas5 horas

Los Tres Príncipes: Levantando el velo del mundo invisible

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En la historia del mundo, tres príncipes han ejercitado autoridad sobre él. El reinado del primero, Adán, fue lamentablemente corto. Su autoridad fue robada por Satanás, el segundo príncipe, cuyo reinado trajo sufrimiento sin palabra a la humanidad. Así comenzó el drama supremo de todo tiempo: el drama de la redención.
Es un drama que termina en la derrota de Satanás y el triunfo del tercer príncipe, Jesucristo, que se hizo hombre para recuperar lo que el primer hombre había perdido. Para entender la magnitud de este drama en que cada uno de nosotros juega una parte significativa, debemos levantar el velo de lo visible y examinar los misterios del mundo invisible. Lea este libro como si fuera un drama. Sumerja su mente profundamente en la revelación del gran plan de Dios. Experimentará nuevos vistazos de las verdades que posiblemente han llegado a ser habituales y comúnes. Así podrá empezar cada día afirmando de nuevo su propia autoridad en Cristo, sentado con Él a la diestra de Dios. Y podrá entrar a su mundo con su armadura puesta, lleno del poder de Dios, armado con la espada de su Espíritu, con su vida permeada de oración. Los tres príncipes también está disponible como un libro electrónico . Haga clic en los enlaces de arriba para comprar el formato digital de su elección.
IdiomaEspañol
EditorialBMH Books
Fecha de lanzamiento1 ene 2014
ISBN9780884693116
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    La divina LIBERTAD que Dios ha dado a cada uno de Sus hijos amados para amarlo, adorarlo o negarlo.

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Los Tres Príncipes - Tomás Julien

oración.

Prefacio

Dr. Neil T. Anderson

UNA PODEROSA FORTALEZA ES NUESTRO DIOS, UN MURO que jamás será demolido. Por siglos los cristianos han entonado este poderoso himno escrito por Martín Lutero. Es posible que otras frases del mismo himno sean menos conocidas, como aquella que dice, Aunque este mundo infestado de demonios. La realidad es que existen círculos dentro de la iglesia moderna que le restan importancia y hasta niegan la veracidad de dicha declaración. Sin embargo, su contenido sigue siendo tan verdadero hoy como lo fue en los días de Jesús. La fiel iglesia siempre ha creído en la persona del diablo, quien gobierna este mundo junto a su horda de demonios o ángeles caídos. Jesús mismo se refirió a Satanás como el gobernador de este mundo, y el apóstol Juan escribió que el mundo entero está bajo el control del maligno (1 Juan 5:19).

¿Quieres decir que hay demonios hasta en el lugar en que vivo?. Estoy seguro que los hay, del mismo modo que hay gérmenes. Si te esfuerzas en buscar estos gérmenes y te preocupas por ellos, puede que te vuelvas una persona hipocondríaca. Lo correcto, no obstante, es vivir una vida saludable y balanceada. Tu sistema inmunológico se ocupará del resto. Del mismo modo, sabiendo que hay demonios en este mundo, lo correcto es vivir una vida buena. Pero aún en este caso, ¿por qué habríamos todavía de preocuparnos por los demonios? La respuesta es simple: tan importante como saber de la existencia de gérmenes en nuestro entorno es estar conscientes de la presencia de demonios.

Hubo una época, no mucho tiempo atrás, en que no sabíamos de la existencia de estos gérmenes. Debido a ello los doctores no limpiaban ni esterilizaban sus instrumentos de trabajo, y la gente moría a causa de ello. Los antibióticos no existían, y muchas medidas de precaución y limpieza no se llevaban a cabo. Ahora que sí conocemos la presencia y el efecto de dichos microorganismos, la gente vive mucho más que antes. Del mismo modo, si no hubiesen demonios que nos tienten, acusen o engañen, tampoco sería necesario ponerse la armadura de Dios y llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo (2 Corintios 10:5).

El apóstol Pablo escribió, el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1 RV). Esto es lo que actualmente está ocurriendo en todo el mundo. Personalmente, he discipulado a cientos de cristianos que afirman haber escuchado voces y que han sido acosados por distintas tentaciones y pensamientos. No me refiero a problemas de índole psicológico. En la mayoría de los casos se trataba de luchas espirituales que toman lugar en la mente. El apóstol Pablo también escribió, Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, los pensamientos de ustedes sean desviados de un compromiso puro y sincero con Cristo (2 Corintios 11:3). Cierta mujer escribió:

Por años tuve estas voces en mi mente. Eran cuatro en particular, aunque por momentos parecían ruidosos coros de ellas. Cada vez que hablaban de la esquizofrenia en la televisión, solía pensar, Sé que no soy esquizofrénica, pero ¿qué son estas voces en mi mente? Estas voces me torturaban, me insultaban y se reían de mí. Cada pensamiento que tenía era de este tipo. Como consecuencia, mi autoestima estaba completamente desecha. Anhelaba no escuchar absolutamente nada y me preguntaba si otras personas experimentaban el mismo problema. Cuando aprendí de usted a llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo, llegué a reconocer la verdadera naturaleza de las voces, y pude hacer que se fueran de mi vida. Fue algo sorprendente y maravilloso. Por fin pude sentir completa paz en mi mente después de tantos años de tormento.

El antídoto de Martín Lutero para esta guerra espiritual fue Jesús, nombre sobre todo nombre. Jesús vino por tres razones principales (ver Colosenses 2:13-15). Primero, para morir por nuestros pecados, lo cual quita la enemistad entre nosotros y Dios. Segundo, vino pera darnos vida eterna, la misma que Adán y Eva perdieron al pecar. Finalmente, Jesús vino para deshacer las obras de Satanás (1 Juan 3:8), un elemento tan propio del evangelio como el hecho de que nuestros pecados son perdonados por gracia. Ésta es quizá la parte que la mayoría de las personas en el mundo anhela escuchar. La religión dominante en nuestro planeta es el espiritismo o animismo. Los espiritistas ofrecen sacrificios para calmar los malos espíritus. Personas consultan a brujos y chamanes a fin de manipular el ámbito espiritual. No obstante, nosotros tenemos el privilegio de anunciar al mundo que Satanás y sus demonios han sido vencidos, y que todo creyente vivo en Cristo tiene autoridad espiritual sobre ellos.

Pablo escribió, dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz, y amplifica esta idea cuando exhorta a los cristianos diciendo: revístanse ustedes del Señor Jesucristo (Romanos 13:12-14). Ponerse la armadura de Dios (Efesios 6:10-18) es en esencia lo mismo que revestirse del Señor Jesucristo. Este debe ser un deber de todo creyente ya que nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales (v. 12). El término regiones celestiales no se refiere a un lugar físico, sino a la realidad espiritual que nos rodea. Entiendo que es difícil para los occidentales aceptar que el mundo espiritual es tan real como el físico. Por eso les pido que no se fijen en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno (2 Corintios 4:18). No hay santuarios físicos en este mundo. Nuestro único santuario es nuestra identidad en Cristo.

La oración de nuestro Sumo Sacerdote en Juan 17:6-26 nos muestra la principal preocupación que Él sentía por la iglesia que estaba a punto de dejar a fin de llevar a cabo Su obra. No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad (vv. 15-17). Conocer la verdad es nuestra primera línea de defensa. Nótese que no estamos llamados a vencer las tinieblas, sino a encender la luz. No se nos ha pedido que dejemos los pensamientos negativos, sino que meditemos en lo que es verdadero, puro y justo. Así, Jesús continuará orando para que todos permanezcamos unidos a Él (vv. 20-21).

Si quisieras detener los planes de Dios, ¿qué harías? Yo lo sé bien, pues creo entender lo que Satanás está haciendo actualmente. Primero, trataría de poner dudas en la mente de las personas, pues éstas tienden a ser de doble ánimo y por tanto inconstantes en todos sus caminos. Segundo, trataría de poner disensión en los matrimonios, pues una casa dividida contra sí misma no puede permanecer. Tercero, trataría de dividir el cuerpo de Cristo, pues si unidos somos fuertes, divididos indudablemente sucumbiremos. Si no estamos claros de quién es nuestro adversario, seremos como guerreros con los ojos vendados, blandiendo nuestras espadas contra otros hermanos y aún contra nosotros mismos.

Mi amigo, Tomás Julien, ha escrito un poderoso libro que muestra la naturaleza espiritual de este mundo a través del lente de la Palabra. Es imposible comprender a cabalidad el mensaje de la Biblia sin tener una perspectiva bíblica del mundo. Las Escrituras revelan claramente la lucha que existe entre el bien y el mal, entre los falsos y los verdaderos profetas, entre el padre de las mentiras y el Espíritu de Verdad, entre el reino de las tinieblas y el reino de Dios. Este libro les dará una visión divina de todos los eventos claves descritos en la Biblia. Una lectura casual del mismo sería simplemente insuficiente. Es necesario estudiar a fondo este texto y meditar en las implicaciones que representa ser parte de esta batalla cósmica en la cual estamos todos involucrados.

DR. NEIL T. ANDERSON, Fundador y Presidente Emérito del Ministerio de Libertad en Cristo (Freedom in Christ Ministries).

Introducción

VE A CUALQUIER BIBLIOTECA Y ENCONTRARÁS DECENAS, por no decir cientos, de libros que tratan de la historia de la humanidad. Algunos de ellos son francamente fascinantes; otros te aburrirán con un sinfín de detalles. Todos ellos, sin embargo, poseen algo en común: son unidimensionales. Es decir, todos cuentan la historia del ser humano desde una perspectiva humana.

¿Qué tal si pudieras ir a la biblioteca y conseguir un DVD que te mostrara la historia de la humanidad desde otra perspectiva? ¿Qué tal, por ejemplo, si hubiese algún tipo de tecnología que nos permitiese ver la realidad del mundo espiritual del mismo modo en que vemos el mundo físico? ¿Qué tal si tuvieses ojos que pudiesen ver detrás del velo de lo visible y supieras lo que está ocurriendo ahora mismo en tu vida en el ámbito espiritual?

La Biblia enfatiza que la realidad que Dios ha creado es mucho más grande de lo que podemos ver con nuestros ojos. Colosenses 1:16 dice que el Señor creó cosas visibles e invisibles. En las Escrituras, para referirse a ambas dimensiones de lo real, muchas veces se emplean los términos celestial y terrenal. El cielo es más que un lugar que se encuentra más allá de las nubes: es la dimensión espiritual del mundo en el cual vivimos, y es tan real como el mundo visible. Al igual que existen obstáculos en la parte física del mundo, también los hay en la parte que no podemos ver. Al igual que existen conflictos en el mundo visible, también los hay en el mundo invisible. Sin embargo, ambos nos afectan por igual.

El hecho de que nuestros sentidos sólo puedan percibir el mundo visible no quiere decir que el mundo invisible sea irreal. Lo único que esto pone de manifiesto es lo limitado de nuestro actual poder de percepción. En la Biblia, desde el comienzo hasta el final, Dios levanta el velo que cubre ese mundo invisible, revelándonos la actividad de portentosos seres espirituales. No se trata, como mucha gente cree, de almas de personas fallecidas flotando alrededor nuestro. Se trata más bien de seres creados por Dios para ser Sus mensajeros.

Ver la vida solamente desde la perspectiva secular es como ver una película de tres dimensiones sin los lentes especiales. Si usas la Biblia como visor para ver la realidad, correrás el telón del drama más espectacular y conmovedor que haya ocurrido a lo largo de la eternidad; su escenario te revelará los secretos mejores guardados de todos los tiempos.

Si no estás acostumbrado a pensar de este modo, lo que acabas de leer te parecerá extraño, incluso espeluznante. Para los occidentales las cosas que no encajan con nuestro modo racional de pensar lo encasillamos en el ámbito de la ciencia ficción o la superstición. Y aunque la gran mayoría de las culturas no-occidentales no dudan sobre la existencia del mundo espiritual, nosotros los occidentales hemos sido formados en la creencia de que sólo lo visible puede considerarse verdadero.

Algunos años atrás me hallaba dirigiendo un estudio bíblico en un centro para retiros espirituales en Francia. La discusión versaba sobre Efesios 6:12, donde el apóstol Pablo declara: Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Uno de los participantes era un pastor de origen africano que estaba en Francia tratando de obtener un doctorado en la universidad. Luego de la discusión, me sorprendió con la siguiente pregunta: ¿Realmente crees en un mundo de los espíritus?.

Por supuesto, respondí. ¿Usted no?

Sin lugar a duda, me dijo. Pero yo soy negro, y por lo general la gente blanca no cree en esas cosas.

Debo admitir que durante años fui ciertamente uno de esos blancos que no toman el mundo invisible muy en serio, aunque sí creía en la existencia de seres espirituales. Mi formación en el seminario me había provisto de un claro entendimiento del tema de la angelología, pero ese entendimiento había sido puramente académico.

Todo eso cambiaría después. Cuando mi esposa y yo fuimos a Francia como misioneros, nunca imaginamos lo poco preparados que estábamos para lo que encontraríamos allá. Sabíamos que Francia tenía la fama de ser uno de los países más racionalistas del mundo, pero no teníamos idea de cuán firme era el ocultismo en todas las áreas de aquel país. Pronto nos dimos cuenta de que las tinieblas espirituales de Francia eran mucho más temibles de lo que pensábamos.

Despertamos a esta realidad un día en que dos hombres vestidos completamente de negro llamaron a nuestra puerta. Ya para ese tiempo habíamos logrado apropiarnos de un antiguo castillo medieval, el cual habíamos convertido en un centro de estudio bíblico donde habíamos comenzado a tocar las vidas de algunos jóvenes. Luego de un largo silencio los hombres nos anunciaron que el padre de uno de estos jóvenes, un señor que profesaba ser cristiano, había sido hallado en un bosque, ahorcado, desnudo y con una Biblia abierta a sus pies. Entonces me pidieron que condujera su funeral.

Antes que el cuerpo fuese transportado al sur de Francia para el servicio fúnebre, se llevó a cabo un breve recordatorio al aire libre para amigos y conocidos del finado. Poco después de comenzar esta ceremonia, los cielos se nublaron de golpe. Una repentina tormenta, acompañada de estruendosos relámpagos, hizo que la gente huyera de allí buscando refugio.

Luego de esta escalofriante experiencia viajamos a la región donde el cuerpo sería enterrado. Allí, una casa había sido provista para que mi esposa y yo pasáramos la noche. Durante la noche una acuciante presencia en el cuarto me despertó en varias ocasiones. En mi mente comencé a escuchar voces que me acosaban, riéndose de mí. Esta presencia me reveló que tanto ella como sus huestes llevaban muchos siglos en Francia, y se burlaban de mí por creer que yo podría venir aquí para causarles algún daño. El mensaje era claro: debíamos salir de Francia lo más pronto posible para volver adonde pertenecíamos.

El resto de la noche fue una auténtica lucha que pasamos en oración. Finalmente llegó la victoria, y nuestro Señor fue honrado durante el servicio fúnebre del día siguiente. Aquella experiencia, sin embargo, fue crucial para nuestro ministerio. Desde aquel día aprendí que nuestra labor no consiste solamente en confrontar a las personas con el evangelio, sino también a las fuerzas espirituales de maldad, una tarea que se hace con mucha oración y un inquebrantable convencimiento de que nuestra identidad y posición en Cristo está por encima de cualquier autoridad maligna del mundo invisible.

Además, esta experiencia fue el comienzo de un largo viaje espiritual a través de las Escrituras, en el cual examinamos y meditamos profundamente los pasajes donde el Señor nos ha permitido contemplar el misterioso mundo de lo invisible. Este viaje me ha llenado de admiración pues he aprendido nuevas verdades sobre el maravilloso plan redentor de nuestro Señor.

El presente libro tiene como objetivo compartir algunas de esas verdades. Como dijera hace poco, el tema central del mismo es narrar la historia de tres príncipes. El primero de ellos ejerció su autoridad durante un tiempo muy breve, quizá apenas unos días. Se trataba de un ser humano cuyo nombre era Adán. Él es el padre de todos los que estamos leyendo estas páginas. El segundo príncipe se hizo de autoridad a través de la usurpación. Un usurpador es alguien que asume algún tipo de autoridad de forma ilegítima. Este príncipe es un ser espiritual que comúnmente llamamos Satanás, el enemigo. Si bien carece de legitimidad como príncipe de este mundo, continúa ejerciendo gran poder, y es el vándalo más eminente de la humanidad. Parte de su misión es arrebatarnos la herencia que hemos recibido de Dios legítimamente.

El tercer príncipe ha triunfado sobre Satanás y ha recobrado todo lo que el primer príncipe había perdido. Este príncipe es el mismo Hijo de Dios. Aunque Él mismo es Dios, se ha vuelto humano y ha vencido a Satanás como hombre. Y es que Jesús, también llamado el último Adán, ha triunfado en el mismo territorio de aquel primer príncipe, y por eso ha sido coronado en los lugares celestiales como Rey de reyes. No obstante, antes de establecer Su reino con poder, ha querido darle a la humanidad la oportunidad de entrar en él de forma voluntaria y a través de una decisión personal.

Permítanme concluir esta introducción con algunas recomendaciones prácticas.

Cualquier discusión sobre el mundo espiritual debe evitar los extremos. Ya hemos aludido al primero: creer y vivir como si el mundo invisible no existiera, o concebir el mundo espiritual del mismo modo que un deísta concibe a Dios, es decir, como un ser supremo que habita en un ámbito tan distante al nuestro que es incapaz de involucrarse personalmente en nuestra vidas.

El segundo extremo es totalmente opuesto al primero: permitir que el mundo espiritual se convierta en una obsesión, creyendo que detrás de toda clase de obstáculos o infortunios en la vida se esconde una figura demoníaca. El diablo no es el responsable directo de todos nuestros problemas, si bien le gustaría serlo. Nuestra lucha no es sólo contra el diablo, sino contra el mundo y la carne. Aunque los tres pueden funcionar como un equipo muy efectivo, no son lo mismo.

Existe además un tercer extremo que, en mi opinión, es el más serio de todos. A fin de hacer de la guerra espiritual algo real, lo cual sin duda es, algunas personas han limitado el rol de Dios en esta tarea al punto de convertirlo en una especie de dios pagano, sin un control total de lo que sucede en nuestro planeta. Estas personas se sienten obligadas a sacar a Dios del engorroso problema de la existencia del mal en el mundo para así justificar Su existencia y amor. Una vez un francés dijo delante de mí, Si en verdad hay un Dios, espero que tenga una buena excusa. ¡Qué palabras tan blasfemas! Sin duda la existencia del mal es el problema fundamental de la vida. Pero en nuestra búsqueda de respuestas no debemos reducir a Dios a nuestro imperfecto modo de pensar. No debemos oscurecer el consejo con palabras carentes de sentido (Job 38:2). Dios está en control de todo, pero no es el

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