Estructura social y desigualdad en España
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José Saturnino Martínez
Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología (UCM), máster en Economía de la Educación y del Trabajo (UCIII) y doctor en Sociología (UAM), ha sido becario en el Centro de Investigaciones Sociológicas, en la Universidad Complutense y en la Universidad de Salamanca y ha realizado estancias de investigación en el Departamento de Sociología de la Universidad de Wisconsin (Madison). Ha sido profesor en la Universidad de Salamanca y en el Centro de Investigaciones Sociológicas. Entre 2007 y 2011 fue vocal asesor en el Gabinete del presidente Rodríguez Zapatero. Sus investigaciones han sido publicadas en diversas revistas académicas de prestigio; actualmente es profesor de Sociología en la Universidad de La Laguna y colabora regularmente con los periódicos Escuela y Diario.es (en Agenda Pública) y de forma esporádica con distintos medios como El País, Le Monde Diplomatique o El Viejo Topo. En Twitter es @mandarrian y muchos de sus artículos están disponibles en http://josamaga.webs.ull.es.
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Estructura social y desigualdad en España - José Saturnino Martínez
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Diferencia y desigualdad
Los caminos de la desigualdad
Las personas, con su esfuerzo y con los recursos con los que cuentan, buscan su bienestar, que podemos simplificar como un equilibrio entre el tiempo que quieren dedicar al ocio y al trabajo. Tendemos a pensar que una sociedad es justa si las posibilidades de lograr ese bienestar están en función de acciones que dependan de sus decisiones libres, y no de situaciones que escapan a su control; o, dicho de forma orteguiana, valoramos una situación como justa si a ella se llega por el yo, y no por las circunstancias. Abreviando, podemos considerar como decisión personal el esfuerzo realizado, y agrupar las circunstancias en cuatro vías que generan un desigual acceso a los recursos (Roemer, 1999):
1. A través de las conexiones sociales, como puedan ser los recursos a los que se tiene acceso por pertenecer a cierta red social, tales como la riqueza de la familia o las buenas relaciones sociales.
2. Mediante la formación de creencias y la generación de ciertas habilidades y capacidades. Por ejemplo, dos familias con el mismo nivel de recursos, pero que se esfuerzan en que las preferencias de sus hijos ante la educación sean distintas. Una familia puede insistir mucho en el valor de la cultura, pero la otra puede considerarla una futilidad.
3. Por la dotación genética que transmiten a sus hijos. Hay características individuales relativas a ciertas capacidades innatas que facilitan o dificultan el acceso a diversos tipos de recursos.
4. Mediante la formación de preferencias y aspiraciones. Más allá de las creencias y las habilidades, hay un espacio para la formación de gustos y deseos, que pueden hacer más o menos gratificante dedicarse a ciertas actividades que llevan aparejadas ciertas recompensas.
Podemos jerarquizar la legitimidad de estas vías, pues se considera más injusta la vía 1 (las conexiones sociales) que la vía 4 (preferencias y aspiraciones individuales); pero no siempre ha sido así, pues en el Feudalismo, por ejemplo, la primera vía se consideraba la más legítima. Las políticas públicas a favor de la igualdad se diferenciarían según qué vías entendamos como parte de las circunstancias de las personas y cuáles deben entenderse como parte de su esfuerzo. Por ejemplo, en la educación obligatoria se considera que el Estado debe contribuir a la formación de preferencias (promoviendo el gusto por la educación) y compensar las diferencias de capacidad individual (vías 3 y 4) y de origen socioeconómico (vía 1). Pero no hay tanto consenso en si el Estado debe intervenir para promover la igualdad ante las preferencias sexuales (vía 2 o 3, según consideremos que son socialmente construidas o naturales). En la educación superior suele considerarse que el Estado solo debe intervenir para remover la vía 1 de la desigualdad, y la vía 3 en tanto que relacionada con discapacidades físicas, pero no se espera que lo haga con las intelectuales.
El orden político liberal separa claramente entre la esfera de lo público y de lo privado, por lo que una de las líneas calientes del conflicto ideológico y político es la definición de qué es público y qué es privado. En tanto que las preferencias se entienden como parte de lo privado, se cuestiona la legitimidad para que el Estado intervenga sobre ellas. Esto no sucedía en la España del nacional-catolicismo, donde con la censura y la legislación se buscaba influir en las preferencias de la población. O en los estados de socialismo real, como el chino, donde existían campos de reeducación
, cuyo objetivo era cambiar las preferencias burguesas de la población por preferencias populares. Dicho de otra manera, en el orden ideológico en el que vivimos estamos dispuestos a aceptar desigualdades que se deban a gustos distintos, hasta el punto de que la libertad de elección se considera inviolable, mientras no atente contra los derechos de otras personas; es la idea de la libertad como no interferencia en la vida de las otras personas, que se denomina libertad negativa o libertad de los modernos. Si una persona no puede ejercer la profesión que desea por carecer de recursos para formarse, hay gran consenso en que se trata de una situación injusta en la que debe intervenir el Estado. Sin embargo, si una persona se ha formado conforme a sus gustos como educador social y otra como agente de finanzas, y la primera gana menos dinero que la segunda, debido a que el promedio salarial de los educadores sociales es más bajo, no nos parece que sea una desigualdad tan ilegítima. En tanto que los salarios medios de las profesiones dependan del mercado de trabajo, nos parecen desigualdades legítimas. Es decir, estamos dispuestos a igualar en oportunidades para que la gente realice su vocación profesional, pero no en que todas las profesiones obtengan los mismos salarios en promedio. De esta forma, aceptamos la desigualdad basada en las preferencias. La legitimidad para ello es suponer que el mayor salario medio de ciertas profesiones es un incentivo debido a que su desempeño es más difícil o a que la responsabilidad de su ejercicio es mayor. En caso contrario, se interpreta que esa ganancia salarial no es