Trópico
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Muchos quisieron darle sepultura lejos de los altos mausoleos, algunos incluso lo habrían condenado al olvido, mas el viejo fantasma se resiste a los entierros y las amnesias. ¿Qué hacer entonces con aquel católico empedernido, reaccionario intermitente, moralista categórico y altivo censor de las miserias nacionales desde remotas tierras? ¿Cómo lidiar el toro de un eclecticismo frenético que vagaba por los caminos de la narrativa, el cine y el teatro, que no se arredraba ante el poema político, el indigenismo telúrico, la biografía inorgánica o el ensayo ficticio. La tentación, por supuesto, era consagrarlo como nuncio apostólico de la novela negra latinoamericana, complot mongol mediante.
De Rafael Bernal, sin embargo, podría afirmarse lo que dijo de sí mismo el formidable Voltaire, que también tocó todas las teclas con resultados desiguales: "Soy grande en los géneros pequeños". Pues bien, en el género breve Bernal fue inmenso, y dentro de esa inmensidad brillan con luz propia los seis cuentos que forman este volumen. "Trópico" despliega con asombroso vigor todos los destellos de una prosa exacta y una perspicacia sutil. Hay dos escenarios, el interior y la costa de Chiapas, que encarnan alegóricamente la pureza serrana y la corrupción cenagosa, el vicio y la virtud.
Atrapados en esa dualidad fatídica, los individuos se alzan o derrumban frente al mal. No tienen escapatoria, pero son dueños de sus actos, amos y esclavos de su destino. Esa paradoja es la vida y es este libro. Más allá de las cegueras dogmáticas, ha llegado la hora de asignarle a Bernal el lugar que en justicia le corresponde entre los más ilustres del caprichoso panteón literario mexicano. Estas páginas lo muestran y lo demuestran.
Rafael Bernal
Rafael Bernal (1915–1972) was a Mexican diplomat and the author of many novels and plays. The Mongolian Conspiracy was published in 1969 and is regarded as his masterpiece.
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Comentarios para Trópico
4 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos muy bien estructurados y escritos , con un FANTÁSTICO LUGAR DE FONDO , mi queridísimo CHIAPAS !!!
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Trópico - Rafael Bernal
RAFAEL BERNAL
TRÓPICO
ÍNDICE
CUBIERTA
PORTADA
ÍNDICE
PRÓLOGO
TRÓPICO
PREÁMBULO
LA MEDIA HORA DE SEBASTIÁN CONSTANTINO
EL COMPADRE SANTIAGO
LUPE
EL SECRETARIO JOSÉ LÓPEZ
TATA CHETO
LA NIÑA LICHA
CRÉDITOS
COLOFÓN
PRÓLOGO
Es difícil entender que Trópico no pertenezca al canon literario de México o, peor aún, que su destino haya sido el olvido. Se trata, inexplicablemente, de una obra poco leída, casi desconocida, escrita por un creador heterodoxo a quien la posteridad, al parecer, sólo está dispuesta a conceder el mérito de haber «fundado» la novela negra mexicana como autor de El complot mongol. Suele argumentarse que la poca fortuna de su obra se debe a sus orientaciones políticas o al hecho de que residió buena parte de su vida en el extranjero, lejos de los círculos locales. Sea cual sea la razón, ésta no tiene nada que ver con sus valores literarios.
Quizás una de las estrategias más eficaces para llamar la atención sobre la obra de un autor sea, también, de índole extraliteraria: la «falacia biográfica». Una vida llena de hazañas, aventuras, desgracias, secretos o adicciones suele seducir a los lectores. Pero esa operación fetichista tampoco se ha aplicado a la figura de Rafael Bernal, pese a que existe material de sobra para ponerla en marcha. Valga la siguiente enumeración a manera de resumen: viajero empedernido, sinarquista arrepentido, católico convencido, corresponsal, guionista de cine, radio y televisión, traductor, sinofóbo, publicista, profesor, empresario teatral, diplomático, doctor summa cum laude (sin haberse licenciado) y autor de una obra ecléctica que incluye poesía política, narrativa telúrica, ciencia ficción, biografías, estampas asiáticas, cuentos y novelas policiacas, ensayos y, por si fuera poco, la desmesurada El gran océano, una peculiar biografía del Océano Pacífico contada a través de la historia de sus viajeros.
Uno de los episodios más fascinantes en la vida de Rafael Bernal daría origen, años más tarde, a los cuentos de Trópico: en 1933, cuando apenas tenía dieciocho años, se trasladó a Chiapas para probar suerte con el cultivo del plátano. La experiencia duraría tres años y acabaría en fracaso, pero se convertiría en la fuente de inspiración no sólo de estos cuentos, sino también de obras dramáticas, series radiofónicas y una estrambótica novela de ciencia ficción titulada Su nombre era muerte ( Jus, 1947), donde un alcohólico que vive en la Selva Lacandona se dedica a descifrar el zumbido de los mosquitos y a planear, en alianza con ellos, el sometimiento de la raza humana.
Trópico se publicó originalmente en 1946, cuando Bernal tenía treinta y un años, en la misma editorial que ahora lo rescata. Sólo hay una reedición de 1990, en la colección Lecturas Mexicanas del Conaculta, hace, pues, veintiséis años (hago el recuento para subrayar el desamparo editorial que ha padecido este libro). 1946 es, por cierto, un año legendario para la tradición del cuento en español: Juan Rulfo publicó «Macario» en la revista América y Julio Cortázar su primer relato, «Casa tomada», en Los anales de Buenos Aires, que dirigía Jorge Luis Borges.
En Trópico encontramos seis cuentos que, más allá de su unidad temática y estilística, comparten el mismo paisaje. O, para ser exactos, que se enmarcan en los distintos ecosistemas del mismo escenario: la selva, el manglar, la sierra y la costa de Chiapas. No estamos, pues, ante una colección de relatos arbitrariamente reunidos por capricho del autor o el editor: estamos ante un libro de cuentos comme il faut. Cada historia agrega sentido a la anterior como un nuevo sedimento que se va acumulando en la conciencia del lector. La habitual tendencia de éste a comparar los relatos de un volumen para discernir «cuál me gusta más», «cuál es el mejor», deja de tener importancia porque el efecto acumulativo de la lectura (la experiencia estética) es más parecido al que se percibe leyendo una novela.
A juzgar por la descripción cruda y desesperanzada de la realidad chiapaneca, podría decirse que Rafael Bernal fue a Chiapas como Joseph Conrad (o Charles Marlow) fue al Congo. No son pocas las similitudes entre El corazón de las tinieblas y Trópico. Ambos textos narran un descenso a los infiernos a la manera de Dante, a un horror del que los personajes no pueden escapar porque están sujetos a leyes atávicas que los sobrepasan y contra las que apenas se atreven a pelear porque saben de antemano que esa lucha está condenada a la derrota. La explotación del hombre por el hombre, representada en la novela de Conrad por el colonialismo europeo, tiene su equivalente en los cuentos de Bernal, donde el mal está encarnado en las figuras del cacique chino y los finqueros alemanes (los dueños de los cafetales del Socunusco, presentes en la zona desde el porfiriato).
Al igual que Conrad, Bernal coloca a sus personajes en situaciones límite próximas al delirio o la pesadilla, oprobiosas, en las que el hombre se arrastra por el lodo de la indignidad, de la animalidad, cuando no, directamente, de la cosificación. El hombre explotado es una herramienta, o un arma, en manos de un capataz despótico e inmisericorde, ambos dominados (víctima y victimario) por las bajas pasiones y el alcohol.
Lo que distingue a Bernal es la oposición maniquea entre sierra y costa, bien y mal, pureza y podredumbre, contraste con resonancias católicas que se hace explícito en el preámbulo con que el propio autor abre el libro. Esta interpretación casi metafísica, sin embargo, es indisociable de la esfera política porque, para el Rafael Bernal de aquella época, política y religión eran la misma cosa. Su adhesión al sinarquismo en los años cuarenta está bien documentada. Dos obras, una de principios de la década y otra del final, lo confirman. En 1941 publicó Federico Reyes el cristero, un poema narrativo que describe el drama de los cristeros. En 1948, la novela El fin de la esperanza, un compendio de las barbaridades cometidas durante la Revolución Mexicana y la Guerra de los Cristeros, obra vendida de forma casi clandestina por un sello inexistente cuando la editorial que la imprimió se negó a distribuirla por temor al gobierno de Miguel Alemán, acusado de graves corrupciones en el campo y de los estragos causados durante la campaña contra la fiebre aftosa, un asunto que el sinarquismo, formado en gran medida por campesinos y ganaderos, había adoptado como bandera. Se sabe además que, a finales de la década, Bernal era secretario de finanzas de Fuerza Popular, el partido sinarquista que protagonizó más de un escándalo célebre en aquel tiempo.
No hay manera, pues, de leer Trópico sin vincularlo a su naturaleza política, pero ello no significa que su interés radique en lo histórico o que deba entenderse como muestra de un determinado proyecto político en una época ya superada. Bien al contrario, Trópico es una obra poderosamente actual. Su denuncia de la explotación y las condiciones infrahumanas en que sobrevivían los chiapanecos hace setenta años resulta todavía,